La Cena de Gala

Aurore miraba su reflejo en el espejo del vestidor, ajustando con cuidado los últimos detalles de su vestido de gala. La tela azul oscuro caía con elegancia, resaltando sus ojos grises y proyectando una imagen de sofisticación. Sin embargo, a pesar de su apariencia serena, una mezcla de nerviosismo e incertidumbre se agolpaba en su pecho. Esta noche sería la presentación formal de su compromiso con Alonso ante la sociedad y, aunque ya había pasado por varios eventos similares, sabía que esta cena era crucial. Los ojos de todos estarían sobre ellos, evaluándolos, buscando cualquier signo de debilidad.

Unos golpes suaves en la puerta la sacaron de sus pensamientos. Caroline, su madre, entró con una sonrisa cariñosa pero también con una sombra de preocupación. Vestida con un elegante vestido de terciopelo burdeos, se acercó a Aurore y le acarició el hombro.

—Estás preciosa, querida —dijo Caroline, observando a su hija con admiración y un toque de nostalgia—. Hoy es un día importante, pero recuerda que no estás sola. Estamos aquí para apoyarte.

Aurore asintió, agradeciendo las palabras de su madre, aunque el nudo en su estómago no desaparecía. Caroline la ayudó a ajustar un mechón de cabello rebelde antes de mirarla fijamente a los ojos.

—No te preocupes por lo que otros piensen. Sólo concéntrate en ti y en Alonso —continuó Caroline, tratando de infundirle confianza—. Ambos tienen algo que muchos de estos invitados nunca entenderán: una verdadera oportunidad de construir algo juntos.

—Gracias, mamá —dijo Aurore, esbozando una sonrisa que, aunque tenue, contenía una chispa de determinación.

En el otro extremo de la mansión, Alonso también se preparaba para la noche que se avecinaba. Estaba en su estudio, frente a un espejo, ajustando el moño negro que completaba su esmoquin. Gregorio, su padre, se encontraba con él, mirándolo con una expresión de aprobación y severidad. La relación entre ambos siempre había estado marcada por las expectativas y las obligaciones, y esa noche no sería la excepción.

—Recuerda, Alonso, esta gala es más que una celebración —dijo Gregorio con voz firme—. Es una declaración pública de la fuerza de nuestra familia y del compromiso que tenemos con los Johnson. No puede haber margen de error.

Alonso asintió, sin apartar la vista del espejo. Había escuchado esas palabras incontables veces, pero sabía que hoy, más que nunca, debía estar a la altura. No se trataba solo de satisfacer a su padre; también estaba Aurore, una joven que había llegado a ser mucho más que una simple pieza en este juego. Desde la noche en el mirador, Alonso se había dado cuenta de que deseaba construir algo real con ella, algo que pudiera ir más allá de las expectativas de sus familias.

—Lo sé, padre. Estoy preparado —dijo Alonso, finalmente girándose hacia Gregorio. Este asintió con satisfacción y le dio una palmada en el hombro.

—Eso espero, hijo. No olvides que esta noche no solo se trata de nosotros, sino también de lo que representamos para los demás.

La tensión en el aire era palpable mientras el reloj avanzaba hacia la hora de la cena. Los empleados de la mansión se movían con rapidez y precisión, ultimando cada detalle. Aurore bajó las escaleras y observó cómo el personal terminaba de colocar los arreglos florales y repasaba la vajilla. 

El gran salón de la mansión López estaba preparado con toda la opulencia que las circunstancias requerían. Las lámparas de cristal colgaban del techo, proyectando destellos brillantes sobre los invitados que llegaban, mientras la música suave de un cuarteto de cuerdas llenaba el ambiente, creando un aura de elegancia y refinamiento. Los invitados, vestidos con sus mejores galas, conversaban entre sí, algunos movidos por la curiosidad hacia el compromiso entre Aurore y Alonso, mientras otros buscaban tejer sus propias alianzas e influencias. 

