PREPPY
¡Maldita sea!
Una de las cosas que más odiaba en la vida era limpiar las mierdas de Enzo cuando no me permitía matar a los pendejos que le debían dinero. Tampoco es como que la mayoría del tiempo siguiera sus órdenes como perro faldero, no, siempre hacía lo que quería, pero esta vez no podía hacer nada, desde que se casó con Lea, anda de marica. Cuando llego al sitio, noto un sabor amargo en mi boca, no me tenía tirando confeti el hecho de haber tenido que regresar al barrio del que salí hace años.
Los recuerdos me amenazan, voraces y asfixiantes, dejo estacionada mi Harley Davidson con la seguridad de que nadie le haría ni un puto rasguño porque me conocían, sabían que si joden algo de Preppy, los jodo yo a ellos y de la peor manera. Me quito el casco y enci
—No me gustan estas mierdas —espeto con dureza—. Y este platillo no es de mis favoritos. Agarro un pedazo de pollo, lo mastico y se lo escupo en la cara. —Sabe asqueroso y barato ¿es lo que me merezco? El marica se encoge y lo disfruto, era mentira, sabía bien pero no tenía puta idea de quién lo había preparado. Esta vez agarro la cerveza y la aviento contra el piso, se rompe y mancha la alfombra roída, cierro los puños y enfurezco, es la misma cerveza que consumía el hijo de puta de mi padre. —Es culpa de mi hija, tendrá su merecido, le pedí que preparara una cena especial porque sabía que vendrías, pero es una puta inútil —tartamudea como cobarde, poniéndose de pie, dándome la espalda para caminar hacia uno de los corredores—. E
—Bien, me voy —salgo de la habitación y comienzo a andar hacia la salida—. Mañana te veré. —Claro, claro... Salgo sin decir nada más y escucho un suspiro de alivio por su parte, si supiera... bajo las escaleras con las manos dentro de mis bolsillos, silbo la canción de Bad Romance de Lady Gaga y me topo con Tara, esta vez con una bolsa llena de compras. —Damián, mi niño, creí que ya no estabas por estos alrededores, esto se pone peligroso a esta hora, es mejor que vayas a casa —me dice y le doy un beso en la cien y sin decir nada más salgo del edificio de m****a. Tan tierna... si supiera que yo soy el peligro... Me dirijo a mi moto intacta, saco mi metralleta colgada, r
NARRADOR OMNISCIENTE Inspiró hasta el fondo una línea de cocaína, sintiendo cómo el dulce sabor del vicio carcomía su cabeza, un escalofrío recorrió su espina dorsal, y una opresión en el pecho hizo que por unos pocos segundos pensara en la muerte. Su mente daba vueltas, pequeños destellos de colores nublaron su vista y no dejaba de repasar una y otra vez su plan. Llevaba varios meses estudiando todo para no cometer ni un solo error. Descendió la mirada hasta la carpeta que descansaba sobre la mesita de centro y lo abrió solo por el morbo de volver a ver su foto. Aquella imagen de la persona por la que llevaba más de seis años obsesionado, desde que se enteró que su destino y el de ella estaban marcados y destinados por los tintes sutiles de la jerarquía dentro de la mafia, no había dejado de pensar en ella, luego, y
ARIEL Termino de vestirme, el aire fétido del cuerpo de mi padre llega hasta mis fosas nasales y pese a que me limpié la sangre con una toallita húmeda, sentía que todo mi cuerpo estaba impregnado con su asqueroso aroma, estuvo a punto de violarme, de invadir mi cuerpo sin demora, pero gracias a Preppy eso no había ocurrido. Ahora solo tenía que buscar la manera de escabullirme de él, estar juntos no era una buena idea. —No podrás hacerlo —dice a mis espaldas mientras me encuentro viendo un punto fijo por la ventana. No me da miedo, no me sobresalto al escuchar su voz, lleva más de diez minutos parado bajo el umbral de la puerta a mis espaldas, lo sé porque su aroma opacó el mío.
Mientras el doctor me revisa, no aparto la mirada de Preppy, quien permanece parado cerca de la puerta, con las manos dentro de los bolsillos y actitud arrogante, permanece serio, comprendo su silencio, sé que es capaz de matar al pobre hombre, por lo que no le miro más. Nuestros ojos no pierden contacto alguno en todo el tiempo, es como si estuviéramos en una batalla interna. Somos imanes, somos atracción y juntos somos la explosión perfecta para llevar hasta la combustión nuestros cuerpos. —Listo, estás bien, solo unos cuantos hematomas en el cuerpo, el golpe de la cabeza no es de preocuparse pero si te duele... —Largo —la voz ronca de Preppy hace que el miedo aflore en el cuerpo del doctor. —Sí —dice el pobre hombre recogiendo sus cosas con rapidez para luego marcharse.
—Desnúdate —ordenó haciendo lo mismo. —No quiero —me negué—. Me gustaría hacerlo yo sola. —Ahora, dije. —No —giro sobre mis talones y Preppy me vuelve hacia él. —¿Prefieres que lo haga yo? —¿Por qué estoy aquí? —frunzo el ceño. —Porque me debes la deuda del marica de tu padre —responde a secas. —¿Quieres que te pagué follando? —cuestiono alejándome de él para quitarme la ropa poco a poco bajo su mirada llena de deseo. No me responde, y no cuestiono más, cuando estoy completamente desnuda, sus ojos me inspeccionan con ojo c
El beso resulta urgente, abre mis piernas y se coloca encima de mi, yo cedo ante su silenciosa y demándate petición, porque en todo este tiempo pensé en él, porque llevo enamorada cuatro años del hombre que es un asesino y folla a toda la que quiera, sí, y por eso mismo debía mantenerme alejada, porque no me puede conservar y yo no le pertenezco a nadie, siempre seré la chica rota, la pieza perdida que a nadie le hace falta, lo que Preppy siente por mi, es puro deseo sexual, no me ama, no me quiere, no siente nada por mi, y aunque duela una m****a, lo acepto, porque él es el único que me entiende sin muchas palabras. Y porque en el fondo, él está igual de roto que yo. —Somos todo y nada —baja su mano hasta mi sexo y desliza dos dedos por toda la línea—. Solo yo puedo poseer esto. Quiero que lo haga, quiero que me parta en dos, porque
PREPPY —¿Estás de coña? El rostro de Enzo es todo un poema, después de haber encerrado a Ariel en mi puta habitación, y de dar la orden estricta a mis chicas que no la dejen escapar, vine directo a la fortaleza de mi mejor amigo y le conté todo, cada maldito y jodido detalle sobre la noche. —No lo puedo creer —se deja caer sobre su escritorio y pone ambas manos entrelazadas sobre su pecho, una posición que me deja ver que trama algo—. Hay algo que no entiendo. Sé a lo que se refiere, sé lo que brotará de su garganta, a él no lo podía engañar, me conocía desde niño, jamás le he ocultado nada y él tampoco a mí, somos hermanos, tal vez no de sangre pero si de la vida, un lazo que nadie ha podido ni podrá romper.