Cuatro años atrás...
—¡Ariel!
La voz de mi padre hace que me sobresalte en cuanto llego a casa después de un largo día trabajando en el restaurante de Brandon. Las piernas me dolían y mi sexo ardía.
—¡Ya llegue! —grito dejando las llaves en su lugar.
—¡Prepara la puta cena! —exclama y siento deseos de estampar su rostro contra el suelo, pero no puedo, no tengo el valor y mucho menos las fuerzas para hacerlo.
Me dirijo a la cocina y decido hacer un poco de pasta con lo que quedaba de sobras, había olvidado pasar al supermercado a hacer las compras y salí tarde del trabajo, el sonido de televisor se mezcla con las carcajadas de mi padre, quien como cada noche, ve algún programa barato, de esos en los que te hacen creer que puedes ganar un millón de dólares.
Abro la nevera y con miedo observo que no hay casi nada, solo un paquete de pasta, y un huevo, trago duro y decido que no es tan mala idea, yo podría desayunar algo mañana en el restaurante antes de abrir. Suspiro y pongo a hervir agua con sal y cebolla para la pasta, y mientras se calienta subo a mi habitación, tratando de no hacer ruido y llamar su atención.
Me cambio de ropa y me pongo un pijama cómodo y nada provocador que consistía en unos pantalones a cuadros y una blusa de manga larga sin escote, holgada, nada sexy...
—¡Ariel, dónde m****a estás!
Su grito hace que mi corazón galope frenético, que el miedo me paralice, estoy a punto de salir cuando sus pasos veloces subiendo las escaleras, me detienen. Abre la puerta de un patadón y me quedo estática sobre mi propio eje. Nuestros ojos se encuentran y confirmo que está drogado, sus ojos permanecen inyectados en sangre, desorbitados, llenos de furia contenida.
Mi padre era un hombre alto, robusto pero musculoso, con una insipiente barba oscura, los brazos tatuados y siempre usaba un chaleco de motero. Daba miedo, por lo menos a mi.
—¿Por qué has llegado tarde? —las aletas de su nariz de mueven incontroladas.
Me mira del mismo modo que lleva haciéndolo desde que dejé de tener un cuerpo de niña, me incomoda, recorre mi cuerpo con lascivia y me hace sentir poca cosa, como un bicho que en cualquier momento puede aplastar a su antojo.
—Doblé turno para pagar la renta —mi voz es tranquila, siempre oculto el miedo, nunca muestro mis verdaderos sentimientos.
Sus ojos se anclan en mis pechos y se remoja los labios, se acerca a mí y con cada paso que él da, yo doy dos más hacia atrás.
—¿Papá? —inquiero nerviosa.
—Shhhh, solo quiero asegurarme de que estás bien —dice con voz melosa y hostil.
No le creo.
Choco contra mi tocador y me agarro fuerte de las esquinas. Él llega hasta mí y me olfatea como animal a su presa, recorre mi cuerpo con su nariz y enseguida me da una bofetada que arde.
—Hueles a hombre —brama y luego me da un puñetazo en el estómago.
Me doblo al instante de dolor, pero no me da tiempo de nada, me toma del cabello y me azota contra la pared, pega su cuerpo al mío y cierro mis manos en dos perfectos puños, quiero defenderme, pero sé que aquí soy la que perdería, me supera en fuerza y tamaño, intentar denunciarlo no funcionaría, hace años que lo intenté y solo me llevé una golpiza que me hizo ir al hospital, tuvieron que ponerme collarín y me enyesaron el brazo izquierdo. Tenía muchas influencias, la policía prácticamente le temía y tenía conocidos por todos lados.
Gente que lo apoyaba, así que no podía hacer nada. Aprieta mi cuello con una mano y mis pulmones se apachurran por la falta de oxigeno. Quiero llorar pero no lo hago, parezco un maldito maniquí sin sentimientos.
—¿Con quién estuviste? —me pregunta lamiendo mi rostro—. Sabes diferente, hay algo... Lo veo en tu mirada, ese puto brillo me cabrea.
Empuja una vez más y mi espalda cruje. Intento respirar lento y tratar de reunir un poco de oxígeno mientras él pega su cuerpo al mío.
—¡Habla! —me lanza al suelo y ahí me patea—. ¿Con quién estuviste?
—Con nadie, trabajo en un restaurante, hay muchos clientes que se me acercan para pagar sus cuentas u ordenar —respondo, para mi propia sorpresa sueno tranquila, seria como siempre, pero por dentro gritaba, lloraba como un bebé recién nacido y pedía ayuda.