Aurore y Alonso estaban posicionados cerca de la entrada, recibiendo a cada uno de los invitados junto a sus padres. Aurore sonreía de manera impecable, repitiendo las mismas frases de cortesía mientras su mirada escaneaba la sala. Alonso, a su lado, la acompañaba en el proceso, sosteniendo su mano de manera visible, en un gesto que proyectaba unidad y fortaleza. Ambos eran conscientes de que esa noche no era solo para ellos, sino un espectáculo cuidadosamente diseñado para la alta sociedad, para sus aliados y, sobre todo, para sus enemigos.

Entre los rostros conocidos, Aurore pudo ver a sus padres, Caroline y Peter, conversando con los López. La presencia de su padre la reconfortó, sabiendo que él siempre tenía un plan para cualquier contingencia. Peter Johnson era un hombre con una mente afilada, y Aurore confiaba en su capacidad para percibir cualquier amenaza potencial. Caroline, por su parte, parecía moverse con naturalidad en el ambiente, observando y sonriendo con esa calidez que siempre la caracterizaba.

Aurore se mantenía vigilante, pendiente de sus alrededores buscando encontrar alguna acción, alguna pista sobre quién y el motivo que tuvo para dejarle una carta anónima la noche anterior. En un momento, sus ojos se detuvieron un instante en un empleado que, en lugar de trabajar con la misma eficacia que los demás, parecía demasiado atento a las conversaciones de los invitados. Algo en su actitud hizo que Aurore sintiera una punzada de inquietud. Decidió guardar esa sensación para sí misma, al menos de momento. No quería preocupar a Alonso o a su madre sin pruebas, pero su intuición le decía que algo no estaba bien. Respiró hondo y decidió sólo mantenerse alerta.

El tiempo avanzaba y la presión aumentaba cuando apareció una figura conocida. Alejandro Campbell hizo su entrada, su porte elegante y su sonrisa calculada atrajeron la atención de más de un invitado. Aunque Alejandro era considerado un miembro de una familia rival, las formalidades sociales dictaban que debía ser invitado. Alonso apretó ligeramente la mano de Aurore, como si quisiera asegurarse de que ella supiera que él estaba allí, dispuesto a protegerla. Aurore le devolvió la mirada, intentando proyectar serenidad, aunque una sensación de alerta la recorrió.

Alejandro se acercó a ellos con una sonrisa fingida, hizo una reverencia ligera, primero hacia Alonso y luego hacia Aurore, sus ojos clavados en los de ella con una intensidad que la hizo sentir incómoda. 

—Aurore, Alonso —saludó con voz suave—. Qué encantador verlos juntos esta noche. Realmente son una pareja perfecta, parece que esta noche y este compromiso serán algo memorables.

—Alejandro, gracias por venir —respondió Alonso, su tono cortés pero firme, dejando claro que la presencia de Alejandro no era algo que le entusiasmara particularmente.

—No podía perderme una ocasión tan significativa —respondió Alejandro, su sonrisa ensanchándose mientras su mirada se posaba en Aurore—. Espero que esta noche sea todo lo que ambos esperan.

Aurore asintió, manteniendo una expresión neutral, aunque su mente estaba alerta. Sabía que cada palabra de Alejandro tenía doble intención y que su presencia allí no era casualidad. Sin embargo, también sabía que mostrarse afectada sería un error. Se obligó a sonreír con gracia.

—Estamos muy contentos de compartir este momento con todos nuestros invitados —respondió Aurore, dejando claro que, para ella, Alejandro era solo uno más entre la multitud.

Alejandro inclinó la cabeza ligeramente, antes de alejarse con paso tranquilo, mezclándose entre los demás invitados. Aurore soltó un leve suspiro y Alonso, notando la tensión en sus hombros, le susurró.

—No dejes que te afecte. Está aquí para provocar, pero no le daremos el gusto.

