La mañana siguiente a la cena, el grupo se marchó a la constructora para continuar con su apretada agenda, mientras que Chiara se dirigía a la academia. Francesco, Isabella y el pequeño Marcos regresaron a la mansión Rossi, para visitar al abuelo.Al llegar, el abuelo los recibió con una sonrisa de alegría, sosteniendo al pequeño Marco en sus brazos, quien lo miraba con ojos brillantes.—Mira cómo está de grande este caballerito —dijo el abuelo mientras el pequeño sonreía al escuchar su voz, su risa resonando suavemente en la sala.Francesco e Isabella se acomodaron en el sofá mientras el abuelo jugaba con el pequeño en la habitación, envolviéndolos en una calma tranquila. Sin embargo, las palabras de Francesco se filtraron en el aire como una advertencia.—Abuelo, Leonardo me comentó sobre el proyecto para los Lombardi. ¿Crees que sea seguro enviar a los chicos allá?El abuelo dejó de jugar con el niño por un momento, y miró a Francesco con una expresión grave, pero serena.—Francesc
La tarde cayó sobre la mansión Rossi, tiñendo el cielo con tonos dorados y anaranjados. En el amplio salón principal, Isabella sostenía una copa de vino mientras observaba a Francesco conversar con el abuelo. Aunque su rostro mostraba tranquilidad, dentro de ella una inquietud creciente se apoderaba de sus pensamientos. El peso de la situación que estaban enfrentando no parecía disiparse, y la creciente tensión con los Lombardi hacía que todo se sintiera más urgente.Uno a uno, Leonardo, Alessa, Charly y Chiara llegaron a la mansión. El ambiente se llenó de una energía renovada, aunque la atmósfera seguía impregnada de una leve tensión, como si todo estuviera a punto de estallar. Francesco lanzó una mirada severa a Leonardo cuando se mencionó el proyecto en Sicilia.—No me gusta la idea de trabajar con los Lombardi —dijo Francesco con voz firme. —Siempre han tenido sus propios intereses y Salvatore no es precisamente alguien en quien confiaría ciegamente.Leonardo intercambió una mira
La mañana siguiente al cierre del contrato, el sol apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos dorados cuando Isabella y Francesco llegaron al aeropuerto privado. El viento matutino soplaba suavemente, trayendo consigo un aire fresco que contrastaba con la calidez de la despedida que estaba por ocurrir.Leonardo, Charly y Alessa estaban listos para abordar el jet que los llevaría a Sicilia. Aunque la ocasión debía sentirse como el inicio de un gran proyecto, la tensión era palpable.Francesco fue el primero en hablar, con un tono serio y protector.—Mantengan la seguridad y, sobre todo, los ojos bien abiertos. No confíen demasiado en los Lombardi. Cuiden de Alessa y manténganme informado.Leonardo, conociendo bien la naturaleza de Francesco, estrechó su mano con firmeza y lo abrazó con fuerza. Sabía que su primo no estaba tranquilo con este viaje, y para ser honestos, él tampoco lo estaba.—No te preocupes. Volveremos para la reunión de todos los meses cuando todo esté en marcha y bajo
El grupo dejo atrás la pista privada del aeropuerto de Palermo. A través de la ventanilla, Alessa veía el paisaje con una sensación de vacío en el pecho dejando que el paisaje siciliano pasara ante sus ojos sin realmente verlo. La calidez del clima contrastaba con el frío que sentía en su interior. Su discusión con Leonardo en el avión aún pesaba en su mente, y la distancia emocional entre ellos parecía crecer con cada palabra no dicha.El trayecto hacia el hotel fue tenso. Leonardo mantenía la vista fija en la carretera, sumido en sus propios pensamientos su mandíbula tensa y sus manos apretadas en sus muslos. Por su parte, Charly intentaba distraerse revisando documentos en su Tablet. La tensión entre Alessa y Leonardo había sido evidente para todos en el jet, y aunque Charly había intentado suavizar la situación, sabía que la herida entre ellos era mucho más profunda de lo que ambos admitían.Cuando llegaron al hotel, Salvatore se adelantó con esa sonrisa ladeada que siempre parecí
