– ¡Vaya hasta que te dignas a llamar!
Ese fue el saludo de Jasper una vez le marqué.
–Sí, lo sé. Te debo una disculpa amigo
–Te juro que ya estaba arreglándolo todo para ir a Betel, Ensuan–La voz de mi amigo era de puro reproche pero también preocupación.
–Ya todo está arreglado por aquí–Traté de aliviarlo, estuvo llamando estos días y enviando mensajes–Antes de que digas nada tengo varias cosas que decirte.
–Primero cuéntame de mi mercancía.
–Ya salió para allá. Fue lo primero que se hizo temprano. –El camión salió cargado hasta el tope para un viaje de casi tres horas al encuentro de Jasper y otros dos compradores de menor envergadura–Espero que quedes satisfecho avísame cualquier cosa.
–No te preocupes, no creo que haga falta llamar
–Te dije que podía venir yo con tu madre al laboratorio Ensuan. –le dije por segunda vez al verlo conducir y leer un mensaje en su teléfono.–No quiero esperar una eternidad como resultó hace una semana, además Leo me ocupa por tonterías.– ¿Qué le pasa? –Algo en su expresión me dijo que no era cualquier cosa, pero no respondió el mensaje.–Dudas sobre algunas semillas que se confundieron, lo llamaré cuando lleguemos allá. Tranquila.Me miró y sonrió pero esa sonrisa no llegó a sus ojos.–Sería bien complicado que se mezclaran las semillas Ensuan–Me preocupé, él conducía a su velocidad habitual pero sus manos en el volante decían que estaba algo ansioso.–Es una confusión de Leo, yo mismo hace dos días las arreglé junto con el veneno. Ta
Abrí la puerta de la casa y casi de inmediato su perfume me dijo que ahí estaba ella. Después la vi sentada en el borde de la ventana, me miraba, me esperaba, me escuchó llegar, como sea, sus ojos eran diamantes brillantes, su nariz estaba algo enrojecida, su quijada alzada, sus labios apretados, la ternura de su amor: esfumados.–Yvonne ¿por qué te fuiste? –Me acerqué a ella exigiendo una respuesta o por lo menos una reacción pero ninguna de las dos cosas obtuve–te busqué por todo el pueblo, temía que te hubiese sucedido algo–Ya estaba frente a ella, había llorado pero estaba erguida, mirándome–¿puedes explicarme donde te metiste? –ni pestañeaba solo me miraba a los ojos con cierto ¿descaro? –Yvonne ¿podrías decirme que pasó?–¿De verdad crees que soy yo la que debe decirte que pas&oa
No llegamos solos a la casa, tres niñas, las mismas que me ayudaron con la decoración navideña y que no recordaba sus nombres, venían corriendo detrás del animal donde Ensuan me subió con mi poca fuerza debido al ahogo, más los sucesos de la mañana. Dejé que me rodeara con los brazos y cabalgara. Llegando me bajó con cuidado, no era uno de los caballos más grandes, así que casi me lancé para que me atajara y como si yo no pesara nada me metió a la casa con las tres niñas atrás. A ellas no había que decirles nada, eran niñas muy maduras y en silencio, interrumpido en ocasiones por la tos de uno de nosotros, acompañaban. También en silencio Ensuan me llevó al cuarto e intentó recostarme.–Necesito bañarme antes. –Le dije deteniéndole la mano que tenía cerca.–Está
La sala de nuestra pequeña casa quedó en silencio. Adentro, en la recámara estaba Yvonne con mamá y la doctora.Fui de una vez por una cerveza y la bebí de a tiro, en todo el día no había comido nada y la poca agua que tomé no calmaba lo tan deshidratado que estaba. Fracasé en la mañana llevando a Yvonne al pueblo y no solamente por el encuentro con Ayarit, también como la traté con respecto a su familia y su hermano. A medida que pasaron los días desde su llegada, por nuestras charlas descubrí que había sido capaz de conseguir muchas cosas por sí sola y ser independiente, tanto así que decidió darle la espalda a sus costumbres y venir aquí conmigo, arriesgarse a lo desconocido porque podía resolver las cosas por sí mismas y una de esas cosas resulté ser yo.Me avergonzaba recordar lo ale
Abrí los ojos aliviada. La luz de la mesita de noche a mi derecha estaba encendida y él se encontraba de pié junto a la ventana con una taza en la mano. Lo veía de perfil y tal como su madre dijera el día de la boda: era un pan dulce.No me moví para que no me notara, parecía preocupado, sus ojos fijos afuera ¿en qué pensaba? Se volteó y me vio.–Yvonne–Solo se giró a mirarme sosteniendo su taza– ¿cómo te sientes?–Bien.– ¿Tienes hambre?–Un poco.–Te traigo enseguida.Salió dando grandes pasos, me incorporé, arreglé mi cabello, pasé la sábana por mis dientes, saqué el sucio de mis ojos y pasé las manos por mí cutis.Regresó con una bandeja en la mano, la colocó sobre mis piernas y la sola fragancia de la tortilla
El día antes de navidad y sin descanso, desde muy tempranas horas de la mañana había comenzado a llover, lo que dificultó un poco que recogiéramos los escombros del incendio. No había nada que hacer, solo seguir trabajando, lo que pudo haber sido una catástrofe solo resultó un accidente gracias a la intervención de Liborio e Yvonne. Sabía de las ganas que tenían las personas de tener un trabajo pero este comportamiento me desconcertaba. No tenía ni que decirles lo que tenían que hacer, solo hacían, y lo hacían bien. Antes de las nueve los reuní bajo una gran mata de aguacate y les pagué en efectivo. Al día siguiente era navidad y debían comprar todo lo que necesitaran además de lo que ya yo había ordenado que les dieran para su alimentación. Se guardaron el dinero y siguieron con la faena que no era poca. Un grupo de mu
Le sonreí, feliz y coqueta giré frente a él con los brazos arriba.–Dime… ¿te gusto? –Paré para mirarlo y una vez más disfrutar de lo que sus ojos miel me decían, como caer en un abismo donde chocaban los latidos detrás de mis oídos, lo que su expresión despertaba me hacía sentir viva, deseada, nada diminuta frente al universo de mi vida.– ¡Me encanta! –Como un felino al acecho vino hacia mí y rápidamente me acercó por los glúteos sacando un grito de mi garganta. No tardó en pasar su nariz por mi cuello, subir a lamer los ardidos lóbulos de mis orejas y bajar de nuevo con su nariz hasta el inicio de mis senos. Me aferré a sus brazos fuertes, era tan grande que podía estar anclada, sabía que no me dejaría caer–hueles tan bien–ya no tenía sentido para lo que me vest&iacu
Llegué a tiempo para atajarla, vi cómo se encogían sus hombros y abría desmedidamente los ojos. Como si la apagaran por un botón, quedó inerte en mis brazos.– ¿Qué pasó? –mamá llegó a prisa a gritos.–La llevaré a la casa.– ¡No! Recuéstala aquí–me obligó por el brazo y entré con Yvonne sostenida.– ¿Qué pasó señor?–Katy está muerta en la escalera y Yogui no sé.– ¿Qué? –Liborio salió corriendo, minutos antes se dormía en el mismo mueble que yo recostaba a Yvonne. – ¿cómo va a estar muerta Katy, Ensuan?– ¡Lo está mamá!¡Trae alcohol! ¡Yvonne! –le di golpecitos en el rostro pero Yvonne caía en letargos difíciles d