Enamorada

Cuando lo vi acelerar en la moto seguido de Liborio y tres más a caballo fingí que me reponía y me disculpé con Isabel para irme al baño. Ahí, a solas me cubrí la cara con una toalla, o mejor dicho su toalla, y lloré. Lloré fuerte abrí la llave del lavamanos y descargué ese dolor que se habría estacionado en mi pecho desde que lo escuchara hablar con el doctor Rubén.

Dijo que la quería pero no podía estar con ella. Siempre sospechó que ella había hecho lo de la casa y a pesar de que se lo pregunté tantas veces lo negó.

– ¿Estas bien Yvonne?–Mi suegra me habló desde afuera.

–Sí, ya salgo.

–Voy a la casa un momento y regreso enseguida.

–Claro. –Raspé la garganta para que no sospechara. Cuando escuché sus pasos perderse cerré el agua y limpi&ea

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