Alma Mis hermanos y yo estábamos muy abatidos, pero a pesar de todo estuvimos unidos durante todo el trayecto hasta la casa de Raúl, me sorprendió bastante que Francisco decidiera ir atrás conmigo y en silencio dejó su mano sobre la mía temeroso de un posible rechazo, pero en vez de eso enlacé mis dedos con los suyos igual a cuando éramos niños. —Lo lamento, jamás quise decirte esas cosas ni mucho menos lastimarte. —En verdad me dolió lo que dijiste aquella vez. —Lo sé y comprenderé si prefieres odiarme o alejarme de tu vida, pero al menos quiero que sepas que te quiero y en verdad... lo lamento. —¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué llegar tan lejos si sabías toda la verdad? —Por imbécil, porque en verdad creí que conseguiría su aprobación, pero fui tan poco hombre de lastimar a mi hermana, la única que me abrazaba y me decía que me quería de verdad. Realmente se encontraba abatido, Francisco nunca fue un hombre de esconder sus sentimientos y menos conmigo, con quien compartió tanto
Christian Estos días estuvieron muy complejos, al volver al pueblo tras la confrontación con los Montenegro, mi padre tuvo una amenaza de infarto que nos obligó a hospitalizarlo un par de días, por suerte el médico lo trató a tiempo y mi madre pudo tranquilizarlo tras hablar varias horas entre lágrimas y dolorosas súplicas donde él nos seguía pidiendo perdón, especialmente a ella. Todos estábamos devastados, siendo Juan Carlos quien quedó con un fuerte cargo de consciencia por lo ocurrido a nuestro padre. Por tal motivo, pedí a Alma que no se presentara en la iglesia al saber que lo mejor ahora sería que estuviera con sus hermanos, aunque Emilio sí quiso ayudarme pese a insistirle que no debía, pero igual llegaba a la iglesia muy temprano a limpiar, atendía a los feligreses y en la tarde cerraba todas las puertas. Es increíble cuánto me hizo recordar mis días con el padre Ocampo. Cuando la marea al fin pareció bajar teniendo la noche para pensar con calma en lo ocurrido, sentí un e
Christian Llegué con el espíritu destruido, abrí el baúl de mi habitación, tomé el flagrum y me dirigí a la iglesia quedando frente a la imagen de Cristo crucificado escuchando un fuerte relámpago. —Siempre me imaginé esto, pero no creí que algún día lo haría —dije arrepentido a la cruz frente a mí. —¿Qué daño te hice en aquel entonces para que me hicieras sufrir con el castigo de Ovidio y la pérdida de un hijo? —mis gruesas lágrimas brotaron como cascadas. —¿No fueron suficientes los golpes que me dieron en la capital cuando estudiaba para ser un servidor tuyo, las veces que me ahogaron o cuando me apalearon porque me negaba a hacer sus asquerosos actos supuestamente en tu nombre...? Lloré más, caí arrodillado frente a él y di un fuerte grito intentando sacar un poco mi dolor, pero más me ahogaba. Levanté la mirada hacia su condenada imagen que parecía burbujeaba más la sangre... Esa fue como una señal para mí... —Odio admitirlo porque me negué a creer que Claude tenía razón al d
ChristianDesperté con una fuerte resaca recapitulando la reprimenda que me dieron los tres anoche, siendo esto lo que incrementó mi dolor de cabeza en vez del whisky. Fregué mis ojos acostumbrándome a la luz, mas fue el encontrarlos arreglarse lo que me desconcertó.—¿Qué ocurre? —Claude se acercó acariciando mi cabello entregándome agua y medicación.—Tómalo y arréglate que hoy tendremos un día ocupado —dijo benevolente.—¿A dónde iremos?—Visitaremos a alguien muy especial.Algo me sonó mal en su tono de voz, pero no hice preguntas, sino que me arreglé y al cabo de una hora salimos en una camioneta que Enrique alquiló. Por lo general la iglesia nos provee transporte y cualquier otra cosa que lleguemos a requerir al viajar por trabajo, pero ellos solían invertir extra en lujos o gastos adicionales. No obstante, pasada media hora, supe el destino al ver que habíamos tomado el camino hacia el Seminario Mayor de San Pedro que está ubicado a las afueras de la capital, mismo lugar donde
