Encerrada. No pensé que se sentiría encerrada. Yo tampoco a ningún lugar especial asistía, solo al campo, al pueblo a buscar lo necesario, a casa y por supuesto a la policía. Ella estaba con mamá y hablaban sobre todas las cosas que se les ocurría, claro que había un ambiente tenso gracias a lo ocurrido el día de navidad, yo tampoco esperé que algo así pasara, estaríamos todos muertos o muy enfermos pero eso no pasó y si cada vez que ese alguien se lo propusiera le haría daño, pues yo no podía dejarla salir por ahí así nada más.
Luego del día de navidad la llamaban hasta cuatro veces al día, debí darle un horario portátil para que supieran cuando era madrugada, cuando media noche, cuando cenábamos y cuando estábamos en la ducha. Si no era su hermano era su cuñado que no había aprendid
Corrí al interior de la casa. Casi no podía respirar, impresión, vergüenza de lo que yo significaba ahora, pena por tener que quedarme ahí, celos, ganas de llorar y todas aquellas palabras que se repetían en mi cabeza en un portugués herido.Fui directo al cuarto, ahí no podía quedarme, o debía hacerlo, no, tenía que alejarme de Ensuan, por días lo había estado observando y algo de culpa había en él porque de otro modo ese beso no hubiese sucedido. Su boca que era mi boca besada por otra, y no cualquier otra, su antigua novia, alguien con quien guardaba recuerdos que yo en apenas semanas no superaría.–Yvonne. –Su voz podía quebrar todas mis fuerzas y hasta las ganas de irme. Me detuve en lo que hacía, abrir mi maleta sobre la cama. Lo miré y si bien no pude evitar que salieran las lágrimas, no gemí. &n
No salió detrás. Siempre las chicas salían detrás de los chicos para no perderlos y darse una oportunidad, aclarar las cosas en muchos casos. Temo que ya Yvonne me había dado muchas oportunidades y yo no las aproveché. Aun sabiendo que me esperaba una tormenta fue a la casa de mi madre. Cuando entré cerré la puerta, no quería que Yvonne escuchara sus reclamos. La casa olía delicioso y despertó mi hambre, pensé que no me dejaría tomar su queso derretido con pan pero haciendo gestos con la lengua entre los dientes, hasta un vaso de jugo de zanahoria y naranja me dio. Comí en silencio, viendo todo a mí alrededor, en este espacio yo había crecido y enriquecido mi alma, aquí disfruté del amor puro entre mis padres y de aquí partí a la universidad.– ¿Ahora qué hiciste? –me preguntó parándose frente a m&i
–Tienes suerte de estar en tan buena compañía. –Tenía rato sola en la sala acariciando a Yogui, el perro disfrutaba de mi cariño, se dormitaba y de a ratos movía la cola.–Isabel. –Me levanté.-no he ido a ayudarte para mañana, discúlpame.–No, está bien.-Terminó de pasar y pasó de largo a la cocina–Sé qué no debes estar de humor para nada–me levanté y la seguí, ella dejó algo envuelto, luego lo descubrió, era un pan de frutas brillante en clineja–¿te apetece?– ¿Lo hiciste tú? –Acepté su pedazo de pan y lo mordí– ¡Delicioso!–Lo ha traído Leo hace un rato, lo envió Ensuan.–Ah. –Seguí masticando el pan tan sabroso.–Estas molesta con él–se apoyó del borde
Entre las dos casas, otros vecinos nos saludaban y por lo visto, aunque no todos los miembros, por lo menos tres de cada casa fueron a la celebración de navidad en casa de Don Silvestre. Y no era que el Don fuese muy dado a dar, no, más bien era presumido y le gustaba demostrar que tenía y podía, pero lo hacía de una manera tan sutil que terminaba convenciendo. Yo crecí viendo a papá reír de sus cosas y a mamá odiando cada una de ellas. Pues bien, la gente fue a la celebración navideña, ¿la razón? Pensaban que iba mi esposa, yo y mi esposa, como cada año, inclusive cuando papá cumplió un año de muerto fuimos y la pasamos entre los vecinos.La boda sin noviazgo fue tan sorpresiva, traer a una desconocida a esta parte del país donde la gente era tan curiosa hizo que la casa de Don Silvestre se llenara. Esta mujer que llevaba semanas paseándo
Andrea dejó su casa hacía ya dos años. No vivía lejos pero era mentira que alguien se interesaría en ir a buscarla para saber de ella, si quiera si estaba viva. No encontró otro trabajo más que de secretaria de un doctor pero ella gozaba de buena salud. Salía de la habitación con el desayuno y el almuerzo listos y comía ahí mismo, detrás del mostrador desde donde veía pasar a uno y a otro paciente, algunos algo fastidiosos. Andrea estaba sola hasta que conoció una mañana a la señora Isabel Marrero.Llegó buscando al doctor para que le recetara las vitaminas. Desde que llegó se sentó y comenzó a ver unas revistas viejas de ahí, como con ella había solo dos pacientes más, Andrea sacó de su bolsa una empanada fría y aplastada que había hecho en la mañana antes de salir, rellena&nbs
Entre tantas cavilaciones los tres fuimos lentamente hacia la casa, cada uno en su caballo después de no solo tratar de entender lo que este hombre, padre de una de las niñas que visitara frecuentemente a Yvonne le contara a Leo, acerca de más de una persona que trataba de sabotear Betel. Yo por mi parte pensaba la tristeza en que había dejado a Yvonne esa mañana y aunque llevaba ese paso deseaba llegar y pedirle nuevamente perdón ojala y lo consiguiera de ella.¿Quién o quiénes? ¿Por qué a nosotros? Cada una de las personas con las que hablé parecía realmente mortificada por lo que nos sucedía y todas querían conocer a Yvonne como si se tratara de una novedad extravagante, cuando en realidad era tan sencilla, tan común a ellos, tan hermosa como esas aves que a esta hora estaban revoloteando de mata en mata.¿Cómo podía ser má
Con lo que no contaba Andrea, porque hasta ahora era un sentimiento desconocido, era que los celos por la recién llegada se arraigarían en su corazón. Tal vez dudó que sucedería algo como eso porque después de la fiesta de la boda, Isabel dijo que dejaría a los recién casados solos, solos para que aprendieran a convivir. Así que para Isabel y para ella nada cambiaría, lo que no resultó ser tan así. Claro, tuvo mucho que ver lo que sucedió al día siguiente del matrimonio. Para el doctor Rubén quedó claro que Ensuan López no sería su yerno y también que tenía que irse, jubilarse, descansar porque no eran nada agradables los comentarios sobre lo que esperaba Ayarit que pasara y lo que pasó en verdad. El doctor bebió tanto más cuando llegó a su casa y durmió hasta tarde, hasta muy tarde. Andrea ten&iacu
Café. Olía mucho a café. A ese café bueno que solía preparar Isabel por las tardes y luego le batía leche y un toque de vainilla. No cabía duda que era su café. Entonces si era la tarde de ese 30 de diciembre y yo estaba así de dormida porque mi suegra me consentía desde la cocina.A quien tenía en frente no se parecía en nada a ella pero me confundió aún más que mis manos se hallaran juntas atadas a una silla que cojeaba de una pata y que de paso mis pies también muy juntos estuvieran atados.–Buenas tardes. –Me saludó con mucha tranquilidad el hombre. Claro, el doctor Rubén llegó a la casa mientras yo descansaba, sentí las pisadas en la sala y mientras discernía si se trataba de Ensuan me sorprendió. Me miraba muy raro en aquel momento, ahora no. – ¿quieres agua?–Sí, por