El aire era fresco y ligeramente húmedo, con la promesa de una tormenta en el horizonte. Francesco, con la mente llena de pensamientos oscuros, dejó el apartamento de Elena y condujo directamente a la casa del abuelo Rossi. Necesitaba reunirse con Charly, Leonardo y el abuelo, buscando el consuelo y la sabiduría del patriarca de la familia.Al llegar, el aroma del café recién hecho se mezclaba con el olor a madera envejecida de la casa. Fue recibido por el abuelo, que se encontraba en compañía de su fiel mayordomo y amigo, Franco. La expresión en el rostro del abuelo era una mezcla de preocupación y calidez.—Francesco, hijo, pasa. Charly me llamó para decir que vendrías. Cuéntame, ¿qué te trae por aquí tan temprano? ¿Cómo sigue Isabella? ¿Lograste encontrar información sobre nuestro dinero? —preguntó el abuelo con voz grave y serena.Francesco se sentó junto a su abuelo, sintiendo que por fin podía hablar libremente sobre sus problemas y buscar el consejo que tanto necesitaba. El cue
La brisa suave apenas movía las hojas de los árboles, revelando la imponente casa Rossi-Moretti, que se alzaba majestuosa en medio de jardines perfectamente cuidados. A lo lejos, se escuchaba el ruido de los autos de Francesco y Charly acercándose, rompiendo la tranquilidad de la tarde. La tensión era palpable mientras ambos se estacionaban e ingresaban a la mansión, cada uno sumido en sus pensamientos tras la inquietante llamada de Roger. El aire era cálido, pero una ligera sensación de opresión lo hacía pesado, como si anticipara la tormenta que se avecinaba.Dirigieron sus pasos al salón principal, donde las chicas, Carter, Arthur y John, estaban reunidos platicando y riendo sobre las antiguas hazañas del grupo durante su estadía en Nueva York. El ambiente estaba cargado de risas y camaradería, pero la llegada de Francesco y Charly cambió todo en un instante.— ¿Todos están aquí? —preguntó Francesco a Vicenzo, el mayordomo, quien asintió con una ligera inclinación de cabeza.—Sí, s
Cuando finalmente llegó la hora de partir, el sol comenzaba a ocultarse tras las colinas, pintando el cielo con tonos de despedida. El equipo se reunió en el garaje, donde los vehículos estaban listos y cargados, esperando el momento de la verdad. Francesco, Charly, Leonardo, Jacomo, Gabriele y Mattia, junto a Carter, Arthur, Jhon e Isabella, revisaban un mapa de la zona donde se ubicaban las bodegas.—Vamos, chicos. Es hora de limpiar la basura —dijo Francesco con voz firme y decidida.De pronto, una agitada voz los detuvo.— ¡Hey, esperen! ¡Ya estoy lista! —Alessa corría hacia ellos con un maletín y un guante negro en la mano, adornado con lo que parecían ser sensores.— ¿Qué rayos es esto? ¿A dónde crees que vas, Alessa? Isabella dijo que te quedaras con el abuelo —replicó Leonardo, volviéndose hacia Isabella y Charly en busca de apoyo.— ¿Y a ti quién demonios te dio vela en este entierro, Leonardo? Ocúpate de tus asuntos y déjame en paz. Para que quede claro, voy con mi hermana.
