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Desafíos y Primeras Conexiones

El sol comenzaba a despuntar sobre la mansión, pintando los muros de un cálido tono dorado. Aurore se despertó antes de lo esperado, sus pensamientos aún girando en torno a la cena de la noche anterior. Había algo en Alonso que la intrigaba, algo que no había notado antes: un deseo de conectar, más allá de las obligaciones que los rodeaban. Sin embargo, sabía que si quería hacer que este compromiso fuera más llevadero, tendría que mostrarse más auténtica, más abierta. No podía permitir que su futuro se definiera solo por la rigidez de las expectativas familiares.

Decidida a hacer algo diferente, Aurore se vistió con ropa sencilla y bajó al piso principal en busca de la cocina. La mansión era enorme y laberíntica, pero logró llegar al lugar siguiendo el sonido de la actividad matutina. Al entrar, encontró a Elena, la encargada de la cocina, organizando los ingredientes para el desayuno. La mujer levantó la vista y la observó con sorpresa.

—Buenos días, señorita Aurore. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarla? —preguntó, su tono educado y curioso.

Aurore sonrió, acercándose al centro de la cocina.

—Buenos días, Elena. En realidad, quería ver si podía ayudarles a preparar el desayuno. Sé que esto puede sonar extraño, pero me gusta cocinar, y pensé que sería una buena forma de empezar el día —respondió, con un tono sincero que desarmó cualquier objeción que la cocinera pudiera tener.

Elena la miró por un momento antes de sonreír, un brillo de simpatía en sus ojos.

—Por supuesto, señorita Aurore. Siempre se agradece la ayuda. Aunque no es algo que esperáramos de una invitada como usted —dijo, guiándola hacia donde se encontraban algunos ingredientes—. Vamos a preparar algo sencillo, unos huevos revueltos con hierbas y pan tostado. ¿Le gustaría empezar con los huevos?

Aurore asintió y se puso manos a la obra. Mientras trabajaba, sintió cómo la tensión que había llevado consigo desde que llegó comenzaba a disiparse. Cocinar siempre había sido una forma de liberar estrés para ella, un espacio donde podía ser ella misma, sin la presión de cumplir expectativas ajenas. Elena la observaba de vez en cuando, claramente sorprendida por la habilidad con la que Aurore manejaba los utensilios y la naturalidad con la que se movía por la cocina.

Los otros empleados también comenzaron a notar su presencia. Al principio la miraban con curiosidad, pero pronto se unieron a la dinámica, incluyendo a Aurore en las conversaciones sobre el clima, la familia y las pequeñas anécdotas de la vida cotidiana. Era como si, por un momento, Aurore dejara de ser la heredera de la poderosa familia Johnson y simplemente fuera una persona más, compartiendo una actividad con ellos.

Mientras tanto, Alonso bajó las escaleras, con la intención de tomar un café antes de comenzar el día. Estaba pensando en la conversación que había tenido con Aurore la noche anterior, en cómo parecía que ambos habían comenzado a encontrar un terreno común. Pero lo que no esperaba encontrar al llegar a la cocina era a Aurore, de pie junto a Elena, batiendo huevos y riendo por algo que uno de los empleados había dicho.

Se detuvo en la puerta, observándola sin ser visto por un momento. Había algo diferente en ella, una ligereza que no había percibido antes. La Aurore que estaba frente a él no era la mujer tensa y formal que había conocido hasta ahora; era alguien más genuina, alguien que estaba intentando ser parte de algo más allá de las obligaciones impuestas por sus familias.

Finalmente, Alonso aclaró la garganta, y Aurore levantó la vista, encontrándose con su mirada. Por un momento, ambos se quedaron en silencio, y luego ella sonrió.

—Buenos días, Alonso. Espero que tengas hambre. Estamos preparando el desayuno —dijo, señalando los ingredientes que tenía frente a ella.

Alonso se acercó lentamente, aún sin poder ocultar su sorpresa.

—Buenos días. No esperaba encontrarte aquí —respondió, con una sonrisa que empezaba a formarse en sus labios—. Pero es una agradable sorpresa. No sabía que te gustara cocinar.

Aurore se encogió de hombros mientras seguía batiendo los huevos.

