Alumbra el camino con la linterna de su celular, hasta llegar a la puerta que nos lleva al hotel. Toma mi mano para no perderme en el trayecto del pasillo oscuro y le sostengo el teléfono mientras él busca la llave correspondiente para pasar al otro lado. —Este lugar suele tener luz incluso cuando se corta la electricidad —dice—. Es extraño que no funcione. La oscuridad se queda atrás cuando logra abrir la puerta, y salimos en el cuarto de empleados, el cual se encuentra vacío y con un aroma a perfume de ropa impresionante. Los estantes están llenos de sábanas blancas, y almohadas muy esponjosas, y pienso que deben ser muy cómodas. De todos modos, no logro ver mucho, ya que Alex sigue tirando de mí por más pasillos. —¿No vamos a entrar por la entrada principal? —quiero saber. Se ríe. —Soy el jefe, conozco todos los atajos. Salimos directamente a mi habitación. —¿Por qué tienes una habitación de hotel? —Bueno… ¿te digo la razón que te va a gustar o la que no? —Ya me imagino…
—¿Desea algo más en su desayuno, señora Byrton? —inquiere el mozo mirándome con demasiada atención y, al mismo tiempo, con tono nervioso ya que tiene a su jefe frente a él. Alex se está aguantando la risa a más no poder.—No, gracias, estoy bien —replico sonriéndole con amabilidad. En cuanto el muchacho se va, fulmino con la mirada a mi acompañante, quien comienza a reír—. ¡Lo pones nervioso al pobre chico!—¿Qué le molesta, señora Byrton? —pregunta sin dejar de reír. Pongo los ojos en blanco, pero no puedo ocultar una sonrisa—. No suena mal, Maia Byrton.—Sí, suena mal.—No lo creo —repite con tono afirmativo. Me mira con una mueca desafiante y luego ríe por lo bajo mientras le pone un poco de azúcar a su café. La que falta es que esté pensando en casarse conmigo de verdad. Tomo un sorbo de mi cappuccino y le doy un bocado a mi tarta de fresas para distraerme y tratar de no sentir sus ojos sobre mí. —¿Cómo es que tus empleados saben que nos vamos a casar? —interrogo.—Bueno, está e
Alex enciende la calefacción al máximo luego de cerrar todas las ventanas. Nos estábamos congelando, pero teníamos todo abierto para que el humo y su olor desaparecieran rápido. Para colmo, lo estuve evitando todo el tiempo, no quiero quedarme a solas otra vez con él porque siento que hice un papelón al hacer lo de la crema, y me da hasta vergüenza mirarlo a los ojos. Creo que él se da cuenta, ya que me deja mi espacio, pero no vamos a poder estar distantes por mucho tiempo más. En menos de diez minutos van a empezar a llegar nuestros amigos, y eso me pone tan nerviosa que me dan ganas de vomitar. —¿Estoy bien así? —me pregunta, señalando su atuendo. Verlo con jeans se me hace raro, pero le quedan estupendamente bien—. Digo, ¿esta camisa será muy anticuada? —Es una camisa azul común y corriente —expreso—. Te queda bien, resaltan tus ojos —agrego—. ¿Por qué estás tan preocupado? —Voy a conocer a tus amigas, tengo que causar una buena impresión, ¿no? —Creo que deberías hacer el ef
—Te investigué antes de hablar contigo —confiesa como si fuese lo más natural del mundo—. No solo a ti, fue a varias chicas, pero tú eras la que más me llamaba la atención…—¿Y me lo dices así como si nada? ¿Acaso crees que es normal espiar a las personas? —interrogo frunciendo el ceño. Se encoge de hombros.—No dije que fuese normal, pero era necesario. Tenía que estar con alguien que necesitara el dinero, y que me asegurara que iba a aceptar mi propuesta.—¿A cuántas chicas investigaste?—Como a diez…—¿Y entre todas esas yo era la que más te llamó la atención? —inquiero entre dudosa y, en parte, orgullosa de haber tenido algo que le gustara. Él asiente con la cabeza mientras come una porción de pizza—. ¿Y por qué?—Bueno, eras la más linda y la más misteriosa… —Me mira con interés—. Casi no encontré nada de tu pasado, quizás porque tu infancia no la pasaste en este país, ¿cierto?Me aclaro la voz, tratando de que mi garganta no se cierre. Ni siquiera recuerdo mi infancia, lo único
