Valentina seguía de pie frente a la enfermera, esperando a que ella le explicara cuál era la gravedad de Laura. —Entonces señora, dígame, ¿Qué tan grave es la enfermedad de Laura? — La señora Laura, está muy delicada, tiene una enfermedad terminal que la tiene físicamente inmóvil, y en cualquier momento puede perder sus facultades mentales, es por eso su urgencia en hablar con usted, antes de que ya no pueda hacerlo. Valentina se llevó las manos a la cara de la impresión, no podía creer como el destino le estaba haciendo pagar con la misma moneda a Laura, lo mismo que ella le había hecho a su padre. Además de todo el daño que también le había causado a ella ocultando su relación con Alejandro, a sabiendas de que ella se iba a casar con él. Pero en el fondo sentía pena por ella, porque de cualquier forma Laura, era su madre y si se encontraba en esas condiciones a punto de morir, ella debía perdonarla y liberarse de esa carga tan grande que llevaba sobre sus hombros. — Está bien,
Valentina la miró con los ojos llenos de lágrimas. — ¿Qué más vas a decirme? ¿Acaso no ha sido suficiente con haberme destruido la vida como lo has hecho durante todos estos años? Y aun así, tienes el cinismo de decirme que hay algo más que debo saber. —Sí, aunque te cueste creerlo, yo me siento muy arrepentida por todo lo que te he hecho. Y no quiero que te vayas sin antes pedirte perdón. —¿Perdonarte? ¡Ja! Suena tan fácil decirlo. La verdad es que yo venía dispuesta a perdonarte, y no pensaba hacerlo por ti, sino por mí, para poder al fin liberarme de esta carga que he llevado todos estos años. Pero no contaba con que me iba a enterar de que ese hombre al que siempre vi como mi ídolo no es mi verdadero padre. —Por favor, Valentina, no me dejes así. Al menos déjame morir en paz. —Valentina la miró y le dijo: — Que te perdone Dios, porque yo no puedo. Enseguida se marchó, dejando a Laura llena de impotencia y dolor al saber que podía morir en cualquier momento sin el perdón de
La tensión en el consultorio era palpable, Valentina sentía temor, no estaba optimista y solo pensaba en lo peor. Ya la vida la había hecho pasar por mucho dolor, y sentía que esta vez podía tratarse de algo muy malo que venía a empañar la felicidad que había logrado alcanzar. Apretaba la mano de Manuel con fuerza, él era su único refugio en ese momento. El doctor ya tenía los resultados de los análisis en su poder y estaba preparado para darle la noticia a ambos. —Por favor, doctor, dígame, ¿qué es lo que tengo? ¿Por qué me han dado todos esos malestares? Termine con esta angustia que tengo por favor. —decía Valentina a punto de llorar. —Bueno, después de una evaluación exhaustiva, los resultados de los exámenes indican que usted está embarazada.Tanto Manuel como Valentina exclamaron al unísono, totalmente incrédulos:—¿Cómo?—Sí, así es. Van a tener un hijo.—No, eso no puede ser, doctor. Tiene que haber un error. Yo no puedo tener hijos; hace algunos años me hice unos exámenes
Alejandro fue a ver a Laura. Llegó hasta la habitación donde se encontraba hospitalizada y, al entrar, se encontró con un lugar que, lejos de parecer un hospital, parecía más bien un sitio abandonado por el gran deterioro que se evidenciaba en su interior y la miseria que se palpaba a simple vista. Entró en la habitación que le había indicado una de las enfermeras y, al ver a Laura acostada en aquella cama, muy desmejorada y desnutrida, se quedó impactado, sin poder asimilar que se trataba de la misma mujer de la que alguna vez había estado enamorado y con la que había vivido los momentos más emocionantes, haciéndolo perder hasta la cordura. Ella se encontraba despierta, con la mirada perdida, y no se había dado cuenta de su presencia. Alejandro caminó hacia la cama lentamente y, cuando estuvo frente a ella, le dijo: —Laura, soy yo, Alejandro. Ella lo miró con una expresión algo extrañada; a simple vista, no lo reconocía. Había comenzado a olvidar muchos episodios de su vida y le
