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Capítulo 4

Veinte minutos después, traía dos bolsas en cada mano, con las cosas necesarias para preparar la cena, incluso me permití agarrar una pieza de pollo y harina para hacer galletas de avena. No me sentía orgullosa de lo que hice, pero a veces una tiene que hacer lo que sea para sobrevivir, solo bastó con enseñarle los pechos al encargado para que salivara, dejar que me los tocara y listo, me sentía sucia, pero eso era mejor que mi padre golpeándome o acosándome sexualmente.

Llegando olvido mi pesadilla y me encargo de lavar su ropa, de limpiar, fregar y dejar todo en orden y lo más limpio posible, al mismo tiempo que marino el pollo y termino la ensalada y la pasta, cuando observo la hora en el reloj son las seis de la noche, escondo mi maleta detrás de uno de los sofá luego de escoger una nueva muda de ropa para dormir, y me dirijo a la ducha, dándome un baño de agua fría solo porque no ha pagado el gas, de cinco minutos.

Las horas pasan y trato de disfrutar de todo el tiempo restante lo que pueda, cuando faltan solo cinco minutos para la hora acordada, pongo la mesa y dejo dos porciones de mi pollo endulzado al estilo oriental, pasta con trozos de tocino bien dorados, ensalada de verdura, y galletas de avena. Un par de cervezas bien frías y satisfecha con mi trabajo, camino a la habitación de mi padre y cierro.

Apago las luces, los minutos pasan y justo cuando creo que no llegará mi padre, el ruido de la puerta al abrirse llama claramente mi atención.

—¡Bienvenido! Pasa, adelante, ponte... Ponte cómodo —mi padre se escucha nervioso y siento curiosidad por saber quién es la persona que intimida tanto al hombre que me atormenta—. Estás en tu casa, mira, mi hija nos ha preparado la cena, ¿cerveza? ¿O prefieres vino? Pero no creo tener vino.

—No me toques los huevos, que no he venido aquí para la charada.

Esa voz... Es ronca, demasiado gélida, intento pensar, recordar en dónde la he escuchado antes. Pego mi oreja a la puerta y aguzo mis oídos.

—Claro, claro, es solo que pensé que quizás...

—¡Pues no pienses, hijo de puta! Enzo quiere su dinero y si no me lo das...

El alma se me cae a los pies, un escalofrío recorre todo mi cuerpo, de la punta de los dedos de los pies, hasta mi cabeza. De pronto el cuarto de mi padre me parece diminuto, asfixiante, y hasta cierto punto aterrador.

—Enzo... —susurro cubriendo mi boca con la palma de mi mano.

No podía ser él, no, tal vez alguien más que trabajaba para el esposo de Lea, no podía tener tan mala estrella como para encontrarlo aquí, con mi padre...

—Prueba, prueba, esto está delicioso, es la especialidad de mi hija —balbucea mi padre y me sorprendo al creer que parece un hombre totalmente diferente a cuando está conmigo.

—Vine por el dinero de Enzo, te doy cinco segundos para que me lo des o de lo contrario aquí mueres —dijo aquella voz con un toque de sorna al final de sus palabras—. Hace mucho que no corre sangre por mis manos, y tengo muchas ganas de asesinar a alguien en estos momentos.

«Es él»

Trago duro y tomando todo mi valor, abro la puerta lentamente intentando no hacer ruido, solo un poco, lo suficiente como para poder divisar a la persona con la que hablaba mi padre. Y me paralizo al verlo ahí; Preppy, sentado en la silla del comedor rodeando con su mano una de las cervezas que dejé, su cabello rubio y la aparición de una ligera barba lo hacen ver más atractivo de lo que es, sus ojos avellana parecen los de un felino a punto de atacar a su presa, su aura es tan llamativa que todo en él emana peligro. Quiero creer que se trata de un espejismo o que mi imaginación me está dando una mala jugada, pero cuando menciona mi nombre, es eso lo que me da un golpe de realidad que tambalea mi seguridad.

—¿Y cómo se llama tu perra? —interroga.

"No le digas nada, no le digas nada" pido con fuerza y entonces el enorme muro que había construido entre él y yo, se derrumba cuando mi padre finalmente dice:

—Ariel, mi hija se llama Ariel.

Solo es cuestión de tiempo para que su voz retumbe en mi pecho, Damián, el hombre del que tanto huyo, el que le robó a mi padre lo que tanto desea de mi. Damián... Mejor conocido como Preppy, alza la mirada y le frunce el ceño a mi padre.

—Ariel, yo también conozco a una Ariel, que coincidencia.

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