La luz del sol se filtraba por la ventana, bañando la habitación de Aurore con un cálido resplandor matutino. Sentada frente a su escritorio, Aurore intentaba concentrarse en su proyecto de historia del arte. Frente a ella, una serie de fotografías y bocetos se apilaban, cada uno parte de su próxima exposición. Sin embargo, sus pensamientos se desviaban constantemente hacia el compromiso impuesto y la inevitable interacción que tendría con Alonso el fin de semana siguiente. Era como si una nube oscura hubiera empezado a proyectarse sobre su vida, haciéndola sentir atrapada en un destino que no había elegido.
Dejó escapar un suspiro frustrado y se levantó de la silla, caminando hacia la ventana para tratar de despejar su mente. La vista del jardín, con sus flores coloridas y el aire fresco de la mañana, siempre había sido su refugio, un lugar donde podía encontrar consuelo. Pero hoy, ni siquiera el paisaje podía calmar la sensación de ansiedad que crecía en su interior. Pensar en Alonso, en su actitud fría y en las expectativas de sus familias, hacía que todo el entusiasmo por su exposición se desvaneciera.
Aurore se preguntaba cómo sería pasar tiempo con él de nuevo, pero en un ambiente más íntimo, lejos de la formalidad de la primera reunión. ¿Cómo sería hablar con alguien que parecía tan distante? Recordó la mirada que intercambiaron en la mansión de su familia, esa mirada llena de una resignación similar a la suya. Era casi imposible imaginar que algo bueno pudiera salir de esa situación.
La puerta de su habitación se abrió suavemente, y Caroline entró con una taza de té en la mano. La madre de Aurore llevaba una expresión preocupada en el rostro, y su voz era suave cuando habló.
—Querida, pensé que esto podría ayudarte —dijo, entregándole la taza. Aurore la tomó con una sonrisa forzada y se dejó caer sobre el sillón junto a la ventana.
—Gracias, mamá —respondió, mirando la taza sin mucho interés antes de dirigir su mirada al jardín. Caroline se acercó a ella, acariciándole el cabello con ternura.
—Sé que esto no es lo que querías, Aurore, pero te prometo que todo saldrá bien —dijo Caroline, intentando sonar optimista. Aurore sintió un nudo en la garganta mientras escuchaba las palabras de su madre.
—¿Y si no quiero que salga bien? —preguntó Aurore en un susurro—. ¿Y si no quiero adaptarme a esto, mamá? No sé si estoy lista para todo lo que implica.
Caroline la observó durante un momento antes de responder.
—No tienes que estar lista, querida. Solo tienes que ser valiente. A veces, la vida nos pide más de lo que creemos que podemos dar, pero es entonces cuando encontramos nuestra verdadera fuerza —le dijo, apretando con suavidad su hombro.
Aurore asintió lentamente, intentando procesar las palabras de su madre. Sabía que Caroline estaba intentando apoyarla, pero era difícil ver esta situación como una oportunidad cuando sentía que le estaban robando su libertad. Sin embargo, sabía que no tenía más opción que seguir adelante, aunque fuera por el bien de su familia.
—No es justo —murmuró Aurore, sin poder contener la frustración—. Todo lo que quería era tener una vida normal, dedicarme a mis estudios, a mi arte... y ahora todo eso parece secundario, como si ya no importara.
Caroline la miró con tristeza y suspiró.
—Lo sé, querida. Pero a veces la vida nos lleva por caminos que no esperábamos, y aunque no podamos controlar todo lo que sucede, sí podemos controlar cómo reaccionamos. Y tú eres fuerte, Aurore. Siempre lo has sido.
Aurore intentó sonreír, aunque sus labios apenas se curvaron. Sabía que su madre intentaba ayudarla, pero nada de lo que le dijeran parecía suficiente para aliviar la ansiedad que sentía. Se sentía atrapada, y la incertidumbre sobre lo que vendría no hacía más que empeorar la situación.
De repente, el sonido de su teléfono rompió el silencio de la habitación. Aurore dejó la taza sobre la mesa y caminó hacia el escritorio para recoger el teléfono. Al ver el nombre de Alonso en la pantalla, su corazón se aceleró. Caroline observó el gesto de su hija y le sonrió suavemente antes de salir de la habitación, dándole privacidad.
Aurore dudó un momento antes de contestar. Respiró hondo, tratando de calmar sus nervios, y deslizó el dedo para responder.
—Hola —dijo, intentando que su voz sonara tranquila.
—Hola, Aurore, soy Alonso —respondió la voz al otro lado de la línea. Su tono era formal y distante, como ella había esperado. Hubo un breve silencio antes de que Alonso continuara—. Quería hablar contigo sobre el próximo fin de semana. Mis padres han organizado un almuerzo para que podamos pasar el día juntos y comenzar a conocernos mejor.
