La luz de la luna llena iluminaba aquellos protegidos campos violetas dejando sentir aquel aroma a lavanda que extasiaba los mas profundos sentidos. Aquella madre que brillaba en lo alto, hacia resplandecer todo lo que iluminaba, logrando que los sueños mas profundos salieran del corazón. Los hombres lobo eran leyenda, una que los humanos solo veían como las fantasías que un demente había imaginado hacia ya demasiado tiempo, sin embargo, todo era real, tan real como era el viento gélido de aquella noche.El vaivén de la nieve que danzaba fuera de los ventanales, dejaba que los copos que se colaban por ellos reflejaran el brillo anaranjado de la chimenea antes de desvanecerse, el amor era tal cual eran esos frágiles copos, intenso y helado, que fácilmente se desvanecía ante el calor de una pasión para luego desaparecer por completo, por esa razón no creía en ello.—Señor, las tierras de los Aqmar están limpias, y no hay mas que un leve rastro en las tierras de los Badra, sin embargo, s
Aquella mañana de cielos despejados, presagiaba un día lleno de actividades en la propiedad de los Aqmar. El trajín de los sirvientes junto a su vaivén incansable, animaba el ambiente aún a pesar del frío que asolaba a la región.Aquello se sentía casi como una fiesta. El señor de aquellas tierras había finalmente encontrado a la loba destinada a ser su única Luna, y aquel evento, tan esperado durante demasiado tiempo, alegraba a los corazones de toda la manada quienes incluso ya comentaban sobre la hermosa descendencia que llegaría prontamente a llenar de calidez aquellos desolados e inhóspitos valles, imaginando tambien lo hermosos que serian los nuevos niños, pues la belleza morena de su señor con aquella albina que se asemejaba a la luna, traerían sin duda alguna vástagos realmente bellos.Artemisa sentía sus entrañas arder de emoción, pero no aquella que transforma los jugos gástricos en mariposas, más bien, estaba sumamente nerviosa y ansiosa, pues en realidad, nadie le había pr
El clamor de una bestia gimiendo a la luna llena, por aquella anhelada compañera destinada a pasar la eternidad a su lado. Aullidos extendidos, bajas pasiones desbordadas, y el deseo reprimido por aquella hembra a la que aún no podía tocar.En la sala de cine, todas las chicas deseaban tener a aquel hombre lobo como el enamorado anhelado que las llevaría a aquel clímax soñado en medio de agitados gemidos y voces entrecortadas. Un apasionado y perfecto amante que daría todo por ellas, de piel morena y cabello cobrizo, que decía frases absurdas en momentos perfectamente cursis. Janus Aqmar se sentía asqueado por ello.—Esto es patético, no somos así, no necesito romper mi camisa sin un propósito para que un montón de adolescentes suelten sus aromas por mí, ¿En que pensaban cuando hicieron estas películas? — cuestionaba el moreno a su fiel Beta quien tenia una risa ahogada desde que habían salido de aquella sala de cine a mitad de la película.—Bueno señor, los humanos no suelen comprend
Amor. Aquel poderoso sentimiento capaz de hacer al alma tocar el cielo más celeste o besar el calor del infierno más cruel. Aquel sentimiento capaz de generar la paz, o provocar las peores guerras que haya visto la humanidad. Un sentimiento sublime, el más hermoso y el más tormentoso, desatador de tormentas y de calmas, de dicha y de dolor, y aquello que únicamente los seres humanos son capaces de sentir y narrar como el acto más puro que pueda existir en la historia de su existencia. Todos desean de alguna manera alcanzarlo, sentirlo, poseerlo... Sin embargo, para los lobos no había algo como tal, pues solo el más puro instinto regia sus longevas vidas. No había amor, no había romanticismo, todo aquello no eran más que tonterías inventadas por los simples seres humanos, que en su breve estancia caminando sobre el mundo, buscaban darle un sentido a cada pequeña cosa que atravesaban, y le atribuían un sentimiento al mero deseo de aparearse y procrear a su progenie. El instinto del
