Un museo.Aquel elegante sitio al que Belmont Fortier la había llevado, era un museo cuyas obras de arte eran admiradas por los parisinos con el mayor de los respetos.—Está será tu habitación, alguna vez estuvo destinada para una mujer hermosa y muy especial, pero ella finalmente se fue a navegar en otras tierras, espero que la disfrutes, pues fue hecha de manera única — dijo con un deje de tristeza Belmont.Éragon había sido llevado a una de las bodegas de aquel hermoso sitio, que había sido adecuado especialmente para él. Quizás, aquel solitario y viejo Alfa, quería algo de compañía, pues de más estaba dicho que extrañaba a esa mujer de la que se había enamorado, pero que no le había correspondido.Artemisa, sin embargo, sentía remordimiento por haber dejado atrás al hermoso Alfa Aqmar, quien le había pedido ser su luna a pesar de ella no ser nadie. ¿Si hubiera aceptado sin buscar su pasado que habría pasado? ¿Había tomado la decisión correcta al marcharse? Esperaba que así fuera,
—Tienes que aprender a controlarte hijo, no te lanzas a atacar a otro hombre en su hogar sin haberle aceptado una taza de té primero —Belmont mantenía sometido a Janus en el suelo, que inmóvil le lanzaba miradas que parecían destilar fuego.—Ella es mi Luna, no tocas a la Luna de otro hombre amigo —Belmont sonrió mirando a aquellos fieros ojos verdes que no se inmutaban ante el a pesar de ser un Alfa más viejo. Artemisa rogaba que aquella pelea terminara, mientras el Beta Bernet intentaba calmarla. Levantándose del suelo, el viejo Alfa ofrecía su mano a aquel mucho más joven que él, admirando el coraje que había tenido a tan repentinamente enfrentarlo en su propio territorio.—Eres un joven valiente y atrevido, aunque muy estúpido, ven, tomemos un té, te aseguro muchacho, que no tengo ese tipo de intenciones con una jovencita que podría ser mi hija —Tomando la mano de aquel viejo Alfa, Janus miró los hermosos ojos celestes y llorosos de Artemisa. Acercándose a ella, sin pensarlo do
“Ven a mí, búscame, siénteme…sabes que me deseas, que solo a mí me perteneces”En aquella espesa bruma, Artemisa escuchaba aquella voz familiar, una que le llegaba a lo más profundo del alma conmoviéndola al borde de las lágrimas. Mirándose en el reflejo de aquel lago, podía ver tambien a la hermosa luna plateada en él. Los aullidos de los lobos blancos, parecían canciones dedicadas a la madre luna, quien tras de ella tenia al sol.“Ven a mí, Artemisa, ven a mí”Aquel hombre de cabellos de plata, le susurraba un cantar de amor eterno, invitándola y seduciéndola, deseando formar aquel vinculo con ella. Sin embargo, sus pasos se habían detenido, y mirando hacía atrás, los brazos abiertos de Janus Aqmar estaban esperando por ella.“Janus”Dijo ella en un susurro que hizo retumbar el mundo destruyendo el suelo bajo sus pies. Corriendo hacia el único hombre que la había mirado embelesado y le había prometido su corazón, se entrego en los brazos morenos de aquel lobo gris con profundos ojos
Besos apasionados, gemidos pasivos, aquel vaivén lento que despertaba fuertes sensaciones que erizaban cada bello en la piel desnuda. Instinto, salvajismo, sin nada de amor cruzando una línea que tan solo debía de ser natural. El aroma que embriagaba a un lobo y la sumisión de su hembra, era lo normal…lo que debía de ser.Marcus tomaba del cabello a Agatha, forzándola a mirarlo mientras la penetraba violentamente sin piedad alguna. Aquella loba había despertado sus instintos carnales desde el primer momento en que había percibido su aroma salvaje, sin embargo, no la marcaria, pues había perdido su valor en cuanto había descubierto el que realmente tenia su prometida original, aquella hermosa loba albina que era la hija perdida de nada menos que la manada más poderosa… la misma que el deseaba destruir.Mirando a Agatha, por un momento vio en el ese cuerpo que tomaba sin piedad a la dulce Artemisa. Imaginó el cómo sería tenerla desnuda, completamente sometida a su merced y profanando aq
