Levanto un poco la mirada, confundida por lo que acabo de escuchar y no me refiero a su pregunta, sino al tono de su voz, la verdad es que creí que me iba a gritar o que me regañaría por la sarta de babosadas que dije sin pensar.
—Sí creo que sea grande, demasiado diría yo— Abro los ojos de par en par y me doy un golpe en la frente, como bien lo dije... hablo sin pensar y cuando me doy cuenta de la tontería que hice, ya es tarde. —¡Digo, es usted alto! Sí, eso... alto.
Me dedica una sonrisa galante y niega suavemente con la cabeza, parece ser que mis desvaríos y torpeza le divierten, pero, ¿Por cuánto tiempo? espero que el suficiente para que me deje volver a mi casa con mis padres en una sola pieza. Da un paso hacia mí, manteniendo esa postura firme e imponente.
—No me refería a mi estatura, me refería a mi edad ¿De verdad crees que soy viejo?
Ladeo un poco la cabeza, pongo mi espalda recta y miro con atención al rey, no veo ni una sola cana sobre su cabellera negra y abundante, tampoco tiene ni una sola arruga en su rostro, de hecho, se ve bastante joven, como para pensar que tiene unos treinta años, quizás veintiocho. Mis ojos recorren todo su ser y una vez que tengo mi veredicto, ladeo la cabeza a la derecha.
—No aparenta tener... no sé cuántos siglos tenga de edad, pero si se ve grande— Vuelvo a encogerme en mi lugar. —¡Si se compara conmigo, si es grande! Pero si se le compara con otros, ¡claro que no!... creo— Susurro al final.
Su mirada sigue siendo suave y relajada, no aparenta haber enojado, de hecho... de verdad parece que disfruta de mis tonterías, creí que se enojaría por decir tantas brutalidades en poco tiempo, menos mal que no es el caso. Carraspeo un poco la garganta y acomodo la falda de mi vestido, rompiendo el contacto visual, que me estaba empezando a poner más nerviosa y eso no es bueno para mí.
—Me siento aliviado de que seas completamente honesta conmigo.
Levanto un poco la mirada y veo que ha llamado a alguien, le dice algo para después regresar la vista a mí, dedicándome una amplia sonrisa. Creo que ha dada por terminada la conversación ya que el señor que nos ha acompañado, que sospecho que es el amo de llaves, nos pide que nos retiremos.
Empiezo a caminar, pero el rey me toma del brazo con firmeza, impidiendo que siga avanzando, volteo a verlo, confundida por su acción, sin darme explicaciones, tira de mi suavemente, indicándome que lo siga y eso hago. Trago saliva con dificultad, espero no me encierre en un calabozo y me haga pasar toda la noche ahí... seria horrible.
Caminamos por los pasillos, todo está muy oscuro, por respeto, camino detrás del rey. Estoy de los nervios en estos momentos e incluso tengo miedo, me preocupa lo que el Alfa me vaya a hacer o decir, la situación está empezando a superarme y unas pequeñas lagrimas se deslizan por mis mejillas.
Trato de contener mis sollozos lo mejor que puedo, para poder controlarme mejor, pongo una de mis manos sobre mi boca, hasta ahora me doy cuenta de que estoy temblando, pongo mi mano izquierda enfrente de mí, me muerdo el labio, esperando a que esto me ayude a dejar de temblar, pero lo cierto es que no ayuda en nada.
Tomo un poco de aire y con mi mano libre aprieto la falda de mi vestido, luego quito mi otra mano sobre mi boca y también agarro mi vestido con ella, apretando con bastante fuerza. Desafortunadamente, todos mis esfuerzos son inútiles y termino soltando un sollozo muy claro, esto hace que el rey se detenga y se gire hacia mí.
—Tranquila, no tienes por qué llorar.
Asustada, me tiro al suelo y soltándome a llorar completamente, de momentos me seco las lágrimas con mis manos, debo tener una apariencia lamentable, así que decido esconder mi rostro detrás de mis manos, no quiero que el Alfa me vea de esta forma.