—Hay muchas cosas que no sabe de mí… ¡Don Alonso! respondió con un tono pícaro. Supongo que este es un buen momento para empezar a conocernos de verdad, ¿no crees? —dijo, mirándolo con una mezcla de determinación y calidez.

Alonso asintió, tomando una taza de café que Elena le ofrecía. Se quedó allí, observando cómo Aurore continuaba ayudando, interactuando con el personal de la casa de una manera tan natural que parecía desarmar cualquier formalidad que hubiera entre ellos. Había algo en esa imagen que lo hizo sentir una conexión más profunda con ella, una sensación de que, tal vez, Aurore estaba tan interesada como él en encontrar una manera de hacer que todo esto funcionara.

Finalmente, el desayuno estuvo listo, y Aurore se unió a Alonso en la mesa del comedor, llevando consigo un plato de huevos revueltos y tostadas. Mientras se sentaban, ambos intercambiaron una sonrisa, y por primera vez, la tensión entre ellos pareció disiparse por completo. Comenzaron a hablar, esta vez sin la presión de sus familias, sin la necesidad de cumplir con las expectativas de otros. Había una ligereza en la conversación, un sentimiento de camaradería que ambos agradecieron.

Aurore le habló a Alonso sobre cómo solía cocinar con su abuela cuando era pequeña, sobre cómo esos momentos eran algunos de sus recuerdos más preciados. Alonso, a su vez, compartió anécdotas sobre las travesuras de su hermana Berenice en la cocina cuando intentaba hacer postres y terminaba creando un caos. Ambos rieron juntos, y por un momento, se sintieron como dos personas normales, no como los herederos de dos familias poderosas.

Mientras el sol seguía elevándose en el cielo y la casa se llenaba del bullicio matutino, Aurore y Alonso se dieron cuenta de que, aunque el compromiso que los unía estaba lleno de desafíos, había también pequeños momentos como este, donde todo parecía encajar, donde lo que importaba era simplemente disfrutar de la compañía del otro.

El sol ya estaba alto cuando Gregorio apareció en la puerta del comedor, su figura imponente interrumpiendo la conversación ligera entre Alonso y Aurore. Llevaba una expresión seria, una que indicaba que algo importante estaba por venir.

—Alonso, Aurore —dijo Gregorio, asintiendo hacia ambos—. Me alegra ver que se están conociendo. Espero que estén listos para lo que viene a continuación.

Aurore y Alonso intercambiaron una mirada de curiosidad antes de volverse hacia él.

—¿A qué te refieres, papá? —preguntó Alonso.

Gregorio sonrió, aunque era una sonrisa cargada de intención.

—Quiero que me acompañen al campo de tiro. Es una tradición familiar, y creo que es una buena forma de que Aurore conozca un poco más de lo que significa ser parte de los López —respondió, su voz llena de determinación.

Aurore sintió cómo su corazón se aceleraba levemente. No tenía experiencia en el uso de armas, y la idea de participar en una práctica de tiro la ponía un poco nerviosa. Sin embargo, no podía permitirse mostrar debilidad, no cuando Gregorio la observaba con esa mirada inquisitiva. Asintió lentamente, tratando de mantener la calma.

—Claro, señor López. Estoy lista —dijo Aurore, con una sonrisa que ocultaba la inquietud que sentía.

Alonso notó la ligera tensión en los ojos de Aurore y se levantó de la mesa, caminando hacia su padre.

—Vamos, entonces —dijo, con un tono neutro, tratando de transmitir a Aurore que estaría a su lado para apoyarla.

El campo de tiro de la familia estaba ubicado en un área apartada de la propiedad, rodeado de árboles y con una vista impresionante de las montañas a lo lejos. El lugar estaba preparado con todo el equipamiento necesario, desde armas hasta protectores auditivos. Varios empleados ya estaban allí, preparando las armas y asegurándose de que todo estuviera en orden.

Gregorio tomó una de las pistolas y se volvió hacia Alonso y Aurore, con una sonrisa que no dejaba lugar a dudas sobre la importancia de lo que estaban a punto de hacer.

