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Bajo La Luna
Bajo La Luna
Por: Charlo
Capítulo 1 Día Fatal

El despertador sonaba cinco en punto, justo en ese momento Kiki despertaba extendiendo sus sabanas hacia un costado para salir de la cama a iniciar sus faenas, hizo una rutina de estiramientos para lograr estar en pie, el cansancio era tal que pediría unas merecidas vacaciones.

Su madre estaría también por despertar y pedir su taza de café.

-Otro día para una buena taza de café-. Colocaba la cafetera en el momento que el pan era untado de queso crema, huevos revueltos y tostadas para ella.

Servía con sumo cuidado para llevar la bandeja al comedor. Tenía que estar en su trabajo a las seis y treinta en punto.

La señora Marga dueña de la tienda donde trabajaba exigía puntualidad, pero siempre quería verla media hora antes de su ingreso, el tema era sencillo, debía colocar flores en su oficina, colocar todos los recibos, el café con crema y canela, y el periódico debidamente en la página de sociales, por eso era mejor no llegar ni un minuto tarde, le habría gustado poder dar sus ideas las cuales mejorarían las ventas, pero la señora era algo difícil.

El día anterior su tarea fue ardua y agotadora, pero al final cuando la sonrisa de las clientas mostró su total satisfacción, guardó pieza por pieza las telas que ahora lucían esparcidas sobre los estantes, valían la pena acomodar el desastre con bastante alegría.

Mordía sus tostadas mientras de desplazaba por su habitación al tiempo que dejaba su cama organizada, se agilizó al darse un baño y estuvo lista en pocos minutos.

El almuerzo lo empacaba su madre en ese instante, así que, tomándolo se despedía diciendo que llegaría tarde.

-Kiki siempre llegas tarde, sería un milagro que estuvieras en casa temprano-. Su madre hizo una pequeña mueca.

-Cuando sea rica abriré mi propia tienda-. Kiki le daba una suave palmadita en su hombro.

-Eso espero-. Agitaba su mano diciendo adiós.

Su hermano aun dormía, su abuelo ya estaba abriendo la pequeña tienda de víveres que tenía, se despedía de el con un gran beso hasta las nueve de la noche, hora en que regresaría de su trabajo a casa muerta de cansancio, sueño y cargas laborales.

Consultó su reloj, debía llegar a tiempo a realizar varias tareas. Tomando su bicicleta pedaleó con fuerza logrando atravesar un gran parque donde ahora se veían varias personas haciendo deporte, otros charlaban animadamente, mientras que un grupo realizaba su caminata matutina.

Kiki ingresó en la tienda corriendo veloz por las escaleras para encender la cafetera y preparar la crema, la canela y el azúcar, cambiaba las flores y tomaba el periódico de la entrada, para dejarlo en perfecto orden junto a la bandeja, miraba detenidamente el basto salón por si algo faltaba…analizaba minuciosamente; Parecía que todo estaba en su lugar. La cafetera daba la señal con un sonido de campanilla. Regó las plantas de la terraza y esparcía aromatizante de manzana mientras se aprobaba a si misma en señal de estar todo perfecto. La perfección era una cualidad en la señora Marga. Foque el perro de la señora emitía dos ladridos bajos en señal de esperar sus croquetas. Era puntual como un reloj.

Al cabo de veinte minutos la señora hizo su entrada en la tienda, el reloj daba las siete menos diez minutos, colocaba su bolso sobre el escritorio mientras que pasaba sus dedos sobre la superficie en busca de algún rastro de polvo. Para suerte de todos no encontró nada, su mirada era perspicaz como una lupa.

-El orden es vital en este lugar, no quiero ver polvo… lo detesto, un nuevo día de trabajo debe iniciar perfectamente-. Todos corrían de un lado a otro en una ola de nervios, se apreciaba desde ya, que ese día seria lleno de infortunios, en contados minutos comenzaría a gritar y dar órdenes. Un largo día se avecinaba con ciclón, marea y fuertes tormentas en general.

La señora Marga llegó al taller de costura saludando y revisando que todo estuviera en su lugar, las dos modistas no habían llegado aún, por lo que amenazaba con descontarles del salario.

-Kiki, descuéntales una hora-.

-Pero señora Marga…usted…-.

-Di una orden… ¿Tienes problemas con acatar mis palabras? -.

-No señora, en lo más mínimo-.

La tienda de confección era de tres pisos, en el primero estaba la tienda de ropa y accesorios en general, en la segunda planta estaba el taller de confección y costura, la recepción, una pequeña cocina con un comedor para los trabajadores, la bodega de telas e insumos textiles, dos salones más donde estaba el taller de bisutería y sus bodegas respectivas, en el tercer piso estaban las oficinas de la empresa.  Elaboraban collares, pulseras, relojes, anillos, bolsos, sombreros, la línea de accesorios Marga era un sello de belleza y calidad.

Distribuían a otros estados, la tienda había crecido desde que Marga la había comprado. Kiki tenía justo cinco años trabajando allí, ya era parte de las empleadas antiguas.

