Al ingresar a la casa, Isabella y Leonardo destellaban felicidad y satisfacción, no podían ocultar que la operación había sido un éxito; sin embargo, Don Marco, que aun los esperaba en la sala, reflejaba una profunda y enorme molestia. Isabella, caminó hacia el sofá donde se encontraba Don Marco, se arrodilló ante el tomo sus manos y le dijo dulcemente — Abuelo que haces aquí deberías estar dormido, esto no te hace bien, ¿acaso no confías en nosotros?
—Claro que confió en ustedes pequeña, mi pequeña no tan pequeña, como se ve que en el fondo queda esa dulzura que te caracterizaba. —Respondió Don Marco pasando una de sus manos por el suave cabello de Isabella.
Leonardo estaba extrañado, no había duda de que algo ocurría, era la primera vez que su abuelo mostraba esa debilidad ante alguien, pero al mismo tiempo en sus ojos se podía ver una gran ira y desprecio. —Que sucede abuelo, ¿pasa algo?—Indago, Leonardo.
—Sí, Isabella lo siento, no sé cómo se enteró ni como hizo para llegar hasta aquí, pero mientras no estaban Elena llego y está arriba con Francesco.
En segundos Isabella había pasado de un tierno momento a sentir que ardía en llamas, su rostro se había trasformado, esa mujer fría, capaz de hacer temblar a quien se interponía en su camino, estaba de vuelta. Sin decir palabra alguna se levantó y subió las escaleras con dirección a la habitación, tras ella Leonardo y el abuelo la seguían tratando de impedir que Isabella usara el arma que aún tenía en su poder.
Al entrar en la habitación, Elena y Francesco se encontraban abrazados sobre el sofá de la habitación. —Vaya, vaya, mira lo que trajo la noche, no cabe duda que cuando la leona se aleja las asquerosas hienas carroñeras vienen por las sobras.
—Isabella, no te permito que le hables a Elena de esa manera, ella solo vino a saber cómo estaba.
—Hay sí, me imagino lo preocupada que estaba, tan preocupada que tiene que ensuciar mi costoso sofá para estar entre tus brazos.
En ese momento Elena se levantó quedando frente a Isabella e intervino. —Isabella, perdona, sé que no debí, pero en cuanto supe del atentado solo quise correr y venir a ver a Francesco, sé que es tu esposo ahora, pero aun así lo que siento por él es muy grande, él es el amor de mi vida y moriría si algo le ocurre; quizás para ti él solo sea un negocio, pero para mí es la vida entera.
Isabella estaba frente a Elena observándola con atención y esa sátira sonrisa que últimamente la caracterizaba, al oír las palabras de Elena en su rostro se reflejó un gesto dramático de dolor el cual acompaño colocando su mano en el corazón. —Oh, cuanto dolor me produce oír tus palabras querida Elena; por Dios que estúpida y patética eres que actuación tan asquerosa y mediocre, acaso crees que la misma actuación que usas con Francesco va a surtir efecto en mí.
— ¡Isabella, ya basta! —Exclamo Francesco ante la respuesta de Isabella.
— ¡Basta!, no cariño, si esta arribista se atrevió de pisar mi casa, ahora ambos me van a escuchar, realmente ¿crees que puedes manipularme como lo haces con él?, qué triste es ver como tu inteligencia no alcanza para comprender cuál es tu lugar; dime algo ¿cómo se supone que te enteraste del atentado y de algo tan delicado como la pérdida del cargamento?, si evidentemente no eres nadie en esta organización y mucho menos en la familia. ¿Cómo fue que pudiste llegar tan rápido desde Toscana si hace apenas unas horas que Francesco fue herido?
De inmediato todas las miradas se posaron sobre Elena, a decir verdad Isabella tenía mucha razón en lo que decía, ni siquiera Francesco se atrevía hablar abiertamente del negocio con Elena.
De pronto, Dimitri entro a la habitación, para defender a Elena. —Isabella, no eres nadie para tratar a Elena de esa manera, además fui yo quien le comento a Elena lo de Francesco y pedí algunos favores para traerla, ella estaba muy desesperada.
—Pero mira quién salió al rescate, el perro faldero de Elena. ¿Dime, acaso usas alguna feromona?, porque para tenerlos a todos como perros en celo detrás de ti y haciendo lo que pides así le cueste la vida, debes usar o hacer algo maravilloso. En cuanto a ti Dimitri, te recuerdo que soy la esposa de Francesco, la que lidera, digamos que la mitad de la 'Ndrangheta para no decir que la mayor parte, así que como me vuelvas hablar de esa manera no dudaré en meter una docena de balas en tu asquerosa boca o ¿O también vas a objetar eso Francesco?
