Entre las dos casas, otros vecinos nos saludaban y por lo visto, aunque no todos los miembros, por lo menos tres de cada casa fueron a la celebración de navidad en casa de Don Silvestre. Y no era que el Don fuese muy dado a dar, no, más bien era presumido y le gustaba demostrar que tenía y podía, pero lo hacía de una manera tan sutil que terminaba convenciendo. Yo crecí viendo a papá reír de sus cosas y a mamá odiando cada una de ellas. Pues bien, la gente fue a la celebración navideña, ¿la razón? Pensaban que iba mi esposa, yo y mi esposa, como cada año, inclusive cuando papá cumplió un año de muerto fuimos y la pasamos entre los vecinos.
La boda sin noviazgo fue tan sorpresiva, traer a una desconocida a esta parte del país donde la gente era tan curiosa hizo que la casa de Don Silvestre se llenara. Esta mujer que llevaba semanas paseándo
Andrea dejó su casa hacía ya dos años. No vivía lejos pero era mentira que alguien se interesaría en ir a buscarla para saber de ella, si quiera si estaba viva. No encontró otro trabajo más que de secretaria de un doctor pero ella gozaba de buena salud. Salía de la habitación con el desayuno y el almuerzo listos y comía ahí mismo, detrás del mostrador desde donde veía pasar a uno y a otro paciente, algunos algo fastidiosos. Andrea estaba sola hasta que conoció una mañana a la señora Isabel Marrero.Llegó buscando al doctor para que le recetara las vitaminas. Desde que llegó se sentó y comenzó a ver unas revistas viejas de ahí, como con ella había solo dos pacientes más, Andrea sacó de su bolsa una empanada fría y aplastada que había hecho en la mañana antes de salir, rellena&nbs
Entre tantas cavilaciones los tres fuimos lentamente hacia la casa, cada uno en su caballo después de no solo tratar de entender lo que este hombre, padre de una de las niñas que visitara frecuentemente a Yvonne le contara a Leo, acerca de más de una persona que trataba de sabotear Betel. Yo por mi parte pensaba la tristeza en que había dejado a Yvonne esa mañana y aunque llevaba ese paso deseaba llegar y pedirle nuevamente perdón ojala y lo consiguiera de ella.¿Quién o quiénes? ¿Por qué a nosotros? Cada una de las personas con las que hablé parecía realmente mortificada por lo que nos sucedía y todas querían conocer a Yvonne como si se tratara de una novedad extravagante, cuando en realidad era tan sencilla, tan común a ellos, tan hermosa como esas aves que a esta hora estaban revoloteando de mata en mata.¿Cómo podía ser má
Con lo que no contaba Andrea, porque hasta ahora era un sentimiento desconocido, era que los celos por la recién llegada se arraigarían en su corazón. Tal vez dudó que sucedería algo como eso porque después de la fiesta de la boda, Isabel dijo que dejaría a los recién casados solos, solos para que aprendieran a convivir. Así que para Isabel y para ella nada cambiaría, lo que no resultó ser tan así. Claro, tuvo mucho que ver lo que sucedió al día siguiente del matrimonio. Para el doctor Rubén quedó claro que Ensuan López no sería su yerno y también que tenía que irse, jubilarse, descansar porque no eran nada agradables los comentarios sobre lo que esperaba Ayarit que pasara y lo que pasó en verdad. El doctor bebió tanto más cuando llegó a su casa y durmió hasta tarde, hasta muy tarde. Andrea ten&iacu
Café. Olía mucho a café. A ese café bueno que solía preparar Isabel por las tardes y luego le batía leche y un toque de vainilla. No cabía duda que era su café. Entonces si era la tarde de ese 30 de diciembre y yo estaba así de dormida porque mi suegra me consentía desde la cocina.A quien tenía en frente no se parecía en nada a ella pero me confundió aún más que mis manos se hallaran juntas atadas a una silla que cojeaba de una pata y que de paso mis pies también muy juntos estuvieran atados.–Buenas tardes. –Me saludó con mucha tranquilidad el hombre. Claro, el doctor Rubén llegó a la casa mientras yo descansaba, sentí las pisadas en la sala y mientras discernía si se trataba de Ensuan me sorprendió. Me miraba muy raro en aquel momento, ahora no. – ¿quieres agua?–Sí, por
Andrea veía como a medida que pasaban los días todo cambiaba en Betel. La alegría de la recién llegada a la vida no solo del esposo sino también de la suegra, contrastaba con la tristeza de su jefe que había tenido que despedir a una hija destrozada, herida en su orgulloso, amor o vanidad. Optó por andar en su bicicleta casi todo el tiempo, el doctor nunca había llegado temprano pero no acostumbraba faltar y desde ese día era su hábito. Las emergencias se iban directo al pueblo y si ella lo visitaba en casa para saber si aún vivía le tocaba recoger tazas amontonadas con residuos de café o licor.Estuvo tentada a contarle a Isabel lo que sabía pero en Betel todo seguía bien, aquel incidente no perturbó sus vidas así que ¿para qué? Culpa era lo que para Andrea, podía tener el doctor por apoyar el acto de celos de su hija que paró en
El alma quebrada, el corazón endurecido y una rabia que penetraba mis huesos. Este Ensuan estaba ciego.Si mi mujer se había ido por cuenta propia la encontraría y la traería, mía era su nombre, pedirle perdón, mil veces si quería, pero hablar y estar juntos era lo único que hacía falta para solucionar esto y estar juntos, ¡juntos! Porque vino aquí desde lejos para estar así…juntos. Los caminos de Betel estaban solitarios, corría una brisa pegajosa como si fuese a llover, yo iba a toda velocidad en la moto sin que alguna rama me detuviera.Salí de ahí al pueblo, derecho a la policía, aquí alguien tenía que explicarme porque no había explicación, porque si mi esposa no se fue por sí misma, ¿Quién y donde la tenía?Matar
Él había salido. No sé cuánto se tardó pero para mí fue una eternidad, una en la que traté de soltar mis manos y pies y solo logré aflojar un poco una mano pero la pata de la silla no me ayudaba. Había sentido en mi vida pocas veces miedo y esta era en verdad la primera en la que me enfrentaba a uno digno de sentirlo. Era un sentimiento que, sin embargo, no me dejaba llorar. Ya las ganas de orinar se habían intensificado pero no dije nada, el estómago estaba apretado imagino lo tenso que estaba mi bebé y por eso respiraba profundamente y miraba alrededor, las mismas cosas que había visto al principio, sacos, bolsas, herramientas, olor fuerte a café. ¿Dónde estaba? ¿Por qué no llegaba Ensuan? ¿Habría creído mi nota? No, eso no podía ser ¿esperaría que yo me comunicara con él? No, no Ensuan yo nunca te dejar&iacu
Desde que su padre salió había estado muy nerviosa. La noche, desde que se fuera él, llegó en un pestañear y el doctor no le respondía el teléfono. Sus intentos de acercarse a Ensuan habían sido un fracaso y así de alguna manera lo había perdido luego de tantos años de estar juntos y sin que él le diera ningún tipo de explicación, no toleraba que esta mujer ocupara su lugar en Betel, aunque ella nunca se imaginó ahí viviendo. Tenía que haberse muerto su padre para que Ensuan cambiara de esa manera. Todo lo que le costó encaminarlo a la ciudad, que se adaptara a la practicidad y la comodidad para que éste hecho lo hiciera pensar que su lugar estaba ahí, en mitad de los animales y plantas, con una madre sobradamente irrespetuosa que durante todo sus años de noviazgo trató de arrastrarlo a que siguiera siendo un campesino. La pr