—Bien, Aurore, hoy tendrás tu primera lección —dijo, mientras le entregaba una pistola. Aurore la tomó con cuidado, sintiendo el peso frío del metal en sus manos. Era más pesada de lo que había imaginado, y tuvo que ajustar su postura para sostenerla adecuadamente.

—No te preocupes, Aurore. Al principio puede parecer intimidante, pero pronto te acostumbrarás —dijo Alonso, acercándose a ella. Se colocó detrás de Aurore, guiando sus manos para que sujetara el arma correctamente, sus movimientos lentos y deliberados para que ella pudiera seguir cada instrucción.

Aurore sintió el calor de las manos de Alonso sobre las suyas, una presencia reconfortante en medio de la tensión que sentía. Intentó concentrarse en las instrucciones que él le daba, ajustando su postura y respirando hondo para calmarse. Podía sentir la mirada de Gregorio sobre ellos, evaluándola, y eso la motivaba a dar lo mejor de sí misma.

—Apunta hacia el objetivo, relaja los hombros y respira profundamente antes de disparar —dijo Alonso en voz baja, su tono calmado intentando infundirle confianza. Aurore asintió, haciendo lo que él le indicaba. Se tomó un momento para alinear la mira con el objetivo y, finalmente, apretó el gatillo.

El ruido del disparo resonó en el campo, y Aurore sintió la vibración recorrer su brazo. La bala impactó en el borde del objetivo, lejos del centro, pero aun así había logrado acertar. Aurore dejó escapar el aire que no sabía que estaba conteniendo y miró a Alonso, quien le sonrió con aprobación.

—Nada mal para ser la primera vez —dijo, y Aurore pudo ver la sinceridad en sus ojos.

Gregorio observó la escena, asintiendo lentamente mientras se cruzaba de brazos.

—No está mal, Aurore. Con práctica, mejorarás. Lo importante es que estés dispuesta a aprender —dijo, con un tono que sugería tanto aprobación como desafío.

Aurore sonrió, sintiendo cómo la tensión comenzaba a disiparse. Había algo en ese momento que la hacía sentir más integrada, como si estuviera comenzando a ser aceptada, no solo por Alonso, sino también por Gregorio. Aunque sabía que este era solo el comienzo y que aún tenía mucho por demostrar, estaba decidida a seguir adelante.

Pasaron la siguiente hora practicando, con Alonso a su lado, guiándola en cada paso. Poco a poco, Aurore comenzó a sentirse más cómoda con el arma, y aunque aún estaba lejos de ser una experta, había logrado mejorar su puntería considerablemente. Cada vez que acertaba más cerca del centro, Alonso la miraba con una mezcla de orgullo y satisfacción que hacía que Aurore se sintiera más segura.

Finalmente, Gregorio decidió dar por terminada la práctica. Se acercó a ambos, con una expresión seria pero complacida.

—Creo que ha sido suficiente por hoy. Aurore, estoy impresionado por tu determinación. No todos estarían dispuestos a enfrentarse a algo nuevo con tanta entereza —dijo, y aunque su tono seguía siendo formal, Aurore pudo percibir un atisbo de respeto.

—Gracias, señor López. Estoy dispuesta a aprender lo que sea necesario —respondió ella, con una sonrisa sincera.

Gregorio asintió antes de volverse hacia Alonso.

—Llévala de vuelta a la casa. Creo que ambos se han ganado un descanso —dijo, antes de girarse y dirigirse hacia los empleados para dar algunas instrucciones.

Alonso se volvió hacia Aurore, con una sonrisa que parecía más relajada que antes.

—Lo hiciste muy bien, Aurore. Sé que esto no es fácil, pero estoy seguro de que, con el tiempo, te sentirás más cómoda —dijo, mientras comenzaban a caminar de regreso a la mansión.

Aurore lo miró de reojo, sintiendo una calidez en el pecho que no había sentido antes. Había algo en la manera en que Alonso la había apoyado durante toda la práctica, algo que le hacía sentir que, tal vez, no estaba sola en todo esto. Quizás, después de todo, había una oportunidad para encontrar algo más que una simple alianza entre ellos.