El sol brillaba en lo alto después de una noche de tormenta. El cielo se mostraba azul celeste, completamente limpio y dibujando hermosas nubes blancas que se paseaban en el vaivén de viento.Artemisa sucia un encantador vestido celeste con preciosos encajes blancos que la hacia lucir igual a una encantadora princesa de cuentos de hadas. Su cabello blanco que asemejaba a hilos de plata, se lo había recogido en una media cola decorada con un lindo moño de los colores de su vestido. Se había maquillado las pálidas mejillas y sus labios naturalmente sonrosados, los había resaltado con un poco de gloss.Lucia realmente preciosa.—Artemisa, ¿Estás lista? Nos vamos en cinco min…Janus no había terminado de decir aquella frase, cuando se había quedado completamente sin palabras ante la hermosa y delicada mujer que tenía delante. Era tan bella, tan radiante como una estrella, y tan parecida a una fina muñeca de porcelana, que parecía inaudito exponerla al mundo y a su crueldad. Sus hermosos o
Angustia.La luz de la luna se colaba entre las cortinas que eran azotadas por aquel terrible viento que se había desatado y que iluminaba débilmente el interior de aquella habitación que se hallaba en penumbras.Celos.Miraba a aquella hermosa joven cuya belleza emulaba a la de la luna plateada, completamente desnuda en los brazos de ese hombre cuya piel morena parecía haber sido besada por el sol, y cuyos ojos verdes de selva salvaje, lo miraba fijamente desde aquel rostro envuelto en aquella expresión soberbia que hacia que su sangre hirviera de odio y rencor.Dolor.Su pecho ardía, dolía terriblemente haciéndolo caer con violencia sobre el suelo, mientras escuchaba los gemidos entrecortados que delataban aquellas bajas pasiones de las que su Luna era presa bajo el cuerpo de otro.Despertando abruptamente, la mano pálida y temblorosa alcazaba la lampara que se hallaba en la mesita de noche, iluminando la habitación por completo mientras el albino se incorporaba débilmente aun sinti
—Búsquenla, no pudo haber ido muy lejos —Marcus sentía como la sangre le hervía de rabia. Agatha había escapado después de robarle todo cuanto pudo cargar. Aquella traición no iba a perdonársela.—Señor, recibimos informes de que Artemisa fue protegida por Belmont Fortier y ahora mismo e dirige hacia las tierras Dupont, a parecer, tambien Apollo Elara se encuentra tras ella, aunque desconocemos si ya sabe hacia donde es que se dirige — informaba Calder.Marcus golpeo con fuerza aquella mesa de manera logrando partirla en dos.—Maldita sea, todo se está complicando demasiado, Calder, ve que encuentren a esa perra de Agatha, y cuando lo hagan infórmame, ya vere que castigo le impondré yo mismo, saldré hacia las tierras Dupont con una cuadrilla de lobos, recuperare a Artemisa a cualquier costo — aseguró.Asintiendo, Calder miró con un deje de desprecio al alfa de su manada, sus malas decisiones los estaban llevando por en sendero de autodestrucción que no estaba seguro que pudieran supe
El viento helado de aquella noche, le calaba en lo profundo de los huesos, tal y como era cuando tenía que dormir en aquel húmedo y demasiado frío establo en medio de los caballos. Sus pasos eran lentos, tan lentos que sentía que aquel camino no terminaba jamás. La nieve le lastimaba los pies descalzos, y su cuerpo dolía tanto que sentía que en cualquier momento iba a desfallecer.Los lamentables y tristes aullidos de los lobos penetraban en sus oídos, causándole aquella terrible ansiedad que la estaba embargando. ¿En donde estaba? ¿Qué era aquel desolado paramo nevado?—¡Janus! ¿En dónde estás? —Artemisa llamaba desesperada a su lobo, al que ella había elegido para ser su compañero de vida…aquel del que ella deseaba enamorarse, y de nadie más.—¿A quien estás buscando mi niña? —Aquella mujer idéntica a ella, a miraba con un halo de profunda tristeza desde aquellos ojos celestes que parecían a punto de derramar lágrimas.—¿Quién eres tú? Cuestiono Artemisa en aquel desolado paramo n