El aire estaba denso y cargado de pólvora. El eco de los disparos retumbaba en la distancia, mezclándose con los gritos de órdenes y el crujir de la grava bajo los pies apresurados. La noche había caído, y la temperatura fresca contrastaba con el calor del combate.Cuando Francesco vio a Carter sostener a Isabella en el suelo, su corazón se aceleró y sintió una opresión en el pecho. Corrió hacia ellos, gritando a sus compañeros a su alrededor.— ¡Arthur, Jhon, dense prisa, traigan el auto! —gritó mientras tomaba a Isabella en sus brazos y se dirigía hacia el vehículo.El equipo rápidamente se movilizó, ocupando los autos para llevar a Isabella y a Leonardo al hospital. De repente, Charly habló con voz firme.—Esperen, pensemos con cabeza fría. No podemos ir todos o lo ocurrido será en vano. Nos dividiremos: Arthur, Jacomo y Mattia, encárguense de sacar el dinero y la mercancía que dejaron esos infelices. Carter, Jhon y Gabriele, revisen el perímetro; no debe quedar rastro de nosotros
Horas más tarde, Carter y el resto del equipo llegaron al hospital para saber cómo seguían Isabella y Leonardo. La atmósfera en el lugar estaba cargada de nerviosismo y esperanza. El aire, frío y estéril, olía a desinfectante, y los sonidos de máquinas pitando y el murmullo de conversaciones lejanas llenaban el ambiente.—Francesco, ¿cómo están Isabella y Leonardo? —preguntó Carter, apenas entró, su voz tensa y preocupada.—Tengo una noticia que compartir con todos —dijo Francesco, con una sonrisa radiante—. Isabella y yo vamos a ser padres.El grupo se quedó en silencio por un momento, procesando la noticia. Luego, estallaron en felicitaciones y abrazos para Francesco.— ¡Felicidades, amigo! Esta vez no lo eches a perder —dijo Arthur, dándole una palmada en la espalda—. Esto sí que es una buena noticia.— ¡Vaya! —exclamó Jacomo, riendo—. Justo lo que necesitábamos para levantar el ánimo.Después de compartir la alegría, todos entraron a la habitación para felicitar a Isabella y pregu
Pasaban más de las 08:00 pm cuando Alessa y Charly dejaron el apartamento de Elena. Afuera, la brisa nocturna era fresca y reconfortante, contrastando con el calor sofocante del día. Los sonidos lejanos de la ciudad y el murmullo del tráfico apenas rompían el silencio, creando una atmósfera tranquila pero cargada de expectativas. Alessa, con una expresión de satisfacción en su rostro, y Charly, ligeramente preocupado, se dirigían a la mansión Moretti.—Recuérdame no hablar mal de Isabella en tu presencia y viceversa —dijo Charly, rompiendo el silencio.—Haríamos lo mismo por ti, Charly. Somos hermanos y no permitimos que nadie toque o hable de alguno de nosotros. Eso fue lo que siempre nos inculcó nuestro padre, ¿lo recuerdas?—Nunca podría olvidarlo, Alessa. A mí, más que a nadie, me lo repetía una y otra vez. ¿Sabes una cosa? Extraño tanto sus consejos, los regaños, esas salidas por la noche para asistir a alguna reunión o simplemente supervisar el negocio, las conversaciones... Me
El aire de la tarde era fresco, acariciaba suavemente las hojas de los árboles trayendo consigo el susurro distante del mar. La temperatura, agradable y templada, ofrecía un respiro tras el calor del día. En la mansión Moretti, los preparativos para la celebración del embarazo de Isabella continuaban a toda marcha. Los sonidos de los trabajadores montando carpas y luces colgantes se mezclaban con la melodía lejana de un violín afinándose, prometiendo una velada mágica.En el interior de la mansión, Francesco e Isabella, quienes esa misma tarde tras recibir la llamada de Roger, cambiaron de opinión y decidieron ir a la mansión Moretti. Ambos se encontraban en la habitación, la luz dorada del atardecer se filtraba a través de las cortinas, bañando la estancia en un cálido resplandor. Francesco, con una expresión serena pero protectora, mimaba a Isabella con pequeños detalles. Le había llevado un ramo de flores frescas y ahora le acariciaba el cabello mientras leía en voz alta un libro s
A pesar de que la fiesta estaba en pleno apogeo y la música suave llenaba el aire, era imposible opacar el murmullo de los presentes ante la abrupta llegada de Elena, Dimitri y Rebeca.Francesco e Isabella se detuvieron en seco al ver a Elena. Con su presencia imponente y mirada desafiante, parecía disfrutar de la sorpresa y el desconcierto que causaba. Alessa, por otro lado, se quedó boquiabierta al ver a Rebeca, sintiendo una oleada de emociones contradictorias. Sin embargo, debía hacer frente a la llegada de Elena y no permitir que le arruinara la noche a Isabella; después le tocaría el turno a Rebeca.Elena caminó hacia la mesa donde se encontraba Isabella. Observó a los que compartían la mesa con una sonrisa de superioridad y, al ver a Salvatore, sonrió, le guiñó el ojo y dijo:—Feliz noche a todos. Francesco es increíble ver cómo compartes la mesa con Salvatore, aun sabiendo que está locamente enamorado de tu esposa. Bueno que se puede esperar si Isabella duerme con el enemigo.