Ella fue a la cocina a buscar los platos para servir la pizza. Y recordó la cara de embobado de Juan Carlos mirando a Frida. Comprobando que lo que decían era verdad, las niñas se embolsan a los papás. No dudaba que Juan Carlos adoraba Lucas, pero Frida lo tenía fascinado. Se sentaron a comer. Y Daniela se puso nostálgica, recordó otro momento, comiendo pizza y lazándose selfie o cuando comían juntos en el pent-house, comidas que preparaba ella. Aunque también recordó que en aquella época Juan Carlos la echó de su vida. Todo aquello le parecía tan lejano que era como si le hubiera ocurrido a otra persona. A lo mejor ahora era también otra persona. Se sentía a años luz de la Daniela, ingenua que se dejaba engañar y creía en el amor eterno. Aquello le había enseñado a no entregarse tan fácilmente, sobre todo a un extraño. Aunque aquella noche en Brasil le había parecido que conocía a Juan perfectamente, que había llegado al fondo de su ser. Lo que venía a demostrar lo fácil que era equi
—¡No quería que empezaras! Tu ego inflado tenía que demostrar el “Soy un hombre grande y fuerte, y tú solo una débil mujercita”.—¿Eso crees? Bueno, quizás también ha demostrado otra cosa, que no luchas solo para alejarme de mis hijos, Daniela. ¡Luchas contra ti misma!—¡Eso es ridículo! —rio con desdén.—Piénsalo. Recuerda cómo negaste que soy el padre de Lucas. En cómo reniegas de lo que sentiste aquella noche en Brasil. Tú estabas allí. Participaste —dijo brutalmente—. Y ahora estás luchando contra el hecho de que no eres inmune a mí.—¡Estás loco!Él se volvió a cercar de súbito y la besó. Ella se rindió con un suspiro abrazándolo por el cuello. Juan Carlos la besó con desesperación como un sediento, bebiendo agua, acariciando su espalda y su cintura. Cuando beso su cuello. Ella echó su cuello hacia atrás y gimió.—¡Juan! ¡Mi Juan!...La volvió a soltar de repente y le dijo.—Ese Juan ya no está aquí— y la miró con arrogancia—Solo quedo yo.A ella se le nublaron los ojos de lágrim
—¡Vaya! ¿Tú gritándole a Lucas? No existe nadie más paciente que tú con las travesuras de tus hijos. La presencia de Juan Carlos te debe haber afectado mucho... —¡Más de lo que quisiera admitir!...—Daniela hizo un gesto de duda y le dijo— Sofía dime la algo. ¿Tú y Juan Carlos eran amigos antes de su accidente en Afganistán? ¿Verdad? —Sí, conozco a la familia Quintana desde hace más de veinte años. Mi segundo exesposo, Horacio, es socio de Santiago Quintana. Cuando conocí a Juan Carlos tenía diecisiete años. Y a pesar de que su mamá Carolina me llevaba diez años, nos hicimos buenas amigas. Mientras Juan Carlos fue creciendo coincidimos en fiestas sociales, navidad y La casa club del Caracas Country Club. Después de que Juan Carlos se graduó de Comunicación Social, entró a trabajar cómo ancla y conductor por seis años del informativo del Canal OrquídeaTV. Luego le dieron su propio programa que fue todo un éxito. Siempre fuí cercana y mi exesposo y a mí nos invitaban a sus cumpleaños y
—¿Tú crees que te cuente? —¡Por supuesto que sí! Fernanda es frívola y extrovertida, pero es un encanto. Siempre nos hemos llevado bien. Déjame llamarla. Sofía marcó a su celular. —¿Aló? —¿Aló, Fernanda? —¡Sofía! ¿Cómo estás? ¿Y ese milagro que te acordaste de mí? —¡Hola Fer! ¿Cómo que no me acuerdo de ti? No seas injusta, ¿Acaso no te sigo en todas las redes sociales, te hago comentarios y siempre le doy "me gusta" a todas tus publicaciones? —¡Ay, está bien Sofi! Tienes razón. —¿En dónde andas chiquita? Cuéntame, ¿Qué es de tu vida? —Estoy en Caracas, hace dos semanas llegué con Juan Carlos desde New York. Y bueno con respecto a mi vida, ya sabes que mi papá está empeñado en que me ponga al frente de unos de sus negocios. ¡Que fastidio! Apenas llegando me dio un sermón, de cómo Juan Carlos había asumido su responsabilidad para con la familia y yo debía seguir su ejemplo. Y me amenazó con desheredarme… ¡Qué cómo es posible que no me haya casado! Y bla... bla... bla. —¿Casart