Aurore se mordió el labio, sintiendo cómo la ansiedad regresaba al escuchar las palabras de Alonso. Sabía que esto era inevitable, pero escuchar la formalidad con la que él hablaba hacía que todo pareciera aún más irreal.
—Sí, claro —respondió Aurore—. Estoy al tanto de los planes. Estaré allí a la hora que me indiquen.
—Perfecto. Espero que podamos aprovechar este tiempo para que todo sea lo más llevadero posible —dijo Alonso, y aunque sus palabras eran educadas, no había calidez en ellas. Parecía tan resignado como ella.
—Eso espero —respondió Aurore con un intento de sonrisa, aunque sabía que Alonso no podía verla. Quería decir algo más, algo que pudiera aliviar la tensión entre ellos, pero las palabras se le escapaban, y lo único que quedaba era el silencio incómodo que parecía alargarse entre ambos.
Hubo un momento en que Aurore pensó en preguntar algo más, tal vez sobre cómo se estaba sintiendo él, pero la duda la paralizó. No estaba segura de si quería saber la respuesta, de si estaba lista para escuchar la confirmación de que ambos estaban igual de atrapados y desesperanzados.
—Entonces, nos vemos pronto —dijo Alonso finalmente, y antes de que Aurore pudiera responder, la llamada terminó.
Aurore dejó escapar un largo suspiro, mirando el teléfono en su mano. Había algo en la voz de Alonso que le hacía sentir que él tampoco estaba feliz con todo esto, y eso la hacía sentirse un poco menos sola. Pero al mismo tiempo, la frialdad con la que había manejado la llamada le recordaba lo lejos que estaban de poder conectarse realmente. Eran dos extraños obligados a compartir un futuro incierto, y la idea de tener que construir algo con tan poca base la llenaba de miedo.
Volvió a sentarse frente a su escritorio, mirando los bocetos que había intentado trabajar antes de la llamada. Sabía que debía seguir adelante con sus proyectos, encontrar una manera de mantener su pasión viva a pesar de las circunstancias. Pero en ese momento, todo parecía demasiado complicado, y lo único que podía hacer era respirar hondo y prepararse para lo que vendría.
Cerró los ojos por un momento, intentando encontrar algo de paz en medio del caos que se había vuelto su mente. Recordó los momentos en que trabajar en sus proyectos de arte le traía alegría, la emoción de crear algo propio, algo que pudiera compartir con el mundo. Quería aferrarse a esos sentimientos, aunque parecieran tan lejanos ahora. Sabía que de alguna manera debía encontrar la manera de mantener ese fuego encendido.
El ruido de la ciudad se filtraba a través de los ventanales de la oficina de Alonso, acompañando el constante golpeteo al escribir con el teclado. Alonso estaba sentado detrás de su escritorio, intentando concentrarse en los documentos que tenía delante. Sin embargo, las palabras parecían perder sentido a medida que sus pensamientos vagaban hacia su compromiso con Aurore. Aunque intentaba mantenerse enfocado en su trabajo, la realidad del futuro que le esperaba lo distraía, llenándolo de preguntas que no podía ignorar.
Había aceptado el compromiso sin discutir, porque sabía que no tenía otra opción. Las expectativas de su familia eran claras, y Alonso siempre había hecho lo que se esperaba de él. Pero había algo en todo esto que lo hacía sentir diferente. Quizás era la manera en que Aurore lo miraba, la forma en que sus ojos grises reflejaban la misma mezcla de resignación y desafío que él sentía en su interior. Sabía que ella no había pedido esto, y aunque él tampoco lo había hecho, ambos estaban atrapados en un juego que iba mucho más allá de sus deseos personales.
Alonso sabía que la responsabilidad hacia la familia lo definía. Desde pequeño, le habían inculcado que sus deseos siempre debían quedar en segundo plano frente al bienestar del legado familiar. Había asistido a reuniones y negociaciones que ni siquiera comprendía a su edad, siendo testigo del peso que significaba ser un López. En esos momentos, el compromiso con Aurore se le presentaba como otro sacrificio más, uno que simplemente debía aceptar. Pero, a diferencia de otros sacrificios, este afectaba la parte más personal de su vida, algo que le resultaba difícil de aceptar por completo.
La puerta de la oficina se abrió sin previo aviso, y Berenice, su hermana menor, entró con su típica energía. Llevaba el uniforme de su escuela, y sus ojos oscuros se enfocaron en Alonso con una mezcla de curiosidad y preocupación. Alonso levantó la vista, permitiéndose una pequeña sonrisa al verla.
