Presente.
Abro la puerta principal y subo las escaleras con maleta en mano, la pintura de las paredes del edificio se estaban descarapelando y en el techo había goteras, después de haberme escapado de casa para ir a Londres a cuidar a mis abuelos, dejando a mi padre solo, regresar no me hacía feliz, no cuando no tenía trabajo, y no había terminado mi carrera. El testamento de la abuela se leería en seis meses y no tenía un solo peso en los bolsillos, pedirle ayuda a mis amigos no era opción, mi padre se enteraría y... No quiero ni imaginar de lo que sería capaz de hacer.
Estoy a solo un paso de llegar al corredor en el que mi padre había alquilado una habitación, cuando una de las llantas de mi maleta se atoró con el hueco de uno de los escalones corroídos, provocando que la soltara y fuera cayendo haciendo un ruido espantoso.
—Joder.
Bajo las escaleras nuevamente y agarro mi maleta, subo esta vez esquivando el maldito escalón y comienzo a andar por el corredor. Mientras camino, el sonido de varias voces llama mi atención, es como si alguien estuviera discutiendo sobre algo que no me importa. Llego al final y veo un enorme 23 oscuro dibujado con pintura negra sobre la puerta gris.
Las palmas de mis manos sudan, mi verdadero yo quiere hacerse ovillo, arrinconarse en un solitario sitio y esperar a que me engullera la oscuridad.
«No seas llorica, él ya no te puede quitar lo que le diste a otro»
Alzo la mano y toco la fría madera que cruje cuando golpeo, pruebo con dos veces hasta que la voz de mi padre hace que me encoja, aunque por fuera no lo pareciera.
—¡¿Quién maldita sea es esta vez?! —brama y soy consciente de que está de mal humor.
Sus pasos son pesados, sólidos, fuertes, el ruido de cacerolas cayéndose y varias maldiciones detrás, hacen que quiera salir huyendo, tomar el primer vuelo de regreso a Londres y no volver jamás, pero no lo hago, tengo que enfrentar mis miedos. La puerta se abre abruptamente y aparece frente a mi, el mismo hombre de antes, su barba ha crecido, su cuerpo se ha fortalecido, en sus ojos está la misma llama de lujuria al verme y en el rostro tiene una cicatriz que va desde el inferior de su ceja izquierda, hasta la barbilla.
—Ariel —sonríe mostrándome sus asquerosos dientes blancos—. Mi pequeña...hija.
Me observa de arriba abajo, traga duro cuando sus ojos se posan en mi pecho y estira ambos brazos para envolverme en un hostil y abrumador abrazo de oso.
—Mírate, ya eres toda una hermosa mujer —me abraza porque estoy paralizada, y sus manos no pierden tiempo en estrujarme y tocarme la espalda baja—. Que bueno que estás aquí.
—Siento causarte molestias —digo en tono neutral entrando detrás de él.
—Estaba ansioso por que vinieras —ignora mis palabras y mientras caminamos a la estancia principal, vamos esquivando las cajas de pizza vacía, las latas de cerveza de días atrás y... ¿eso son condones?—. A este sitio le hace falta una mano femenina y no puedo yo solo con la renta.
Mis ojos comienzan a observar y a estudiar el sitio, memorizando los rincones en los que me podría esconder si algo intentara.
—Yo me encargaré, no te preocupes, encontraré algo pronto —afirmo con seguridad.
—¿Cómo que te encargarás? —mi padre tensa el cuerpo—. ¿Acaso no has regresado con la herencia que te dejó esa vieja maldita?
Odio que hablé mal de la abuela, en especial porque ella fue la única que me quería en el mundo. Pero me muerdo la lengua con la intención de detener mi vómito verbal y evitar soltar algún comentario viperino que me causaría golpes o insultos.
—No, en seis meses se leerá su testamento y no estoy segura de sí apareceré en él —musito tendiendo mi voz de un hilo.
—Tonterías, la vieja te dejó todo, pero en fin —se deja caer sobre el sofá como si solo respirar le causara una gran fatiga—. Ve y consígueme algo de beber y comer, hace años que no pruebo una buena comida en casa, y lúcete, arregla este lugar que está hecho una m****a, hoy tendré una visita muy especial y si todo sale bien, tendrás papá para mucho rato.