—¡Lo siento, majestad! — Grito aterrada. —¡No quise ofenderlo y por favor, discúlpeme si le he faltado al respeto, pero por favor, se lo ruego... no me haga daño!
Una enorme mano se posa sobre mi espalda y me da suaves palmadas, son tan reconfortantes que levanto la mirada y me encuentro con una expresión afligida, pero luego me dedica una enorme sonrisa y sin poderlo resistir, me tiro a sus brazos y le agradezco que sea tan amable conmigo y, sobre todo, compresible.
Todavía conmigo abrazándolo, se levanta para después estrecharme contra su pecho con algo de fuerza, esto hace que pueda escuchar con claridad los latidos de su corazón, que va demasiado rápido ¿Sera normal en ellos? Este momento es tan irreal para mí ¿Quien diría que el rey puede ser un hombre muy comprensible y amable? Es un gran alivio para mí, pero lo que se me hace mucho más extraño, es que... estando entre sus brazos, me siento protegida y segura.
Tomo un poco de aire y lo dejo salir con suavidad, levanto la mirada y le dedico mi mejor sonrisa, pongo mis manos sobre su pecho y me alejo de él. Estando más tranquila, seguimos caminando por el pasillo hasta detenernos frente a una puerta, él la abre y me pide que entre, sin dudarlo, hago lo que me pide.
Mis ojos se abren de par en par al ver la enorme habitación, un candelabro muy elegante cuelga sobre mi cabeza, cuando el rey enciende la luz, este me ciega por unos instantes, miro asombrada como pequeños arcoíris se forman en los cristales, como si fuera una niña pequeña, miro todo lo que me rodea con curiosidad, todo es hermoso y de unos colores muy cálidos, pero lo que de verdad me ha dejado impresionada, es la enorme cama que está enfrente de mí, que me invita de forma descarada a tirarme sobre él para irme a dormir.
Sin dudarlo ni un segundo, corro hacia la cama y me tiro sobre ella, soltándome a reír como una niña, hundo mi rostro en el suave colchón y luego tomo una de las almohadas, estrujándola contra mi pecho y restregando mi cara sobre ella, huele muy rico. Al darme cuenta de lo que he hecho, me levanto de un salto de la cama y la acomodo, me giro hacia el rey, dedicándole una pequeña sonrisa.
—Lo lamento, no quise parecer impertinente ni grosera.
—Descuida y no te preocupes, aquí vas a dormir hoy, ya es muy tarde para llevarte a casa.
Abro mis ojos de par en par y vuelvo a mirar el cuarto, me siento como una princesa al tener una habitación tan hermosa, al menos por esta noche, que mañana se me acaba ese sueño y volveré a mi realidad, a lado de mi familia, como debe de ser.
—Es usted muy amable majestad...yo... yo no merezco tanta amabilidad por su parte— Me siento en la orilla de la cama y miro el otro lado de la cama. —Y sé que no soy nadie para pedirle esto, en especial por lo bueno que ha sido conmigo, pero... ¿Podría dormir conmigo? por favor.
Como era de esperar, mi petición lo deja sorprendido, se acomoda el saco y me mira de forma seria, da unos pasos en mi dirección y me dedica media sonrisa.
—¿Estas segura? Se podrán dar malos entendidos a la mañana siguiente.
