Días después Christian Por fin llegó el tan esperado jueves, tomé mi maleta y me dirigí a casa de Emilio dándole las indicaciones correspondientes para que se hiciera cargo de todo en los días que me ausentaría, después me dirigí a casa de Alma, toqué la puerta sin decir nada esperando que me abriera, lo que por suerte terminó ocurriendo y cuando casi me cierra, logré evitarlo adentrándome sin su permiso. —Prepara una maleta pequeña, saldremos enseguida. Ella quedó estática sin comprender mi actitud ni mucho menos mi orden, así que me adentré hasta su recámara buscando algunas prendas, tomé lo de uso personal y guardé todo en un morral. —¿Qué diablos crees que haces? No iré a ningún lado y sal de mi casa ya mismo. —Claro que me iré, pero contigo —respondí firme haciendo un guiño. —Ya te dije que no, ahora vete. Me dolía verla tan mal, pero poco me importó al acomodarla rápidamente sobre mi hombro y tomar la maleta saliendo en el acto. Como era de esperarse, ella me batalló, au
Alma No sé qué tiene Christian, pero bien sea que recibiera la bendición de Dios o del diablo, sabe cómo hacerme feliz, pues al volver de nuestra escapada se fueron todas mis penas, parecía una mujer nueva gracias a él. Asimismo, al seguir hablando un poco más a fondo de lo ocurrido en Villa Clara, él quedó afectado, pero nunca me juzgó, sino que me recordaba el amor que nos teníamos aun después de tantos años y vaya que supo demostrármelo en cada rincón de la cabaña… y un par de veces en el lago. —Necesito la receta de lo que sea que hayas tomado, porque ni yo en mis mejores días quedo con una sonrisa tan marcada —comentó Sarah, quien no ha dejado de detallarme desde que pasé a recogerla. —Solo es una sonrisa, tampoco exageres —si supiera que su hijo es el motivo de mi felicidad; es capaz de asesinarme. —No lo digas como si nada que te vi todos esos días completamente destrozada y en solo un fin de semana se fueron todas tus tristezas —lanzó su típica mirada inquisitiva. —¿Cómo s
Las horas siguieron su curso y con ello el alcohol junto a los bailarines quienes iban saliendo en diversos números. Los billetes volaban por donde se viera, la felicidad de las cuatro parecía no acabar y las charlas se iban poniendo cada vez más picantes. —De saber que esto era lo que necesitabas, habríamos venido hace mucho —dijo Sarah, quien ya tenía varios tragos en la cabeza. —Ni siquiera sabía que lo necesitaba —respondió Mariana. —¿Y qué pasó con la universidad? ¿Acaso no te divertiste con tus amigos? —preguntó Cecilia. —No, estaba estudiando para volver pronto al pueblo y quedarme al frente de la hacienda, después llegó Raúl, mis hijas y no hubo tiempo de nada. Me sentí mal al saber que no se divirtió como correspondía, pero al menos reconozco que mi hermano supo darle mucho picante a su vida. —Alma, ¿qué hay de ti?, ¿nunca sabremos de algún novio? —Querrás decir, el actual, porque ella es otra que está como Carolina, con su muñeco guardado —lanzó Sarah mordaz haciendo
Hay murmullos al fondo, todo me da vueltas y creo que mi cabeza se partirá en dos. Abrí los ojos de a poco acoplándome a la luz de la ventana divisando a Mariana dormida en un sofá junto a Cecilia, mientras que Sarah se encuentra a mi lado tan profunda como ellas. No sé dónde estoy, pero intento recapitular todo lo ocurrido después de encontrarme con Nilo y Monteiro. —Buenos días, conejita —esa voz… Me di la vuelta encontrando al enmascarado griego de pie con un bóxer puesto y una bandeja que dejó a mi lado en la mesa. Pese a llevar el antifaz, su voz y semblante son tranquilos y al mismo tiempo sensuales. —¿Dónde estamos? ¿Qué pasó anoche? —pregunté intentando sentarme. —Cuando volviste al club, tus amigas estaban en la tarima disfrutando de un baile doble cada una, te les uniste, disfrutaron bastante con nosotros y al cerrar el establecimiento, nos invitaron a continuar la noche con ustedes llegando al hotel —vuelvo a examinar a mi alrededor, pero solo estamos las cuatro junto