Mientras caminaban juntos, el viento suave acariciaba sus rostros, y Aurore no pudo evitar sonreír. Había superado un pequeño desafío, y aunque sabía que aún quedaban muchos más por delante, ese primer paso le había dado la confianza necesaria para seguir adelante, dispuesta a enfrentar todo lo que viniera.

La tarde pasó rápidamente, y antes de que se dieran cuenta, la noche había llegado. El aire estaba fresco, y el cielo despejado dejaba ver un manto de estrellas que brillaba sobre ellos. Después de la cena, Alonso decidió que era un buen momento para mostrarle a Aurore uno de sus lugares favoritos de la propiedad: el mirador. Había sido su refugio personal durante años, un sitio donde podía escapar de las responsabilidades y encontrar algo de paz.

—¿Te gustaría ver el mirador? —preguntó Alonso, mientras ambos salían del comedor. Aurore levantó la vista y se encontró con la mirada seria de Alonso, pero había algo diferente en sus ojos, una especie de invitación sincera que la hizo sonreír.

—Claro, me encantaría —respondió ella, y juntos caminaron hacia una escalera lateral que los llevó hacia la parte alta de la mansión.

Subieron los escalones en silencio, sus pasos resonando suavemente en la estructura de madera. Al llegar al mirador, Aurore se quedó sin aliento. La vista era impresionante. Desde allí, podía ver los amplios jardines de la propiedad, las luces de las estructuras contiguas brillando a lo lejos y, sobre todo, el vasto cielo nocturno que se extendía ante ellos. Las estrellas parecían infinitas, y la luna iluminaba suavemente el paisaje, creando una atmósfera casi mágica.

—Es hermoso, Alonso —dijo Aurore, acercándose al borde del mirador. Cerró los ojos por un momento, dejando que la brisa nocturna acariciara su rostro. Había algo en el aire, algo en ese lugar, que hacía que todas las preocupaciones parecieran disiparse.

Alonso se apoyó en la barandilla a su lado, mirando también el horizonte. Durante un momento, ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la tranquilidad del lugar. Finalmente, Alonso rompió el silencio.

—Este es el lugar donde suelo venir cuando necesito pensar —dijo, su voz suave—. Es donde puedo dejar de lado todo lo que implica ser un López. Aquí, por un rato, solo soy yo.

Aurore lo miró de reojo, observando la expresión en su rostro. Por primera vez, Alonso parecía vulnerable, alguien que también llevaba el peso de las expectativas familiares, igual que ella. Había algo reconfortante en saber que no estaba sola en sus miedos y dudas.

—Entiendo lo que quieres decir. Yo también tengo un lugar parecido en la casa de mis padres. Un sitio donde puedo ser yo misma, sin sentirme constantemente observada o juzgada —dijo Aurore, su voz cargada de emoción—. A veces, todo esto puede ser demasiado, ¿no crees?

Alonso la miró, y sus ojos se encontraron en la penumbra. Asintió lentamente, sus facciones relajadas por la sinceridad que compartían.

—Sí, a veces es demasiado —admitió—. Pero estoy empezando a darme cuenta de que, quizá, no tengamos que cargar con todo solos. Tal vez podamos apoyarnos el uno en el otro, de alguna manera.

Aurore sonrió, sorprendida por la honestidad de Alonso. En ese momento, algo cambió entre ellos, como si el espacio entre los dos se hubiera reducido, como si por fin estuvieran viendo más allá de las apariencias y de las obligaciones que los rodeaban.

—Eso me gustaría, Alonso. A veces siento que todo lo que hacemos está decidido por otros, pero al menos aquí, en este lugar, podemos elegir ser nosotros mismos, aunque sea por un momento —respondió Aurore, con una suavidad que reflejaba la conexión que empezaban a construir.

Ambos se quedaron en silencio nuevamente, pero esta vez no era un silencio incómodo. Era un silencio lleno de comprensión, de promesas no dichas. Alonso se giró hacia ella y, después de un momento de vacilación, extendió su mano. Aurore la tomó sin dudar, y juntos se apoyaron en la barandilla, observando las estrellas.

—¿Alguna vez te has preguntado cómo sería todo si no hubiéramos nacido en estas familias? —preguntó Alonso, rompiendo el silencio con un susurro. Había algo en su voz, una nostalgia por una vida que no podían tener.

