La sala de espera estaba sumida en un silencio inquietante, roto solo por el suave zumbido de las máquinas y las conversaciones apenas audibles de los médicos. Las horas se sentían interminables para los Langford, y el aire se volvía cada vez más pesado. Grace seguía sentada con el abrigo de Edward sobre sus hombros, temblando, no solo por el frío, sino por la ansiedad que la devoraba.De repente, un médico entró rápidamente en la sala, y el sonido de sus pasos atrajo la atención de todos. Su rostro, marcado por la seriedad, era suficiente para que el estómago de Edward se hundiera. El médico se detuvo frente a ellos, respirando profundamente.—Lo lamento mucho —dijo con voz grave, mirando directamente a Lorenza—. Alessandro ha sufrido otro ataque al corazón. Hemos hecho todo lo posible, pero su cuerpo está muy débil. No creemos que pueda resistir una noche más.Por un segundo, el tiempo pareció detenerse. Lorenza se llevó una mano a la boca, sus ojos desorbitados, como si la noticia
La sala de espera del hospital estaba sumida en un silencio lleno de angustia. La familia Langford se mantenía unida, pero la atmósfera estaba impregnada de una tensión desgarradora. La suave luz blanca que caía del techo no hacía más que acentuar las líneas de preocupación en sus rostros. Lorenza, con el rostro pálido y los ojos hinchados, se encontraba abrazada a Stefano en un rincón, aferrada a su hijo mayor, como si de ello dependiera su propia estabilidad. Stefano, aunque normalmente era la roca de la familia, apenas podía contener el temblor en sus manos.David, Antonio y sus esposas se mantenían cerca, formando un círculo de apoyo silencioso, compartiendo miradas llenas de consuelo y desesperanza. Las tres nueras, que se habían integrado a la familia, permanecían a la expectativa, prestas a ofrecer palabras de ánimo o a sostener a los Langford e
El hospital estaba sumido en un silencio inquietante, roto solo por el ocasional sonido de los pasos de las enfermeras y el murmullo de los familiares angustiados. Edward, sentado junto a su madre, mantenía la mirada fija en la puerta de la sala de espera. Habían pasado ya varios minutos desde que Grace se había excusado para ir al baño, y su ausencia comenzaba a notarse.De repente, las puertas del ascensor se abrieron y los Russo aparecieron: los padres de Giselle y su hermano menor. La tensión en el ambiente se hizo palpable de inmediato. Lorenza, la madre de Edward, les lanzó una mirada fría, aunque educada.—Vinimos a mostrar nuestro apoyo, Lorenza —dijo el señor Russo, haciendo una reverencia casi imperceptible.Lorenza asintió sin decir palabra, pero Edward no pudo evitar fruncir el ceño. Si la familia de Giselle estaba allí, ¿dónde estaba ella? Automáticamente, su mirada recorrió la sala, confirmando lo que temía: Grace seguía sin regresar.Una alarma se encendió en su mente.
Era una gran incertidumbre en aquella habitación de un hospital privado, donde el ambiente era pesado y las paredes blancas parecían encerrar la angustia que la familia Langford sentía. El corredor estaba lleno de murmullos, llantos contenidos y miradas desesperadas. Lorenza, usualmente una mujer fuerte y digna, estaba rota, sentada en una silla al final del pasillo, con la mirada perdida. No podía contener sus lágrimas, ni siquiera frente a sus hijos.Los doctores habían salido hacía apenas unos minutos, y con ellos, la última pizca de esperanza. Alessandro Langford, el patriarca de la familia, no tenía mucho tiempo de vida. Su estado era crítico, su cuerpo demasiado débil para seguir luchando. El diagnóstico era claro y devastador: no había nada más que pudieran hacer por él.Lorenza se llevó las manos al rostro, sollozando en silencio. Stefano, su hijo mayor, estaba parado a su lado, intentando ser el pilar de la familia, pero su mirada lo traicionaba. Estaba al borde de romperse.
