Cuando sus ojos se abrieron una vez más, noto que la luz de un nuevo día brillaba con intensidad. Los recuerdos de los ultimo meses la golpearon con una fuerza casi abrumadora.
La muerte de sus padres y su hermanito menor, la traición de Nico Mascherano; quien solía ser la mano derecha de su padre, su intento de suicido y ÉL.
Su salvador misterioso de ojos triste… ¿Por qué un hombre como él tendría tanta tristeza brillando en su mirada?, ¿Cuántas terribles tormentas habría tenía que enfrentar para que su alma pareciera tan rota?
El sonido de la puerta abriéndose con brusquedad la sacó de sus pensamientos, de inmediato sus ojos azules se encontrón con los de su verdugo.
— Así que ya es despertado — con movimientos similares a los de un depredador se acercó a ella, sacándola de cama con brusquedad — estoy cansado de toda esta m****a, Kassandra… ¿sabes cuantos médicos he tenido que matar ya por tu jodida estupidez?
Nada, no obtuvo respuesta alguna, la mujer parecía haber realizado un juramento de mutismo casi inquebrantable.
Pero algo en sus ojos, una emoción hasta ahora desconocida lo hizo sonreír, había preocupación en su mirada.
— Despreocúpate querida — hablo, muy cerca del rostro femenino, ella pudo sentir su asqueroso aliento chocar contra su piel — no he matado al doctorcito de anoche, he decidido dejarlo con vida… o, mejor dicho: vivirá mientras tú lo estés, vamos a ver si así seguirás con tus jodidos intentos de suicidio.
La empujo, prácticamente contra el suelo, ella solo coloco sus manos para evitar que su rostro terminara golpeando el frio pavimento.
Nino se puso de canclillas junto a ella, sujetándole del cabello, obligándola a mirarlo a la cara.
— ¿Me tienes miedo, Kassandra?, ¿por eso intentas quitarte la vida?, ¿estás desesperada por seguir el camino de tus padres? — acerco su nariz a la mejilla femenina, aspirando su aroma — tu no tendrás un destino tan misericordioso, Kassandra. Tu eres mía, desde ahora y para siempre.
Kassandra sintió repulsión y agradeció mentalmente cuando él se alejó, no existían palabras suficientes para expresar el desprecio que sentía por ese hombre.
— Más vale que me tengas miedo y te comportes — le dio la espalda, dirigiendo sus pasos hacia la puerta, estaba hastiado de ella y su actitud.
— Tu si tienes miedo — hablo ella de pronto dejándolo totalmente sorprendido.
Soltó una carcajada y se giró hacia ella, una vez que se recompuso de la impresión.
— ¿Por qué he de tenerte miedo, Kassandra?, no eres más que una mujer débil e insignificante — aseguro con clara burla tiñendo su voz.
— Porque soy una Di’Laurentis… sabes que me necesitas de tu lado, porque si yo elijo levantarme perderás todo lo que crees poseer — Nino vio una furia indescriptible surcar la mirada ajena.
— Cariño, yo soy quien manda ahora, existe una gran facción de la organización que jamás apoyara a una mujer como líder — explico, su sonrisa de superioridad no se hizo esperar.
— Una facción que en el momento en que nazca un varón con la sangre Di´Laurentis, no durara en dejarte de lado como la maldita escoria que eres — preso de la rabia, Nino la abofeteo.
— ¿Y quién dará a luz a ese niño?, ¿tu?, ¿con quién?; ninguno de los hombres en esta mansión será tan idiota para hacer en tus redes — observo como ella se cubría el rostro, justo donde la había golpeado.
— Yo tu no estaría tan seguro de eso, Nino… después de todos muchas veces los traidores se sientan en nuestra misma mesa y comen de nuestro mismo plato — sonrió con superioridad.
Nino se puso a su nivel, sujetándola del rostro, clavando sus dedos en la suave piel de sus mejillas. Frunciendo el ceño y apretó los labios como evidencia de su rabia.
— Escúchame bien, Kassandra, si algún día pares un hijo varón ese niño llevará mi sangre, será mi heredero y por fin podré asegurarme de que te pudras en el maldito infierno.
Kassandra sonrió, una sonrisa apenas perceptible — cuidado, no vaya ser que termines ardiendo en el fuego que tú mismo has creado.
Nino gruño, alejándose de ella, pero observando cada uno de sus movimientos, Kassandra se puso de pie, se acercó al escritorio junto a la cama y arrastro la silla hasta la ventana, sentándose a observar el exterior en completo silencio.
¿Qué m****a miraba tanto?, se preguntó Nino, a veces le daban ganas de incendiar ese maldito jardín para acabar con lo que fuera que Kassandra mirara con tanta atención.
— Buenos días — saludo la voz de medicucho, quien alterno la mirada del hombre furibundo y la mujer silenciosa.
Nino lo miro de forma despectiva antes de abandonar la habitación en completo silencio, Thiago suspiro mientras se preguntaba ¿Por qué rayos tenía que terminar metido en esos líos?
— Buenos días — esta vez saludo a la mujer que solo lo miro fijamente — debo revisar tus heridas y cambiar tu vendaje — ella solo extendió su brazo izquierdo hacía él, regresando su mirada al ventanal.
¿Por qué tenía que lidiar con personas tan raras?, uno no dejaba de gruñirle como si fuera un perro rabioso mientras que la otra parecía un alma en pena.
En completo silencio le limpio las heridas y le cambio los vendajes, estaba listo para marcharse cuando ella de pronto se giró hacía él, mirándolo con una intensidad abrumadora.
