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Entre el amor y el compromiso

Valentina se quedó frustrada y llena de impotencia al ver que su madre, con su actitud egoísta, le había dañado lo que debió ser el momento más feliz de su vida.

Subió a toda prisa hasta la habitación de Laura, entró sin tocar, realmente furiosa:

— Ya puedes estar feliz; Alejandro se acaba de ir sin pedir mi mano. ¿Por qué todo lo tienes que dañar? No tenías por qué tratarlo de esa forma. ¡Eres una egoísta!

— Por favor, Valentina, trata de calmarte. Las cosas no son como te lo imaginas. Yo conozco muy bien a Alejandro y sé perfectamente que no es el hombre que te conviene.

— ¿Y se puede saber por qué, según tú, no me conviene? ¿Acaso por el hecho de ser tu alumno? Porque eso no sería una razón suficiente para impedir que me case con él.

— Precisamente porque es mi alumno; lo conozco mucho más que tú y sé que no es el hombre para ti.

— Pues no me interesa lo que tú pienses; no voy a permitir que me destruyas la vida igual como destruiste la de mi padre.

Laura no soportó la presión y le dio una bofetada a Valentina mientras le gritaba histérica:

— ¡Cállate! No te permito que vuelvas a decir algo así. Eso fue un accidente, y yo solo trataba de defenderme de los maltratos de tu padre.

Valentina la miraba mientras se tocaba la mejilla. En ese preciso momento, sonó el celular de Laura. Al tomarlo, se dio cuenta de que quien llamaba era Alejandro. Valentina, llena de coraje hacia su madre, le dijo molesta:

— Anda, atiende el celular; de seguro debe ser ese amante con el que te ves a escondidas, aprovechándote de que papá está condenado a vivir en una silla de ruedas.

— ¡Cállate! No sabes lo que dices.

— No soy tonta, mamá; esas risitas que tienes cuando hablas por teléfono y tus salidas misteriosas algunas noches, no necesito ser muy inteligente para saber que debes tener un amante.

Valentina salió de la habitación dando un fuerte portazo, mientras Laura, corriendo, respondió la llamada:

— ¿Cómo te atreves a llamarme después de lo que acaba de pasar? ¡Eres un cínico!

— Laura, tenemos que vernos para hablar; las cosas no son como te las estás imaginando. Te juro por Dios que yo no sabía que Valentina es tu hija.

— ¿Y me crees tan estúpida como para creerte? Te has burlado de mí en todo este tiempo. Pero lo que más me duele es que también estás engañando a mi hija. Y eso sí que no lo voy a permitir.

— Las cosas no son así; por favor, te lo suplico, vamos a vernos para hablar. Yo necesito explicarte cómo pasaron en realidad las cosas.

— ¡No! No quiero volverte a ver y te advierto que no quiero que te acerques nunca más a mi hija, porque te juro que no respondo de lo que pueda hacerte.

— Laura, voy a esperarte en media hora en el bar donde nos conocimos. Si no llegas, te juro que iré a buscarte a tu casa y no me importa que Valentina se entere de toda la verdad.

A Laura le temblaba la mano en la que sostenía su celular. Se sintió entre la espada y la pared; en todo el tiempo que había estado conociendo a Alejandro, sabía perfectamente que él era capaz de hacer cualquier locura con tal de lograr que ella accediera a verlo.

— Laura, estoy hablando muy en serio. ¿Laura, estás ahí? ¡Laura, respóndeme!

— Está bien, en media hora estaré allí, pero por favor no hagas nada que pueda lastimar a mi hija.

Colgó la llamada, tomó su bolso y bajó las escaleras a toda prisa. Salió de la casa y se subió a su auto, decidida a encontrarse con Alejandro y poner punto final a esa relación que se había convertido en una verdadera pesadilla.

(…)

Media hora después, Laura había llegado al bar. Al entrar, miró a su alrededor buscando a Alejandro, hasta que este le hizo una seña con su mano. Se encontraba sentado en la barra, ya se había bebido dos tragos mientras la esperaba.

— Gracias por venir.

— Solo lo hice por mi hija; ella no se merece enterarse de la verdad. No me perdonaría jamás que sufra por mi culpa.

Ella se sentó a su lado, mientras él posó su mano encima de la suya.

— No te atrevas a tocarme; solo vine aquí para aclararte que lo nuestro se terminó y que no voy a permitir que te cases con Valentina.

— No puedes pedirme eso. No te das cuenta de que yo también estoy tan impresionado como tú. No tenía la menor idea de que tú eres la madre de Valentina. Además, no te engañé, porque hace poco te dije que estaba saliendo con una chica.

— Ya no importa cómo hayan sido las cosas; lo único que sé es que esto se tiene que terminar.

Laura se levantó de la silla y, cuando estaba a punto de marcharse, Alejandro la tomó por el brazo, acercándola a él a la fuerza. Ambos se miraron fijamente a los ojos mientras Alejandro le susurró muy cerca de su boca:

— Yo no puedo dejarte porque te amo con locura, pero tampoco puedo romper mi compromiso con Valentina.

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