Francesco estaba furioso por el trato de Isabella hacia Elena, pero tenía razón, Dimitri había ido demasiado lejos, existían normas y Dimitri había quebrantado dos de ellas. —Isabella tiene razón, ella es mi esposa y le deben respeto, por otra parte, rompiste dos normas y desobedeciste la orden del abuelo, después hablaremos de eso, ahora llévate a Elena.
—Ya escuchaste a tu amo perro, saca a esta mujer de mi casa y que no se le vuelva a ocurrir poner un pie aquí, porque la próxima vez no dudaré en usar esta hermosura y no seré yo quien pierda. Con alegar defensa propia todo quedará arreglado, como dicen por ahí muerto el perro se acaba la rabia, queda claro Dimitri. —Añadió Isabella mientras sacaba el arma y la acariciaba frente a Elena.
—Si señora, queda claro permiso.
—Dimitri, pasado mañana nos reuniremos en mi casa, allí hablaremos de lo sucedido. —Dijo el abuelo antes retirarse junto a Leonardo de la habitación de Isabella y Francesco. Ahora estaban completamente solos, Isabella conocía muy bien a Francesco y sabía que allí no terminaría la discusión.
—A dónde vas tenemos que hablar. —Dijo Francesco mientras sujetaba el brazo de Isabella.
—Voy a tomar un baño tibio de burbujas, mi noche paso de ser perfecta a convertirse en un asco por culpa de tu visita, así que déjame en paz, no creo que allá más nada que hablar entre los dos.
—Eso crees, no permitiré que trates a Elena como basura cada vez que se te pega la gana y si tanto te molesta, pues, divórciate y así no tendrás que soportarla, porque aunque no te guste o quieras acéptalo seguiré con Elena y cada noche estarás aquí sola mientras ella estará en mis brazos.
—Te repito, en mi casa trato a los intrusos como se me pega la gana y si se le vuelve a ocurrir pisar así sea el jardín de esta casa, no dudaré en practicar tiro al blanco con ella y te confieso que tengo una magnífica puntería. En cuanto a pasar las noches sola y tú en brazos de esa que se revuelca con cualquiera, puedes hacerlo, no me afecta en lo absoluto. Yo también puedo ir a dar un lindo e interesante paseo a la luz de la luna con Salvatore, pero escúchame bien Francesco jamás te daré el divorcio y si en algún momento llego hacerlo no seré yo quien pierda. Ahora queridito, ve a descansar para que te recuperes pronto.
Isabella tomó una sexy y traslúcida bata del cajón donde reposaba toda la lencería sexy que había comprado y que hasta el momento no se había atrevido a usar, pero como en la guerra y el amor todo se valía era hora de darle protagonismo a esas prendas. Aunque solo fuera para molestar a Francesco, se dio la vuela, mientras caminaba hacia el baño escucho a Francesco formular una última pregunta. — ¿Serias capaz de meterte en la cama del enemigo Isabella?
—Hace un mes que estoy durmiendo con el enemigo y lo que es peor estoy casada y viviendo con él; que tengas una reparadora noche Francesco ahora déjame disfrutar del baño.
Mientras Isabella tomada el baño de burbujas, Francesco estaba dando vueltas en la cama sin poder dormir, sus pensamientos lo atormentaban. «Las cosas se están saliendo de control, Isabella no es esa pequeña tonta que hice mía hace años, no es nada fácil de dominar, realmente ha cambiado, ahora es tan capaz, fuerte y decidida, además de jodidamente hermosa y elegante y esa malicia que hasta ahora no conocía de ella la hace tan atractiva. Pero qué m****a estoy pensando, es una total sínica, acababa de decirme que fácilmente podía meterse en la cama de Salvatore, ese imbécil que siempre ha querido ganarme en todo». —Ya Francesco deja de pensar estupideces y duérmete, es más, deberías estar pensando en Elena, ¿cómo estará la pobre? —Se preguntaba así mismo Francesco mientras salía de sus absurdos pensamientos.
Poco después sus ojos también lo traicionaban al ver salir del baño a Isabella en una diminuta y sexy lencería que marcaba muy bien su escultural y prominente cuerpo, realmente ella sabía cómo hacer sufrir a un hombre. Tomo una de las cremas que estaban sobre la cómoda y comenzó a untarse las piernas suave y delicadamente después continuo con los brazos. Posteriormente, se dirigió a la cama, hizo a un lado las sabanas y se acostó de espalda hacia Francesco sin arroparse.