—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en clase? —preguntó, tratando de sonar serio, pero sin poder ocultar el afecto que sentía por su hermana.
Berenice se acercó y se sentó en el borde del escritorio, ignorando la formalidad de la oficina. Tomó uno de los papeles que Alonso tenía frente a él y lo miró sin mucho interés antes de dejarlo a un lado.
—Tenía un descanso, y quería venir a verte. Papá me dijo que la chica, Aurore, va a venir este fin de semana. ¿Es cierto? —preguntó, mirándolo directamente a los ojos.
Alonso asintió lentamente, dejando escapar un suspiro. No quería hablar del compromiso, pero sabía que su hermana estaba preocupada, y no podía simplemente evadir el tema.
—Sí, Aurore vendrá este fin de semana. Pasaremos el día juntos, en la casa, como parte del compromiso —dijo, manteniendo su voz tranquila y sin emoción.
Berenice frunció el ceño, su disgusto evidente.
—No me gusta esto, Alonso. No entiendo por qué tienes que hacerlo. Ni siquiera la conoces. ¿Y si es una persona horrible? —dijo, cruzando los brazos sobre el pecho, mostrando una mezcla de rebeldía y preocupación.
Alonso se levantó de su silla y caminó hacia la ventana, mirando la ciudad que se extendía frente a él. Era difícil explicar la situación a alguien tan joven como Berenice, que aún no comprendía del todo las complejidades del poder y las responsabilidades familiares. A veces, él mismo deseaba no comprenderlas.
—No se trata de si ella es buena o mala, Berenice. Se trata de lo que es mejor para la familia. Esto va más allá de lo que queremos. Hay cosas que simplemente no podemos evitar —dijo, manteniendo la vista fija en el horizonte.
Berenice lo observó en silencio durante un momento, antes de deslizarse del escritorio y caminar hacia él. Se detuvo a su lado, mirando también la ciudad con expresión pensativa.
—Pero no es justo para ti, Alonso. Ni para ella. ¿No crees que deberían poder elegir? —preguntó en voz baja, casi como si estuviera hablando consigo misma.
Alonso cerró los ojos por un instante, dejando que las palabras de su hermana resonaran en su mente. Claro que lo sabía. Claro que deseaba poder elegir, poder decidir qué hacer con su vida. Pero ya había aceptado que sus deseos siempre estarían subordinados a lo que su familia necesitara de él.
—No siempre podemos elegir, Berenice. A veces, lo único que podemos hacer es intentar sacar lo mejor de lo que tenemos —dijo, con una voz más suave, mirando a su hermana con ternura—. Y eso es lo que haré. Intentaré conocer a Aurore y hacer que esto funcione de la mejor manera posible.
Berenice suspiró, sin parecer convencida, pero no dijo nada más. Se limitó a asentir y abrazó a su hermano, rodeándolo con sus brazos con un gesto de apoyo que Alonso no sabía cuánto necesitaba hasta ese momento. Él le devolvió el abrazo, sintiendo un nudo en la garganta que apenas logró controlar. Sabía que tenía que ser fuerte, no solo por la familia, sino también por su hermana, que siempre había confiado en él.
En ese momento, el teléfono de Alonso vibró sobre el escritorio, y Berenice se separó de él, mirándolo con curiosidad mientras Alonso regresaba a su lugar. Vio el nombre de Aurore en la pantalla, y por un momento, su corazón se aceleró. Era un mensaje breve, confirmando su llegada para el fin de semana. No había nada especial en el contenido, pero el simple hecho de recibirlo hizo que algo dentro de él se removiera.
—¿Es ella? —preguntó Berenice, notando la expresión de su hermano.
Alonso asintió, dejando el teléfono a un lado y tratando de recuperar su compostura.
—Sí, es Aurore. Está confirmando los planes para el fin de semana —respondió, intentando sonar indiferente, aunque no podía evitar sentir una mezcla de ansiedad y curiosidad.
Berenice lo miró por un momento antes de sonreír levemente.
—Tal vez no sea tan malo, Alonso. Tal vez saques algo bueno en todo esto —dijo, aunque su voz aún cargaba un toque de escepticismo.
Alonso sonrió de vuelta, aunque era una sonrisa cargada de resignación.
—Eso espero,eso espero —respondió, antes de volver la vista a los documentos sobre su escritorio, tratando de enfocarse nuevamente en el trabajo.