Aurore suspiró, mirando hacia las luces lejanas de la ciudad.

—Sí, muchas veces. Pero creo que eso también es parte de lo que somos. No elegimos nuestra vida, pero sí podemos decidir cómo vivirla. Tal vez no podamos cambiar las expectativas que tienen sobre nosotros, pero sí podemos elegir cómo enfrentarlas —dijo, apretando suavemente la mano de Alonso.

Alonso asintió, y una sonrisa apareció en sus labios. Por primera vez, pensó que tal vez todo esto no tenía que ser solo una obligación. Quizá había una oportunidad de encontrar algo más, algo que valiera la pena, si ambos estaban dispuestos a intentarlo.

El viento soplaba suavemente, y las hojas de los árboles susurraban a lo lejos. Aurore cerró los ojos por un momento, sintiendo la paz de ese lugar, y cuando los abrió de nuevo, se encontró con la mirada de Alonso, quien la observaba con una intensidad que la hizo sonrojarse levemente.

—Creo que este compromiso puede ser más de lo que imaginamos, si ambos estamos dispuestos a dar un paso hacia lo desconocido —dijo Alonso, su voz apenas un susurro, pero cargada de intención.

Aurore lo miró, y durante un segundo que pareció eterno, ambos se quedaron allí, compartiendo una promesa silenciosa bajo la luz de las estrellas. No sabían qué les depararía el futuro, pero en ese momento, había una chispa de esperanza.

La noche avanzaba, y el frío comenzaba a intensificarse. Aurore se estremeció ligeramente, y Alonso se dio cuenta.

—Deberíamos bajar. Hace frío aquí arriba —dijo, soltando su mano suavemente y señalando las escaleras.

Aurore asintió, aunque parte de ella quería quedarse un poco más en aquel lugar. Sin embargo, sabía que el momento había sido perfecto tal como era, y no quería arruinarlo al alargarlo demasiado. Ambos se dirigieron hacia las escaleras, bajando juntos, con una sensación de conexión que no habían experimentado antes.

Mientras se acercaban a la casa, Alonso se giró hacia Aurore y le sonrió.

—Gracias por acompañarme. Este lugar es especial para mí, y me alegra haberlo compartido contigo —dijo, su voz llena de sinceridad.

—Gracias a ti, Alonso. Ha sido una noche especial —respondió ella, devolviéndole la sonrisa.

Y con eso, entraron en la mansión, dejando atrás la tranquilidad del mirador, pero llevándose consigo la promesa de que, tal vez, podrían encontrar una manera de hacer que todo esto funcionara, juntos.

La mañana siguiente llegó con una sensación de optimismo para Aurore. Después de la conversación en el mirador, sentía que algo había cambiado entre ella y Alonso. Habían compartido un momento que, aunque breve, había sido significativo, y eso la hacía sentir más cómoda con todo lo que estaba sucediendo. Se vistió con un atuendo casual y bajó las escaleras, lista para afrontar un nuevo día. Sin embargo, en cuanto llegó al vestíbulo, se dio cuenta de que la atmósfera de la mansión estaba diferente, cargada con una tensión palpable.

Alonso no estaba por ninguna parte, pero en cambio, se encontró con Berenice, la hermana menor de Alonso, quien la miraba fijamente desde el otro extremo del vestíbulo. Berenice era una joven de dieciséis años, con un rostro que reflejaba tanto curiosidad como desconfianza. Se acercó a Aurore con paso decidido, y Aurore pudo sentir que algo iba mal.

—¿Puedo hablar contigo un momento? —preguntó Berenice, su voz algo tensa, aunque mantenía la cortesía.

Aurore asintió, sorprendida por la seriedad en el rostro de la joven. La siguió hacia una sala cercana, donde Berenice cerró la puerta detrás de ellas, asegurándose de que nadie más pudiera escucharlas.

—Escucha, Aurore, sé que estás aquí por un acuerdo entre nuestras familias. Y entiendo que Alonso está haciendo lo posible por cumplir con lo que se espera de él, pero quiero dejar algo claro —dijo Berenice, cruzándose de brazos, su mirada fija en Aurore—. No confío en ti, no todavía. No sé cuáles son tus intenciones, pero quiero que sepas que mi hermano es muy importante para mí. Y no pienso permitir que alguien juegue con él o lo lastime.