— Buenos días señorita, ¿Desea que tome su orden? —Artemisa miraba hacia la nada, perdida en sus pensamientos. El hambre le comenzaba a calar en el estómago, pues no había comido más que las frutas que había tomado de las cocinas en la propiedad Aqmar.— ¿Señorita? —Volviendo su mirada celeste, la albina se levantaba de la mesita en la que se había sentado a descansar. Nuevamente la echarían del lugar, pues no tenía dinero para pagar por nada. En realidad, aquella era la primera vez que estaba tan cerca de los humanos, y de mala manera había aprendido ya que su mundo era muy diferente al de los lobos.— No, ya me iba — se excusó y caminaba de vuelta hacía Éragon.Las miradas se acumulaban sobre ella una vez más, y sin duda aquello la incomodaba. A nadie había visto pasear sobre un caballo, y las ropas que usaban eran muy diferentes a las que ella llevaba puestas. Además, la fotografiaban constantemente, y agradecía enormemente el saber lo que eran los celulares; Marcus estaba fascin
Un museo.Aquel elegante sitio al que Belmont Fortier la había llevado, era un museo cuyas obras de arte eran admiradas por los parisinos con el mayor de los respetos.—Está será tu habitación, alguna vez estuvo destinada para una mujer hermosa y muy especial, pero ella finalmente se fue a navegar en otras tierras, espero que la disfrutes, pues fue hecha de manera única — dijo con un deje de tristeza Belmont.Éragon había sido llevado a una de las bodegas de aquel hermoso sitio, que había sido adecuado especialmente para él. Quizás, aquel solitario y viejo Alfa, quería algo de compañía, pues de más estaba dicho que extrañaba a esa mujer de la que se había enamorado, pero que no le había correspondido.Artemisa, sin embargo, sentía remordimiento por haber dejado atrás al hermoso Alfa Aqmar, quien le había pedido ser su luna a pesar de ella no ser nadie. ¿Si hubiera aceptado sin buscar su pasado que habría pasado? ¿Había tomado la decisión correcta al marcharse? Esperaba que así fuera,
—Tienes que aprender a controlarte hijo, no te lanzas a atacar a otro hombre en su hogar sin haberle aceptado una taza de té primero —Belmont mantenía sometido a Janus en el suelo, que inmóvil le lanzaba miradas que parecían destilar fuego.—Ella es mi Luna, no tocas a la Luna de otro hombre amigo —Belmont sonrió mirando a aquellos fieros ojos verdes que no se inmutaban ante el a pesar de ser un Alfa más viejo. Artemisa rogaba que aquella pelea terminara, mientras el Beta Bernet intentaba calmarla. Levantándose del suelo, el viejo Alfa ofrecía su mano a aquel mucho más joven que él, admirando el coraje que había tenido a tan repentinamente enfrentarlo en su propio territorio.—Eres un joven valiente y atrevido, aunque muy estúpido, ven, tomemos un té, te aseguro muchacho, que no tengo ese tipo de intenciones con una jovencita que podría ser mi hija —Tomando la mano de aquel viejo Alfa, Janus miró los hermosos ojos celestes y llorosos de Artemisa. Acercándose a ella, sin pensarlo do
“Ven a mí, búscame, siénteme…sabes que me deseas, que solo a mí me perteneces”En aquella espesa bruma, Artemisa escuchaba aquella voz familiar, una que le llegaba a lo más profundo del alma conmoviéndola al borde de las lágrimas. Mirándose en el reflejo de aquel lago, podía ver tambien a la hermosa luna plateada en él. Los aullidos de los lobos blancos, parecían canciones dedicadas a la madre luna, quien tras de ella tenia al sol.“Ven a mí, Artemisa, ven a mí”Aquel hombre de cabellos de plata, le susurraba un cantar de amor eterno, invitándola y seduciéndola, deseando formar aquel vinculo con ella. Sin embargo, sus pasos se habían detenido, y mirando hacía atrás, los brazos abiertos de Janus Aqmar estaban esperando por ella.“Janus”Dijo ella en un susurro que hizo retumbar el mundo destruyendo el suelo bajo sus pies. Corriendo hacia el único hombre que la había mirado embelesado y le había prometido su corazón, se entrego en los brazos morenos de aquel lobo gris con profundos ojos