Berenice se quedó un momento más, mirándolo con ojos llenos de preocupación. Finalmente, se inclinó hacia él y le dio un último abrazo antes de salir de la oficina. Alonso se quedó mirando el teléfono por un momento más, pensando en el mensaje de Aurore. No podía negar que había algo en ella que le intrigaba, algo que iba más allá del compromiso impuesto. Tal vez, solo tal vez, había una oportunidad de encontrar algo real en medio de todo esto. Pero aún era pronto para saberlo.
El sol de la mañana iluminaba la mansión de los López, dándole un aire casi majestuoso mientras el personal se apresuraba a preparar todo para la llegada de Aurore. Alonso estaba en la sala principal, observando cómo los empleados arreglaban cada detalle, desde las flores frescas hasta la disposición de la vajilla de porcelana. Todo debía estar perfecto. El ambiente era tenso, cargado de expectativas, y Alonso no podía evitar sentir la presión que le imponía el deber familiar. El compromiso debía verse impecable, y cada elemento de la casa debía reflejar la armonía y el poder de la familia López.Gregorio entró a la sala con pasos firmes, inspeccionando el trabajo de los empleados. Alonso lo observó por el rabillo del ojo, esperando las instrucciones de su padre, que no tardaron en llegar.
—Quiero que todo esté perfecto para la llegada de Aurore. Este no es solo un compromiso, Alonso. Es una demostración de nuestra capacidad de cumplir con lo que prometemos —dijo Gregorio con voz firme mientras recorría la sala con la mirada.
Alonso asintió, sus manos entrelazadas detrás de su espalda. Había escuchado esas palabras en más de una ocasión, y entendía el peso de lo que se esperaba de él. El compromiso con la familia Johnson no solo era una alianza personal, sino también una política. Era una oportunidad para afianzar el poder que los López habían construido durante décadas.
—Todo estará listo, papá. Me aseguraré de ello —respondió Alonso, con una voz segura que ocultaba la ansiedad que lo carcomía por dentro.
Gregorio lo miró por un momento, evaluándolo, antes de asentir y dar media vuelta para continuar con sus inspecciones. Alonso se quedó allí, observando cómo el personal seguía trabajando, moviéndose de un lado a otro como piezas de un engranaje bien aceitado. Por fuera, todo parecía bajo control, pero por dentro, Alonso sabía que este fin de semana sería crucial. No solo porque tendría que pasar más tiempo con Aurore, sino porque cada interacción, cada gesto y cada palabra serían observados y juzgados, tanto por su padre como por los demás miembros de la familia.
Mientras caminaba hacia la cocina para revisar el menú, Alonso reflexionaba sobre la situación en la que se encontraba. No podía negar que, en el fondo, había algo de curiosidad en él respecto a Aurore. La idea de pasar el fin de semana juntos, aunque impuesta, también representaba una oportunidad para conocerla mejor. Hasta ahora, todo lo que sabía de ella eran detalles superficiales, pero tal vez, si lograba ver más allá de las formalidades, podría encontrar algo que le ayudara a sobrellevar el compromiso. Quizás Aurore también compartía sus miedos y sus dudas, y si ambos se permitían abrirse un poco, tal vez podrían encontrar un punto de conexión.
Al llegar a la cocina, Alonso se encontró con Elena, la encargada de la cocina, que estaba coordinando a su equipo para preparar un menú que reflejara la elegancia y el refinamiento de la familia López. Alonso se acercó a ella, mirando los ingredientes que se encontraban sobre la mesa.
—¿Todo está listo para el almuerzo de mañana, Elena? —preguntó, su tono calmado, aunque sus ojos reflejaban la preocupación que sentía por cada detalle.
Elena levantó la vista y sonrió con seguridad.
—Todo estará perfecto, joven Alonso. Estamos preparando una selección de platos que resaltan lo mejor de nuestra cocina. No tiene de qué preocuparse —respondió ella, con una confianza que le permitió a Alonso relajarse un poco.
—Gracias, Elena. Aprecio mucho el esfuerzo que todos están haciendo —dijo Alonso, asintiendo antes de girarse para salir de la cocina. Mientras caminaba por el pasillo, no pudo evitar pensar en cómo cada persona en la casa parecía tener más fe en el éxito de este compromiso que él mismo.
La tarde avanzó y Alonso se retiró a su habitación para cambiarse y prepararse para la cena familiar que tendría lugar esa noche. Era una de esas cenas en las que toda la familia se reunía para discutir los asuntos importantes, y el compromiso con los Johnson sería, sin duda, el tema principal. Se paró frente al espejo, ajustando el cuello de su camisa y mirando su propio reflejo. Por un momento, no vio al joven seguro que todos esperaban ver; en su lugar, vio a un hombre lleno de dudas, atrapado en una vida que no había elegido.