Sus palabras son filosas y comienzo a tener dudas.
—¿Algún amigo? —inquiero dirigiéndome hacia la cocina.
No debí preguntar, no debí bajar la guardia, el estallido de mi cuerpo contra la nevera vieja y sucia, hizo que mi mejilla tocara el frío metal y mi labio comenzó a sangrar.
—¿Por qué? —restriega su cuerpo contra mi y siento asco al sentir su erección detrás—. ¿Acaso quieres que te follen? No, no, tú no eres como tu madre.
Ajustó su agarre enredando sus dedos en mi cabello y estampó sus labios contra los míos, las arcadas comenzaron a llenar mi garganta y me removí inquieta, intentando alejarlo cuando quiso meterme la lengua.
—No, mi niña es virgen, mi pequeña me está esperando —soltó lanzándome contra la encimera de la cocina—. Mi futuro socio viene y no te quiero cerca, te encerrarás en la habitación principal y esperarás a que papá termine, luego podrás dormir en el sofá.
Las lágrimas amenazan con galoparse en mis ojos, turgentes, exasperantes y delirantes, quiero morirme, ¿cómo es posible que mi propio padre me hiera? A veces pensaba que él no compartía conmigo el mismo tipo se sangre, pero era solo una fantasía, y por eso a veces me odiaba a mí misma.
—¿Entendiste? —me patea en las piernas—. Arregla este sitio, prepara la cena y enciérrate en silencio, a las ocho estaré en casa.
Y diciendo esto se marchó, me deslicé en silencio juntando mis rodillas con mi pecho, mientras dejaba salir mis lágrimas entre el abrumador miedo que me azoraba, y el arrullador sonido que emitía mi corazón roto. Estuve una hora completa tratando de reunir todas las piezas rotas que me complementan, caminé hacia la maleta y conté el dinero que me quedaba, no era nada, solo tenía veinte dólares, con los cuales nada podía hacer, así que dejé de lamentarme y puse manos a la obra.
Me hice un cambio de ropa, me coloqué unos jeans azul cielo, una blusa blanca de manga larga, unas flats y me hice un moño alto para que mi cabello teñido no me causara molestias, agarré los veinte dólares y salí de la casa. Mientras caminaba por el corredor, mi celular comenzó a vibrar, observé la pantalla con el ceño fruncido al ver que era Barclay quien me marcaba, ignoré la llamada y salí.
—Hola preciosa, no te había visto por aquí —se acercó a mí un tipo con los ojos inyectados en sangre, estaba drogado—. Mira esas tetas...son tan deliciosas, ¿me dejas probar tus pezones?
No esperé a que el tipo siguiera molestándome, una cosa era que por dentro fuese una chica débil, pero la vida era dura, cruel y una m****a, así que como siempre, a la luz del día me ponía la máscara de chica ruda y si algo había aprendido era que ganarse el respeto en sitios como este, era primordial, porque o te ven como carne fresca y fácil de conseguir, o como una perra a la que rinden respeto porque se sabe defender.
«Ojalá pudiera defenderme de mi padre»
—¡Eh, muñeca, te estoy hablando! —el tipo me agarro el brazo y rápidamente le estampé mi puño en el rostro.
—No me toques nunca más —le dije en tono neutro, sin alterarme.
—¡Mierda, solo quería lamer tus tetas! —añade el maldito tocándose el pómulo como niño pequeño—. ¿Qué eres? ¿Copa C?
Pongo los ojos en blanco y sigo mi camino, mi teléfono no deja de vibrar y para cuando llegó al súper termino por contestar de mal humor, al tiempo que tanteo los precios de los productos.
—¿Por qué tanta insistencia? —mis ojos escudriñan al encargado del lugar, un tipo alto, pecoso pero apuesto, aunque un tanto... Observador con las mujeres.
—Me quedé preocupado por ti —dice Barclay—. ¿Noche de tacos? Yo invito.
Mis tripas gruñen con la propuesta, quiero decir que sí, que tiene años que no pruebo tacos, pero la imagen de mi padre hace que mi felicidad se nuble. Sé que otras personas correrían en busca de sus amigos por ayuda, pedirle a Barclay que se encargue de él no suena tan descabellado, pero cargar en mis espaldas con la muerte de alguien no era algo que quisiera sentir. Necesitaba aguantar seis meses, recibiría la herencia de la abuela y me largaría a Londres, en donde dejé a...
