Tomás apoyó las manos sobre la vieja mesa de guerra del refugio abandonado en las afueras de la ciudad. Mapas, pantallas, transmisiones interceptadas. Las coordenadas que el enemigo acababa de filtrar no eran un simple anzuelo: era una declaración de guerra.—Ya cayó Natalia —dijo Ana, su especialista en comunicaciones, con voz apagada—. El rastreador se detuvo. Está en su red.Tomás apretó la mandíbula.—¿Y Aitana e Iván?—Siguen en movimiento. Están cerca del núcleo subterráneo… pero si suben, caerán directo en la trampa.Tomás se pasó una mano por el cabello. El rostro serio, los ojos cargados de culpa. Él sabía que esta misión estaba maldita desde el principio. Pero Natalia era su hermana de armas. Su familia.Y nadie tocaba a su gente sin pagar.—Convoca al equipo beta —ordenó—. Quiero cinco hombres, sin ruido. Entramos por el conducto norte. Ese que Natalia y yo dejamos activo hace años. No está en sus registros.—¿Y si nos interceptan?—Entonces improvisamos. Pero no vamos por
El humo aún no se disipaba cuando Tomás cruzó la puerta destruida. El aire estaba cargado de electricidad y metal quemado. Del otro lado, un corredor amplio, blindado, con pisos brillantes que reflejaban las sombras como cuchillas.—Zona central de seguridad —dijo Ana, escaneando con su visor—. Están esperándonos.Como si sus palabras fueran una orden, las luces comenzaron a parpadear. Y luego… un pitido agudo.Tomás levantó el puño, y todos se agacharon justo antes de que una ráfaga de metralla automática emergiera desde los muros. Dos segundos de fuego implacable. Después, silencio.—Sensores activados por presencia. Siguen con juegos viejos —gruñó Tomás.—¿Desactivamos? —preguntó el especialista.—No. Que sigan creyendo que controlan el tablero.Avanzaron rápido. Precisión quirúrgica. Dos enemigos en el pasillo: abatidos sin una palabra. Uno intentó activar una alarma. Ana le disparó directo al brazo y luego a la garganta. Cero margen. Cero remordimiento.El equipo llegó al núcleo
El estruendo llegó primero como un rugido distante. Luego, como un temblor bajo los pies de Aitana. Estaban en el refugio improvisado, un sótano oculto tras una vieja librería en el corazón industrial de la ciudad. Iván afilaba su mirada contra la oscuridad, como si pudiera ver a través del concreto.—¿Lo sientes? —dijo ella, apenas un susurro.—Sí. Están dentro. Tomás lo logró.Aitana se acercó, las manos apoyadas en el marco de la ventana rota. Los gritos que venían de las calles eran lejanos… pero algo más inquietante se acercaba: el silencio que seguía a cada estallido.—¿Qué hacemos?—Nos movemos. Natalia está allí dentro. No podemos dejarlos solos ahora.—¿Y si es una trampa?Iván la miró. En su rostro, por primera vez, había algo parecido al miedo. No por él… por ella.—No quiero perderte, Aitana.Ella lo besó. Breve. Firme.—Entonces no lo hagas.---Al otro lado del complejo, Tomás sostenía a Natalia por la cintura mientras cruzaban un pasillo inundado de humo. Detrás de ello
El sonido del tren deslizándose sobre los rieles la mantenía en trance. Aitana miraba por la ventana, observando cómo el paisaje de su pequeño pueblo desaparecía, cediendo espacio a la incertidumbre de la ciudad. Con sus 23 años, Aitana, una chica de piel clara, ojos verde agua, cabello largo y castaño con reflejos dorados, decidió mudarse desde su pequeño pueblo donde la conocían por ser una chica dulce, reservada y soñadora, hacia una pequeña ciudad en busca de nuevas aventuras.Cuando más cerca estaba de su nueva vida, su corazón latía cada vez más rápido. Siempre había soñado con algo más, con un mundo que fuera más grande que las calles estrechas y las miradas curiosas de sus vecinos. Ahora, ese mundo estaba a su alcance. Solo faltaban unos minutos y por fin sería libre.Cuando por fin llegó a la ciudad, la brisa nocturna le acarició la piel. No conocía a nadie, pero había algo en esa sensación de anonimato que la hacía sentir libre tal cómo siempre había deseado. Por fin había