Mientras tanto, justo a su lado estaba Francesco tratando de sobrevivir a tan cruel tortura, su calor corporal había aumentado de cero a cien en cuestión de segundos. «Qué carajos me pasa, por Dios no es primera vez que duermo junto a ella; claro que otras veces no la había visto con ese tipo de pijama, calma Francesco, debes tener dominio de tu mente y tu cuerpo, esta maléfica mujer no debe vencerte, aunque debo admitir que encontró una perversa manera de hacerme pasar una muy mala noche y tu compañero colabora no podemos sucumbir vamos a voltearnos a tratar de dormir».
Francesco luchaba contra sus instintos e Isabella trataba de contener la risa al sentir como Francesco respiraba profundo, colocaba su mano sobra su cara y se movía de un lado a otro sin poder dormir. Había logrado quitarle el sueño a su esposo y esa era respuesta de que no le era tan indiferente como él solía pregonar en cada una de sus rabietas, por el momento solo quedaba dormir, le esperaba un largo día.
El día iniciaba dejando colar unos finos rayos de sol a través de las cortinas de la enorme habitación, Francesco despertó y de inmediato voltio a ver el lado que ocupaba Isabella, pero ella ya se había levantado dejando delicadamente acomodado el lado de la cama donde había dormido.Se sentó unos segundos en la cama, tomo el reloj que estaba sobre la mesa y frunció el entrecejo. —No cabe duda que esta mujer y Elena son totalmente distintas, Isabella despierta a las seis de la mañana, mientras que si fuera por Elena se quedaría en mis brazos hasta el medio día; ya basta que me pasa, ahora hago comparaciones, mejor voy a ducharme para bajar a desayunar.Tan pronto salió de la ducha, comenzó a vestirse, saco del armario un jeans azul, camisa manga larga blanca, un blazer negro y mocasines del mismo color; luego comenzó a peinarse, se aplicó loción, se colocó el reloj y estaba por tomar un par de lentes oscuros cuando Ana entro a la habitación.—Buen día, señor, ¿cómo se siente?, vine ha
Isabella entró en la habitación, tomo la pijama y se dirigió al baño, después de unos minutos en la ducha salió encontrándose con Francesco parado al lado del arreglo floral y sosteniendo la tarjeta entre sus manos.Isabella, en tono arrogante, rompió el silencio que inundaba la habitación. —Puedo ver que te gusto el contenido de la tarjeta, ¿no me digas que piensas robar la dedicatoria para enviársela a Elena?, considero que deberías ser más original.Francesco se acercó a Isabella y sin mediar palabras la abofeteo de tal manera que esta se desplomó sobre el piso. —Quería ver si eras capaz de vociferar frente a mi familia una vez más que Salvatore te pretende, acaso piensas que me convertiré en el hazmerreír de todos. Ahora eres mi esposa y me debes respeto, ya no puedes andar haciendo lo que se te pega la gana, así que comienza a comportarte como la señora de Rossi.En ese momento Vicenzo toco a la puerta y al escuchar la orden de pasar entro. —Señor en el jardín principal está la s
El celular no dejaba de sonar. ¿Quién demonios llamaba con tanta insistencia? Francesco, tratando de abrir los ojos, se inclinó para tomar su pantalón del piso y sacar el celular. Con los ojos entreabiertos, pudo divisar el nombre de su primo en la pantalla.—Leonardo, ¿qué pasa? ¿Por qué tanta insistencia? ¿Acaso estás en problemas? —dijo Francesco, recostándose nuevamente en la cama mientras Elena lo rodeaba con sus brazos.—El único en problemas aquí eres tú. ¿Acaso no has visto la hora? Estamos todos reunidos esperando que decidas aparecer. Así que trae tu estúpido trasero cuanto antes; el abuelo está que mata y come del muerto, Francesco —susurró Leonardo, mientras Francesco sentía un escalofrío recorrer su espalda, poniendo fin a la llamada.— Mierda, el abuelo va a matarme. ¿Cómo pude olvidar la reunión de hoy? ¿Qué diablos pasa conmigo? —inquirió Francesco, sintiendo la tensión en sus palabras, mientras corría a la ducha y Elena tras él.Ambos salieron de la ducha y comenzaron
Isabella puso en marcha el lujoso vehículo mientras avanzaba en medio del insoportable tráfico. Su mente la trasladaba a ese miserable momento en el que se entregó tontamente a Francesco. De pronto, su voz la trajo de vuelta al lugar.— ¿Qué tanto piensas? ¿Acaso planeas desacerté de mí? ¡Ah, ya sé! Crees que porque me libraste de quedarme contigo en casa del abuelo, te voy a ver de otra manera y tendré que estar eternamente agradecido.—Siempre eres así de idiota, o ese efecto ocurre cuando estás a mi lado. Para tu información, no quiero ni me interesa que me veas de otra manera. Como te dije el día de nuestra boda, solo tenemos una sociedad. Son solo negocios y mientras seamos socios, debemos buscar la manera más… A ver, como diría, sensata o menos peligrosa para que todo acabe bien. Y ahora, más que nunca, que mi padre está por llegar.— ¿Sabes que estoy harto de esa sutil amenaza que lanzas cada vez que mencionas a tu padre? ¿Quién te crees que es, un dios inmortal que todo lo pue
