Julia se puso de pie y dijo.—Señoría, el demandante, Juan Carlos Quintana, ha estado por completo fuera de la vida de sus hijos. ¿Qué tuvo problemas? ¡Perfecto!, ¿Qué deseaba estar en la vida de sus hijos? Está bien. Pero la realidad es que no estuvo, ni para cambiar pañales, para dar biberones, hacer las tareas. No existe el menor arraigo emocional entre sus hijos y su padre. Y sería del todo perjudicial para los niños que se les saque de su entorno familiar. Donde son amados y protegido en el seno de la familia Castillo, rodeados de sus abuelos, tíos y primos. Solicitamos que se mantenga la custodia en manos de la señora Daniela Castillo. Que ha demostrado a ser responsable, a pesar del dolor y vaivén de la relación con el señor Quintana, donde tuvo apartar sus sentimientos a un lado y seguir asumiendo su papel de Madre. Mientras que el señor Quintana se alejaba a resolver sus problemas personales. Donde estuvo lejos por siete años de la vida de Lucas y dos años desde la concepción
En ese momento, Daniela no sabía si había ganado o perdido. Desvió su mirada hacia Juan Carlos, en la otra banca, que parecía sentir lo mismo. Su abogado asintió cuando vio que su cliente anhelaba una respuesta y Juan Carlos sonrió de oreja a oreja. A Daniela le pareció que le clavaban un hierro al rojo vivo en mitad del vientre y lo retorcían dentro de ella. Buscó en su abogada algo de consuelo, pero no lo encontró. Julia esquivaba sus ojos sin disimular siquiera. Dedicaba toda su atención a recoger los documentos que tenía sobre la mesa y meterlos en una cartera negra de cuero. Daniela sintió que un puño le apretaba el corazón al tiempo que el mal presentimiento aparecía de nuevo. No eran buenas noticias lo del régimen de visitas. Cuando Juan Carlos se estaba retirando, corrió tras él, y lo agarró del brazo y lo obligó a volverse hacia ella. —¡Desvergonzado! —exclamó—. ¿Cómo te atreves a insinuar que soy una mala madre? —Si tienes algo que decirme, más te vale hacerlo en privado.
—Hola Dani—dijo Eloísa y exclamó—¡Hola Lucas!, ¡Hola Frida!... Me quedé asombrada cuando leí lo tuyo con Juan Carlos Quintana—empezó Eloísa, sin esperar a que le respondiera el saludo—. Me había preguntado muchas veces quién sería el padre de Lucas, porque a Víctor Manuel no se parecía en nada, ni a ti tampoco. ¡Dios mío, siempre pensé! Que tú fuiste la única que se movió en la cama o que Víctor Manuel te donó un espermatozoide medio muerto que tu óvulo revivió. O que Lucas era adoptado, pero es igualito al señor Quintana y ¡Frida es Igualita a ti! Daniela solo asintió sonriendo y deseando que el ascensor llegara rápido. — ¿Cuánto duró la aventura con el bello de Quintana? —Fue muy breve —cortó Daniela secamente—. ¿Cómo está tu esposo? —Bien, creo —replicó Eloísa, descartando el tema de su marido—. ¿Era bueno en la cama? —Fue hace tanto que lo he olvidado. —¡Apuesto a que no! Seguro que era fenomenal; desde luego tiene pinta de serlo. Tan guapísimo y tan musculoso. Me pregunto si
Julia la había llamado diciendo que se había comunicado al día siguiente del juicio con Trejo para proponer un acuerdo fuera de la corte y él respondió que lo comunicaría a Juan Carlos, pero él brillaba por su ausencia. Dos horas después de haberse bañado y alimentado a los niños, sonó el timbre. —Es él —exclamó Lucas emocionado. —¿Quién? —preguntó Daniela desde la cocina. —¡Juan! —contestó Lucas. Daniela se secó las manos y exclamó. —¡No abras la puerta, Lucas! No sabemos quién es. Ella se dirigió a la puerta y observó por la mirilla. Y allí estaba alguien parecido a Juan Carlos esperando. Daniela abrió, pero sin retirar la cadena. —¿Qué quieres? —preguntó con brusquedad. —Vengo a ver a Lucas y a Frida. —respondió impaciente. —No tienes derecho a hacer eso, tu visita son los fines de semana. Sábado o domingo y hoy es viernes. — ¡Exacto! Las personas dicen que el viernes es sábado chiquito. —¡Qué chiste tan malo! ¡Ven mañana! —¡Ya estoy aquí! Y solo quiero darle las graci
