El grupo dejo atrás la pista privada del aeropuerto de Palermo. A través de la ventanilla, Alessa veía el paisaje con una sensación de vacío en el pecho dejando que el paisaje siciliano pasara ante sus ojos sin realmente verlo. La calidez del clima contrastaba con el frío que sentía en su interior. Su discusión con Leonardo en el avión aún pesaba en su mente, y la distancia emocional entre ellos parecía crecer con cada palabra no dicha.El trayecto hacia el hotel fue tenso. Leonardo mantenía la vista fija en la carretera, sumido en sus propios pensamientos su mandíbula tensa y sus manos apretadas en sus muslos. Por su parte, Charly intentaba distraerse revisando documentos en su Tablet. La tensión entre Alessa y Leonardo había sido evidente para todos en el jet, y aunque Charly había intentado suavizar la situación, sabía que la herida entre ellos era mucho más profunda de lo que ambos admitían.Cuando llegaron al hotel, Salvatore se adelantó con esa sonrisa ladeada que siempre parecí
El sol de la mañana iluminaba las amplias oficinas de la Constructora Moretti-Rossi. Isabella, vestida con un elegante traje de falda negro y una blusa color marfil, caminaba con paso firme por el pasillo principal. Su presencia, imponente y segura, irradiaba autoridad. Los empleados se detenían por un segundo cuando pasaba, no por miedo, sino por respeto. Todos sabían que la dueña de la empresa no era solo una mujer de negocios; era una estratega con la mente afilada como una navaja.Esa mañana, la sala de conferencias estaba repleta de ingenieros, arquitectos y ejecutivos. Isabella se colocó en la cabecera de la mesa, cruzando las piernas con elegancia mientras dejaba su tablet sobre la mesa.—Muy bien, señores, vamos directo al grano. —Su tono era firme—. Quiero actualizaciones sobre cada uno de nuestros proyectos en curso. No quiero excusas, quiero resultados.Uno de los jefes de obra, Ennio Giardano, un hombre mayor con años de experiencia, carraspeó antes de hablar.—El proyecto
La tarde se estiraba lentamente sobre Calabria, con el sol tiñendo el cielo de un rojo sangriento, como presagio de lo que estaba a punto de suceder. En el apartamento, Elena se encontraba frente a Dimitri, los dos sentados a una mesa donde la oscuridad del lugar parecía envolverlos. La atmósfera, cargada de secretos, no dejaba lugar a dudas: algo grande estaba por ocurrir.Dimitri, con una mirada calculadora, no necesitaba hacer mucho para hacer que Elena hablara. Ella, desde que había comenzado a sentirse desplazada por Isabella, había hecho todo lo posible por acercarse a él. Y ahora, finalmente, su plan estaba tomando forma.— Debemos hacer algo más grande, Elena —dijo Dimitri, su voz baja y peligrosa. — No podemos seguir jugando a la defensiva. La única forma de destruir a Isabella y Francesco es arrebatarles lo que más aman: su hijo.Elena, que hasta entonces había mantenido una postura reservada, levantó la mirada, sus ojos brillando con una mezcla de frustración y deseo. Se ac
Calabria no era la única que era azotada por la inquietante incertidumbre. Sicilia con su calor sofocante abrazando el paisaje mientras el convoy de autos avanzaba por las carreteras serpenteantes que llevaban al sitio donde se desarrollaría el ambicioso proyecto. El sol golpeaba con fuerza, reflejándose en los vidrios de los autos, haciendo que el aire fuera pesado, casi palpable.A bordo, Leonardo, con su expresión dura, revisaba en su tableta los planos y la logística de la construcción, frunciendo el ceño ante las cifras y los detalles que aún faltaban por resolver. A su lado, Charly, siempre entusiasta pero con una mirada meticulosa, revisaba los informes de los proveedores, marcando detalles cruciales con el dedo en la pantalla.En el asiento trasero, Alessa observaba el horizonte con una expresión impenetrable. El paisaje pasaba ante sus ojos, pero sus pensamientos no estaban en la belleza de Sicilia, sino en el proyecto que se desarrollaba y en los giros que su vida había tomad
