Mientras el doctor me revisa, no aparto la mirada de Preppy, quien permanece parado cerca de la puerta, con las manos dentro de los bolsillos y actitud arrogante, permanece serio, comprendo su silencio, sé que es capaz de matar al pobre hombre, por lo que no le miro más. Nuestros ojos no pierden contacto alguno en todo el tiempo, es como si estuviéramos en una batalla interna. Somos imanes, somos atracción y juntos somos la explosión perfecta para llevar hasta la combustión nuestros cuerpos.
—Listo, estás bien, solo unos cuantos hematomas en el cuerpo, el golpe de la cabeza no es de preocuparse pero si te duele...
—Largo —la voz ronca de Preppy hace que el miedo aflore en el cuerpo del doctor.
—Sí —dice el pobre hombre recogiendo sus cosas con rapidez para luego marcharse.
—Desnúdate —ordenó haciendo lo mismo. —No quiero —me negué—. Me gustaría hacerlo yo sola. —Ahora, dije. —No —giro sobre mis talones y Preppy me vuelve hacia él. —¿Prefieres que lo haga yo? —¿Por qué estoy aquí? —frunzo el ceño. —Porque me debes la deuda del marica de tu padre —responde a secas. —¿Quieres que te pagué follando? —cuestiono alejándome de él para quitarme la ropa poco a poco bajo su mirada llena de deseo. No me responde, y no cuestiono más, cuando estoy completamente desnuda, sus ojos me inspeccionan con ojo c
El beso resulta urgente, abre mis piernas y se coloca encima de mi, yo cedo ante su silenciosa y demándate petición, porque en todo este tiempo pensé en él, porque llevo enamorada cuatro años del hombre que es un asesino y folla a toda la que quiera, sí, y por eso mismo debía mantenerme alejada, porque no me puede conservar y yo no le pertenezco a nadie, siempre seré la chica rota, la pieza perdida que a nadie le hace falta, lo que Preppy siente por mi, es puro deseo sexual, no me ama, no me quiere, no siente nada por mi, y aunque duela una m****a, lo acepto, porque él es el único que me entiende sin muchas palabras. Y porque en el fondo, él está igual de roto que yo. —Somos todo y nada —baja su mano hasta mi sexo y desliza dos dedos por toda la línea—. Solo yo puedo poseer esto. Quiero que lo haga, quiero que me parta en dos, porque
PREPPY —¿Estás de coña? El rostro de Enzo es todo un poema, después de haber encerrado a Ariel en mi puta habitación, y de dar la orden estricta a mis chicas que no la dejen escapar, vine directo a la fortaleza de mi mejor amigo y le conté todo, cada maldito y jodido detalle sobre la noche. —No lo puedo creer —se deja caer sobre su escritorio y pone ambas manos entrelazadas sobre su pecho, una posición que me deja ver que trama algo—. Hay algo que no entiendo. Sé a lo que se refiere, sé lo que brotará de su garganta, a él no lo podía engañar, me conocía desde niño, jamás le he ocultado nada y él tampoco a mí, somos hermanos, tal vez no de sangre pero si de la vida, un lazo que nadie ha podido ni podrá romper.
Quiero gritarle que no es cierto, que es una puta más y que solo deseo su cuerpo, pero mi pecho es invadido por una corriente eléctrica que me hace acercarme a ella y girarla, para que ahora su pecho se aplaste con el frío concreto de la pared. —No soy el tipo bueno Ariel, no soy un príncipe, no soy lo que necesitas en un hombre, entiéndelo de una puta vez —levanto la bata. Saco mi verga y le hago sentir mi enorme longitud—. Tomo lo que quiero, cuando quiero, en el momento en el que quiero. Ella parece darse cuenta de la dirección que lleva esto, e intenta zafarse de mí, pero es imposible. —¿Recuerdas aquella noche en la que atrapamos al hijo de puta de Corban? —No lo hagas... —
ARIEL Para cuando llego al departamento que mi padre había rentado, eran poco más del medio día, en todo el trayecto hasta acá, las palabras de Preppy se me clavaron en cada poro de mi piel como filosas dagas, dolía una m****a, estuve a nada de romperme frente a él, pero cuando dijo que estaba rota, algo hizo que bloqueara mis emociones y aceptara la realidad, era lo que había y ya está. No podía dejarme vencer, no después de estar tan cerca para poder regresar a Londres por... él. —Todo irá bien. Trato de convencerme, miro a mi alrededor y veo los restos de comida que Preppy lanzó contra la pared, hay mucho desorden que arreglar, cosas que limpiar, por lo que empujo mis lágrimas muy al fondo de mí. Es obvio,
Para cuando todo termina, ya ha salido el sol, me dejan tirada dentro de una asquerosa bodega vieja y abandonada, quiero abrir los ojos, pero mis párpados se niegan a obedecer mis órdenes mentales, me duele todo el cuerpo, después de haber sido golpeada, incapaz de defenderme, ultrajada y... obligada a hacer las cosas más asquerosas e indecorosas a las que una mujer nunca debe ser sometida, el único pensamiento que tenía en esos momentos era el de morir. ¿Realmente a quién le hacía falta? Nadie daba un duro por mí, todos me pierden la fe, nadie nunca se la jugará por mí, soy solo la pieza rota que no hace falta en el rompecabezas de nadie. Ni siquiera Preppy dio por mí lo que yo estaba dispuesta a luchar por él. Entonces ¿para qué vivir? Incluso aunque recibiera la herencia de mis abuelos, tardaría ocho meses, ni siquiera había podido sobrevivir yo sola un día viviendo en este barrio. N
PREPPY —Eres el mejor —me ronronea la puta que hace un intento deplorable por meterse toda mi verga en la boca—. Tu verga es la mejor que he probado. Lanzo mi cabeza para atrás y siento que el mal sabor de boca que me dejó el abandonar a Ariel como puta barata en mi habitación hace tan solo unas cuantas horas atrás, no se borra de mi sistema y me tengo que obligar a pensar en otra cosa que no sea en ella. —Quiero que tragues mi derrame —arguyo inhalando una porción bien cuidada de cocaína. La droga hace el efecto esperado en mí y no tardo en sentir mi cuerpo relajado, mi mente da vueltas mientras cierro los ojos y para mi mala suerte, la imagen de Ariel aparece en mi memoria, sus gemidos hacen eco en los rincones
Mi teléfono vuelve a timbrar, odio la insistencia, lo saco de mis bolsillos y veo que el nombre de Enzo está parpadeando, frunzo el ceño, había pensado que quizá se trataba del Boss, o incluso de Ariel, pero mi mejor amigo me había llamado más de cuarenta veces, y no solo él, tenía mensajes de Lea intentando localizarme, y dos llamadas perdidas del pendejo de Barclay. —¿Sucede algo malo? —ronronea la puta, tocándome la pierna con insistencia. —Nada que deba importarte, perra. Me alejo de ella y salgo del club, una ráfaga de viento gélido golpea mi rostro y marco de vuelta el número de Enzo. Deja pasar solo dos timbres y eso me confirma que algo jodidamente malo está pasando. —¿Por qué tanta insistencia en...?
Último capítulo