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La quietud se extendió entre ambos, pesado, sofocante. Pero Zaid no era un hombre que permitiera que el silencio lo controlara. No iba a quedarse con la seriedad marcada en la cara por mucho tiempo. Por lo tanto, forzó su expresión habitual, aquella sonrisa perturbadora que parecía no pertenecerle a un ser humano cuerdo, y soltó un suspiro teatral.—Vaya, vaya... —pronunció al fin, con una falsa camaradería—. Reinhardt Barone. Hace tanto tiempo que no te veo...Sin embargo, Reinhardt no respondió a su saludo ni a su intento de alivianar la opresión del ambiente. Su semblante no cambió y su postura tampoco. Había una sola cosa que le interesaba en ese momento, y no era Zaid. Entonces, su mirada se posó con frialdad en Jordan, o mejor dicho, en el agarre que Zaid tenía sobre su nuca.Zaid notó la falta de respuesta y arqueó una ceja, sin perder su sonrisa.—¿Así me recibes? —continuó, tocándose la oreja con fingida molestia—. Mi-erda, me has destrozado la maldi-ta oreja. Eso no es muy co
La risa de Zaid reverberó en el callejón, haciendo eco entre las paredes de ladrillo. Abrió la boca con desmesura, mostrando los dientes mientras su cuerpo se sacudía con cada exhalación entrecortada.Reinhardt no apartó la mirada y su rostro seguía siendo una máscara de piedra. No estaba ahí para un espectáculo. No tenía intención de jugar bajo las reglas de Zaid ni de alimentar su diversión. Su único propósito era que soltara a Jordan. Y punto.Zaid, aún riendo, llevó una mano a su rostro y se limpió una lágrima que había brotado por la intensidad de su risotada. Finalmente, tras unos segundos, dejó escapar un suspiro satisfecho y ladeó la cabeza con una sonrisa perversa.—No lo puedo creer… —murmuró entre resoplidos, todavía divertido—. Así que… ¿tú quieres que yo suelte a este… "muchacho"?Alargó la última palabra, cargándola de un tono burlón, con una mueca que dejaba claro que estaba disfrutando cada segundo de la situación. Sus ojos chispeaban con un regocijo cruel mientras volv
Zaid se rio de nuevo, pero su risa ya no era la misma. Al principio, cuando comprendió que Reinhardt había sido engañado todo ese tiempo, cuando entendió que aquel infame líder de la mafia había creído que Jordan era un hombre, su carcajada había resonado como un trueno, fuerte y descontrolada, como si la revelación le hubiera parecido el chiste más divertido de su vida. Pero a medida que la conversación avanzaba, su risa perdió intensidad, transformándose en un sonido seco.—Me lo estás poniendo muy difícil, Reinhardt —articuló, con una sonrisa que aún se aferraba a su rostro como un reflejo incontrolable—. No tienes idea de todo lo que he hecho para encontrarlo. Sus ojos oscuros y hambrientos se posaron en Jordan, recorriéndolo con detenimiento, como si estuviera grabando cada detalle de su apariencia en su mente. Luego, regresó la mirada hacia Reinhardt.—Ya que lo llamas "campesino", asumo que sabes de dónde viene, ¿no? —continuó, inclinando ligeramente la cabeza—. Pues bien, lo
El pulgar de Zaid se deslizó lentamente sobre la piel de Jordan, con la misma fascinación que un depredador siente al contemplar a su presa herida.—Pero ¿sabes qué? —prosiguió, girando su cabeza hacia Reinhardt sin perder la sonrisa—. Ahora te has convertido en un problema, porque no te lo voy a entregar. Por otro lado, tampoco estamos en posición de comenzar un enfrentamiento, Reinhardt. Así que sé inteligente y déjanos en paz.—Estás en mi terreno, Zaid. Aquí, yo decido cómo se hacen las cosas.Zaid extendió la comisura de sus labios, esbozando una sonrisa retorcida, aquella que parecía pegada a su piel como una máscara macabra. Sus pupilas se movían con cautela, escaneando cada rincón del lugar, calculando todas las posibles salidas. No era un hombre que actuara sin pensar en las consecuencias, no cuando su vida estaba en juego. Sabía que se encontraba en el territorio de Reinhardt y que enfrentarlo de manera directa sería un suicidio.Pero, si había tan solo una oportunidad de he