Aurore se quedó en silencio por un momento, sorprendida por la intensidad de las palabras de Berenice. No había esperado que la hermana de Alonso tuviera una postura tan firme en su contra, y sintió cómo la calidez que había sentido esa mañana comenzaba a disiparse, reemplazada por la incertidumbre.

—Entiendo lo que dices, Berenice. Y te aseguro que no tengo intención de lastimar a Alonso. Estoy aquí porque tampoco tengo muchas opciones, igual que él. Pero... realmente quiero que esto funcione, o al menos, que no sea tan difícil para ambos —respondió Aurore, su voz calmada, intentando transmitir sinceridad.

Berenice la observó, como si intentara leer cada expresión en el rostro de Aurore, buscando señales de mentira o falsedad. Finalmente, suspiró, aunque la tensión en su expresión no desapareció del todo.

—Quizás. Solo espero que seas honesta con él. Alonso es fuerte, pero también lleva muchas responsabilidades sobre sus hombros, y no merece que alguien juegue con sus sentimientos —dijo Berenice, su voz suavizándose ligeramente, aunque sus ojos seguían reflejando desconfianza.

Aurore asintió, podía ver cuánto le importaba su hermano, y aunque la actitud de Berenice la ponía en una posición incómoda, también podía entender de dónde venía esa preocupación. Sabía que ganar la confianza de Berenice no sería fácil, pero estaba dispuesta a intentarlo.

—Lo entiendo, Berenice. Haré lo mejor que pueda para demostrarte que no estoy aquí para lastimar a Alonso —dijo Aurore, con una leve sonrisa que intentaba mostrar su determinación.

Berenice la miró durante un momento más antes de asentir lentamente. —Eso espero, Aurore. Por el bien de todos —respondió, antes de darse la vuelta y salir de la sala, dejándola sola con sus pensamientos.

Aurore se quedó en el lugar por unos segundos, procesando lo que acababa de suceder. El optimismo con el que había empezado el día se había visto afectado por la confrontación con Berenice. Sin embargo, también entendía que esto era parte del proceso, que ganar la aceptación de todos los miembros de la familia López no sería fácil. Se tomó un momento para respirar profundamente y recomponerse antes de salir de la sala y dirigirse hacia los jardines.

Mientras caminaba, trató de ordenar sus pensamientos. Sabía que su presencia en la vida de Alonso no solo lo afectaba a él, sino también a su familia, y eso implicaba enfrentar retos que iban más allá de la relación entre ellos dos. Pero, a pesar de la desconfianza de Berenice, Aurore estaba decidida a seguir adelante. Si algo entendía, era que la única forma de hacer que este compromiso funcionara era mostrando su verdadero yo, incluso ante quienes la miraban con recelo.

Cuando llegó a los jardines, se encontró con Alonso, que estaba hablando con uno de los jardineros. Al verla, sonrió y se despidió del hombre antes de caminar hacia ella.

—Aurore, ¿todo bien? Te ves algo pensativa —dijo Alonso, mirándola con cierta preocupación.

Aurore sonrió, aunque su mente aún estaba procesando lo que había sucedido con Berenice.

—Sí, solo estaba pensando en algunas cosas. Pero todo bien —respondió, intentando que su voz sonara tranquila.

Alonso la miró durante un momento, como si intentara leer lo que realmente pasaba por su mente. Finalmente, asintió y le ofreció su brazo.

—Bueno, pensé que podríamos dar un paseo por los jardines. Es un buen día para despejarse un poco —dijo, con una sonrisa que logró reconfortarla.

Aurore aceptó su brazo, agradecida por la oportunidad de distraerse un poco. Mientras caminaban juntos por el jardín, sintió cómo la tensión comenzaba a desvanecerse, reemplazada nuevamente por esa sensación de conexión que había sentido la noche anterior. Aunque los obstáculos seguían ahí, y aunque aún quedaba mucho por resolver, Aurore estaba dispuesta a enfrentarlos, un paso a la vez, confiando en que, al final, todo podría valer la pena.

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