—No puedo, tengo planes con mi padre —rechazo la oferta.
—Siempre me evitas, ¿acaso es por el pendejo innombrable? —el tono de irritación en su voz hace que en mi rostro se dibuje una sonrisa llena de malicia.
Hablar de Preppy no era algo que me gustara, en especial porque solo follamos un par de ocasiones, la única razón por la que me alejé de él era porque estaba roto, y una persona así solo causaría más problemas en mi vida, a más de que no quería que tuviera relación alguna con mi padre. Si él se enterara que perdí mi virginidad con Preppy, le tiraría coletilla y terminaría por matarlo frente a mis ojos. Es un asesino, amigo de Enzo, no le costaría nada jalar del gatillo y acabar con mi m****a.
"Le puedes pedir que mate a tu padre"
Apago la voz de mi cabeza y suelto un largo suspiro. Evitar a Barclay solo hacía que insistiera más.
—¿Qué te parece mañana? Tú, Mandy y yo, salida de una noche, mucho alcohol, podríamos incluso hacer un trío —bromea.
«Como quisiera salir una noche a beber algo»
—No lo sé, lo pensaré.
—Hieres mis sentimientos, Ariel.
—¿Acaso tienes? —enarco una ceja con incredulidad.
—Claro, muy en el fondo de mi ser.
Levanto la mirada y soy consciente de que el encargado me come con la mirada.
—Oye, tengo que colgar.
—Pero tengo que decirte que alguien me ha dejado una nota y también a...
No lo dejo terminar, apago mi celular y me acerco hasta él.
—Hola guapa —su voz suena demasiado sexual—. ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar?
—De hecho sí.
Ambos nos miramos fijamente.
—Andando, sígueme, en la bodega nadie nos molestará.
Trago duro pero no muestro temor, y lo sigo.
Veinte minutos después, traía dos bolsas en cada mano, con las cosas necesarias para preparar la cena, incluso me permití agarrar una pieza de pollo y harina para hacer galletas de avena. No me sentía orgullosa de lo que hice, pero a veces una tiene que hacer lo que sea para sobrevivir, solo bastó con enseñarle los pechos al encargado para que salivara, dejar que me los tocara y listo, me sentía sucia, pero eso era mejor que mi padre golpeándome o acosándome sexualmente. Llegando olvido mi pesadilla y me encargo de lavar su ropa, de limpiar, fregar y dejar todo en orden y lo más limpio posible, al mismo tiempo que marino el pollo y termino la ensalada y la pasta, cuando observo la hora en el reloj son las seis de la noche, escondo mi maleta detrás de uno de los sofá luego de escoger una nueva muda de ropa para dormir, y me dirijo a la ducha, dándome un baño de agua fría solo porque no h
PREPPY ¡Maldita sea! Una de las cosas que más odiaba en la vida era limpiar las mierdas de Enzo cuando no me permitía matar a los pendejos que le debían dinero. Tampoco es como que la mayoría del tiempo siguiera sus órdenes como perro faldero, no, siempre hacía lo que quería, pero esta vez no podía hacer nada, desde que se casó con Lea, anda de marica. Cuando llego al sitio, noto un sabor amargo en mi boca, no me tenía tirando confeti el hecho de haber tenido que regresar al barrio del que salí hace años. Los recuerdos me amenazan, voraces y asfixiantes, dejo estacionada mi Harley Davidson con la seguridad de que nadie le haría ni un puto rasguño porque me conocían, sabían que si joden algo de Preppy, los jodo yo a ellos y de la peor manera. Me quito el casco y enci
—No me gustan estas mierdas —espeto con dureza—. Y este platillo no es de mis favoritos. Agarro un pedazo de pollo, lo mastico y se lo escupo en la cara. —Sabe asqueroso y barato ¿es lo que me merezco? El marica se encoge y lo disfruto, era mentira, sabía bien pero no tenía puta idea de quién lo había preparado. Esta vez agarro la cerveza y la aviento contra el piso, se rompe y mancha la alfombra roída, cierro los puños y enfurezco, es la misma cerveza que consumía el hijo de puta de mi padre. —Es culpa de mi hija, tendrá su merecido, le pedí que preparara una cena especial porque sabía que vendrías, pero es una puta inútil —tartamudea como cobarde, poniéndose de pie, dándome la espalda para caminar hacia uno de los corredores—. E