—¿Un candidato antimafia que busca tu ayuda, es decir, la ayuda de un mafioso, para erradicar el crimen organizado? —la voz de Reinhardt tenía un matiz burlón, como si la sola idea le pareciera un chiste absurdo—. No me hagas reír.—El fin justifica los medios, Reinhardt.—No me interesa —cortó él con frialdad, como si las palabras de su enemigo fueran aire—. Nada de lo que digas hará que retroceda, ni que te deje llevarte a Jordan.—¿Vas a arriesgar todo lo que has construido por un simple campesino?—Ese no es tu problema. Solo suéltalo y vete.El aire se tensó como una cuerda a punto de romperse. Zaid no era de los que retrocedían sin pelear, y Reinhardt lo sabía. Hubo un instante de absoluto silencio, un solo parpadeo en el que la decisión fue tomada.Zaid movió su mano hacia la funda de su pistola, con la intención de apuntarla hacia Reinhardt y dispararle en cualquier parte del cuerpo, no importaba dónde fuera con tal de herirlo.Sin embargo, antes de que pudiera encañonarlo, Rei
Zaid estaba convencido de que, si Reinhardt descubría la verdad sobre Jordan, no dudaría en matarla. De hecho, le divertía imaginar la escena, el momento exacto en que el mafioso se diera cuenta de que el "chico" que tenía bajo su control no era más que una mujer disfrazada. Sin embargo, también asumía que el desenlace sería fatal para ella. Reinhardt no perdonaría una mentira de ese calibre.Pero Zaid no estaba dispuesto a permitir que las cosas llegaran a ese punto. No quería que Reinhardt le arrebatara su juguete, mucho menos que decidiera su destino. Si Jordan pretendía escapar de él, si intentaba huir de sus garras, entonces prefería acabar con su vida él mismo antes de verla en manos de su peor enemigo.—Dime, Isabella, ¿de verdad prefieres estar con él? ¿Prefieres a ese maldito imbécil antes que a mí? —cuestionó.Jordan sintió una repulsión visceral subirle por la garganta. Su cuerpo entero temblaba, no solo de rabia, sino también de miedo. Y entonces, sin pensarlo dos veces, h
Jordan se aferró a Reinhardt con sus dedos crispándose en la tela de su ropa mientras su pecho subía y bajaba en un ritmo irregular. Su respiración era un caos, experimentando jadeos entrecortados mezclados con temblores que no podía controlar. Sentía que su cuerpo entero seguía atrapado en aquel momento de horror, que la sombra de Zaid aún lo envolvía, asfixiándolo, torturándolo con cada recuerdo reciente.Todo había sucedido tan rápido: el hombre desangrándose en el suelo, la presión de la mano de Zaid en la herida abierta, la nauseabunda sensación de la sangre caliente en su boca, el hedor metálico impregnando su piel. Y después... el dedo cercenado. Solo pensar en ello hizo que un sudor frío le empapara la espalda.Pero ahora estaba aquí.Por fin, después de un abismo de terror, podía respirar aire fresco. El olor penetrante de la sangre y la podredumbre que envolvía a Zaid ya no estaba. En su lugar, el perfume de Reinhardt lo rodeaba, un aroma fuerte y amaderado que, contra toda
Reinhardt miró fijamente a Jordan, para luego expresar su perspectiva.—Es mejor que te teman a que te respeten —soltó con convicción.—¿Tanto ansías que te tengan miedo? —inquirió, sin poder ocultar su desconcierto—. ¿Por qué?—Porque el miedo es mucho más difícil de quebrar que el respeto —alegó con voz serena, casi como si estuviera explicando un principio universal—. La gente pierde el respeto con demasiada facilidad. A veces sin siquiera una razón válida. Un mal rumor, un momento de debilidad, una palabra fuera de lugar… y, de pronto, aquellos que decían admirarte te ven como alguien prescindible, como alguien a quien pueden ignorar o, peor aún, como alguien a quien pueden desafiar.Se inclinó ligeramente hacia Jordan, observándolo con una intensidad casi sofocante.—Tú eres un ejemplo perfecto de eso. No me respetas en absoluto. Me desobedeces constantemente, ignoras mis órdenes y haces lo que se te da la gana sin el menor temor a las consecuencias.Jordan hizo una mueca, intenta