Para cuando todo termina, ya ha salido el sol, me dejan tirada dentro de una asquerosa bodega vieja y abandonada, quiero abrir los ojos, pero mis párpados se niegan a obedecer mis órdenes mentales, me duele todo el cuerpo, después de haber sido golpeada, incapaz de defenderme, ultrajada y... obligada a hacer las cosas más asquerosas e indecorosas a las que una mujer nunca debe ser sometida, el único pensamiento que tenía en esos momentos era el de morir.
¿Realmente a quién le hacía falta? Nadie daba un duro por mí, todos me pierden la fe, nadie nunca se la jugará por mí, soy solo la pieza rota que no hace falta en el rompecabezas de nadie. Ni siquiera Preppy dio por mí lo que yo estaba dispuesta a luchar por él. Entonces ¿para qué vivir? Incluso aunque recibiera la herencia de mis abuelos, tardaría ocho meses, ni siquiera había podido sobrevivir yo sola un día viviendo en este barrio. N
PREPPY —Eres el mejor —me ronronea la puta que hace un intento deplorable por meterse toda mi verga en la boca—. Tu verga es la mejor que he probado. Lanzo mi cabeza para atrás y siento que el mal sabor de boca que me dejó el abandonar a Ariel como puta barata en mi habitación hace tan solo unas cuantas horas atrás, no se borra de mi sistema y me tengo que obligar a pensar en otra cosa que no sea en ella. —Quiero que tragues mi derrame —arguyo inhalando una porción bien cuidada de cocaína. La droga hace el efecto esperado en mí y no tardo en sentir mi cuerpo relajado, mi mente da vueltas mientras cierro los ojos y para mi mala suerte, la imagen de Ariel aparece en mi memoria, sus gemidos hacen eco en los rincones
Mi teléfono vuelve a timbrar, odio la insistencia, lo saco de mis bolsillos y veo que el nombre de Enzo está parpadeando, frunzo el ceño, había pensado que quizá se trataba del Boss, o incluso de Ariel, pero mi mejor amigo me había llamado más de cuarenta veces, y no solo él, tenía mensajes de Lea intentando localizarme, y dos llamadas perdidas del pendejo de Barclay. —¿Sucede algo malo? —ronronea la puta, tocándome la pierna con insistencia. —Nada que deba importarte, perra. Me alejo de ella y salgo del club, una ráfaga de viento gélido golpea mi rostro y marco de vuelta el número de Enzo. Deja pasar solo dos timbres y eso me confirma que algo jodidamente malo está pasando. —¿Por qué tanta insistencia en...?
Sus palabras se me clavan en el corazón, y acelero. Llego casi derrapando sobre el pavimento y entro hasta la sala de urgencias, en donde no tardo en divisar a una Lea llorando, a un Enzo preocupado, y a un Barclay ausente. Los ojos de mi mejor amigo se cruzan con los míos y sus hombros se relajan solo un poco. —Aquí estás —Lea corre hacia mí y me abraza—. ¿Estás bien? ¿Por qué tardaste tanto? Me acribilla con preguntas que no me interesan, me comunico con la mirada con Enzo, y este evita mis ojos. —¿Alguien me puede decir qué m****a sucede aquí? —añado con desdén, alejándome del calor de Lea. Ella me lanza una mirada cargada de lástima y me encabrona, pero tras la advertencia silenciosa de Enzo, no le reclamo nada y mucho menos l
ARIEL CalleDoungbarthmanzana 86 calleLinconder, años atrás... Intento tranquilizarme, respiro hondo y profundo, retengo el aire en mis pulmones el suficiente tiempo como para sentir cómo estos se apachurran en mi interior. Luego suelto lenta ytortuosamentetodo el oxígeno, a mis quince años, tengo que ocultar los nervios que me provoca tener que presentarme en la oficina del jefe. Trabajar en una pizzería como mesera, no era lo que tenía en mente, pero si quería acabar la secundaria y poder graduarme con honores, tenía que hacerlo. Hace cinco noches que mi padre no llega a casa y
PREPPY Falta poco para que amanezca, mis hombres me ayudaron a colocar estratégicamente lo que les pedí en cada edificio, me importó poco que en ellos habitaran mujeres y niños, al final del día cuando crecieran se convertirían en mierdas sin corazón como sus progenitores, incluso como yo, solo iba a adelantar su destino. Inhalo por última vez el porro de marihuana que había enrollado minutos antes con manos diestras y expertas, lleno mis pulmones y retengo todo lo que tengo, a los segundos lo suelto y puedo sentir como cada uno de mis músculos y extremidades se relajan. Jamás en la vida había estado tan lleno de rabia, ni siquiera cuando mataron a mi hermana, no, pero esta vez es distinto, se atrevieron a lastimar a la única mujer que he amado, porque sí, antes de ella hubieron putas, zorras que gemían como perras en
Preppy con casi diez años... Un puñetazo tras otro, ver las peleas callejeras de los estúpidos niños del vecindario, era entretenido, pero no tanto cuando se trataba de que yo fuera el payaso del circo. Algunos mafiosos pagaban por esa clase de espectáculos, algunos incluso compraban a los niños para que con el paso del tiempo y basándose a un entrenamiento exhaustivo, se convirtieran en máquinas asesinas que leslamberíanlos huevos siempre. Y esta era una de esas ocasiones, mi padre necesitaba dinero para sumierderovicio, así que no perdió la oportunidad de venderme para peleas en las cuales, siempre ganaba, solo que esta vez era espectador y no protagonista. —¡Vamos sin huevo
Presente... —¿Preppy? Cuando llegamos al hospital todos tienen cara de funeral y eso me cabrea. —¿Tú...? —me pregunta Lea con cautela. —Si me vas a preguntar sobre las explosiones, sí, fui yo —les disparo una mirada envenenada a todos. —No puede ser... —comienza a decir Brandon pero palidece cuando le apunto con la pistola. —No me toques las pelotas maldito, te recuerdo bien, así que es mejor que cierres esa puta boca de m****a. Estábamos en un área de espera en la que no se encontraba más gente m****a que nosotros, lo cual agradecí enormemente.
ARIEL Hace algunos años atrás... Mientras observo a los niños jugando en el parque, dentro de la casa de madera que está cubierta por escaleras y toboganes, yo tengo que ser espectadora, mi madre no para de hablar por teléfono y aunque no entiendo nada de lo que dice, sé, por el tono de su voz, que está molesta. Levanto la mirada y detallo su rostro enrojecido por el llanto, su pómulo permanece hinchado y soy consciente del ligero temblor que domina sus labios. Anoche había discutido con mi padre por algo a lo que no le puse atención, pero la escena no fue la mejor para una niña de cinco años, y ahora pasábamos la mayor parte del tiempo en el parque, ella escondiéndose bajo la sombra de un árbol, con lentes oscuros cubriendo su