Aurore asintió, volviendo a enfocar su atención en los otros invitados que se acercaban para saludarlos. Sabía que Alejandro era un rival, pero también era consciente de que no representaba un peligro tan inmediato como el que insinuaba la carta que había recibido. Aun así, se prometió a sí misma no bajar la guardia, ni con él ni con nadie más.

La noche avanzaba y la cena estaba a punto de comenzar. Aurore y Alonso intercambiaron una mirada antes de que las puertas del gran comedor se abrieran, revelando una mesa larga y elegantemente decorada, donde los invitados se acomodarían. Los murmullos se elevaron mientras todos se dirigían a sus lugares. La cena sería el momento culminante de la noche, donde el compromiso sería anunciado de manera formal ante la sociedad. 

La cena se desarrollaba en medio de una atmósfera solemne y sofisticada. La mesa estaba dispuesta con toda la elegancia que una ocasión de tal magnitud requería: vajilla de porcelana fina, copas de cristal tallado y un centro de mesa hecho con orquídeas blancas y candelabros dorados. Los camareros se movían con destreza y sin hacer ruido, sirviendo los distintos platos mientras los invitados hablaban en murmullos educados. La tensión, sin embargo, era palpable en el aire. Cada invitado parecía medir cada palabra y cada gesto, consciente de la importancia del evento.

Aurore estaba sentada al lado de Alonso, frente a sus padres, Caroline y Peter, y junto a Gregorio y Magdalena. Podía sentir las miradas evaluadoras de todos los presentes, como si intentaran leer su alma a través de cada movimiento y expresión. Alonso, a su lado, mantenía una postura segura, pero Aurore sabía que él también sentía el peso de las expectativas. Peter Johnson, con su presencia imponente, miraba con calma a los invitados, mientras Caroline intentaba suavizar el ambiente con su sonrisa cálida y sus comentarios amables.

En un momento, justo después de que el primer plato fue servido, Peter levantó su copa de vino y se puso de pie, haciendo que el murmullo de conversaciones se desvaneciera lentamente. Los invitados voltearon sus miradas hacia él, esperando sus palabras.

—Queridos amigos y familia —comenzó Peter, su voz resonando con seguridad—, esta noche nos reúne un motivo muy especial. Como muchos de ustedes saben, nuestras familias, han decidido unir sus caminos a través del compromiso de nuestros hijos, Aurore y Alonso. Esta unión representa no solo el amor y la confianza que tenemos en ellos, sino también nuestro deseo de asegurar un futuro próspero para nuestras familias y para quienes nos acompañan.

Aurore sintió el peso de las palabras de su padre, el simbolismo de lo que significaba para ambas familias y para todos los presentes. Miró a Alonso y le sonrió, un gesto sincero que él devolvió con un leve apretón de su mano bajo la mesa, un gesto que pasó desapercibido para los demás pero que la llenó de seguridad.

Gregorio se puso de pie también, alzando su copa junto a Peter.

—Es un honor para nuestra familia compartir este momento con todos ustedes —añadió Gregorio, con su tono solemne y firme—. Esta alianza no solo fortalecerá nuestras familias, sino que también es un mensaje claro de unión y estabilidad. Alonso y Aurore son la promesa de un futuro sólido, y estamos orgullosos de verlos dar este paso juntos.

Los invitados levantaron sus copas, y el sonido del cristal tintineando llenó el aire, seguido por un coro de felicitaciones. Aurore tomó un sorbo de su vino, sintiendo la intensidad de las miradas y la presión que se acumulaba en su pecho. Sabía que esta cena era más que un anuncio; era una declaración de poder, una muestra de fortaleza ante quienes podrían desear su fracaso.

Mientras se desarrollaba la cena, Aurore no pudo evitar lanzar discretas miradas hacia donde estaba Alejandro Campbell. Él también observaba la escena, su expresión era difícil de leer, una mezcla de interés y desafío. Sabía que Alejandro no estaba allí solo para ser un espectador pasivo, y no podía evitar preguntarse qué movimientos tendría planeados para el futuro.