Mi respuesta parece tranquilizarlo solo un poco, abre la boca para decirme algo pero en ese instante tocan el timbre de la puerta y sale sin decir nada más.
Cinco, cuatro... Inhalo, exhalo, tres... Dos... uno...
—¡Saldré, no me esperes despierta!
Grita y enseguida se escucha la puerta azotar, me asomo por la ventana y observo que se sube a una camioneta oscura y luego se va, como cada noche, el silencio que gobierna la casa es lo que termina regresándome a la realidad, me tocó... Me observó con deseo... Otra vez logré salir viva y bien pero... ¿hasta cuándo?
Observo mi reflejo en el espejo y toco mis labios, hoy había perdido mi virginidad con un completo desconocido, con un tipo al que por error le vacíe café, no era una puta, pero vi mi oportunidad y la tomé, era apuesto y amigo de Lea; la chica que trabajaría en el restaurante y amiga de Brandon. Así que cuando él dijo que me follaría, acepté, porque sabía que en cualquier momento mi padre me lastimaría, solo era cuestión de tiempo y quería ser yo quien eligiera el momento y quién me hiciera suya.
Abrí las piernas para ese hombre, dejé que me follara sin amor o sin tener alguna clase de conexión, me dolió, sí, pero era mejor él que en un futuro mi padre, porque era seguro que en cualquier momento intentaría abusar de mí, escapar no serviría, he intentado tantas veces todo y siempre me encuentra, maneja al mundo con sus hilos de mentiras, amenaza con matar a mis amigos, a mis abuelos, la policía está de su lado, la gente le teme, no habla salida. Solo tenía que aguantar.
El dinero que ganaba apenas y nos alcanzaba porque él no aportaba a nada, no daba dinero, no trabajaba realmente, y si lo hacía, sus ganancias iban directo a putas, drogas y alcohol. Yo tenía que hacerme cargo de la comida, la renta de la casa, mi universidad, mis gastos y los suyos, todo recaía en mi.
Por lo que perder mi virginidad con Damián... Sí, fue la jodida cosa más acertada del mundo.
«Mejor él, que papá»
Miro mi espejo y noto que las lágrimas salen a borbotones de mis ojos, soy fuerte, tengo que serio, limpio ese pequeño gesto de debilidad con el dorso de mis manos y bajo para preparar la pasta que mañana se desayunaría, me pongo la máscara de la indiferencia, oculto mi miedo y me preparo para otra noche sin dormir y sin comer. Temerosa de que entre a mi habitación por la noche, y me viole.
Presente. Abro la puerta principal y subo las escaleras con maleta en mano, la pintura de las paredes del edificio se estaban descarapelando y en el techo había goteras, después de haberme escapado de casa para ir a Londres a cuidar a mis abuelos, dejando a mi padre solo, regresar no me hacía feliz, no cuando no tenía trabajo, y no había terminado mi carrera. El testamento de la abuela se leería en seis meses y no tenía un solo peso en los bolsillos, pedirle ayuda a mis amigos no era opción, mi padre se enteraría y... No quiero ni imaginar de lo que sería capaz de hacer. Estoy a solo un paso de llegar al corredor en el que mi padre había alquilado una habitación, cuando una de las llantas de mi maleta se atoró con el hueco de uno de los escalones corroídos, provocando que la soltara y fuera cayendo haciendo u
Veinte minutos después, traía dos bolsas en cada mano, con las cosas necesarias para preparar la cena, incluso me permití agarrar una pieza de pollo y harina para hacer galletas de avena. No me sentía orgullosa de lo que hice, pero a veces una tiene que hacer lo que sea para sobrevivir, solo bastó con enseñarle los pechos al encargado para que salivara, dejar que me los tocara y listo, me sentía sucia, pero eso era mejor que mi padre golpeándome o acosándome sexualmente. Llegando olvido mi pesadilla y me encargo de lavar su ropa, de limpiar, fregar y dejar todo en orden y lo más limpio posible, al mismo tiempo que marino el pollo y termino la ensalada y la pasta, cuando observo la hora en el reloj son las seis de la noche, escondo mi maleta detrás de uno de los sofá luego de escoger una nueva muda de ropa para dormir, y me dirijo a la ducha, dándome un baño de agua fría solo porque no h