—Claro que si, además... es su cuarto.—Mi cuarto está a lado— Ríe entre dientes.—Majestad, todos los cuartos de este palacio son suyos— Le dedico una pequeña risita. —Además, no me sentiría tranquila durmiendo sola en este cuarto.Se quita el saco y lo deja sobre el pie de cama, luego empieza a desabotonar sus mangas y las arremanga hasta los codos, para luego acostarse sobre su lado de la cama, me siento tan feliz de que haya aceptado mi invitación, que yo también me acuesto y me acerco un poco a él, levanto la mirada y ambos nos miramos directo a los ojos.—Gracias por acceder a mi petición, majestad.—Descuida, después del susto de muerte que te he dado, es lo mínimo que puedo hacer.Pone una de sus manos sobre mi brazo derecho y tira de mi con suavidad hacia él, colocándome sobre su pecho, me he quedado aturdida por su repentina acción, que no estoy segura como actuar, nerviosa, pongo mi mano sobre su pecho y al escuchar sus latidos, cierro los ojos suavemente.—¿Estas cómoda?—
Un suspiro de alivio se me escapa cuando la sirvienta me dice que ya estamos cerca del comedor, todavía sigo aferrada a su brazo por miedo a caerme. Estando frente a la puerta, un guardia nos saluda de forma cordial para después abrir la puerta de par en par. Como todo en este lugar, es hermoso y lujoso, en medio de la habitación hay una gigantesca mesa alargada con varias sillas, todas bien acomodadas, en la cabecera, como era de esperar, está el rey sentado, perdido en sus pensamientos, pero cuando escucha nuestros pasos, enseguida voltea a vernos, dedicándonos una enorme sonrisa, acto seguido, se levanta de su asiento y camina unos pasos en mi dirección para después detenerse.Antes de poderme acercar más, la sirvienta detiene su paso y me dice que no puede seguir avanzando sin el permiso del rey, dicho esto, me suelta del brazo y yo le miro de forma suplicante, esperando a que se apiade de mí y me ayude a caminar hacia él, pero ella niega suavemente con la cabeza, antes de alejars
Con el desayuno terminado, nos levantamos de nuestros asientos y empezamos a caminar hacia la salida, la verdad es que me deja mal tener que dejar todos esos trastes sucios sobre la mesa, estoy demasiado acostumbrada a lavarlos y a limpiar el lugar donde comimos, pero el Alfa me ha dicho que no me preocupe. Como todo un caballero, me ha ofrecido su brazo para luego empezar a andar. En poco tiempo llegamos a la entrada del palacio.Miro al cielo y está completamente despejado, la brisa que acaricia mi rostro es refrescante, muy diferente al aire que sopla dentro del palacio, esa es fría y hasta da repelús. Cuando salimos de la sombra del techo que está en la entrada, un pequeño gemido de placer se me escapa al sentir los rayos del sol calentando mi piel, ahí adentro parece que vive una criatura de las tinieblas, que además de que el aire parece viciado, la luz del sol no entra mucho y los pocos rayos que logran colarse, se sienten fríos.Salgo de mi trance cuando escucho la voz del rey
Observo con atención mi alrededor y veo a mi madre levantando las cosas que se le han caído del susto, enseguida corro hacia ella, gritando felizmente. Como era de esperar, me toma entre sus brazos y unos pequeños sollozos se le escapan, pero tiene una enorme sonrisa dibujada en sus labios.Igual que mi madre, me pongo a llorar llena de alegría y felicidad, ya que... por alguna extraña razón, tenía miedo de no volverlos a ver nunca más, ni a estar en mi casa a su lado, creí que... me la pasaría el resto de mi vida lejos de las personas que amo y quiero, que locura, el rey no haría tal cosa, me ha demostrado que puede ser un hombre muy amable y gentil, es una pena que haya estado solo durante tantos siglos.Nos tranquilizamos un poco y luego me toma de los hombros alejándome un poco de ella, toma con suavidad mi rostro con sus manos y la acuna, me siento feliz de tener cerca a mi mamá; ella al igual que mi papá, son en las personas que más confío en el mundo y siempre que estoy a su la