—Alma, ¿estás bien? Te ves pálida —Chris se acercó preocupado tomando mi brazo. —Chris, yo…, es que… —Tranquila, parece que hubieras visto un fantasma, aunque me alegra haberte encontrado —sonreía, ¿por qué sonreía? —Dejaste tu agenda en el despacho, recordé que tenías varias cosas importantes y creí que la necesitarías, pero no creí que te encontraría tan rápido. En efecto, lleva mi agenda en su mano, su actitud no parece ser diferente, ni siquiera tiene esa sombra en su mirar cuando me advierte que: “después hablaremos del asunto”, es probable que no me viera con ese sujeto considerando que venía en sentido contrario al cual se marchó el enmascarado, tal vez el ángulo fue diferente para él y… —Deberías estar trabajando. —Lo sé, pero sé que esto es importante para ti, así que dejé a Emilio al frente para que se encargara del papeleo en lo que yo vine en el auto para no tardar. —¿Cómo sabías que estaría aquí? —Lo anotaste en la agenda, iba a buscar uno a uno en los locales, per
—Te hice una pregunta —la tensión en su voz incrementó el miedo. —¿Qué significa esto, Claude? ¿Qué haces aquí? Creo que mi presión acaba de caer por debajo de cero y lo único que siento en mi cuerpo es la sangre congelarse. —Diablos… —miré al hombre frente a mí quien ensanchó su perversa sonrisa. —Oh sí, el mismo, mi querida Alma —se deleitó con cada sílaba alzando maquiavélico una ceja. La ola de recuerdos de lo ocurrido en Cosenza me golpeó cruelmente, cada interacción que tuve con él, cada roce… cada momento erótico. —No… no es verdad… —negué lento con mi cabeza sin salir de esta inexplicable espiral. —¿Eres… Claude? ¿El padre… Claude Laval-Scieri…? —murmuré al punto del desmayo. —El placer es mío —respondió erótico a ronca voz. —No imaginas cuánto tiempo llevo queriendo conocerte, Alma —él es el diablo… en verdad… este hombre es el diablo. —¿Y bien? —insistió Chris en lo que caminaba hacia nosotros. El diablo llamado Claude se separó de mí con total tranquilidad enfocándo
Christian Terminada la cena, Alma fue a tomar una ducha quedándonos Claude y yo en la sala, pero conozco perfectamente al hombre frente a mí y sé que esta visita no fue una simple escapada como tanto pregona. —¿Me dirás a qué viniste? —le entregué su whisky, un vicio de toda la vida. —Estaba aburrido en la reunión y me preguntaba qué estarías haciendo. —Claro… ¿En serio piensas que todavía caigo en tus trampas después de todo lo que viví contigo? —Me alegra que aprendieras bien de tu maestro —ladeó una sonrisa con orgullo. —Demasiado, ahora dime la verdad. —No es mentira lo que dije, pero ya que vendría, pensé en saciar mi curiosidad por tu querido amor y debo reconocer que es todo lo que mencionaste y más. —Claude, si fueras cualquier otro hombre diría que solo me provocas con tu lengua, pero sé que algo hiciste. —¿Y qué te hace pensar que mi lengua no estuvo en el asunto? —preguntó socarrón. —Claude… —advertí con más firmeza. —Bien… Aguafiestas —volteó los ojos. —Solo jug
Alma Era como si la vida quisiera ponerme a prueba con los retos más difíciles, primero mi hermano Francisco, después Claude y sus “juegos”, luego la boda y ahora Emilio contándome sobre esta llave y una posible desgracia para todos, aunque todavía no entiendo qué pudo dejar el padre Ocampo bajo llave… a menos que… No, imposible, él jamás lo haría ¿O sí? —Alma, nos toca. Cuán distraída debía estar con los últimos acontecimientos que no vi en qué momento llegó Francisco, mas él no lograba sostenerme la mirada aun cuando yo lo hacía, no con odio, porque no tengo la cabeza para odiar ahora mismo a nadie, pero sí tenía un torbellino de emociones invadiéndome igual que a él. Continuamos el camino, los invitados nos veían desde las primeras bancas siendo las familias de más renombre en el pueblo junto a los Valencia y los Gutiérrez, el aire parece faltarme con cada paso solo de imaginar que mi hermano me llevaba por el corredor de la muerte, el mismo que él y mi madre quieren que recorr