Daniela intentó hablar, pero no pudo porque le tenía la boca apretada firmemente con la palma de su mano y él le dijo. —Te voy a soltar, pero tranquilízate, ¿Ok? Ella asintió con la cabeza y entonces él la soltó y Daniela agarró la toalla pequeña que había soltado en el lavamanos y empezó a golpearlo con ella gritándole. —¡Que me calme grandísimo desgraciado! ¡Por tu culpa mi hijo está sufriendo porque quiere que te mudes con nosotros! —¡Quieres calmarte! —exclamó y le arrancó la toalla— Ya le expliqué y se quedó, más tranquilo. —¿Qué le dijiste? —Qué en este momento no nos vamos a mudar juntos… —¡Aja! ¿Le explicaste por qué? —No… pero le dije que algún día nos mudaremos. —¡¿Qué?! —¡Lo dije solo para que se tranquilizara!, así lo mantenemos engañado hasta que cumpla dieciocho años y entonces tú se lo explicas… —¡¿Es un chiste?! —No, yo no lo voy a desilusionar. Yo siempre seré el papá cool que siempre lo complace en todo. Las cosas feas de la vida se las explicas tú. Y ant
—Estás equivocada —dijo exasperado—. ¿Qué tengo que hacer para convencerte? —Simplemente, sal por la puerta y no vuelvas más. Eres muy bueno haciendo eso, desaparecer sin que te importe nada. “¿Le estaba reclamando que le había abandonado? ¡Ella sabía que había tenido sus razones! ¡Hubiera dado mi vida por no ver esos malditos videos! Pero le había costado muchas horas de terapias para salir de la amargura en que sabía sumido” Ella, si quería que se fuera, lo decía en serio, estaba bastante claro. Lentamente, Juan Carlos negó con la cabeza. —Me temo que no me conoces, Daniela. Cuando quiero algo voy a por ello. No me rindo. Y ahora mismo lo que más deseo en el mundo es ser un padre para Lucas y Frida. Daniela palideció ante su inflexibilidad. Pero debería habérselo imaginado, ¿De qué otro modo podía haber triunfado como estrella de televisión, corresponsal de guerra y escritor? Sin duda se debía a esa determinación implacable. Pero no tenía intención de permitir que Juan Carlos la
Ella fue a la cocina a buscar los platos para servir la pizza. Y recordó la cara de embobado de Juan Carlos mirando a Frida. Comprobando que lo que decían era verdad, las niñas se embolsan a los papás. No dudaba que Juan Carlos adoraba Lucas, pero Frida lo tenía fascinado. Se sentaron a comer. Y Daniela se puso nostálgica, recordó otro momento, comiendo pizza y lazándose selfie o cuando comían juntos en el pent-house, comidas que preparaba ella. Aunque también recordó que en aquella época Juan Carlos la echó de su vida. Todo aquello le parecía tan lejano que era como si le hubiera ocurrido a otra persona. A lo mejor ahora era también otra persona. Se sentía a años luz de la Daniela, ingenua que se dejaba engañar y creía en el amor eterno. Aquello le había enseñado a no entregarse tan fácilmente, sobre todo a un extraño. Aunque aquella noche en Brasil le había parecido que conocía a Juan perfectamente, que había llegado al fondo de su ser. Lo que venía a demostrar lo fácil que era equi
—¡No quería que empezaras! Tu ego inflado tenía que demostrar el “Soy un hombre grande y fuerte, y tú solo una débil mujercita”.—¿Eso crees? Bueno, quizás también ha demostrado otra cosa, que no luchas solo para alejarme de mis hijos, Daniela. ¡Luchas contra ti misma!—¡Eso es ridículo! —rio con desdén.—Piénsalo. Recuerda cómo negaste que soy el padre de Lucas. En cómo reniegas de lo que sentiste aquella noche en Brasil. Tú estabas allí. Participaste —dijo brutalmente—. Y ahora estás luchando contra el hecho de que no eres inmune a mí.—¡Estás loco!Él se volvió a cercar de súbito y la besó. Ella se rindió con un suspiro abrazándolo por el cuello. Juan Carlos la besó con desesperación como un sediento, bebiendo agua, acariciando su espalda y su cintura. Cuando beso su cuello. Ella echó su cuello hacia atrás y gimió.—¡Juan! ¡Mi Juan!...La volvió a soltar de repente y le dijo.—Ese Juan ya no está aquí— y la miró con arrogancia—Solo quedo yo.A ella se le nublaron los ojos de lágrim