Aitana no supo cuánto tiempo se quedó allí, frente a él, sintiendo la electricidad entre sus cuerpos sin siquiera haberse tocado. Iván era una presencia imponente, pero no de una manera que asustaba, sino de una que encendía algo dentro de ella. Algo primitivo, desconocido.—Déjame invitarte a un trago —dijo él, su voz como un roce en su piel.Aitana asintió, aunque no estaba segura de qué estaba aceptando realmente. Un cóctel apareció en la barra frente a ella, rojizo, con un leve aroma a frutos silvestres. Lo probó y el sabor fuerte y dulce se deslizó por su lengua. Iván la observaba, atento a cada una de sus reacciones.—¿Te gusta? —preguntó él.Ella asintió, pero sus ojos estaban más interesados en él que en la bebida.—Dime algo, Aitana… —Iván se inclinó levemente, reduciendo la distancia entre ellos—. ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?—Quería… salir de mi zona de confort —respondió, sincera.Él sonrió de lado.—Me gusta eso. ¿Quieres que te ayude?La forma en qu
Aitana despertó con el cuerpo aún encendido, su piel hormigueando con el recuerdo de las manos de Iván recorriendo su piel durante la noche anterior. El roce de las sábanas contra su cuerpo desnuda la hizo estremecerse, y por un momento, cerró los ojos y se permitió revivir cada segundo de su encuentro.Sus labios aún parecían sentir la presión de los suyos. Su cuello aún ardía donde él la había besado. Pero, sobre todo, su mente estaba atrapada en sus últimas palabras:"Quiero que pienses en este momento. Que lo sueñes. Que me desees tanto que la próxima vez seas tú quien me pida más."Aitana dejó escapar un suspiro frustrado y se incorporó en la cama. Su teléfono vibró en la mesita de noche y, al verlo, sintió un pequeño vuelco en el estómago.Iván:"¿Dormiste bien, princesa?"Ella mordió su labio inferior, sonriendo ante la confianza en sus palabras. Sabía exactamente lo que hacía, cómo jugar con su mente y su cuerpo incluso a la distancia. No podía creer que le estuviera pasado to
El aire en la habitación se volvió más denso, cargado de una electricidad que vibraba entre ellos. Aitana sintió cómo cada fibra de su cuerpo respondía al roce de los labios de Iván sobre su piel, explorando con una mezcla de dulzura y hambre contenida. Su lengua dibujaba círculos perezosos sobre su pezón, sus labios atrapándolo con una suavidad exasperante antes de mordisquearlo con una intensidad que la hizo jadear. Su espalda se arqueó instintivamente, ofreciéndose más a él. —Me encanta cómo reaccionas a mi toque… —murmuró Iván, su voz baja y rasposa contra su piel. Aitana sintió cómo sus manos fuertes la recorrían, deslizándose por la curva de su cintura hasta aferrarse a sus muslos. Sus dedos rozaron el borde de su ropa interior, jugando con la tela, tentándola sin prisas. —Dímelo, princesa… ¿Quieres que siga? Su pecho subía y bajaba rápidamente, sus labios entreabiertos en un suspiro tembloroso. Su mente nublada por el deseo, por la necesidad que él despertaba en cada centí
Aitana salió de la ducha envuelta en una toalla, su cuerpo aún tembloroso por lo que había ocurrido con Iván la noche anterior. Pensó que sería solo una vez. Un juego. Pero la forma en que su piel aún ardía con su recuerdo le decía que esto no iba a detenerse tan fácilmente. Cuando revisó su teléfono, encontró un mensaje de él. Iván: "Esta noche. Ocho en punto. No llegues tarde." Era una orden, no una invitación. Aitana mordió su labio. Una parte de ella quería desafiarlo, no darle el control tan fácilmente. Pero la otra… la otra quería correr a él y perderse de nuevo en su mundo. Aitana: "¿Y si tengo otros planes?" La respuesta llegó en segundos. Iván: "Cancélalos." Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. No porque le asustara, sino porque su cuerpo respondía a su dominio de una forma que nunca había experimentado antes. Cuando llegó a su apartamento esa noche, Iván ya la estaba esperando. La puerta apenas se cerró cuando él la acorraló contra la pared, su boca atr