Extendió una de sus manos, las puntas de sus dedos tocaron el rostro de Thiago con cierta timidez hasta que el suave tacto se convirtió en una caricia.
Caricia que delineo sus facciones con detenimiento, poniendo especial atención en sus labios, Thiago cerró los ojos y suspiro, deleitándose con las inesperadas caricias.
— No hagas eso — le pidió, aunque realmente estaba disfrutando de su tacto, del calor de las caricias ajenas sobre su piel.
Las caricias se detuvieron y el calor del tacto femenino ceso, se encontró extrañando esa cercanía, que de cierta forma le resultaba intima.
Su corazón día un vuelvo, entre sorprendido y asustado cuando la sintió acercarse aún más a él, invadiendo su espacio personal.
Y quedo en completo shock al sentir los suaves y cálidos labios ajenos posarse sobre los suyos, fue un contacto ligero e inocente, duro solo unos pocos segundos que fueron más que suficientes para provocar que su corazón latiera acelerado.
Thiago abrió los ojos, observando a la mujer que había retomado su posición sentada junto a la ventana, pero algo en ella había cambiado, ahora una ligera sonrisa y un brillo de determinación adornaban sus facciones.
Para él fue imposible no sonreír como ella lo hacía, quizás después de todo aun había esperanza... esperanzas para ella y ¿Por qué no?, para él.
Dos cuerpos moviéndose al ritmo de una sinfónica imaginaria, colmados de placer y deseo desenfrenado.Dos almas podridas que se complementaban a la perfección, dos traidores que había apuñalado por la espalda a personas que confiaban ciegamente en ellos.Nino gruño cuando alcanzó su máximo punto de placer, el clímax lo golpeo con fuerza mientras escuchaba a su compañera gemir su nombre.— Eso fue increíble — aseguro la mujer de cabello rojo, con su respiración entre cortada y observando al hombre que se alejaba de ella.Nino gruño una vez más, mientras se deshacía del preservativo y borraba cualquier rastro de lo ocurrido que quedara en su cuerpo.Ella lo observo, sabía que estaba molesto y frustrado, sabía que por más que lo intentara ella jamás llenaría ese vacío que él necesitaba llenar.— ¿Kassandra sigue dándote dolores de cabeza? — pregunto, mientras se observaba las uñas, fastidiada.— Si — respondió el hombre con simpleza.— Es solo una niña estúpida, una vez que entienda que
La noche llego sin prisas, envolviéndolos en una tranquilidad de apariencia imperturbable, la magnificencia de cielo estrellado les regalaba una vista digna de admirar.Thiago y Kassandra se encontraban recostados en el balcón, observando el brillo inmensurable de las estrellas, sumergidos en un cómodo silencio.Después de tenerlo todo el día junto a ella, como si de su sombra se tratase, se había rendido y ya no trataba de alejarlo.— ¿No le tienes miedo a la muerte? — indago ella de forma inesperada, girando su rostro hacia él, clavando su intensa mirada en él.Thiago suspiro antes de mirarla, encontrándose con la intensidad del brillo de sus ojos — convivo con la muerte cada día de mi vida, ser médico me obliga a enfrentarme a ella de manera constante y en muchas ocasiones inesperada. Te preguntaría lo mismo, pero es evidente que no le temes.Kassandra guardo silencio por unos segundos, mirando hacia el cielo una vez más. Su semblante pensativo hizo que Thiago se imaginara que esta
El aroma antiséptico del hospital se filtró en sus sentidos como un golpe de realidad. Ese olor inconfundible, clínico y frío, impregnado de historias de vida y muerte, lo envolvió de inmediato. Había olvidado cuán familiar le resultaba, cuántas emociones enterradas despertaba en él.El sonido rítmico de los monitores, el eco de pasos apresurados por los pasillos y el murmullo de voces preocupadas componían la melodía inconfundible de la urgencia.Había olvidado la adrenalina de correr ante una emergencia, la tensión de un bisturí en sus manos, el peso de una vida pendiendo de su destreza. Pero, sobre todo, había olvidado la satisfacción de salvar a alguien.¿Cuánto tiempo había pasado sin pisar un quirófano?¡Ah, sí! Desde que le había salvado la vida a Dominick Carbajal. ¿Dos años? Quizás más. No estaba seguro. Lo único claro era que, desde entonces, su pasión por la medicina había tambaleado.Inspiró profundamente y bajó la mirada hacia la postal entre sus manos. Sus dedos la recor
No supo cuánto tiempo estuvo sometido en la cajuela de la camioneta, o siquiera a donde rayos lo habían llevado.Pero cuando lo sacaron de ahí sentía su cuerpo entumecido, entrecerró los ojos en el momento en que le quitaron el saco de la cabeza, enfrentándose a la luz de las farolas de una gran e imponente mansión.Dio un vistazo rápido a su alrededor encontrándose que estaban rodeados de hectáreas de tierra, grama y vegetación.— Camina doctorcito — lo empujo uno de los hombres, trastabillo ante el empujón, cuando recupero la compostura subió los escalones de la entrada con rapidez; al ingresar a la mansión noto que había una gran cantidad de mucamas moviéndose por el lugar, claramente alteradas llevando sabanas limpias, agua y pañuelos — vamos niño bonito. Arriba — una vez más recibió un empujón hacia las escaleras, entendiendo que su destino estaba en los pisos superiores.Recorrieron los pasillos del segundo piso en un silencio casi sepulcral, para ser una mansión repleta de pers