Daniela intentó hablar, pero no pudo porque le tenía la boca apretada firmemente con la palma de su mano y él le dijo. —Te voy a soltar, pero tranquilízate, ¿Ok? Ella asintió con la cabeza y entonces él la soltó y Daniela agarró la toalla pequeña que había soltado en el lavamanos y empezó a golpearlo con ella gritándole. —¡Que me calme grandísimo desgraciado! ¡Por tu culpa mi hijo está sufriendo porque quiere que te mudes con nosotros! —¡Quieres calmarte! —exclamó y le arrancó la toalla— Ya le expliqué y se quedó, más tranquilo. —¿Qué le dijiste? —Qué en este momento no nos vamos a mudar juntos… —¡Aja! ¿Le explicaste por qué? —No… pero le dije que algún día nos mudaremos. —¡¿Qué?! —¡Lo dije solo para que se tranquilizara!, así lo mantenemos engañado hasta que cumpla dieciocho años y entonces tú se lo explicas… —¡¿Es un chiste?! —No, yo no lo voy a desilusionar. Yo siempre seré el papá cool que siempre lo complace en todo. Las cosas feas de la vida se las explicas tú. Y ant
—Estás equivocada —dijo exasperado—. ¿Qué tengo que hacer para convencerte? —Simplemente, sal por la puerta y no vuelvas más. Eres muy bueno haciendo eso, desaparecer sin que te importe nada. “¿Le estaba reclamando que le había abandonado? ¡Ella sabía que había tenido sus razones! ¡Hubiera dado mi vida por no ver esos malditos videos! Pero le había costado muchas horas de terapias para salir de la amargura en que sabía sumido” Ella, si quería que se fuera, lo decía en serio, estaba bastante claro. Lentamente, Juan Carlos negó con la cabeza. —Me temo que no me conoces, Daniela. Cuando quiero algo voy a por ello. No me rindo. Y ahora mismo lo que más deseo en el mundo es ser un padre para Lucas y Frida. Daniela palideció ante su inflexibilidad. Pero debería habérselo imaginado, ¿De qué otro modo podía haber triunfado como estrella de televisión, corresponsal de guerra y escritor? Sin duda se debía a esa determinación implacable. Pero no tenía intención de permitir que Juan Carlos la
Ella fue a la cocina a buscar los platos para servir la pizza. Y recordó la cara de embobado de Juan Carlos mirando a Frida. Comprobando que lo que decían era verdad, las niñas se embolsan a los papás. No dudaba que Juan Carlos adoraba Lucas, pero Frida lo tenía fascinado. Se sentaron a comer. Y Daniela se puso nostálgica, recordó otro momento, comiendo pizza y lazándose selfie o cuando comían juntos en el pent-house, comidas que preparaba ella. Aunque también recordó que en aquella época Juan Carlos la echó de su vida. Todo aquello le parecía tan lejano que era como si le hubiera ocurrido a otra persona. A lo mejor ahora era también otra persona. Se sentía a años luz de la Daniela, ingenua que se dejaba engañar y creía en el amor eterno. Aquello le había enseñado a no entregarse tan fácilmente, sobre todo a un extraño. Aunque aquella noche en Brasil le había parecido que conocía a Juan perfectamente, que había llegado al fondo de su ser. Lo que venía a demostrar lo fácil que era equi
—¡No quería que empezaras! Tu ego inflado tenía que demostrar el “Soy un hombre grande y fuerte, y tú solo una débil mujercita”.—¿Eso crees? Bueno, quizás también ha demostrado otra cosa, que no luchas solo para alejarme de mis hijos, Daniela. ¡Luchas contra ti misma!—¡Eso es ridículo! —rio con desdén.—Piénsalo. Recuerda cómo negaste que soy el padre de Lucas. En cómo reniegas de lo que sentiste aquella noche en Brasil. Tú estabas allí. Participaste —dijo brutalmente—. Y ahora estás luchando contra el hecho de que no eres inmune a mí.—¡Estás loco!Él se volvió a cercar de súbito y la besó. Ella se rindió con un suspiro abrazándolo por el cuello. Juan Carlos la besó con desesperación como un sediento, bebiendo agua, acariciando su espalda y su cintura. Cuando beso su cuello. Ella echó su cuello hacia atrás y gimió.—¡Juan! ¡Mi Juan!...La volvió a soltar de repente y le dijo.—Ese Juan ya no está aquí— y la miró con arrogancia—Solo quedo yo.A ella se le nublaron los ojos de lágrim