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‗‗‗ ❍ [ CAPÍTULO 03] ❍ ‗‗‗

❍[LA LLEGADA]❍

Alessa suspiró, era la hora de salir de su cueva de ratón que era su zona de confort. También era ya la hora de arriesgarse. El momento de vivir de una vez por todas. ¡Por Dios! Estaba cumpliendo veintiséis años, y durante todo ese tiempo sus experiencias sexuales habían sido un total y completo desastre. Al punto que decidió renunciar a disfrutar la sexualidad en pareja cuando Karen le regaló un juego de tres consoladores. Ya que eran cien veces mejor que los hombres que la abordaban. 

Aún no sabía porque le había hecho caso a su amiga. Lo cierto era que no podría decirle que no, desde aquella fiesta de cumpleaños número quince. Karen se había convertido en su organizadora de fiestas personales. Cuando el taxi estacionó en frente del club abarrotado de gente se cuestionó una vez más si era una buena idea arriesgarse.

—Conozco esa mirada, Caramelito —soltó de pronto su amiga,  jalándola del brazo, para mirarla a los ojos—. Tienes cara de arrepentimiento, Aless —negó con la cabeza, y después la señaló con el dedo, diciendo con ese gesto que no iba a tolerar alguna negación de su parte—. Te prohibí rotundamente que me dañes la noche que preparé para ti, eso no sería justo para mi. 

—De acuerdo —manifestó Alessa y luego dio una respiración profunda—, trataré de comportarme, aunque debo ser sincera. Estoy muy cansada, hoy fue un día de m****a en la oficina.

—No aceptaré esa terrible excusa —replicó Karen.

Alessa se encogió de hombros, y sonrió. Tampoco le pareció justo arruinarlo todo y menos podía dejar a un lado todo el esfuerzo que su mejor amiga había hecho. Miró las instalaciones y un escalofrío recorrió su cuerpo al pensar en lo que podía encontrar en “Babylone”. Un club con ese nombre era algo a considerar.

Cuando llegaron a la puerta, pudieron observar que había un gran número de gente haciendo fila para entrar. Algunos las miraban con desaprobación, se notaba que muchos estaban ahí desde temprano. Se escuchaban murmullos a sus alrededores. Lo que esas personas no sabían, era que Karen se tomaba su papel de organizadora muy en serio. Había reservado una mesa con un mes de anticipación, y la tarde anterior había ido al lugar a dejar una comisión y la lista de los invitados a los porteros, para que los dejara pasar sin ningún tipo de contrariedad.

—¡Vamos, Aless!  Nos están esperando. —la tomó de la mano, y la hizo acelerar el paso.

Karen se acercó a uno de los chicos de seguridad y le saludó; este se inclinó un poco porque ella quería decirle algo en el oído. De repente el joven miró a Alessa de arriba a abajo, después de soltar un silbido, y hacerle señas para que se acercara le deseó un feliz cumpleaños, y una muy buena noche. Las dos chicas se echaron a reír como tontas, y se apresuraron a entrar. Al hacerlo tuvieron que parpadear varias veces, para que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad del lugar. Sin embargo, el ambiente era espectacular. No era lo que ella esperaba.

La música era urbana. El local era inmenso, tenía las paredes de color negro, gris plomo y azul. Las mesas eran modernas en acero y vidrio templado. Las sillas tenían un toque vintage con la elegancia de muebles modulares. Alessa relajó un poco los hombros. 

Realmente todo era lujo y opulencia. Quedaba sobreentendido que no entraba cualquier persona a ese club. Lo que menos se esperaba esa noche era que Karen hubiera reservado una mesa grande en el área VIP. Continuaba sintiendo las miradas sobre ella, a pesar de la oscuridad. Por un momento dudó en haberse puesto ese vestido.

«¡Al carajo todos! ¡Es tu noche, Aless!», se dio animos. 

Minutos después giró la cabeza de un lado a otro, pues tenía la sensación de que alguien la observaba. Esa percepción le penetraba en la espina dorsal, al mismo tiempo que le erizaba la piel. Cuando la sensación se hizo más insoportable, se levantó de su asiento y giró lentamente, escaneando el lugar todo lo que la oscuridad le permitía. Lamentablemente no pudo ver a nadie, en el instante que iba a comentarlo con Karen llegó Víctor con unos amigos a celebrar con ellas.

Entre ellos un compañero de trabajo de él, John Fierro. Ellos habían coincidido un par de veces en alguna que otra celebración, y compartían un muy buen rato charlando. Realmente le agradaba, era muy buena compañía. Pero esa noche notó algo diferente en él, eso la confundió un poco. La miraba de pies a cabeza, de repente la tomó de la cintura y la abrazó.

—¡Feliz cumpleaños Aless! —Le dio un beso en la comisura de los labios.

«¿Qué demonios significa esto?», pensó ella sorprendida por el atrevimiento.

—Gracias por venir, John —se aclaró un poco la garganta, y se obligó a sonreírle con cordialidad, y de manera imperceptible se soltó de su abrazo. 

—No podría perderme esta celebración —dijo el joven acercándose un poco más de la cuenta e inclinándose un poco a su oído. 

—¡Feliz cumpleaños, Caramelito! —Esa vez fue Víctor quien la felicitó.

—¡Oh, gracias! —Alessa le devolvió el abrazo riendo por su apodo desde niña, pero que Victor conocía desde la universidad.

—Vamos a pedir algo —anunció Karen emocionada.

—Me parece una gran idea —agregó John sin dejar de mirar a Alessa, lo que hizo sentir incómoda.

Alessa se sorprendió en el momento en que comenzaron a llegar más y más amigos. Hasta completar un grupo de veinte personas. No tenía idea de lo que Karen se había esmerado en organizarle una fiesta. Las  personas más cercanas de los tres estaban ahí, incluso habían compañeros de la universidad. A pesar de que estaba pasando un rato agradable, y  diferente con personas que sabía que la apreciaban de manera sincera. Sentía que no llenaba el vacío que tenía, le faltaba algo. Eran muchos cumpleaños celebrados sin su familia.

Hubo un momento en el que el recuerdo de esa falta a pesar de los tantos años transcurridos, hizo que su pecho doliera. El lugar comenzó a girar, y el sonido en sus oídos era muy lejano. Sintió que le faltaba el aire. 

«¡Oh Dios! No ahora», exclamó ese ataque de ansiedad no lo necesitaba en ese momento. 

—¿Te pasa algo? —John se le acercó frunciendo el ceño.

Ella negó con la cabeza, dio una respiración profunda y contestó:

—No te preocupes, no es nada —lo miró a los ojos para hacerle saber que todo estaba bien—, voy un momento al baño.

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