El sol de la mañana iluminaba las amplias oficinas de la Constructora Moretti-Rossi. Isabella, vestida con un elegante traje de falda negro y una blusa color marfil, caminaba con paso firme por el pasillo principal. Su presencia, imponente y segura, irradiaba autoridad. Los empleados se detenían por un segundo cuando pasaba, no por miedo, sino por respeto. Todos sabían que la dueña de la empresa no era solo una mujer de negocios; era una estratega con la mente afilada como una navaja.Esa mañana, la sala de conferencias estaba repleta de ingenieros, arquitectos y ejecutivos. Isabella se colocó en la cabecera de la mesa, cruzando las piernas con elegancia mientras dejaba su tablet sobre la mesa.—Muy bien, señores, vamos directo al grano. —Su tono era firme—. Quiero actualizaciones sobre cada uno de nuestros proyectos en curso. No quiero excusas, quiero resultados.Uno de los jefes de obra, Ennio Giardano, un hombre mayor con años de experiencia, carraspeó antes de hablar.—El proyecto
La tarde se estiraba lentamente sobre Calabria, con el sol tiñendo el cielo de un rojo sangriento, como presagio de lo que estaba a punto de suceder. En el apartamento, Elena se encontraba frente a Dimitri, los dos sentados a una mesa donde la oscuridad del lugar parecía envolverlos. La atmósfera, cargada de secretos, no dejaba lugar a dudas: algo grande estaba por ocurrir.Dimitri, con una mirada calculadora, no necesitaba hacer mucho para hacer que Elena hablara. Ella, desde que había comenzado a sentirse desplazada por Isabella, había hecho todo lo posible por acercarse a él. Y ahora, finalmente, su plan estaba tomando forma.— Debemos hacer algo más grande, Elena —dijo Dimitri, su voz baja y peligrosa. — No podemos seguir jugando a la defensiva. La única forma de destruir a Isabella y Francesco es arrebatarles lo que más aman: su hijo.Elena, que hasta entonces había mantenido una postura reservada, levantó la mirada, sus ojos brillando con una mezcla de frustración y deseo. Se ac
Calabria no era la única que era azotada por la inquietante incertidumbre. Sicilia con su calor sofocante abrazando el paisaje mientras el convoy de autos avanzaba por las carreteras serpenteantes que llevaban al sitio donde se desarrollaría el ambicioso proyecto. El sol golpeaba con fuerza, reflejándose en los vidrios de los autos, haciendo que el aire fuera pesado, casi palpable.A bordo, Leonardo, con su expresión dura, revisaba en su tableta los planos y la logística de la construcción, frunciendo el ceño ante las cifras y los detalles que aún faltaban por resolver. A su lado, Charly, siempre entusiasta pero con una mirada meticulosa, revisaba los informes de los proveedores, marcando detalles cruciales con el dedo en la pantalla.En el asiento trasero, Alessa observaba el horizonte con una expresión impenetrable. El paisaje pasaba ante sus ojos, pero sus pensamientos no estaban en la belleza de Sicilia, sino en el proyecto que se desarrollaba y en los giros que su vida había tomad
Alessa despertó temprano, sintiendo el peso de la noche anterior en cada rincón de su cuerpo. Había dormido poco, sus pensamientos atormentándola hasta altas horas de la madrugada. La conversación con Salvatore había dejado una marca más profunda de lo que esperaba. Las palabras, suaves pero incisivas, seguían resonando en su mente. Alessa cerró los ojos por un momento, intentando despejar la niebla mental que nublaba su cabeza. El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas, una luz dorada que, en lugar de ser cálida, le parecía abrasante.Se levantó de la cama y miró su reflejo en el espejo. El rostro demacrado, las sombras bajo los ojos y el cabello algo desordenado, le recordaban que había atravesado una noche inquietante, sin encontrar consuelo. Sin embargo, no tenía tiempo para lamentarse, busco ropa y entro rápidamente a la ducha. Había un trabajo que hacer, un proyecto que avanzar, y aunque su mente no dejaba de dar vueltas, debía estar presente.El desayuno lo esper