Sin poderlo resistir, le doy un fuerte abrazo y él también me regresa el gesto, ambos estamos muy felices de volvernos a ver, pero como dije antes, solo me fui una noche y eso es bueno, solo fueron unos momentos de susto.Después de darnos un largo y reconfortante abrazo, nos separamos, luego nos dedicamos esa sonrisa traviesa y nos terminamos tumbando en el césped, mirando el cielo, como siempre lo hemos hecho. Estos momentos de paz y despreocupación son muy relajantes, porque cuando estoy ocupada ayudando a mis padres, apenas tengo un momento de respiro.—El festival se acerca, estoy muy emocionado ¿Qué crees que haya de nuevo este año?—No sé, pero quiero ir a probar toda la comida posible, siempre encontramos cosas deliciosas ¿Verdad?En lo que platicamos, observamos las nubes y empezamos a imaginarlos con diferentes formas y a inventar historias fantásticas, como, por ejemplo, vimos una nube en forma de dragón, que ataca a un caballero que protege a su doncella, luego vimos otro
Alessio.Llega el padre de mi hermosa Ginebra y me dedica una reverencia algo torpe, yo le regreso el gesto haciendo un ligero movimiento de cabeza. El hombre toma asiento y me mira con nerviosismo al igual que a su esposa, mientras yo, estoy de lo más tranquilo y aliviado.—Majestad ¿A-A qué se debe s-su visita? — De momentos tartamudea y le cuesta hablar.—Creo que ya sabes a que he venido— Me acomodo en mi asiento. —Ginebra va a ser mi esposa y he venido hoy aquí a hablar sobre el dote que voy a darles por ella.—Majestad— Se levanta la mujer muy rápido de su asiento. —Ginny es una jovencita muy torpe y no creo que se adapte a su estilo de vida, es una chiquilla llena de energía y.… sin ofender, pero ella está tan llena de vida y alegría, que no creo que ustedes dos congenien bien.No puedo evitar reírme un poco por su comentario, ella tiene razón, mi hermosa Ginebra es una dama que reboza energía y vida, justo lo que necesito en mi palacio. Por unos instantes recuerdo lo de anoche
Niego suavemente con la cabeza y regreso la vista a la ventana, resoplando con fuerza, tengo que pedirle un consejo a mi Beta con respecto a esto, no quiero apartar de forma permanente a ese hombre de la vida de mi Ginebra, porque seguramente ocasionaré una mala reacción por parte de ella, pero no voy a permitir que pase los limites, todos estos asuntos me agobian demasiado.Para mi gran alivio, llegamos rápido a mi palacio o al menos eso me ha parecido, juro por todos los cielos que, si ella seguía hablando de ese tipo, la hubiera tomado aquí mismo, importándome muy poco lo que la gente del exterior escuche. No me gusta sentirme de esta forma, pero no puedo evitarlo... de tan solo pensar que alguien quiera alejar a Ginebra de mí, saca lo peor de mí.Abren la puerta y enseguida bajo para después ayudar a Ginebra, luego la jalo hacia el interior del palacio, la miro por encima de mi hombro y noto que algunas pequeñas lagrimas se empiezan a formar en sus ojos, esto hace que mi corazón s
Tocan a la puerta, haciendo que mi frustración se aleje un poco, miro por encima de mi hombro y me giro sobre mis talones, tratando de ignorar el desastre que he hecho. Carraspeo la garganta con algo de fuerza y luego digo "Pase" a la persona del otro lado. Lentamente se abre la puerta y aparece mi amo de llaves, que, al ver mi escritorio, arquea una ceja, pero no dice nada, simplemente se acomoda el traje.—Majestad, la señorita Ginebra ha salido del palacio."La señorita Ginebra ha salido del palacio" esas palabras resuenan por mi cabeza y enseguida suelto un fuerte gruñido, molesto porque mi amo de llaves ha dejado ir a mi Ginebra, aprieto los puños con fuerza al igual que mi mandíbula, estoy por reprocharle, pero Rafael me pide que me tranquilice y que debo escuchar hasta el final. Este es un paso para mi acercamiento con ella, así que tomo una gran bocana de aire y me relajo, le hago un ademán con la mano al hombre y él sigue hablando.—Como decía, la señorita Ginebra ha salido d