AlmaMis manos temblaban, mis lágrimas no dejaban de correr al conectar los puntos mientras imaginaba lo ocurrido a todos los que conocía, el dolor que han callado, al revivir mi propia historia en sus palabras…Arrojé el diario contra la pared dando un fuerte grito y caí de rodillas rendida ante tanta información, era demasiado para mí, fue demasiado para Ocampo y ahora no sabía qué hacer con este enorme peso, más que nada porque no podía permitir que Christian lo leyera sin antes hablar con él, pero tampoco podía quedarme callada, no podía guardar silencio o terminaría haciéndole compañía a Ocampo antes de tiempo.Salí lo más rápido que pude buscando un taxi, pedí desesperada que me llevaran a la hacienda mientras repasaba en mi cabeza una y otra vez cada línea marcada con la tinta negra que se diluyó alguna vez entre las lágrimas de Ocampo. Una vez llegué a mi destino pregunté al personal dónde estaban todos percatándome que los autos de mis hermanos estaban parqueados, sería compl
Horas atrás a la confrontación. Juan Carlos El trabajo estuvo bastante pesado hoy y me encontraba muy agotado al haber estado estos días en el hospital con Lucía, aunque al menos me quedé más tranquilo al saber que anoche le dieron salida y ahora se está recuperando en mi casa con total tranquilidad. —Ya era hora que cambiaras esa cara, creí que tendría que llevarte a las cantinas a soltar el despecho —dijo uno de los trabajadores al acercarse haciéndome reír. —¿Tan mal me veía? —¿¡Mal!? Parecías un muerto en vida, pero parece que ya te arreglaste con tu novia —no pude evitar avergonzarme al pensar en la odisea vivida los últimos días. —Esa risa lo confirma —palmeó fuerte mi espalda. —Fue difícil, pero no volverá a ocurrir. —¡Hombre!, con esa determinación espero que me traigas al menos la invitación a la boda. —Lo haré, pero dime primero para qué me buscabas. —¡Cierto! Los del banco por fin dieron una respuesta al patrón. Me dijiste que en cuanto llegaran los papeles te avis
Alma —Es cierto, todo es cierto… —contestó despectiva mirándonos con desprecio. —Jamás te quise, Francisco, desde que supe que vendrías al mundo al igual que tu hermana los aborrecí y todo por ser hijos de Claudio, solo eran la pieza perfecta en mi vida para sacarles más dinero igual que al inútil de su padre. —No es verdad… —murmulló Francisco a entrecortada voz. Al ser su propia madre quien le decía la verdad que se negó a creer toda la vida, estoy segura que por fin podría liberarse de tanto dolor. —¿Querían la verdad? Ahí la tienen: Siempre me pareciste un imbécil igual que Claudio, pero al menos me servías para usarte como me diera la gana, incluso te fuiste contra tu propia hermana por mí —contestó con tanto orgullo que no sé cuál de los presentes tenía más ganas de golpearla. —¿Qué… qué pasó con nosotros? ¿Cómo es posible que Raúl sea mi hijo si tú y yo…? —Tú y yo estuvimos juntos cuando te embriagaste tras pelear con Sarah, te busqué en la taberna y te llevé a tu casa do
Alma Mis hermanos y yo estábamos muy abatidos, pero a pesar de todo estuvimos unidos durante todo el trayecto hasta la casa de Raúl, me sorprendió bastante que Francisco decidiera ir atrás conmigo y en silencio dejó su mano sobre la mía temeroso de un posible rechazo, pero en vez de eso enlacé mis dedos con los suyos igual a cuando éramos niños. —Lo lamento, jamás quise decirte esas cosas ni mucho menos lastimarte. —En verdad me dolió lo que dijiste aquella vez. —Lo sé y comprenderé si prefieres odiarme o alejarme de tu vida, pero al menos quiero que sepas que te quiero y en verdad... lo lamento. —¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué llegar tan lejos si sabías toda la verdad? —Por imbécil, porque en verdad creí que conseguiría su aprobación, pero fui tan poco hombre de lastimar a mi hermana, la única que me abrazaba y me decía que me quería de verdad. Realmente se encontraba abatido, Francisco nunca fue un hombre de esconder sus sentimientos y menos conmigo, con quien compartió tanto
