En esta primera semana en la isla he descubierto un nuevo olor favorito: Viktor con aroma a mar. Su piel, salpicada por las gotas saladas del océano, tiene un sabor exquisito… uno que ya he recorrido con mi lengua.—Viktor —jadeo mientras sus brazos me envuelven, apretándome contra su cuerpo. Estoy sentada a horcajadas sobre él, en una silla de playa frente al mar, con una sombrilla protegiéndonos del sol… y con el orgasmo aún latiendo entre nuestros cuerpos.—Escucharte gemir nunca será algo de lo que me canse, malyshka —murmura, besando mis pechos, mi cuello y, por último, mis labios—. Mi mujer tan exquisita… única… y madre de mis hijos —susurra con devoción.—Son muchos halagos —me burlo suavemente. Lo siento sonreír, y abro los ojos para encontrarme con los suyos.—Y tengo muchos más, malyshka —dice antes de girarnos con cuidado, dejándome debajo de él. Agradezco que la silla sea lo suficientemente grande como para permitirlo.Un jadeo escapa de mis labios cuando lo siento salir d
Estaba ya entrando a mi cuarto mes de gestación, y mi vientre pues ahora esta abultado. Le enviamos fotografía a la doctora Romanov y dijo que era normal, ya que son trillizos. Lo único malo de esto es que ellos iban a nacer cuando tuviera ocho meses, no puedo llegar a término porque el riesgo sería muy elevado para ellos y para mí.Frunzo los labios frente al espejo, no me agrada mucho como me queda el vestido, ya que se ajusta en mi pancita que es cubierta por manos grandes y luego siento el calor de Viktor en mi espalda, suspiro ante el perfume que lo envuelve.—Te ves… preciosa —culmina besando mi cuello y deslizando su mano por mi vientre.—Creo que me veo gorda —susurró dejando caer mi cabeza en sus hombros, Viktor sonríe en mi cuello y su barba me pica, pero me gusta esa sensación.—Solo estas embarazada, malyshka —me dijo antes de separarse de mí.Suspire y me deje llevar por este fuera de la pequeña casa de playa que habia rentado Viktor en Costa Rica. Nuestro último destino
Una hora después, la casa de playa estaba en completo movimiento. Los escoltas aparecieron con los rostros serios, revisando cada rincón. La señora de servicio local llegó con discreción a empacar nuestras cosas, y yo, en silencio, guardé mis vestidos y bañadores que había comprado en una tienda aquí en Costa Rica y que apenas llegué a usar. La sensación de que el sueño había terminado me pesaba en el pecho.La brisa del mar todavía se filtraba por las ventanas abiertas, trayendo consigo el olor a sal, a arena mojada, a libertad. Quise aferrarme a eso, al murmullo de las olas, al calor suave de la madera bajo mis pies descalzos, a los recuerdos recientes: Viktor y yo riendo en la orilla, su piel salada contra la mía, su voz ronca diciéndome que me amaba en medio del agua, pero todo eso se deshacía con cada cierre de maleta, con cada orden que daban los hombres que nos protegían, con cada mirada tensa que cruzaban entre ellos.—¿Estás bien, malyshka? —preguntó Viktor al notar mi expres
Viktor VolkovDesperté antes que ella, como casi siempre. El amanecer apenas iluminaba la habitación, pero no me importaba mirar la hora. Tenía a mi esposa entre mis brazos, su cuerpo desnudo envuelto en mi camisa, y eso era lo único que necesitaba para empezar el día.El aire estaba impregnado del perfume que pedí mandar a preparar con mis esencias favoritas: ámbar gris, notas de oud, vetiver y un toque de tabaco dulce. Masculino. Intenso. El mismo que uso siempre y que a ella le encanta. Desde que Alina me confesó cuánto le gustaba mi olor, ordené que todas las sábanas, almohadas, toallas y hasta las batas fueran perfumadas con esa mezcla. No podía permitir que pasara un solo día sin sentirme cerca, incluso en los momentos en los que no pudiera estar físicamente con ella.La observé un rato en silencio. Dormía tranquila, con su rostro escondido entre el hueco de mi cuello y su mano descansando sobre mi pecho. Se movió apenas y, con un gesto automático, levantó un poco la camisa para