Alessa despertó temprano, sintiendo el peso de la noche anterior en cada rincón de su cuerpo. Había dormido poco, sus pensamientos atormentándola hasta altas horas de la madrugada. La conversación con Salvatore había dejado una marca más profunda de lo que esperaba. Las palabras, suaves pero incisivas, seguían resonando en su mente. Alessa cerró los ojos por un momento, intentando despejar la niebla mental que nublaba su cabeza. El sol de la mañana se filtraba a través de las cortinas, una luz dorada que, en lugar de ser cálida, le parecía abrasante.Se levantó de la cama y miró su reflejo en el espejo. El rostro demacrado, las sombras bajo los ojos y el cabello algo desordenado, le recordaban que había atravesado una noche inquietante, sin encontrar consuelo. Sin embargo, no tenía tiempo para lamentarse, busco ropa y entro rápidamente a la ducha. Había un trabajo que hacer, un proyecto que avanzar, y aunque su mente no dejaba de dar vueltas, debía estar presente.El desayuno lo esper
A un mes de su llegada a Sicilia, el proyecto avanzaba con rapidez, y la estructura principal ya se alzaba como un coloso en medio del paisaje mediterráneo. Camiones de cemento, obreros en movimiento, y el ruido constante de maquinaria pesada llenaban el ambiente con una sinfonía de trabajo incesante.Alessa, vestida con un pantalón de tela beige, botas a juego y una blusa blanca sin mangas, se mantenía firme mientras observaba el lugar desde una tarima improvisada. Un casco de seguridad descansaba en su mano, y sus ojos analizaban cada rincón con una precisión casi quirúrgica.—El sistema de acceso ya está instalado —informó uno de los ingenieros a su lado—. Implementamos el reconocimiento facial y las tarjetas con chip en las zonas restringidas.—Bien —asintió Alessa, sin apartar la vista del plano digital en su tableta— Pero quiero una segunda revisión del sistema de vigilancia en el área de las villas privadas. Asegúrense de que no haya puntos ciegos.El ingeniero tomó nota y se re
La noche se había desplomado sobre Calabria, y con ella, una pesadilla se había desatado. Francesco sentía que algo iba mal, pero no podía ponerle nombre a la sensación que lo atenazaba. El mundo de los negocios nunca había sido tan sucio, tan impredecible.Mientras tanto, Isabella y Chiara salían de la constructora después de una larga jornada. Se le había hecho tarde revisando informes y permisos; la noche había caído rápidamente sobre el paisaje calabrés, y la atmósfera estaba cargada de una inquietud palpable. Chiara, absorta en su teléfono, no notó el cambio sutil en el ambiente. Isabella, sin embargo, sí. El sudor comenzaba a formarse en su frente cuando, de repente, un sonido seco cortó la noche: disparos. La tierra tembló bajo sus pies.Michelangelo y Alberto, los hombres de Francesco, ya habían tomado sus posiciones, pero el caos no tardó en llegar. La ráfaga de balas resonó con una ferocidad inusitada, y el miedo se instaló en los ojos de Chiara.Isabella reaccionó al instan
La búsqueda se había prolongado hasta la madrugada, era frustrante, hasta ahora no encontraban respuesta alguna; Francesco, al ver a sus hombres alineados, dio un paso adelante. La tensión en su cuerpo era palpable, mostraba una agresividad que no había mostrado jamás; cada uno de sus músculos tensados reflejaba la ira que hervía en su interior. El sonido de su voz, baja, pero peligrosa, cortó el aire.En las calles de Calabria, la gente sabía cuándo era el momento de mantener la boca cerrada y desaparecer.— Es evidente que muchos saben más de lo que admiten, presionen más, hagan que conozcan el terror de primera mano. Me han quitado lo que más amo. Arranquen de sus manos lo que ellos más aman, no me importan las consecuencias. ¡Querían al malo, pues, ahora lo tendrán! —dijo, su tono frío y feroz, como el filo de un cuchillo recién afilado.El eco de sus palabras resonó en las calles vacías. La furia era evidente, pero había algo más: la sensación de que había cruzado un punto sin re