La cena continuó, y aunque las conversaciones fluían con naturalidad, Aurore sentía que cada palabra y cada risa estaba medida, cada interacción era observada por todos con un ojo crítico. Sin embargo, Alonso y ella se mantuvieron firmes, proyectando una imagen de unidad y fortaleza que esperaba pudiera acallar a sus críticos.

Cuando llegó el momento del postre, Caroline tomó la iniciativa de desviar la atención hacia un tema más ameno, comenzando a hablar sobre los detalles de la futura boda. La mención del enlace generó murmullos de entusiasmo entre los invitados, y Aurore pudo notar cómo, poco a poco, la tensión empezaba a suavizarse. La expectativa de una celebración futura parecía relajar el ambiente, aunque fuera solo un poco.

Alonso aprovechó ese momento para inclinarse hacia Aurore y susurrar en su oído.

—Lo estamos haciendo bien. No olvides que estamos juntos en esto. Aurore le dirigió una sonrisa, agradecida por sus palabras. 

Con el ambiente en la cena ya algo relajado gracias a la mención de la boda, los invitados comenzaron a dispersarse hacia diferentes zonas del gran salón. Algunos se movieron hacia la terraza para tomar aire fresco, otros hacia el bar improvisado en una de las esquinas del salón, y algunos se quedaron en la mesa, enfrascados en conversaciones privadas. La velada tomó un carácter más íntimo, lo cual hizo que la presión se aligerara ligeramente para Aurore y Alonso.

Aprovechando la oportunidad, Aurore se levantó de la mesa y se dirigió hacia la terraza, donde podía respirar un poco lejos del bullicio. La brisa nocturna era suave y refrescante, y Aurore se permitió cerrar los ojos por un momento, disfrutando del aire fresco. Mientras intentaba relajarse, escuchó pasos acercándose y, al abrir los ojos, vio a su madre, Caroline, quien se unía a ella en la terraza.

—Sabía que te encontraría aquí —dijo Caroline con una sonrisa cariñosa—. Necesitabas un respiro, ¿no es así?

Aurore asintió, sintiéndose reconfortada por la presencia de su madre.

—Es mucho para procesar, mamá. Toda la atención, las expectativas... No quiero cometer un error.

Caroline se acercó más a ella y le acarició el cabello con ternura.

—Estás haciendo un trabajo maravilloso, querida. Entiendo lo difícil que es todo esto para ti, pero estoy orgullosa de cómo estás manejándolo. Y recuerda, no estás sola en esto. Tienes a Alonso, y también nos tienes a nosotros.

Aurore sonrió, agradecida por las palabras de su madre. Durante un instante, se sintió más segura, consciente de que, aunque esta vida no fuera la que había imaginado, contar con el apoyo de su familia la hacía sentir más fuerte.

—Gracias, mamá. No sé qué haría sin ti —dijo Aurore, abrazándola con fuerza.

Mientras ambas se abrazaban, a lo lejos, Alonso se encontró con Gregorio, quien lo guió a un rincón más apartado del salón, lejos de los oídos curiosos. Gregorio tenía un semblante serio, lo cual hizo que Alonso sintiera un nudo de preocupación formándose en su pecho.

—Hijo, hay algo que debes saber —empezó Gregorio, mirando a Alonso directamente a los ojos—. Hemos recibido información sobre movimientos extraños de la familia Campbell. No es casualidad que Alejandro estuviera hoy aquí. Sabemos que están buscando desestabilizar este compromiso, y es posible que ya hayan comenzado a actuar.

Alonso frunció el ceño, la preocupación evidente en su rostro. Sabía que Alejandro era una amenaza latente, pero escuchar la confirmación de su padre hacía que todo pareciera más real y más cercano de lo que había imaginado.

