Le sonreí, feliz y coqueta giré frente a él con los brazos arriba.
–Dime… ¿te gusto? –Paré para mirarlo y una vez más disfrutar de lo que sus ojos miel me decían, como caer en un abismo donde chocaban los latidos detrás de mis oídos, lo que su expresión despertaba me hacía sentir viva, deseada, nada diminuta frente al universo de mi vida.
– ¡Me encanta! –Como un felino al acecho vino hacia mí y rápidamente me acercó por los glúteos sacando un grito de mi garganta. No tardó en pasar su nariz por mi cuello, subir a lamer los ardidos lóbulos de mis orejas y bajar de nuevo con su nariz hasta el inicio de mis senos. Me aferré a sus brazos fuertes, era tan grande que podía estar anclada, sabía que no me dejaría caer–hueles tan bien–ya no tenía sentido para lo que me vest&iacu
Llegué a tiempo para atajarla, vi cómo se encogían sus hombros y abría desmedidamente los ojos. Como si la apagaran por un botón, quedó inerte en mis brazos.– ¿Qué pasó? –mamá llegó a prisa a gritos.–La llevaré a la casa.– ¡No! Recuéstala aquí–me obligó por el brazo y entré con Yvonne sostenida.– ¿Qué pasó señor?–Katy está muerta en la escalera y Yogui no sé.– ¿Qué? –Liborio salió corriendo, minutos antes se dormía en el mismo mueble que yo recostaba a Yvonne. – ¿cómo va a estar muerta Katy, Ensuan?– ¡Lo está mamá!¡Trae alcohol! ¡Yvonne! –le di golpecitos en el rostro pero Yvonne caía en letargos difíciles d
Veía los instantes por cortes.Leo me trajo la caja con los regalos de navidad de Ensuan. Los tomé.Dormí en la cama con ella. En su casa. ¿Dónde durmió él? No sé. Los ojitos de Katy venían a mi memoria y me provocaban el llanto. Apenas desperté pregunté por Yogui, estaba dormido pero bien. Katy como siempre con el movimiento consentido de su cola hacia que la complaciéramos y sí, comió más. Liborio estaba igual de decaído. Leo y Ensuan se perdieron o por lo menos yo no los vi cuando desperté. Isabel estaba tan molesta que se encogió de hombros cuando le pregunté por él. No era el amanecer de navidad que me imaginaba tendría pero así resultaron las cosas y sí como ella decía, esto no era así antes, pues yo era la causa. Hice varias siestas durante la mañana y por fin casi a la u
Encerrada. No pensé que se sentiría encerrada. Yo tampoco a ningún lugar especial asistía, solo al campo, al pueblo a buscar lo necesario, a casa y por supuesto a la policía. Ella estaba con mamá y hablaban sobre todas las cosas que se les ocurría, claro que había un ambiente tenso gracias a lo ocurrido el día de navidad, yo tampoco esperé que algo así pasara, estaríamos todos muertos o muy enfermos pero eso no pasó y si cada vez que ese alguien se lo propusiera le haría daño, pues yo no podía dejarla salir por ahí así nada más.Luego del día de navidad la llamaban hasta cuatro veces al día, debí darle un horario portátil para que supieran cuando era madrugada, cuando media noche, cuando cenábamos y cuando estábamos en la ducha. Si no era su hermano era su cuñado que no había aprendid
Corrí al interior de la casa. Casi no podía respirar, impresión, vergüenza de lo que yo significaba ahora, pena por tener que quedarme ahí, celos, ganas de llorar y todas aquellas palabras que se repetían en mi cabeza en un portugués herido.Fui directo al cuarto, ahí no podía quedarme, o debía hacerlo, no, tenía que alejarme de Ensuan, por días lo había estado observando y algo de culpa había en él porque de otro modo ese beso no hubiese sucedido. Su boca que era mi boca besada por otra, y no cualquier otra, su antigua novia, alguien con quien guardaba recuerdos que yo en apenas semanas no superaría.–Yvonne. –Su voz podía quebrar todas mis fuerzas y hasta las ganas de irme. Me detuve en lo que hacía, abrir mi maleta sobre la cama. Lo miré y si bien no pude evitar que salieran las lágrimas, no gemí. &n
No salió detrás. Siempre las chicas salían detrás de los chicos para no perderlos y darse una oportunidad, aclarar las cosas en muchos casos. Temo que ya Yvonne me había dado muchas oportunidades y yo no las aproveché. Aun sabiendo que me esperaba una tormenta fue a la casa de mi madre. Cuando entré cerré la puerta, no quería que Yvonne escuchara sus reclamos. La casa olía delicioso y despertó mi hambre, pensé que no me dejaría tomar su queso derretido con pan pero haciendo gestos con la lengua entre los dientes, hasta un vaso de jugo de zanahoria y naranja me dio. Comí en silencio, viendo todo a mí alrededor, en este espacio yo había crecido y enriquecido mi alma, aquí disfruté del amor puro entre mis padres y de aquí partí a la universidad.– ¿Ahora qué hiciste? –me preguntó parándose frente a m&i
–Tienes suerte de estar en tan buena compañía. –Tenía rato sola en la sala acariciando a Yogui, el perro disfrutaba de mi cariño, se dormitaba y de a ratos movía la cola.–Isabel. –Me levanté.-no he ido a ayudarte para mañana, discúlpame.–No, está bien.-Terminó de pasar y pasó de largo a la cocina–Sé qué no debes estar de humor para nada–me levanté y la seguí, ella dejó algo envuelto, luego lo descubrió, era un pan de frutas brillante en clineja–¿te apetece?– ¿Lo hiciste tú? –Acepté su pedazo de pan y lo mordí– ¡Delicioso!–Lo ha traído Leo hace un rato, lo envió Ensuan.–Ah. –Seguí masticando el pan tan sabroso.–Estas molesta con él–se apoyó del borde
Entre las dos casas, otros vecinos nos saludaban y por lo visto, aunque no todos los miembros, por lo menos tres de cada casa fueron a la celebración de navidad en casa de Don Silvestre. Y no era que el Don fuese muy dado a dar, no, más bien era presumido y le gustaba demostrar que tenía y podía, pero lo hacía de una manera tan sutil que terminaba convenciendo. Yo crecí viendo a papá reír de sus cosas y a mamá odiando cada una de ellas. Pues bien, la gente fue a la celebración navideña, ¿la razón? Pensaban que iba mi esposa, yo y mi esposa, como cada año, inclusive cuando papá cumplió un año de muerto fuimos y la pasamos entre los vecinos.La boda sin noviazgo fue tan sorpresiva, traer a una desconocida a esta parte del país donde la gente era tan curiosa hizo que la casa de Don Silvestre se llenara. Esta mujer que llevaba semanas paseándo
Andrea dejó su casa hacía ya dos años. No vivía lejos pero era mentira que alguien se interesaría en ir a buscarla para saber de ella, si quiera si estaba viva. No encontró otro trabajo más que de secretaria de un doctor pero ella gozaba de buena salud. Salía de la habitación con el desayuno y el almuerzo listos y comía ahí mismo, detrás del mostrador desde donde veía pasar a uno y a otro paciente, algunos algo fastidiosos. Andrea estaba sola hasta que conoció una mañana a la señora Isabel Marrero.Llegó buscando al doctor para que le recetara las vitaminas. Desde que llegó se sentó y comenzó a ver unas revistas viejas de ahí, como con ella había solo dos pacientes más, Andrea sacó de su bolsa una empanada fría y aplastada que había hecho en la mañana antes de salir, rellena&nbs