Christian Estos días estuvieron muy complejos, al volver al pueblo tras la confrontación con los Montenegro, mi padre tuvo una amenaza de infarto que nos obligó a hospitalizarlo un par de días, por suerte el médico lo trató a tiempo y mi madre pudo tranquilizarlo tras hablar varias horas entre lágrimas y dolorosas súplicas donde él nos seguía pidiendo perdón, especialmente a ella. Todos estábamos devastados, siendo Juan Carlos quien quedó con un fuerte cargo de consciencia por lo ocurrido a nuestro padre. Por tal motivo, pedí a Alma que no se presentara en la iglesia al saber que lo mejor ahora sería que estuviera con sus hermanos, aunque Emilio sí quiso ayudarme pese a insistirle que no debía, pero igual llegaba a la iglesia muy temprano a limpiar, atendía a los feligreses y en la tarde cerraba todas las puertas. Es increíble cuánto me hizo recordar mis días con el padre Ocampo. Cuando la marea al fin pareció bajar teniendo la noche para pensar con calma en lo ocurrido, sentí un e
Christian Llegué con el espíritu destruido, abrí el baúl de mi habitación, tomé el flagrum y me dirigí a la iglesia quedando frente a la imagen de Cristo crucificado escuchando un fuerte relámpago. —Siempre me imaginé esto, pero no creí que algún día lo haría —dije arrepentido a la cruz frente a mí. —¿Qué daño te hice en aquel entonces para que me hicieras sufrir con el castigo de Ovidio y la pérdida de un hijo? —mis gruesas lágrimas brotaron como cascadas. —¿No fueron suficientes los golpes que me dieron en la capital cuando estudiaba para ser un servidor tuyo, las veces que me ahogaron o cuando me apalearon porque me negaba a hacer sus asquerosos actos supuestamente en tu nombre...? Lloré más, caí arrodillado frente a él y di un fuerte grito intentando sacar un poco mi dolor, pero más me ahogaba. Levanté la mirada hacia su condenada imagen que parecía burbujeaba más la sangre... Esa fue como una señal para mí... —Odio admitirlo porque me negué a creer que Claude tenía razón al d
ChristianDesperté con una fuerte resaca recapitulando la reprimenda que me dieron los tres anoche, siendo esto lo que incrementó mi dolor de cabeza en vez del whisky. Fregué mis ojos acostumbrándome a la luz, mas fue el encontrarlos arreglarse lo que me desconcertó.—¿Qué ocurre? —Claude se acercó acariciando mi cabello entregándome agua y medicación.—Tómalo y arréglate que hoy tendremos un día ocupado —dijo benevolente.—¿A dónde iremos?—Visitaremos a alguien muy especial.Algo me sonó mal en su tono de voz, pero no hice preguntas, sino que me arreglé y al cabo de una hora salimos en una camioneta que Enrique alquiló. Por lo general la iglesia nos provee transporte y cualquier otra cosa que lleguemos a requerir al viajar por trabajo, pero ellos solían invertir extra en lujos o gastos adicionales. No obstante, pasada media hora, supe el destino al ver que habíamos tomado el camino hacia el Seminario Mayor de San Pedro que está ubicado a las afueras de la capital, mismo lugar donde
—¿Hijo… pero qué…? —mi madre estaba anonadada al vernos. —Lamento hacerte esto, pero salí de viaje a la capital para recibirlos y quisieron dar un recorrido por Andalucía. Ellos son los amigos que te conté de Roma. Me sentí como un niño al ver la enorme felicidad de mi madre, parecía que de nuevo se le iluminaban los ojos igual a cuando traje a mis primeros amigos de la escuela. —Por favor no se queden ahí, pasen —nos adentró rápidamente. —No imaginan el gusto que me da conocerlos, Chris me habló tanto de ustedes. —El placer es nuestro, mi nombre es Joan Monteiro, conocí a su hijo desde que estudiábamos en la capital —estrechó su mano con encanto, pero mi madre, muy a su manera, le dio un fuerte abrazo. —Recuerdo verte en una foto de cuando él recién llegó a Roma, aunque en aquel entonces tenías el cabello mucho más corto. —Un poco de vanidad no hace daño —le hizo un guiño haciéndola reír. —Yo soy Enrique Toledo y le agradecería que por favor no nos llame “padre” durante la est