—¿Qué tipo de movimientos? ¿Estamos en peligro inmediato? —preguntó Alonso, manteniendo la voz baja, pero con un tono de urgencia.

—Aún no lo sabemos con certeza —respondíó Gregorio—. Pero quiero que estés alerta. Esta cena es solo el principio, y necesitamos que tú y Aurore se mantengan unidos, sin mostrar fisuras. La familia Campbell se aprovecharía de cualquier debilidad que puedan percibir.

Alonso asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que su relación con Aurore era más que una simple alianza, y estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para protegerla, tanto a ella como a sus familias.

—No te preocupes, papá. No permitiré que nadie dañe lo que estamos construyendo. Aurore y yo estaremos preparados para cualquier cosa —afirmó Alonso, con una determinación que no dejaba lugar a dudas.

Gregorio le dio una palmada en el hombro y asintió.

—Confío en ti, hijo. Ahora vuelve con Aurore. Ella necesita saber que estás a su lado.

Alonso siguió el consejo de su padre y, con el corazón un poco más pesado, se dirigió hacia la terraza. Al llegar, vio a Aurore junto a Caroline, y su corazón se calmó ligeramente al verla sonreír. Se acercó a ellas, sonriendo también, y extendió su mano hacia Aurore.

—¿Te importa si te la robo por un momento, Caroline? —preguntó Alonso con un tono ligero, buscando aliviar la tensión que sentía.

Caroline sonrió y asintió.

—Por supuesto, Alonso. Cuídala bien —dijo, guiñándole un ojo a su hija antes de dejar a ambos a solas.

Aurore miró a Alonso y pudo ver algo diferente en su expresión, algo que no estaba allí antes. Sabía que había sucedido algo durante la conversación con Gregorio, pero también sabía que, si Alonso quería compartirlo, lo haría cuando estuviera listo.

—¿Todo bien? —preguntó ella, entrelazando sus dedos con los de él.

Alonso asintió y la miró a los ojos.

—Todo bien, Aurore. Solo quería recordarte que no importa lo que pase esta noche o las noches que vengan, protegeré esto —dijo, su voz suave pero llena de convicción.

Aurore sonrió y asintió, apoyando su cabeza en el hombro de Alonso mientras ambos observaban la noche que se extendía frente a ellos. A pesar de los desafíos, sabían que mientras permanecieran juntos, podrían enfrentarse a cualquier cosa que el futuro les tuviera preparado.

La atmósfera en la sala principal había cambiado aún más cuando Aurore y Alonso regresaron de la terraza. Había una mezcla de relajación y tensión en el aire, como si la noche se balanceara al borde de algo importante. Muchos invitados seguían conversando, pero la energía había cambiado. Los más cercanos a las familias podían sentir que, a pesar de la sonrisa y el ambiente distendido, había algo más ocurriendo bajo la superficie.

Aurore y Alonso caminaron hacia el centro de la sala, donde Peter Johnson y Gregorio López se encontraban hablando. Ambos patriarcas dirigieron una mirada a la joven pareja cuando se acercaron, y Gregorio fue el primero en sonreír.

—¡Ah, ahí están! Justo hablábamos sobre ustedes —dijo Gregorio, intentando aliviar la tensión con una sonrisa que, aunque sincera, no lograba ocultar del todo la seriedad en sus ojos.

Peter asintió, observando cómo Aurore se acercaba a su lado.

—Alonso, Aurore, esta noche es importante para nuestras familias y para la seguridad de nuestro futuro. La alianza que estamos anunciando formalmente hoy es algo que debemos proteger —dijo Peter, su voz profunda llenando el espacio—. No duden en acercarse a nosotros si hay algo que necesiten o si se sienten inseguros. Estamos aquí para apoyarles.

Aurore asintió, agradecida por el apoyo implícito de su padre. Había algo tranquilizador en saber que, aunque había tensiones y riesgos alrededor, no estaban solos en esta lucha. Alonso también asintió, intercambiando una mirada con Gregorio.