PREPPY ¡Maldita sea! Una de las cosas que más odiaba en la vida era limpiar las mierdas de Enzo cuando no me permitía matar a los pendejos que le debían dinero. Tampoco es como que la mayoría del tiempo siguiera sus órdenes como perro faldero, no, siempre hacía lo que quería, pero esta vez no podía hacer nada, desde que se casó con Lea, anda de marica. Cuando llego al sitio, noto un sabor amargo en mi boca, no me tenía tirando confeti el hecho de haber tenido que regresar al barrio del que salí hace años. Los recuerdos me amenazan, voraces y asfixiantes, dejo estacionada mi Harley Davidson con la seguridad de que nadie le haría ni un puto rasguño porque me conocían, sabían que si joden algo de Preppy, los jodo yo a ellos y de la peor manera. Me quito el casco y enci
—No me gustan estas mierdas —espeto con dureza—. Y este platillo no es de mis favoritos. Agarro un pedazo de pollo, lo mastico y se lo escupo en la cara. —Sabe asqueroso y barato ¿es lo que me merezco? El marica se encoge y lo disfruto, era mentira, sabía bien pero no tenía puta idea de quién lo había preparado. Esta vez agarro la cerveza y la aviento contra el piso, se rompe y mancha la alfombra roída, cierro los puños y enfurezco, es la misma cerveza que consumía el hijo de puta de mi padre. —Es culpa de mi hija, tendrá su merecido, le pedí que preparara una cena especial porque sabía que vendrías, pero es una puta inútil —tartamudea como cobarde, poniéndose de pie, dándome la espalda para caminar hacia uno de los corredores—. E
—Bien, me voy —salgo de la habitación y comienzo a andar hacia la salida—. Mañana te veré. —Claro, claro... Salgo sin decir nada más y escucho un suspiro de alivio por su parte, si supiera... bajo las escaleras con las manos dentro de mis bolsillos, silbo la canción de Bad Romance de Lady Gaga y me topo con Tara, esta vez con una bolsa llena de compras. —Damián, mi niño, creí que ya no estabas por estos alrededores, esto se pone peligroso a esta hora, es mejor que vayas a casa —me dice y le doy un beso en la cien y sin decir nada más salgo del edificio de m****a. Tan tierna... si supiera que yo soy el peligro... Me dirijo a mi moto intacta, saco mi metralleta colgada, r
NARRADOR OMNISCIENTE Inspiró hasta el fondo una línea de cocaína, sintiendo cómo el dulce sabor del vicio carcomía su cabeza, un escalofrío recorrió su espina dorsal, y una opresión en el pecho hizo que por unos pocos segundos pensara en la muerte. Su mente daba vueltas, pequeños destellos de colores nublaron su vista y no dejaba de repasar una y otra vez su plan. Llevaba varios meses estudiando todo para no cometer ni un solo error. Descendió la mirada hasta la carpeta que descansaba sobre la mesita de centro y lo abrió solo por el morbo de volver a ver su foto. Aquella imagen de la persona por la que llevaba más de seis años obsesionado, desde que se enteró que su destino y el de ella estaban marcados y destinados por los tintes sutiles de la jerarquía dentro de la mafia, no había dejado de pensar en ella, luego, y
ARIEL Termino de vestirme, el aire fétido del cuerpo de mi padre llega hasta mis fosas nasales y pese a que me limpié la sangre con una toallita húmeda, sentía que todo mi cuerpo estaba impregnado con su asqueroso aroma, estuvo a punto de violarme, de invadir mi cuerpo sin demora, pero gracias a Preppy eso no había ocurrido. Ahora solo tenía que buscar la manera de escabullirme de él, estar juntos no era una buena idea. —No podrás hacerlo —dice a mis espaldas mientras me encuentro viendo un punto fijo por la ventana. No me da miedo, no me sobresalto al escuchar su voz, lleva más de diez minutos parado bajo el umbral de la puerta a mis espaldas, lo sé porque su aroma opacó el mío.
Mientras el doctor me revisa, no aparto la mirada de Preppy, quien permanece parado cerca de la puerta, con las manos dentro de los bolsillos y actitud arrogante, permanece serio, comprendo su silencio, sé que es capaz de matar al pobre hombre, por lo que no le miro más. Nuestros ojos no pierden contacto alguno en todo el tiempo, es como si estuviéramos en una batalla interna. Somos imanes, somos atracción y juntos somos la explosión perfecta para llevar hasta la combustión nuestros cuerpos. —Listo, estás bien, solo unos cuantos hematomas en el cuerpo, el golpe de la cabeza no es de preocuparse pero si te duele... —Largo —la voz ronca de Preppy hace que el miedo aflore en el cuerpo del doctor. —Sí —dice el pobre hombre recogiendo sus cosas con rapidez para luego marcharse.