—¡Vaya! ¿Tú gritándole a Lucas? No existe nadie más paciente que tú con las travesuras de tus hijos. La presencia de Juan Carlos te debe haber afectado mucho... —¡Más de lo que quisiera admitir!...—Daniela hizo un gesto de duda y le dijo— Sofía dime la algo. ¿Tú y Juan Carlos eran amigos antes de su accidente en Afganistán? ¿Verdad? —Sí, conozco a la familia Quintana desde hace más de veinte años. Mi segundo exesposo, Horacio, es socio de Santiago Quintana. Cuando conocí a Juan Carlos tenía diecisiete años. Y a pesar de que su mamá Carolina me llevaba diez años, nos hicimos buenas amigas. Mientras Juan Carlos fue creciendo coincidimos en fiestas sociales, navidad y La casa club del Caracas Country Club. Después de que Juan Carlos se graduó de Comunicación Social, entró a trabajar cómo ancla y conductor por seis años del informativo del Canal OrquídeaTV. Luego le dieron su propio programa que fue todo un éxito. Siempre fuí cercana y mi exesposo y a mí nos invitaban a sus cumpleaños y
—¿Tú crees que te cuente? —¡Por supuesto que sí! Fernanda es frívola y extrovertida, pero es un encanto. Siempre nos hemos llevado bien. Déjame llamarla. Sofía marcó a su celular. —¿Aló? —¿Aló, Fernanda? —¡Sofía! ¿Cómo estás? ¿Y ese milagro que te acordaste de mí? —¡Hola Fer! ¿Cómo que no me acuerdo de ti? No seas injusta, ¿Acaso no te sigo en todas las redes sociales, te hago comentarios y siempre le doy "me gusta" a todas tus publicaciones? —¡Ay, está bien Sofi! Tienes razón. —¿En dónde andas chiquita? Cuéntame, ¿Qué es de tu vida? —Estoy en Caracas, hace dos semanas llegué con Juan Carlos desde New York. Y bueno con respecto a mi vida, ya sabes que mi papá está empeñado en que me ponga al frente de unos de sus negocios. ¡Que fastidio! Apenas llegando me dio un sermón, de cómo Juan Carlos había asumido su responsabilidad para con la familia y yo debía seguir su ejemplo. Y me amenazó con desheredarme… ¡Qué cómo es posible que no me haya casado! Y bla... bla... bla. —¿Casart
—Y me imagino que tu padre estaría encantado si tu hermano se casara con Camila porque pertenece a unas de las familias más prestigiosas del país. —Si el otro día se lo insinuó a mi hermano Juan.—dijo estábamos cenando. —¡Ese padre tuyo es un zorro astuto! —¡Sí, estoy de acuerdo!—exclamó Fernanda—Creo que tú has llegado a la misma conclusión que llegué yo. Que mi padre recomendó a Camila para manipular a mi hermano... —¡Así es! Chiquita inteligente. Te apuesto que a raíz de que comenzó a recibir terapia con Camila, él comenzó a cambiar, ¿Verdad? —Totalmente. Cuando comencé a vivir con mi hermano después de la cirugía lo noté demasiado callado y una noche lo escuché llorando en su habitación—Daniela tragó en seco y los ojos se le llenaron de lágrimas—Me dio tanta lástima ver a mi hermano sufriendo y cuando le pregunté que le ocurría no me quiso decir nada por eso cuando me dijo que quería recibir tratamiento psicológico me pareció maravilloso. Al menos al principio porque lo noté m
—Bueno, pero tú llegaste a la conclusión de que esa mujer no tiene ética. Que te hace pensar que no se va a acostar con él aunque sea su paciente. —Porque si ha sido lo suficientemente inteligente para confabularse con el padre de Juan, no va a romper el único lazo que la une a él, médico paciente. Hasta que se asegure de que se haya olvidado de ti. —Tú crees que Juan le haya hablado de mí... —¡Estoy segura! No escuchaste a Fer, estaba llorando y seguro que era por ti. Luego, cuándo empezó las consultas, se tranquilizó, quién sabe que le dijo la desgraciada. Él estaba muy depresivo y vulnerable para poder ser manipulado por alguien que estudió para conocer los secretos de la mente. ¡Que mejor para manipular que un psicólogo! —¡Tienes razón! —Por lo pronto comencemos a trabajar y por la tarde le llevas a Lucas a tu madre cuando salgas del colegio, ya Frida se encuentra allá, pídele que se quede un rato con ellos. Porque no vamos de compras para buscarte un vestido que lo deje con l