El sonido de la puerta golpeó suavemente, y Alonso se volvió para ver a su madre, Magdalena, entrando en la habitación. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, y su expresión reflejaba tanto preocupación como cariño. Se acercó a Alonso y puso una mano sobre su hombro.
—¿Estás listo para mañana? —preguntó, observando su rostro en el espejo.
Alonso asintió, aunque su mirada seguía fija en su reflejo.
—Estoy listo, mamá. Sé lo que se espera de mí —respondió, su voz tranquila, aunque cargada de un matiz de resignación.
Magdalena lo miró en silencio antes de darle una sonrisa suave. Sabía lo mucho que Alonso sacrificaba por la familia, y aunque entendía la importancia del compromiso, también era consciente del peso que esto ponía sobre los hombros de su hijo.
—Solo recuerda que, aunque esto sea un deber, también es una oportunidad para ti. Quizás encuentres algo en Aurore que te sorprenda. Dale una oportunidad —dijo, apretando suavemente su hombro antes de soltarlo.
Alonso giró la cabeza para mirar a su madre, sus ojos mostrando una mezcla de emoción y cansancio.
—Lo intentaré, mamá. Prometo que lo intentaré —dijo, y aunque sus palabras eran sinceras, no podía evitar sentir que ese intento sería más difícil de lo que quería admitir.
Magdalena sonrió y le dio un beso en la mejilla antes de salir de la habitación. Alonso se quedó solo, mirando nuevamente su reflejo en el espejo. Suspiró profundamente y se puso la chaqueta antes de dirigirse hacia el comedor. Sabía que la cena sería un recordatorio más de lo que estaba en juego, pero estaba decidido a hacer lo que fuera necesario.
El comedor de la mansión estaba decorado con una elegancia sobria. La mesa, larga y pulida, estaba preparada con vajilla de porcelana y cubertería de plata que reflejaban la luz cálida de los candelabros que colgaban del techo. Los miembros de la familia comenzaron a tomar asiento, cada uno ocupando su lugar habitual, mientras el silencio inicial se llenaba con el murmullo de los empleados sirviendo las bebidas. Alonso se sentó a la derecha de su padre, Gregorio, con la mirada fija en la mesa, intentando mantener la calma.
Gregorio, en la cabecera, levantó la vista y dirigió una mirada significativa hacia Alonso. Era una de esas miradas que, sin palabras, le recordaban la importancia del compromiso que tenían por delante. Magdalena, al otro lado de la mesa, intentaba aligerar el ambiente con comentarios sobre el día, preguntando a sus otros hijos sobre sus actividades. Sin embargo, la atmósfera seguía cargada de expectativas, y todos sabían que el tema principal aún no se había tocado.
Finalmente, Gregorio aclaró su garganta, captando la atención de todos en la mesa. El murmullo cesó, y el silencio se volvió casi palpable.
—Mañana es un día importante para nuestra familia —dijo Gregorio, su voz firme y clara, resonando en el comedor—. La familia Johnson vendrá, y con ello, sellaremos un compromiso que representa mucho para nuestra familia. Es un paso hacia la estabilidad y el fortalecimiento de nuestras relaciones.
Todos asintieron, pero fue Alonso quien sintió el peso de cada una de esas palabras. Gregorio volvió la vista hacia él, como si buscara alguna afirmación de su parte.
—Sé que esto no es fácil para ti, Alonso. Pero confío en tu capacidad para afrontar este desafío. Nuestra familia siempre ha sabido anteponer el deber a los deseos personales —continuó Gregorio con sus ojos clavados en los de su hijo.
Alonso asintió lentamente, sintiendo que todos los ojos de la mesa se posaban sobre él. Era como si la presión de las expectativas de cada miembro de su familia se sumara al peso que ya llevaba sobre sus hombros. Sabía lo que se esperaba de él, y sabía que no podía permitirse fallar.
—Lo entiendo, papá. Mañana haré lo que se espera de mí —respondió Alonso, con una voz firme que ocultaba la inseguridad en su interior.
Magdalena sonrió suavemente y levantó su copa.
—Por Alonso y por el futuro que todos estamos construyendo juntos —dijo, intentando inyectar algo de positividad al ambiente. Los demás levantaron sus copas, y el tintineo de los cristales llenó el silencio.
—Por la familia —repitieron todos al unísono.
Después del brindis, la conversación se tornó más ligera, moviéndose hacia asuntos menos tensos, aunque la sombra del compromiso con la familia Johnson seguía presente, como un recordatorio constante. Alonso intentó participar en las charlas, pero su mente volvía una y otra vez al día siguiente, a la llegada de Aurore y a lo que eso implicaba. Intentaba imaginar cómo sería, cómo se sentiría estar junto a ella en un ambiente más cercano, sin la formalidad de la primera reunión.