En la ciudad ruidosa y siempre brillante que nunca descansa, en una época en la que los rascacielos se alzaban altos, empezó la historia de Grace. Nació en el lugar donde los sueños y las desilusiones de Nueva York se encontraban, y su vida tomó un rumbo difícil desde que tenía tan solo tres años.Era un día oscuro y lleno de problemas, como la tormenta que se acercaba en el horizonte de la vida de la pequeña Grace. Su pelo rubio estaba desordenado sobre sus hombros, recordando la melena que solía tener su madre. Sus ojos grises reflejaban la inocencia que pronto se vería envuelta en la soledad. Su madre, parecida en belleza, pero afectada por una decisión que no se podía cambiar, estaba frente a ella. Su padre, desesperado, intentaba retenerla en un último intento por mantener a la familia unida. Pero la madre, con ojos grises, quizás perdidos en un destino incierto, se fue sin remordimientos. La promesa de un futuro feliz se desvaneció con cada paso que daba, dejando a un padre dete
En la universidad…La atmósfera del aula se volvió tensa, solo rota por el suave zumbido de las luces fluorescentes. Grace, en su pupitre, luchaba contra el cansancio que la envolvía como una manta pesada. Sus ojos se cerraban brevemente, resistiéndose al deseo de sumergirse en un sueño reparador.— Grace, ¿estás bien? —El profesor la llamó cuando se acercó a ella, quedando a medio metro de distancia, alejado de la curiosidad de los demás alumnos, Grace parpadeó, esforzándose por mantenerse despierta mientras se enderezaba en su asiento.— Sí, profesor, solo estoy un poco cansada. —sonrió débilmente. El maestro frunció el ceño, sus ojos, examinando más allá de la respuesta superficial de Grace.— Eres una de mis mejores estudiantes, Grace, y es evidente que algo te está afectando. Tu rendimiento es excepcional, pero hoy… hoy no pareces tú misma. —Grace intentó sonreír de nuevo, pero sus ojos revelaban una carga más profunda.— Solo he tenido algunas noches difíciles, últimamente, prof
Grace se tornó lívida al escuchar la propuesta del hombre de fuerte presencia, sin embargo, no podía aceptarla. Cambiar su libertad para asumir una identidad ajena no estaba en sus planes, a pesar de la atractiva oferta financiera. Aunque el dinero sería más que bienvenido, la sugerencia de pausar su maestría durante un año y que, al concluir, él costearía la totalidad del programa académico, no encajaba con sus principios.Si optara por el acuerdo propuesto, la deuda de su padre quedaría saldada, pero Grace estaría vinculada a la vida de este hombre durante doce meses. Durante ese período, las preocupaciones financieras quedarían atrás, y no habría nada de intimidad entre ambos. La relación sería puramente una fachada ante la familia del hombre, concebida únicamente para eludir un matrimonio forzado. A pesar de sonar como un cliché, la contradicción entre la apariencia de opulencia del hombre, evidenciada por su costoso traje, y la elección de Grace como su pretendida esposa temporal
Grace llegó un par de minutos tarde a su trabajo. Al entrar, registró su asistencia y fue al baño para guardar sus cosas en su casillero de inmediato. No había nadie alrededor. Mientras se ponía la filipina, escuchó murmullos. Frunció el ceño y se acercó. Al final del pasillo de casilleros, quedó boquiabierta al ver a Marlon besándose con la gerente del restaurante. Grace jadeó de sorpresa, y al notarla, la pareja se separó, ambos observándola con sorpresa.— Solo me faltaba esto. — susurró Grace en voz baja. La carga emocional se volvía abrumadora. Entre las preocupaciones por su padre, la propuesta del hombre del tren y ahora su exnovio siendo infiel con la gerente del restaurante, se sentía abrumada.— Grace, —intentó explicar Marlon, — No es lo que parece. — La mujer a su lado, evidentemente molesta, lo apartó y se acercó a Grace, ignorando las advertencias previas.— Quédatelo. No compito por hombres. Si decides ser su nueva novia, recuerda, — le lanzó la filipina contra la cara