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Bajos instintos
Bajos instintos
Por: Dayanaclavor
Una horrible tragedia

Años atrás....

— No me puedes obligar a seguir viviendo a tu lado, ya no te quiero y el divorcio es un hecho. Me marcho de aquí, no soporto un día más contigo.

— Laura, no puedes dejarme. Soy el padre de tu hija y no voy a permitir que Valentina crezca sin mí. Si es necesario, te obligaré a quedarte conmigo.

— ¡Suéltame! ¡Me estás haciendo daño! —gritaba Laura desesperada intentando soltarse, temía por lo que pudiera hacerle Javier, era un hombre muy violento.

Laura forcejeaba con Javier mientras trataba de soltarse. Él la mantenía agarrada fuertemente por los brazos, ambos estaban en el segundo piso de la casa, muy cerca de la enorme escalera. Desde abajo, la pequeña Valentina, de apenas trece años, observaba con horror, sin comprender lo que sucedía entre sus padres. Solo sentía miedo por los gritos desgarradores de su madre tratando de escapar de la furia de su padre.

Desesperada, Laura empujó a Javier sin querer, haciendo que cayera directo al piso de abajo. Valentina, atónita, observó a su padre ensangrentado mientras su madre miraba la escena desde lo alto de las escaleras.

— ¡Papá se lastimó! ¡Mami, papá se lastimó! ¡Rápido, tienes que ayudarlo! — gritaba la pequeña, llevándose las manos a la cabeza, impresionada.

El llanto de Valentina hizo que Laura bajara las escaleras a toda prisa. No podía permitir que su hija siguiera viendo una escena tan desgarradora.

— Cálmate, cariño, no llores, todo va a estar bien. —Dios mío lo maté. Pensaba Laura llena de angustia.

— Papi está herido, tiene sangre en la cabeza. ¡Mamá, por favor, tienes que hacer algo! ¡No quiero que papá se muera!

— Ya no llores, es mejor que esperes en el auto mientras reviso cómo está papá. Te prometo que todo va a estar bien.

Laura, nerviosa, decidió sacar a su hija de esa escena aterradora y meterla en su auto. Regresó a la casa, queriendo asegurarse de si realmente Javier estaba muerto. Le dio varios golpes con el pie, pero él no respondía. Aterrorizada, decidió recoger lo más indispensable para irse, pero cuando estaba a punto de salir, escuchó un leve gemido que la hizo estremecer.

Inmediatamente se regresó a donde estaba Javier y, al observarlo de cerca, se dio cuenta de que aún respiraba. Llamó a una ambulancia y esperó a que lo llevaran al hospital más cercano.

Años después…

— Alejandro, no podemos seguir viéndonos. Eres mi alumno y además tienes casi la edad de mi hija. —decía Laura decidida.

— Laura, eres una mujer muy atractiva, no aparentas la edad que tienes. Si quieres, me retiro de la universidad para que no tengas que preocuparte por eso. Estoy dispuesto a hacer lo que sea por estar contigo. —decía Alejandro acercándose a ella intentando besarla.

— Eres un tramposo. Aquella noche en el bar, no sabía que ibas a estudiar en mi clase. Después de esa noche de copas y sexo desenfrenado, casi me da un infarto al verte entrar a mi salón.

— En cambio yo sabía quién eras. Desde hace tiempo quería tomar clases de arte para estar cerca de ti. ¡Me fascinas! —decía dando un beso en sus labios con ternura.

— No te acerques tanto, pueden vernos. Además, he escuchado que tienes novia.

— Y suponiendo que eso fuera cierto, ¿te molestaría?

— La verdad es que no me alegraría, pero estoy muy clara en la edad que tengo. Recuerda que entre nosotros no hay compromiso.

— Lo sé, no tienes que recordármelo. —dijo dándole un golpe al escritorio.

— No te molestes, debemos ser realistas. Además, no me has dicho si los rumores sobre tu novia son verdad.

— Sí, es una chica que conocí hace un par de meses. Nos hemos visto algunas veces, pero mis padres quieren que me case. Están locos por tener un nieto. Soy el único hijo y mi padre quiere dejarme su herencia, pero antes quiere que me case con una buena chica.

— ¿Y no pensabas decírmelo? —dijo en tono molesto.

— Es que… no estoy seguro de ese compromiso. Entiendo que hay muchas cosas que nos separan. Ella es una chica con la que puedo tener un hogar, hijos y todo eso que quieren mis padres. Pero yo te amo a ti. Sé que tú no quieres nada serio conmigo y que jamás me presentarías como tu pareja.

— Alejandro, lo hemos pasado genial, pero la realidad es diferente a lo que deseamos. Lo que no debió pasar de una noche se ha convertido en una relación de amantes, y tú mientras tanto has estado saliendo con esa chica a mis espaldas.

— Por favor, entiéndeme. No quería perder lo que tenemos. Estoy enamorado de ti y tenía miedo de decírtelo.

— Mejor dejemos esta conversación aquí. Creo que lo mejor será no vernos más. No es justo para esa chica, a la que estás ilusionando mientras sigues conmigo.

Laura se sintió incómoda. A pesar de saber que no podía tener una relación formal con Alejandro, se dio cuenta de que sentía algo por él que iba más allá del buen sexo. Regresó a casa desconcertada.

— Hola, mamá, por fin llegas. La enfermera que cuida a papá tuvo que ir a la farmacia por sus medicinas y yo tengo que salir. —dijo Valentina levantándose rápidamente del sofá mientras se arreglaba la ropa.

— Está bien, yo me encargo de él. ¿Y a dónde vas? —le preguntó Laura

— Voy a casa de un amigo. Sus padres me invitaron a cenar.

— ¿Acaso tienes una relación con ese joven y yo no me he enterado?

— Mamá, solo nos estamos conociendo. Recuerda que ya tengo 23 años, no soy una niña. Cuando decida casarme, tú serás la primera en saberlo. Adiós.

Valentina salió apresurada, dejando a Laura con la palabra en la boca. Como única hija, Laura la sobreprotegía demasiado.

— Hola, Javier. Me dijo Laura que la enfermera fue a comprarte las medicinas. ¿Necesitas algo?

Javier hizo una seña con los ojos hacia la jarra de agua al lado de su cama. Después de la aparatosa caída durante la discusión, había quedado parapléjico y no podía hablar. Solo emitía sonidos balbuceantes. Para Laura, cuidar de él había sido un castigo, lidiando con su enfermedad durante casi diez años. No quiso internarlo en una clínica, sintiéndose culpable por su estado y por el hecho de que Valentina había presenciado el horrible accidente.

Valentina siempre recordaba aquella escena y sentía resentimiento hacia su madre, creyéndola culpable de la desgracia de su padre. Por eso, no compartía nada de su vida con Laura. Solo esperaba la oportunidad de casarse y alejarse del dolor de ver a su padre cada día, muerto en vida.

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