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Capítulo 2 Desafortunado Día

La voz autoritaria subió su tono.

-Señora Pelton llega tarde así que una hora de su salario será confiscado por mí, usted sabe que debe…-.

-Si señora, no volverá a pasar, llegar temprano, es justo señora Marga, se castiga con una hora de salario-.

-Bien, por fin entiende, ahora márchese a trabajar-. Se acercó a ella para mirarla fijamente y susurrarle con sus dedos que se moviera de su oficina.

-Levántese temprano a realizar sus tareas domésticas, de ese modo llegará aquí a tiempo…-.

-Si señora-.

- ¿Tiene marido al menos? -.

-Tengo 18 años de casada y una hermosa…-.

-No creo que sea muy feliz debe estar desgastada de su vida matrimonial, necesita mirarse en el espejo cada mañana, tiene un camino lleno de canas, rostro cansado y sombrío…favor…hágase una limpieza facial, nada mal le caería-.

-Lo tendré en cuenta señora-.

Marga tomaba varios bonos y se los entregaba.

-Un pequeño detalle, regálese tiempo-. Dicho esto, anunciaba que iría por los talleres a realizar las supervisiones necesarias, todos volaron de un lado a otro, la mandamás estaba en modo perfeccionista.

Kiki tomaba las facturas junto con el dinero para los depósitos de ese día, los bancos estarían a full y le retrasaría terminar sus tareas.

Miró por la ventana y le sorprendió el gris del cielo, no llovería en aquel momento, pero no descartaba una buena lluvia. El tiempo no alcanzaba para tantas tareas, llegarían en tres horas algunos pedidos a la tienda y debía recibir todo y revisar todo aquello.

Además, le tocaría muy seguro ayudar en terminar unos sombreros para su envío en el pedido de la tarde, Kiki se daba un masaje en su cuello, respiró profundo al bajar las escaleras, no se colocó el impermeable y mucho menos conduciría la motocicleta de la empresa, acertó en pedir un taxi -La moto se quedará mejor en la tienda, quizás después no recuerde haberme autorizado usarla, tendría algún pequeño grito de la ventana-.

Se acercaba a la cocina para tomar no una, si no dos tazas de café. Se le estaba tornando un vicio algo frecuente, pero era mejor eso que tomarse unas copas o peor aún fumarse varios cigarrillos.

No deseaba volverse como su madre, fumaba varios puros al día y se mandaba varias copas.

Fue directo a los bancos, pero para grata sorpresa de ella no miró grandes filas ni largas esperas. Después de realizar los pagos llamó al conductor de la señora Marga, le solicitaba un poco de ayuda con varias entregas, una vez que confirmó que todo llegaría a tiempo. Caminando a prisa y pasos veloces se dirigió a pagar algunos proveedores que estaban cerca de la zona, pasaría por la joyería a buscar los accesorios de esa noche.

Iba tan a prisa que justo en la esquina al doblar el auto que venía en sentido contrario le salpicaba de agua sus ropas, dejándole pasmada y sin tiempo a objetar, ante lo cual quedó pasmada. Era una pesadilla llena de calamidad.

Se revisaba y en efecto las botas de su pantalón lucían húmedas, miró el reloj aterrada ante el tiempo que había transcurrido, era mejor que se fuera volando al último banco que estaba justo a dos cuadras de distancia, cosa que logró hacer en los últimos diez minutos antes del cierre. No llegaría con los depósitos en mano de nuevo a la tienda, miró impacientemente porque la fila a su parecer, aunque corta, tenía como cliente una anciana con una bolsa llena de billetes y monedas, ¿Qué podía hacer ante la afable viejecita? Sonreírle y cederle el turno, tardó en llegar a la caja alrededor de veintitrés minutos. Al llegar su turno descargó los sobres y el dinero con agilidad, el operador con su mirada fría y manejo casi monótono efectuaba su conteo con una agilidad sorprendente, por lo que solo le tomó algunos minutos, después de verificar los recibos daba las gracias marchándose satisfecha de lograr en tiempo récord todos los asuntos bancarios.

¿Y porque volvía a revisar los sobres? Era precaución, Marga intentaría decirle que algo le había quedado pendiente.

Una vez segura que su tarea estaba perfectamente realizada, cruzó la calle, no estaba tan lejos, además con sus zapatillas húmedas sería mejor caminar, tomando su teléfono encontró aquella canción del italiano que le gustaba, “Una luz veo brillar, que me acompañará” la canción parecía escrita para ella, era una coincidencia que Eros estuviera justo pensando en ella entre millones de personas.

En ese instante, un grupo de personas que cruzaban la calle le miraban con algo de gracia y risas, su tacón se había quedado en las rejas de la alcantarilla atascado.

Miró nuevamente el cielo oscuro sin sol, no le agradaba para nada el día, quizás era un mal presentimiento, aunque darse el lujo de contemplar el paisaje no era conveniente. Debía mover sus pies, sus atascados pies en aquel instante parecían necesitar ayuda. Miró a los costados, haló con fuerza su pie….para tener que ir descalza ante la mirada de los curiosos.

La señora Marga daba un llamado en voz recia a todos los empleados, rápidamente se movilizaban de un lado a otro, revisaría los trabajos del taller y la tienda en general. Generaba un abrumador estrés en todos.