La mujer me mira de arriba abajo mientras vuelvo a colocarme el abrigo. M****a, una vez que me decido a avanzar con Alex, esta vieja tiene que venir a interrumpirnos. —¿Interrumpo algo? —interroga, observando la mesa llena de cajas de pizza con la nariz arrugada. —Sí —responde su hijo con tono irritado—. ¿Qué quieres, mamá? —¿Así tratas a quien te dio la vida? —inquiere poniendo los ojos en blanco—. Pues, perdón por venir sin avisar, solo estaba de paso y quería saber cómo estaba mi hijo, pero creo que hice mal… —Como verás, estoy muy bien cuidado —comenta Alex esbozando una sonrisa. Emma suspira. —Comiendo cosas llenas de grasa, en vez de algo saludable… —Me mira con el ceño fruncido—. ¿Acaso tú no cocinas? —Claro que sí, señora, pero vinieron amigos y… —comienzo a decir, y hace un sonido de indiferencia. —¿Amigos? Yo no veo a nadie aquí —me interrumpe. —Se fueron porque nos pusimos muy cariñosos —contesta mi falso prometido sonriendo con suficiencia—. Y creo que tú también d
Suelto una carcajada, pensando que es una broma, pero está tan serio que comienzo a sospechar que es cierto.—Dime que no es verdad —expreso con el estómago hecho un nudo—. ¿Es una broma?—Ya quisiera —replica—, pero no es ninguna broma. Debemos casarnos en serio, mi madre está como loca, no para de sospechar que lo nuestro es falso y me acaba de decir que, si no ve firmados los papeles de nuestro casamiento, no le va a dar la empresa a mi hermano.Vieja bruja… yo quería llevarme bien con ella, pero con esto la odio más que nunca. Niego con la cabeza de manera nerviosa y suspiro, masajeando mis sienes.—Tiene que haber otra forma de convencerla…—Es eso, o un bebé.—¿Qué?—Ella quiere que nos casemos o que confirmes que estás embarazada.—¿Que confirme…? —No puedo evitar soltar una risa irónica—. ¡Pero no puedo confirmar algo que no existe! —exclamo. Él hace un sonido afirmativo.—Por eso, es más factible la boda, le dije que no estás embarazada, Maia. —Resopla—. Lo que pasa es que el
Me despierto tan temprano que él aún está dormido a mis espaldas, abrazándome por detrás y con lo que creo que es su erección clavada en el medio de mis glúteos. Ay, por Dios, no sé si quedarme a disfrutar de esa sensación o salir corriendo.Me muerdo el labio inferior, conteniendo una sonrisa, mientras me refriego un poco contra él. Hacía tanto que no sentía un cuerpo masculino de esta forma, que hasta me dan ganas de arrancarle todo y ser suya de una vez, pero creo que con él es mejor esperar, es mejor alimentar el fuego, porque siento que es de esos que, cuando obtienen lo que quieren, se olvidan.—¿Qué pasa? —cuestiona en un murmullo grave, masculino y seductor, tomándome de la cintura para pegarme a él lo más posible—. ¿Te gusta lo que sientes? —agrega en mi oído, provocándome escalofríos por todo el cuerpo.—Tengo que admitir que sí —replico, girando para ponerme frente a él. Todavía tiene los ojos cerrados, pero esboza una pequeña sonrisa.—Parece que funcionó lo que te dije ay
Me paso veinte minutos recorriendo el lugar en busca del edificio, hasta que lo encuentro en una zona bastante alejada, reconociéndolo por el nombre del hotel. Hago una mueca antes de entrar, la verdad es que no sé si es buena idea, no estoy vestida de una manera adecuada para entrar a la empresa, ni tampoco sé bien qué decir, aunque sé que tiene que aclararme varias cosas, así que, pensando en eso, tomo coraje y cruzo por la puerta del lugar. El primero en recibirme es el hombre de seguridad, que me pregunta nombre y apellido y razón por la que estoy acá.—Vengo a hablar con Alex Byrton —replico. El tipo arquea las cejas.—¿Para qué? —Es mi prometido, tengo que preguntarle algo importante y no responde el teléfono —miento. Me mira con desconfianza, pero me hace un gesto para que espere y me dice que no me mueva del lugar. —Señor Byrton, hay una mujer que dice ser su prometida, quiere hablar con usted. Maia Torres… —expresa hablando con su comunicador. Alex responde algo que no en