 La señora Marga era muy exigente, a veces podía llegar a ser despreciable, arrogante, impulsiva, caprichosa, pero no se le podía negar que era brillante en los negocios, la tienda había comenzado siendo un taller de costura, donde hacían arreglos, vestidos de novia, de gala y más. Marga entonces había apostado por el diseño de joyas y accesorios en general, durante una temporada había dejado el taller a cargo de su tía, para pasar una temporada en Francia, unos cursos por aquí, algo más en Italia, le habían ayudado dado una nueva perspectiva de la moda, ahora su tienda era muy conocida en North Charleston, una ciudad situada en el condado de Berkeley.

El total eran nueve empleados, dos en la tienda comercial, las costureras, los obreros del taller, Kiki que se encargaba compras, proveedores y nómina de empleados, una especie de secretaria y asistente personal de Marga, ella sí que era toda una mandamás. Como le decían todos en la empresa.

La familia Jones era de un pequeño pueblo, recién casados sus padres, se habían mudado a North Charleston, la vida llena de perseverancia trabajo y constancia construyeron su patrimonio. Sus padres estaban separados en aquel momento debido una crisis matrimonial que atravesaban. El señor Armand solía venir todos los fines de semana por casa para pasar tiempo con sus hijos, en varias ocasiones se quedaba entre semana, ocupaba la habitación de huéspedes, era como habían decidido llevar las cosas en medio de la pequeña crisis que enfrentaban sus padres.

Su padre había comprado un terreno en una pequeña ciudad a kilómetros de allí, Logró crear una pequeña empresa de refacciones y remodelaciones en general, era un habilidoso hombre de negocios.

Acababa de inaugurar una gran ferretería.

Kiki sirvió el café para todos en sus respectivas tasas de manera eficaz, tomando la bandeja principal tocaba a la puerta de la oficina de Marga, ingresaba y apreciaba que no había nadie, colocó todo en orden al tiempo que dejaba la correspondencia del día, el listado de pedidos, pagos organizados, facturas de clientes y agenda.

Echando un vistazo cerraba la puerta cuando escuchó la voz de la señora que retumbaba por todo el lugar.

Corriendo a la cocina, se quitó el delantal para arreglar su uniforme, mirándose al espejo apreció que un mechón de su cabello se había salido de su lugar, soltó su cabello ondulado para organizarlo rápidamente con sus manos atándolo y colocando su pinza, el espejo le daba una imagen satisfecha cuando la imagen le dijo que estaba bien.

-Bien Kiki, vamos… corre debes estar en tu escritorio perfectamente en… tres, dos, uno-. Respirando profundo se acomodaba en su silla.

-Buenos días Kiki, a mi oficina-.

-Si señora…quiero mi café en su punto-. Kiki corría a la puerta.

-Pídeselo a la señora Pelton-. Le cedía el teléfono.

-Señora Pelton buenos días, por favor un café en leche con crema, dos galletas de avellanas, mermelada de cereza-. Colgaba en seco, mientras que Marga tomaba el auricular y marcó un número.

-Ve a hacer algo productivo, hoy tienes pagos-.

  Kiki giró sobre sus elegantes zapatillas, corría a su escritorio…siempre estaba corriendo, por lo que buscó en su bolso, unos cómodos zapatos de medio tacón. Buscó su lista de proveedores. Tomando el teléfono haría primero varias llamadas.

Marga le llamaba a su oficina de nuevo.

-Kiki…flores azules…  no amarillas, ¿Dónde están mis flores? -.

-Señora Marga, son del señor Fred, las envío anoche, llegaron justo cuando cerraba la tienda, pero les coloqué en agua con una pastilla efervescente y un toque de azúcar, estarán bien-.

-Solo porque las envió Fred no significa que las quiera ver…pero azules son mis favoritas, no olvides recordarle ese detalle-.

-Si señora-.

-Hoy…tenemos que enviar varias cosas y el día se está tornando nublado, así que ponte algún impermeable, toma la moto y ve a los bancos, pagaremos todas estas facturas quedando sin deudas, prepárate para que acudas al correo debemos enviar esas cajas que saldrán hoy, quiero que a las tres de la tarde todo esté en orden, ayuda a Pelton y Mía a bordar todos esos cuellos… no quiero que lleguen las tres sin tener listo el pedido de “Bonn Moon” es una de mis clientas consentidas….¿Como van los brazaletes de encaje?-.

-Si señora, ya están terminados los bordados -. Tomaba atenta nota, la señora Marga daba un listado y todo lo quería para dentro de una hora. - ¡Que mujer tan marchita de la vida…   pensé que tener un novio le haría feliz! -. Era su pensamiento interior.

-Tus tramas me intrigan-. Le entregaba un molde -Ve a cortar cincuenta piezas para hoy, lo quiero en una hora-.

-Si señora, pero le pediría…-.

-Tienes mucho que hacer…creo que es mejor que corras, hablas tanto que me mareas-. Marga dio tres palmas en el momento que la señora Pelton hizo su entrada con la bandeja, mientras controlaba sus nervios.

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