Años atrás.... — No me puedes obligar a seguir viviendo a tu lado, ya no te quiero y el divorcio es un hecho. Me marcho de aquí, no soporto un día más contigo. — Laura, no puedes dejarme. Soy el padre de tu hija y no voy a permitir que Valentina crezca sin mí. Si es necesario, te obligaré a quedarte conmigo. — ¡Suéltame! ¡Me estás haciendo daño! —gritaba Laura desesperada intentando soltarse, temía por lo que pudiera hacerle Javier, era un hombre muy violento. Laura forcejeaba con Javier mientras trataba de soltarse. Él la mantenía agarrada fuertemente por los brazos, ambos estaban en el segundo piso de la casa, muy cerca de la enorme escalera. Desde abajo, la pequeña Valentina, de apenas trece años, observaba con horror, sin comprender lo que sucedía entre sus padres. Solo sentía miedo por los gritos desgarradores de su madre tratando de escapar de la furia de su padre. Desesperada, Laura empujó a Javier sin querer, haciendo que cayera directo al piso de abajo. Valentina, atóni
La joven Valentina había crecido viendo a su padre maltratar a su madre innumerables veces. Sin embargo, ver a su madre empujar por las escaleras a su padre fue un momento crucial en su vida que la dejó marcada para siempre. Valentina, cada vez que veía a su padre postrado en la silla de ruedas, sentía mucho odio hacia su madre; por esa razón, se mantenía alejada de ella a pesar de vivir bajo el mismo techo. Como ya era mayor de edad, estaba dispuesta a casarse para poder alejarse definitivamente de ella. Laura no estaba al tanto de lo que pasaba realmente con la vida de su hija, por más intentos que hacía para acercarse a ella.Valentina no terminaba de entender que Laura había recibido muchos maltratos por parte de Javier, y que gracias a eso, ella tuvo que defenderse para así evitar que él acabara con ella primero. Javier, completamente lisiado, ya no podía hacerle más daño a Laura; en todos estos años, él había pagado con creces todo el daño que le había hecho. Pero a pesar de es
Laura, al ver frente a ella a Alejandro, comenzó a temblar. La copa de vino que tenía en la mano se le escapó, rompiéndose en mil pedazos. Valentina, sorprendida por la reacción de su madre, se acercó a ella, tratando de recoger los vidrios esparcidos por el suelo, mientras le decía con angustia:— ¿Pero qué te ha pasado, mamá? Te has puesto pálida, parece que has visto un fantasma.Laura, con la mirada clavada en Alejandro, intentó controlarse para mantenerse en pie y respondió:— No me pasa nada, deja todo como está; la servidumbre se encargará de recoger los vidrios.Valentina, apenada por la actitud de su madre, se acercó a Alejandro para apaciguar el incómodo momento.— Bueno, no ha pasado nada, así que comencemos de nuevo. Madre, te presento a Alejandro Altamiranda, mi futuro esposo.“Dios mío, no puede ser que la madre de Valentina sea la mujer que amo”, pensó Alejandro, completamente incrédulo.Los nervios lo traicionaron; era más de lo que podía soportar. No sabía qué decir y
Valentina se quedó frustrada y llena de impotencia al ver que su madre, con su actitud egoísta, le había dañado lo que debió ser el momento más feliz de su vida.Subió a toda prisa hasta la habitación de Laura, entró sin tocar, realmente furiosa:— Ya puedes estar feliz; Alejandro se acaba de ir sin pedir mi mano. ¿Por qué todo lo tienes que dañar? No tenías por qué tratarlo de esa forma. ¡Eres una egoísta!— Por favor, Valentina, trata de calmarte. Las cosas no son como te lo imaginas. Yo conozco muy bien a Alejandro y sé perfectamente que no es el hombre que te conviene.— ¿Y se puede saber por qué, según tú, no me conviene? ¿Acaso por el hecho de ser tu alumno? Porque eso no sería una razón suficiente para impedir que me case con él.— Precisamente porque es mi alumno; lo conozco mucho más que tú y sé que no es el hombre para ti.— Pues no me interesa lo que tú pienses; no voy a permitir que me destruyas la vida igual como destruiste la de mi padre.Laura no soportó la presión y le