La señora Pelton y Mía, acomodaron su lugar de trabajo. Marga siempre encontraba algún motivo para llamarles la atención y dar varios gritos amenazándoles con despedirlas.

Era una tortura diaria, pero el pan en la mesa era necesario, la señora Pelton pasaba sus dedos sobre las prendas.

Marga miró la prenda.

-Creo que estas mangas son un crimen, horribles…no me gustan, las quiero de esta manera-. Dibujaba rápidamente en la hoja que tenía en su mano.

-Señora Marga, lo hare inmediatamente-.

Mía le enseñaba las prendas, sus manos eran inseguras y temblorosas.

-Creo que el bordado en dorado lo hace ver elegante, las flores se hicieron en mostacilla checa, es lo único que falta-.

-Bien, igualmente quiero que armes tres piezas más, tono amarillo

mostaza…para hoy, no para el próximo mes…mueve las manos-.

-Si señora, lo haré hoy mismo-.

-Quiero los sombreros, los brazaletes, aretes, las pañoletas para las tres de la tarde en punto, así que tendrán que ser rápidos y agiles-.

-Si señora-. Todos contestaban al unísono.

-Iré a la peluquería, avísenle a Kiki que tenga todos los pedidos en punto de la hora, tiene mucho que hacer, todos ustedes tienen demasiado que hacer, no se queden ahí mirándome como holgazanes, no quiero que se queden como estatuas-.

Cada uno se entregó a sus tareas, mientras ella tomando su gran bolso se marchaba con donaire a la peluquería.

Diez minutos después, todos respiraban aliviados, en medio de un gran movimiento de un lado para el otro.

Y el día avanzaba a pasos agigantados, después de llegar de los bancos Kiki cortó las piezas que debía alistar, hizo dobladillos, bordó en maquina varias piezas, no quiso almorzar para evitar retraso, la señora Pelton no quiso dejarle sola con tantas tareas, de repente sonrió como si una bombilla se encendiera, llamarían a la hija de la señora Pelton quien siempre les daba una mano, era ágil en el bordado y pegar botones. Una idea magnifica.

En punto de las tres de la tarde el pedido estaba empacado y en camino. Sus dedos estaban adoloridos.

Luego se unía al taller de accesorios a culminar los sombreros, en punto de las cinco era la meta, el buen señor Fred los llevaría, Marga no se daría cuenta, importante es que llegarían antes de las siete a su destino. Problema solucionado al menos por ese día, ese fatal día para todos.

La noche estaba lluviosa y la señora Pelton no quería mojar su cabello, ese día había planchado algunas prendas, se cubrió con su gran abrigo, esperarían juntas que la lluvia se calmara un poco. La señora Pelton le ofrecía una buena taza de café en leche con crema, no podía resistirse a un tentador café.

-Señora Pelton, no estoy segura, quizás la señora Marga llegue de imprevisto y seamos despedidas-.

-Es una bruja…debe estar volando en su nueva escoba-.

-Pagaría por verla-. Kiki reía.

-Pues no importa que me despida… despedida por todo lo alto, café panecillos, tengo guardados unos que traje de casa, además a Marga no le serviría que pesquemos un buen resfriado-.

 -Creo que la inhumanidad le daría para dejar que pesquemos un buen resfriado-.

-Sería capaz, pero no necesita para lucirse… aunque ahora en este instante se encuentra con el señor Fred-.

-Ese señor Fred pobre hombre, estará toda la vida esperando un……. sí, acepto-. Esto decía Kiki al tiempo que soplaba sobre sus dos manos, y lloraba fingidamente- Oh, cariño es que no estoy preparada, ya sabes, mis empresas, mi tiempo, pero lo pensaré… lo pensaré…ahora tráeme un coñac y quédate echado en el tapete, sé un buen perrito-. Su estallido de carcajadas contagiaba a Pelton.

 -Kiki… debiste ser actriz-.

-Vaya, eso dice mi padre-. Terminaba su café tomando la sombrilla.

-Gracias señora Pelton, ahora a casa, tengo que llegar a adelantar algunas cosas-.

-Buenas noches Kiki-.  Salía a prisa entre la lluvia y las ráfagas de viento, al costado de la esquina se encontraba un taxi el cual abordó con prontitud con destino a casa, ella miraba por el cristal donde las gotas de lluvia caían continuamente, media hora después descendía del auto con su sombrilla, en el vestíbulo de la entrada principal buscaba las llaves y su teléfono. Coby su hermano estacionaba en ese instante.  Al descender del auto

- ¿Cómo estuvo tu día Kiki? -. Kiki se sacudía las gotas de lluvia sobre la solapa de su abrigo.

-Fue un día largo, extenuante con la amarga Marga a cuestas-.

Su hermano fruncía el ceño.

-Qué edad tiene la amarga Marga? -.

-Es joven, pensé que era algo vieja…-. Reía con malicia -Pero la señora Pelton me contó que ella era empleada del taller desde sus inicios, Marga luego lo compró, así que calculo que tiene unos (33) años-.

-Vaya es joven, yo tengo unos pocos menos que ella ¿Y tiene novio? ¿Quizás casada? O aún mejor… ¿Soltera? -.

-Cariño mío, mira en otra dirección mejor… jamás te haría caso, estás loco-. Coby se plantó frente a Kiki dispuesto a resaltar todos sus encantos a la vista.

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