—Y me imagino que tu padre estaría encantado si tu hermano se casara con Camila porque pertenece a unas de las familias más prestigiosas del país. —Si el otro día se lo insinuó a mi hermano Juan.—dijo estábamos cenando. —¡Ese padre tuyo es un zorro astuto! —¡Sí, estoy de acuerdo!—exclamó Fernanda—Creo que tú has llegado a la misma conclusión que llegué yo. Que mi padre recomendó a Camila para manipular a mi hermano... —¡Así es! Chiquita inteligente. Te apuesto que a raíz de que comenzó a recibir terapia con Camila, él comenzó a cambiar, ¿Verdad? —Totalmente. Cuando comencé a vivir con mi hermano después de la cirugía lo noté demasiado callado y una noche lo escuché llorando en su habitación—Daniela tragó en seco y los ojos se le llenaron de lágrimas—Me dio tanta lástima ver a mi hermano sufriendo y cuando le pregunté que le ocurría no me quiso decir nada por eso cuando me dijo que quería recibir tratamiento psicológico me pareció maravilloso. Al menos al principio porque lo noté m
—Bueno, pero tú llegaste a la conclusión de que esa mujer no tiene ética. Que te hace pensar que no se va a acostar con él aunque sea su paciente. —Porque si ha sido lo suficientemente inteligente para confabularse con el padre de Juan, no va a romper el único lazo que la une a él, médico paciente. Hasta que se asegure de que se haya olvidado de ti. —Tú crees que Juan le haya hablado de mí... —¡Estoy segura! No escuchaste a Fer, estaba llorando y seguro que era por ti. Luego, cuándo empezó las consultas, se tranquilizó, quién sabe que le dijo la desgraciada. Él estaba muy depresivo y vulnerable para poder ser manipulado por alguien que estudió para conocer los secretos de la mente. ¡Que mejor para manipular que un psicólogo! —¡Tienes razón! —Por lo pronto comencemos a trabajar y por la tarde le llevas a Lucas a tu madre cuando salgas del colegio, ya Frida se encuentra allá, pídele que se quede un rato con ellos. Porque no vamos de compras para buscarte un vestido que lo deje con l
Pero ella sabía cuál era su tema favorito y debía conducirlo a hablar para que se olvidara de la idea de alejarla. Así que continuó. —Querido, si has visto a Daniela debes contarme cómo te sentiste ante su presencia... Y Juan Carlos cayó en la trampa en su necesidad de escuchar la solución de como librarse de los sentimientos que se habían despertado en él y que no le permitían dormir en paz. —La verdad que fue una sorpresa para mí, cuando la besé... volver a sentir todo aquello que creí muerto... —¡¿La besaste?!—exclamó Camila tratando de aparentar calma y apretando la servilleta con rabia. —Sí, y lo que no entiendo si tú me dijiste que nunca fue amor lo que sentí por ella. Porque después de tanto tiempo me sigue afectando todavía. —Recuerda que te dije que sufrías de un amor obsesivo-compulsivo. Y si alguna vez estabas frente a Daniela, podrías sufrir algún momento de confusión. Esta etapa en la que estás es como una especie de enfermedad mental transitoria, y es que, en ciert
Sofía sonrió con ironía al ver a Camila porque ella sabía perfectamente quién era ella, por qué dos horas antes Fernanda le informó dónde y con quién iba a estar Juan Carlos. —¡Claro tu amiga! ¿Por qué, que otra cosa podría ser? ¿Verdad? Camila le lanzó una mirada asesina porque Sofía le metió el dedo en la llaga, por qué, si de algo estaba ella consiente, era de su apariencia, no era hermosa, pero si atractiva, y le gustaba vestirse con elegancia y sofisticación cómo se esperaba de una mujer que provenía de una de las familias más prestigiosas del país. Y miró a Sofía con desprecio. Sofía miró su reloj de pulsera y le dijo. —Juan Carlos, ¿No deberías estar viajando para asistir al compromiso que tienes hoy? Estoy segura de que tu amiga comprenderá. Camila lo miró con el ceño fruncido y le preguntó. —¿Cuál compromiso? —Algo personal.—dijo Juan Carlos incómodo. Sergio llegó en ese instante y le preguntó a Sofía. —¿Cariño porque te has tardado?...—luego notó a Juan Carlos y lo s