Mientras los empleados servían el primer plato, Berenice, le dedicó una sonrisa de ánimo. Ella siempre había sido su apoyo incondicional, y aunque no compartiera el entusiasmo por el compromiso, quería mostrarle que estaba con él. Alonso le devolvió la sonrisa, apreciando el gesto de su hermana. Necesitaba esa pequeña chispa de apoyo en medio de todo lo que estaba sucediendo.
—Hermano, seguro que mañana todo irá bien —dijo Berenice en voz baja, aprovechando un momento en el que Gregorio estaba ocupado hablando con Magdalena—. No dejes que papá te haga sentir que estás solo en esto.
Alonso la miró a los ojos y asintió, conmovido por las palabras de su hermana.
—Gracias, Berenice. Eso significa mucho para mí —respondió, intentando que su voz no reflejara la emoción que sentía.
La cena continuó sin mayores sobresaltos, y cuando finalmente llegó el momento del postre, la tensión en el ambiente parecía haber disminuido ligeramente. Sin embargo, Alonso seguía sintiendo la carga de lo que se esperaba de él. Sabía que, en cuanto se retirara a su habitación, los pensamientos sobre el día siguiente volverían con fuerza, y que tendría que prepararse mentalmente para enfrentar lo que venía.
Al finalizar la cena, Gregorio se levantó y miró a su familia con una expresión de determinación.
—Mañana será un gran día para todos nosotros. Descansen bien y estén listos para recibir a la familia Johnson. Confío en cada uno de ustedes —dijo, antes de abandonar el comedor.
Magdalena se acercó a Alonso y lo abrazó con ternura, susurrándole al oído.
—Recuerda, hijo, no importa lo que suceda mañana. Estoy orgullosa de ti.
Alonso cerró los ojos por un momento, dejando que el abrazo de su madre lo reconfortara. Luego, asintió y se separó de ella, dedicándole una sonrisa agradecida antes de dirigirse hacia su habitación. Sabía que la verdadera prueba aún estaba por comenzar, y que necesitaría toda la fuerza que pudiera reunir para enfrentarse al futuro que le habían impuesto.
Mientras caminaba por el pasillo en dirección a su habitación, Alonso se permitió un momento de vulnerabilidad, apoyándose contra la pared y dejando escapar un suspiro profundo. Se sentía como un actor en una obra cuyo guión no había elegido, obligado a interpretar un papel que no sabía si quería desempeñar. Pero, aunque no pudiera controlar las circunstancias, aún podía decidir cómo enfrentarlas. Y, con ese pensamiento, se enderezó y continuó su camino, dispuesto a dar lo mejor de sí, sin importar lo que eso significara.
La mañana del día siguiente llegó con un cielo despejado, y el sol brillando sobre la mansión, Alonso se encontraba en la sala principal, revisando los últimos detalles. El ambiente estaba cargado de una mezcla de nerviosismo y expectación que parecía impregnar cada rincón de la casa. Los empleados terminaban de colocar los arreglos florales, ajustaban los cojines del mobiliario y repasaban la vajilla una vez más. Todo estaba listo para recibir a Aurore.
Alonso se movía por la sala, comprobando una y otra vez cada detalle, como si de ello dependiera el éxito del encuentro. En realidad, no era sólo la perfección lo que buscaba, sino también una forma de ocupar su mente, de distraerse del inevitable momento que estaba por venir. No sabía exactamente qué esperar de la llegada de Aurore, pero una parte de él esperaba que este segundo encuentro pudiera ser más llevadero que el primero. Esperaba, al menos, que pudieran encontrar un terreno común sobre el cual construir algo, aunque fuera una leve cordialidad.
Magdalena apareció en la sala, vestida elegantemente para la ocasión. Observó a su hijo y se acercó a él con una sonrisa suave.
—Todo se ve maravilloso, Alonso. Has hecho un buen trabajo —dijo, colocando una mano en su brazo. Alonso se relajó un poco ante el gesto de su madre y le devolvió la sonrisa, aunque aún había una tensión visible en su expresión.
—Gracias, mamá. Solo quiero que todo salga bien —respondió, dejando escapar un suspiro. Magdalena lo observó en silencio durante un momento, y luego le dio un pequeño apretón en el brazo.
—Lo hará. A veces, las cosas salen mejor de lo que imaginamos —dijo ella, tratando de infundirle algo de confianza. Alonso asintió, queriendo creer en sus palabras.
El sonido de un coche acercándose captó la atención de ambos. Alonso miró por la ventana y vio el vehículo negro acercándose por el camino de entrada. Su corazón comenzó a latir con más fuerza mientras observaba cómo el coche se detenía frente a la mansión. Aurore había llegado.