Un gemido quebró el silencio de la habitación al momento en que su cuerpo se estremecía alrededor de mi polla, temblorosa y completamente entregada a mí. Alina estaba ahorcajada sobre mis piernas, su frente pegada a la mía, los labios entreabiertos, jadeando. La sostuve firme por las caderas, guiándola mientras buscaba su propio orgasmo, disfrutando con cada contracción que me arrancaba un gruñido bajo.Inhalé su olor con devoción. Ese aroma dulce mezclado con el sudor de su piel era una maldita droga. Besé su cuello y lo mordí con ansias, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba al instante, apretándose con más fuerza a mi alrededor. Sé que no le gusta que le deje marcas, pero cuando estoy dentro de ella, cuando siento su cuerpo abrazando el mío con esa intensidad, se me hace imposible contenerme. Su placer se convierte en el mío, y la necesidad de reclamarla me domina.—Mi mujer —susurré contra su piel mientras dejaba un camino de besos desde su cuello hasta su barbilla, lento, posesivo
La ubicación llegó con un mensaje breve de Dmitry: La tenemos.Evelyn estaba en Rusia.Una mansión bien cuidada, rodeada de seguridad privada, cámaras, y probablemente llena de hombres dispuestos a morir por ella, pero ya no me importaba nada de eso. Ella cruzó la línea, y esta vez no habría redención.La sangre de mi hijo derramada por su culpa seguía pesando en mi pecho. El recuerdo del dolor en los ojos de Alina cada vez que despertaba en medio de la noche, aferrándose a su vientre… No, esta vez no habría trato, ni palabra, ni perdón.Salimos esa misma noche.Treinta hombres, todos armados hasta los dientes. Rostros serios, preparados para la guerra. Dmitry iba a mi lado en uno de los vehículos, con su fusil al hombro y una expresión imperturbable. Sabíamos lo que íbamos a hacer, y sabíamos que no todos volverían.Cuando llegamos al perímetro de la mansión, el silencio era tenso. Las luces del lugar se alzaban como una burla al luto que pronto llegaría. Me coloqué los guantes, bajé
Alina De VolkovEran casi las cinco de la mañana cuando escuché la puerta principal abrirse. No necesitaba mirar el reloj. Mi cuerpo ya sabía que había pasado toda la noche sin dormir, caminando de un lado a otro de la habitación, sintiendo que el corazón se me saldría del pecho.Sergei me había dicho unas horas atrás que Viktor estaba "resolviendo algo importante". No necesitaba muchas palabras para entender que esa "resolución" tenía que ver con Evelyn. Con su odio. Con su venganza.Corrí escaleras abajo, y allí estaba. Viktor, de pie en medio del recibidor, bañado en sangre. Su camisa blanca manchada, los pantalones llenos de polvo y su rostro más tenso que nunca. Por un segundo, el miedo me paralizó. Mi respiración se atascó en la garganta mientras mis ojos recorrían su cuerpo buscando una herida abierta, pero no identifique nada por toda esa sangre.—¡Viktor! —grité, y corrí hasta él.Él levantó la mirada justo antes de que me lanzara a sus brazos. Su cuerpo estaba frío, tenso, p
La capilla era pequeña, rústica, con bancos de madera gastada y vitrales que dejaban pasar la luz del sol en tonos suaves. Era el tipo de lugar que uno imaginaría como refugio de paz, y de alguna forma, lo era. Dmitry venía aquí a veces. Lo había dicho una vez en voz baja, cuando aún le costaba expresar cosas que no fueran bromas o sarcasmo. Decía que el silencio de esa capilla lo ayudaba a pensar. A respirar.Por eso Viktor decidió que ese sería el lugar.No había flores exageradas, ni candelabros dorados. Solo una foto de Dmitry sobre el altar, su sonrisa ladeada congelada para siempre, y velas encendidas alrededor que llenaban el lugar de un aroma cálido a cera y madera.Estaba rodeada de silencio. De un dolor contenido. Había hombres de Viktor, algunos de los más cercanos, vestidos de negro y con rostros serios. Sergei se mantenía cerca de la entrada. Matteo, el primo de Viktor, estaba en un rincón, de pie junto a la señora Fiorella y el señor Ricardo. Todos sabían lo que Dmitry r