—Lo sabemos, y agradecemos el apoyo de ambos —dijo Alonso—. Aurore y yo estamos comprometidos a hacer que esto funcione y a proteger lo que estamos construyendo.

Peter colocó una mano en el hombro de Alonso, una muestra de confianza que era más significativa de lo que aparentaba.

—Eso es lo que quería escuchar. Hay muchas personas que nos observan, y algunas no están aquí para celebrar —agregó Peter con un tono que dejaba clara la amenaza latente—. Mantengan los ojos abiertos, pero recuerden que la verdadera fuerza de esta alianza está en ustedes dos.

Con esas palabras, los dos patriarcas se apartaron, dejándolos a solas de nuevo. Aurore miró a Alonso, sabía que esa cena de gala era solo el principio, una demostración de poder para quienes estuvieran dispuestos a desafiar la unión de las dos familias.

Antes de que pudieran intercambiar palabras, una voz conocida irrumpió en la conversación. Alejandro Campbell, con una sonrisa ladeada y un tono que destilaba una combinación de sarcasmo y cordialidad, se acercó a ellos, sosteniendo una copa de vino.

—¡Aurore, Alonso! No podía dejar pasar la oportunidad de felicitarlos formalmente —dijo Alejandro, inclinándose ligeramente en un ademán exagerado. Sus ojos oscuros se clavaron en los de Alonso, como si buscara provocar una reacción.

Alonso, consciente de que todos los ojos en la sala podían estar sobre ellos, sonrió, aunque el gesto no alcanzó sus ojos.

—Gracias, Alejandro. Espero que disfrutes la velada —dijo Alonso, manteniendo un tono neutro.

Alejandro sonrió más ampliamente, y luego se volvió hacia Aurore.

—Espero que estés preparada para lo que vendrá, Aurore. Los López tienen un legado bastante pesado que llevar sobre los hombros. Pero tú pareces tener la fuerza suficiente —comentó, como si estuviera poniendo a prueba su determinación.

Aurore mantuvo la compostura y le devolvió la sonrisa, pero sus ojos reflejaban la firmeza de alguien que no estaba dispuesta a dejarse intimidar.

—Gracias por tu preocupación, Alejandro. Estoy más que lista para enfrentar lo que venga. Alonso y yo estamos decididos —respondió, su voz segura y sin temblor alguno.

Por un instante, los ojos de Alejandro se entrecerraron, como si estuviera evaluando cada palabra que había dicho. Luego, con un encogimiento de hombros, levantó su copa en un brindis y se alejó, perdiéndose entre los demás invitados.

Alonso dejó escapar un suspiro una vez que Alejandro se fue. Sentía la tensión en cada músculo de su cuerpo, pero la presencia de Aurore a su lado le daba la fortaleza que necesitaba para mantener la calma.

—No dejes que te afecte —dijo Aurore en voz baja, mirando a Alonso—. Está aquí para provocarnos, pero no podemos permitir que tenga ese poder sobre nosotros.

Alonso asintió, mirando a Aurore con una mezcla de agradecimiento y admiración.

—Tienes razón. Gracias, Aurore. Es solo que a veces... Él sabe exactamente dónde golpear —admitió Alonso, relajando un poco los hombros.

—Lo sé. Pero estamos juntos en esto, y no vamos a dejar que él ni nadie interfiera —respondió Aurore, apretando ligeramente la mano de Alonso.

La pareja se miró a los ojos durante un momento, y Alonso finalmente sonrió, una sonrisa genuina que reflejaba la seguridad que sentía gracias al apoyo de Aurore. Mientras la música suave continuaba de fondo y las risas y charlas de los invitados llenaban el gran salón, Alonso supo que, a pesar de todas las amenazas y los desafíos, había algo real y fuerte entre ellos que valía la pena proteger.

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