—¿Hijo… pero qué…? —mi madre estaba anonadada al vernos. —Lamento hacerte esto, pero salí de viaje a la capital para recibirlos y quisieron dar un recorrido por Andalucía. Ellos son los amigos que te conté de Roma. Me sentí como un niño al ver la enorme felicidad de mi madre, parecía que de nuevo se le iluminaban los ojos igual a cuando traje a mis primeros amigos de la escuela. —Por favor no se queden ahí, pasen —nos adentró rápidamente. —No imaginan el gusto que me da conocerlos, Chris me habló tanto de ustedes. —El placer es nuestro, mi nombre es Joan Monteiro, conocí a su hijo desde que estudiábamos en la capital —estrechó su mano con encanto, pero mi madre, muy a su manera, le dio un fuerte abrazo. —Recuerdo verte en una foto de cuando él recién llegó a Roma, aunque en aquel entonces tenías el cabello mucho más corto. —Un poco de vanidad no hace daño —le hizo un guiño haciéndola reír. —Yo soy Enrique Toledo y le agradecería que por favor no nos llame “padre” durante la est
—Alma… —murmuró Monteiro un poco asustado. —¿Estás segura de lo que nos estás pidiendo? Tú misma viste lo que le pasó a Christian en Cosenza.—Es justo por eso que lo solicito. Tengo demasiado dentro de mí que no pude sacar con Ocampo, pero quizás pueda hacerlo con ustedes y debe ser antes de hablar con Christian.Ellos quedaron en silencio siendo los rostros de Enrique y Monteiro los que reflejaban duda y temor. Claude, por otra parte, me hizo una señal para que me acercara a él y al hacerlo se levantó igual que los demás viéndome como una araña a su presa.—La última vez te pregunté si estarías dispuesta a tomar el castigo que recibió Christian y contestaste que sí, ahora te pregunto: ¿Todavía lo harías? —sus ojos se veían más oscuros e intimidantes de lo usual, pero no tenía dudas de mi respuesta.—Padre Claude, sé que usted no me daría el mismo castigo que él porque las razones son diferentes, pero confío en que me dará la penitencia pertinente, tan solo le pido que no sea benevol
AlmaDesperté sintiendo un exquisito perfume acompañado de la pesadez en mi lastimado cuerpo, pero al mismo tiempo tenía un enorme vacío que se sentía bien.—Te ves hermosa sonriendo —Claude estaba a mi lado arreglándose, siendo la toalla lo único que lo cubría e inevitablemente me sonrojé… por no decir que me calenté.—Lo siento, no sé en qué momento me quedé dormida.—No te preocupes, igual te dejé descansar en mi cama y con Enrique atendimos tus heridas —me revisó cual doctor, uno muy seductor al que no me importó que repasara sus manos en mi desnudo cuerpo. —No me pongas esa cara o te desayunaré.—Entonces vístete… —murmuré ensanchando nuestras perversas sonrisas, pero fue cuando analicé lo que dijo y caí en cuenta de un pequeño detalle que pasé por alto alterándome. —¿Dijiste que dormí en tu cama? —asintió. —¿Eso quieres decir que… estamos en la casa parroquial…?—Muy inteligente, mi conejita.—Diablos, Christian… —me levanté tan rápido que lastimé mi cuerpo sintiendo la repercus
ChristianSolo fueron minutos en los que ella me desgarró la existencia, días en que Ocampo me abrió los ojos cruelmente, pero Alma, ella llevaba años como muerta en vida cargando demasiadas cosas y aun así tuvo la fuerza para levantarse y seguir adelante cada día, ayudar a Emilio, a Ocampo, fue maestra de escuela viviendo con el doloroso recordatorio de la imagen que ella pudo ver y jamás hizo, se mantuvo sola en su calvario y aun en mi regreso me regaló mil sonrisas y recuerdos que atesoro, pero no pude ser tan fuerte como ella al llorar durante toda su confesión.Me tomó un buen tiempo calmarme entre sus brazos, porque sí, a pesar de abandonarla hace unas noches, ella comprendió acompañándome a asimilar tan difícil noticia hasta que finalmente pude retomar la fuerza para hablar nuevamente.—No entiendo cómo pudiste seguir aquí después de lo vivido.—Porque en el fondo seguía aferrada al pasado, pero no solo al dolor, sino también a la felicidad que viví contigo y creí que quizás al