El chofer abrió la puerta trasera, y Aurore salió del coche con una expresión serena, aunque Alonso podía notar una leve tensión en su postura. Llevaba un vestido elegante de color claro, que combinaba perfectamente con el entorno. Se veía sofisticada, pero también había algo en su semblante que sugería que estaba fuera de su zona de confort, que esto no era algo que le resultara natural.
Magdalena sonrió y se acercó a la puerta para recibirla, seguida de Alonso. Cuando Aurore subió los escalones hacia la entrada, se encontraron con la sonrisa acogedora de Magdalena.
—Bienvenida, Aurore. Es un placer tenerte aquí —dijo Magdalena, estrechándole la mano con calidez. Aurore sonrió levemente, intentando mostrar confianza.
—Gracias, señora López. Es un honor estar aquí —respondió Aurore, con una voz tranquila pero cargada de formalidad. Luego, sus ojos se encontraron con los de Alonso, y por un momento, ambos se estudiaron en silencio.
—Aurore, me alegra verte de nuevo —dijo Alonso, acercándose para saludarla. Aurore asintió ligeramente, sus ojos no abandonaron los de él.
—Igualmente, Alonso —respondió, intentando mantener la compostura. Había algo en la manera en que se miraban, una mezcla de curiosidad y precaución, como si ambos estuvieran intentando leer algo más allá de las apariencias.
Magdalena los guió hacia el interior de la casa, haciendo comentarios sobre la decoración y el clima, tratando de suavizar la atmósfera tensa que se había instalado. Aurore escuchaba atentamente, asintiendo y respondiendo de manera cortés, mientras sus ojos se movían por el lugar, tomando nota de cada detalle. La mansión de los López era imponente, con techos altos y una decoración clásica que transmitía lujo y poder.
Finalmente, llegaron a la sala principal, donde un par de empleados habían preparado té y aperitivos para hacer la llegada más amena. Magdalena los invitó a sentarse, y se disculpó por un momento, dejándolos a solas. Alonso tomó asiento frente a Aurore, notando la tensión que aún parecía flotar en el aire. Se dio cuenta de que, si quería que esta situación fuera más llevadera, tendría que tomar la iniciativa para romper el hielo.
—Espero que el viaje haya sido cómodo —dijo Alonso, intentando sonar relajado, aunque su tono era un poco más formal de lo que hubiera querido.
Aurore asintió, tomando una taza de té entre sus manos.
—Sí, fue un viaje tranquilo. Gracias por la invitación —respondió ella, manteniendo la vista en la taza por un segundo antes de levantarla y mirarlo a los ojos.
Alonso se tomó un momento antes de hablar de nuevo. Quería encontrar algo que pudiera hacer la conversación menos rígida, algo que pudiera mostrarle que, aunque esta situación era difícil, él también estaba dispuesto a hacer un esfuerzo.
—Sé que todo esto puede resultar un poco... intimidante —dijo finalmente, sus palabras elegidas con cuidado—. Pero me gustaría que pudiéramos encontrar una forma de conocernos mejor, sin sentirnos tan presionados por nuestras familias.
Aurore lo miró, claramente sorprendida por sus palabras. No había esperado que Alonso se mostrara tan abierto. Después de un momento, sonrió, y algo en su expresión pareció suavizarse.
—Eso sería agradable, Alonso. Creo que ambos estamos aquí porque no tenemos otra opción, pero si podemos hacer que esto sea más llevadero, me gustaría intentarlo —dijo, su voz sonando más honesta que antes.
Alonso asintió, sintiendo cómo la tensión entre ellos comenzaba a disiparse, aunque fuera solo un poco. Ambos estaban en la misma situación, y aunque no la habían elegido, quizás había una oportunidad de encontrar algo más allá de las obligaciones impuestas.
—¿Te gustaría dar un paseo por el jardín? —preguntó Alonso, señalando hacia las puertas que daban al exterior—. Es uno de mis lugares favoritos de la casa, y creo que podría ser un buen lugar para conversar más tranquilamente.
Aurore asintió, dejando la taza de té sobre la mesa antes de ponerse de pie.
—Claro, me encantaría —respondió, y ambos se dirigieron hacia el jardín.
El aire fresco los envolvió cuando salieron al exterior, y el sol brillaba suavemente sobre las flores que decoraban los senderos. Caminaban uno junto al otro, al principio en silencio, pero poco a poco comenzaron a hablar, compartiendo detalles sobre sus vidas que no habían tenido oportunidad de mencionar antes. Alonso le contó a Aurore sobre su pasión por la música, algo que había quedado relegado debido a sus responsabilidades, y Aurore habló sobre su amor por el arte y los proyectos en los que estaba trabajando.