—Bien, me voy —salgo de la habitación y comienzo a andar hacia la salida—. Mañana te veré. —Claro, claro... Salgo sin decir nada más y escucho un suspiro de alivio por su parte, si supiera... bajo las escaleras con las manos dentro de mis bolsillos, silbo la canción de Bad Romance de Lady Gaga y me topo con Tara, esta vez con una bolsa llena de compras. —Damián, mi niño, creí que ya no estabas por estos alrededores, esto se pone peligroso a esta hora, es mejor que vayas a casa —me dice y le doy un beso en la cien y sin decir nada más salgo del edificio de m****a. Tan tierna... si supiera que yo soy el peligro... Me dirijo a mi moto intacta, saco mi metralleta colgada, r
NARRADOR OMNISCIENTE Inspiró hasta el fondo una línea de cocaína, sintiendo cómo el dulce sabor del vicio carcomía su cabeza, un escalofrío recorrió su espina dorsal, y una opresión en el pecho hizo que por unos pocos segundos pensara en la muerte. Su mente daba vueltas, pequeños destellos de colores nublaron su vista y no dejaba de repasar una y otra vez su plan. Llevaba varios meses estudiando todo para no cometer ni un solo error. Descendió la mirada hasta la carpeta que descansaba sobre la mesita de centro y lo abrió solo por el morbo de volver a ver su foto. Aquella imagen de la persona por la que llevaba más de seis años obsesionado, desde que se enteró que su destino y el de ella estaban marcados y destinados por los tintes sutiles de la jerarquía dentro de la mafia, no había dejado de pensar en ella, luego, y
ARIEL Termino de vestirme, el aire fétido del cuerpo de mi padre llega hasta mis fosas nasales y pese a que me limpié la sangre con una toallita húmeda, sentía que todo mi cuerpo estaba impregnado con su asqueroso aroma, estuvo a punto de violarme, de invadir mi cuerpo sin demora, pero gracias a Preppy eso no había ocurrido. Ahora solo tenía que buscar la manera de escabullirme de él, estar juntos no era una buena idea. —No podrás hacerlo —dice a mis espaldas mientras me encuentro viendo un punto fijo por la ventana. No me da miedo, no me sobresalto al escuchar su voz, lleva más de diez minutos parado bajo el umbral de la puerta a mis espaldas, lo sé porque su aroma opacó el mío.
Mientras el doctor me revisa, no aparto la mirada de Preppy, quien permanece parado cerca de la puerta, con las manos dentro de los bolsillos y actitud arrogante, permanece serio, comprendo su silencio, sé que es capaz de matar al pobre hombre, por lo que no le miro más. Nuestros ojos no pierden contacto alguno en todo el tiempo, es como si estuviéramos en una batalla interna. Somos imanes, somos atracción y juntos somos la explosión perfecta para llevar hasta la combustión nuestros cuerpos. —Listo, estás bien, solo unos cuantos hematomas en el cuerpo, el golpe de la cabeza no es de preocuparse pero si te duele... —Largo —la voz ronca de Preppy hace que el miedo aflore en el cuerpo del doctor. —Sí —dice el pobre hombre recogiendo sus cosas con rapidez para luego marcharse.
—Desnúdate —ordenó haciendo lo mismo. —No quiero —me negué—. Me gustaría hacerlo yo sola. —Ahora, dije. —No —giro sobre mis talones y Preppy me vuelve hacia él. —¿Prefieres que lo haga yo? —¿Por qué estoy aquí? —frunzo el ceño. —Porque me debes la deuda del marica de tu padre —responde a secas. —¿Quieres que te pagué follando? —cuestiono alejándome de él para quitarme la ropa poco a poco bajo su mirada llena de deseo. No me responde, y no cuestiono más, cuando estoy completamente desnuda, sus ojos me inspeccionan con ojo c