El día había llegado. Isabella despertó temprano como de costumbre, bajó para tomar el desayuno en el jardín y luego fue a su clase de baile; eso era lo único que hacía que su nivel de ansiedad disminuyera. A pesar de que todo estaba preparado para la fiesta, los nervios porque todo fuera perfecto la consumían.—Niña, ¿ya terminó su desayuno? —preguntó Anita.—Sí, Anita, gracias. Voy a salir. Cualquier cosa, me marcas al celular, por favor.—Niña, ¿pero a dónde va? Recuerde que dentro de unas horas llegarán sus padres. Además, el señor aún está dormido y seguramente va a querer desayunar con usted. Pude notar que ayer le pidió que lo acompañara en la mesa. Quizás las cosas entre ustedes por fin cambien y puedan ser felices.—Anita, yo veré a mis padres en la fiesta. Leonardo y el abuelo van a ir por ellos al aeropuerto y los mantendrán ocupados. En cuanto al señor, no puedo hacer nada. Ya desayuné y realmente quiero ir a esa clase de baile. Hace mucho que no veo a mi loca amiga Chiara
Los últimos destellos dorados del sol se desvanecían en el horizonte, cediendo su lugar a la tan ansiada noche. Francesco esperaba a Isabella al pie de la escalera mientras observaba su reloj con impaciencia. La fiesta de bienvenida estaba por comenzar, y cada minuto parecía eterno. Isabella, por otro lado, se encontraba en su habitación, preparándose meticulosamente para el evento.Finalmente, Isabella comenzó a bajar la escalera, y al sentir sus pasos, Francesco apartó la vista del reloj. Clavó sus ojos en la hermosa mujer que descendía con elegancia. Su cabello marrón ondulado caía sobre sus hombros como una cascada, y su mirada penetrante desnudaba el alma de cualquiera que se atreviera a verla. La sonrisa enmarcada en esos carnosos labios rojos complementaba a la perfección con su sensual vestido dorado con incrustaciones de diamantes. Era un diseño hecho a medida para resaltar el escultural cuerpo de Isabella.Un hombro estaba cubierto por una manga larga, mientras el otro estab
La noche avanzó, marcada por momentos de alegría, risas y la conexión profunda entre los miembros de la familia. En medio de la elegancia y el esplendor, los padres de Isabella y Alessandra se sintieron verdaderamente bienvenidos por todas esas personas que habían compartido momentos inolvidables, momentos donde el amor y la lealtad eran la verdadera riqueza de la familia.Isabella, como buena anfitriona, se acercaba a las mesas para dedicarle unos minutos a conversar con los invitados; por su parte, Francesco se encontraba con Giuseppe, el abuelo, y los Lombardi comentando sobre la maravillosa fiesta, mientras Alessandra y Chiara conversaban y reían de las ocurrencias de Leonardo.Después de un rato, Isabella notó cómo Dimitri se acercaba sigilosamente a Francesco y le dijo algo al oído. Fue imposible no apreciar el cambio en el rostro de Francesco, quien rápidamente se alejó del grupo y salió con Dimitri a la entrada.Salvatore, Alessa, Leonardo y Chiara no pasaron por alto el detal
Luego de que los invitados se marcharan Francesco se unió a las tres familias que permanecían reunidas, aunque le molestaba la presencia de Salvadore Lombardi tenía que soportarlo puesto que tanto él como su padre pasarían esa noche o lo que quedaba de ella en la mansión Moretti junto con los Rossi.—Ya ordene que preparen sus habitaciones, cuanto tiempo sin que las tres familias se reunieran bajo el mismo techo, esta fiesta es la mejor que he tenido en muchos años. —expreso Giuseppe.—Tienes toda la razón amigo, la fiesta fue inolvidable y estar nuevamente contigo y con Don Marcos no tiene precio; además ver a nuestros hijos tomar las riendas del negocio familiar es la satisfacción más grande; hasta diría que podría retirarme y dejar todo en manos de Salvatore, lo único que falta es que encuentre una linda chica, se case y me dé nietos para entretenerme en algo.—Considero que aun estas muy joven para el retiro Antonio; aunque no soy quien para decirte que hacer, ya ves Isabella man