A medida que conversaban, Alonso notó algo en Aurore que no había visto antes: una determinación y una pasión que se escondían detrás de su apariencia serena. Ella también parecía notar algo en él, algo más allá de la fachada fría y controlada que había mostrado en su primer encuentro. Era como si, por un momento, ambos pudieran ver más allá de las expectativas de sus familias y encontrarse como dos personas que, a pesar de todo, tenían sueños y deseos propios.
El paseo se extendió por más tiempo del que Alonso había imaginado. Se encontraron sentados en un banco al final del jardín, con Aurore riendo suavemente por una anécdota que Alonso había compartido sobre su infancia. Él sonrió, sintiendo un calor que hacía mucho tiempo no experimentaba. Había algo en esa tarde que lo hacía sentir que, tal vez, todo esto podría ser diferente de lo que había esperado.
El sol comenzaba a bajar en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Los colores del atardecer parecían envolverlos en una atmósfera de calma y serenidad. Alonso se detuvo un momento para admirar el paisaje, mientras Aurore también levantaba la vista al cielo, observando la belleza del atardecer con una expresión de paz. Era un instante que parecía estar fuera del tiempo, un pequeño respiro en medio de toda la presión que ambos sentían.
Magdalena apareció en la puerta del jardín, llamándolos para que volvieran al interior de la casa. Aurore y Alonso se miraron antes de ponerse de pie, y mientras caminaban de regreso, ambos sabían que, aunque el compromiso seguía siendo una imposición, ese pequeño momento compartido había sido un primer paso hacia algo que, tal vez, podría ser más que una simple obligación.
El sol comenzaba a despuntar sobre la mansión, pintando los muros de un cálido tono dorado. Aurore se despertó antes de lo esperado, sus pensamientos aún girando en torno a la cena de la noche anterior. Había algo en Alonso que la intrigaba, algo que no había notado antes: un deseo de conectar, más allá de las obligaciones que los rodeaban. Sin embargo, sabía que si quería hacer que este compromiso fuera más llevadero, tendría que mostrarse más auténtica, más abierta. No podía permitir que su futuro se definiera solo por la rigidez de las expectativas familiares.Decidida a hacer algo diferente, Aurore se vistió con ropa sencilla y bajó al piso principal en busca de la cocina. La mansión era enorme y laberíntica, pero logró llegar al lugar siguiendo el sonido de la actividad matutina. Al entrar, encontró a Elena, la encargada de la cocina, organizando los ingredientes para el desayuno. La mujer levantó la vista y la observó con sorpresa.—Buenos días, señorita Aurore. ¿Hay algo en lo
El sol brillaba intensamente mientras Alonso y Aurore viajaban en el coche hacia la comunidad donde la familia López tenía un proyecto social en marcha. El evento de ese día consistía en una serie de actividades para niños y adolescentes, con el objetivo de acercarse a la comunidad y apoyar a las familias menos favorecidas de la zona. Alonso había decidido llevar a Aurore, esperando mostrarle un lado diferente de su vida, algo que no estuviera relacionado con las negociaciones o las expectativas familiares.Aurore miraba por la ventana del coche, observando el paisaje cambiar mientras se alejaban de la opulencia de la mansión y se adentraban en una zona más humilde. Había algo en la manera en que Alonso conducía, tranquilo y en silencio, que le transmitía cierta paz. Ella sabía que él tenía un propósito al traerla aquí, y estaba decidida a aprovechar la oportunidad para conocer más sobre Alonso y sus motivaciones.Cuando llegaron al lugar, Aurore se sorprendió al ver la cantidad de pe
La noche envolvía la ciudad de Nueva York, y las luces titilaban como estrellas dispersas en la vasta oscuridad de la urbe. En lo más alto de un edificio que dominaba el horizonte, una habitación, apartada del bullicio y del caos citadino, aguardaba. La sala de reuniones tenía paredes de madera oscura y sofás de cuero negro que reflejaban el lujo discreto de quienes se movían tras las sombras. La mesa larga y pulida al centro era el epicentro de la tensión contenida en aquel lugar. Las lámparas colgantes emitían una luz tenue, proyectando sombras alargadas que parecían bailar sobre las paredes, creando un ambiente aún más solemne y enigmático. Cada detalle de la decoración parecía calculado para transmitir poder y autoridad sin extravagancias innecesarias.Alrededor de la mesa, dos familias se miraban con rostros imperturbables. La Familia G. López y la Familia P. Johnson se habían reunido. No era la primera vez que sus caminos se cruzaban, pero sí la primera en la que compartían una