Un jadeo tembloroso escapó de los labios de Jordan. Entonces, lentamente, casi con horror, giró la cabeza y volvió a fijar su vista en el moribundo. Sus labios se entreabrieron en un intento de contener la vibración de su respiración.Zaid, satisfecho, regresó su atención al hombre que agonizaba. Sus dedos largos presionaron con más fuerza la herida abierta, hundiéndose en la carne lacerada.—Vamos… aguanta un poco más. ¿Acaso no quieres vivir? —dijo con una sonrisa socarrona, inclinándose como si de verdad esperara una respuesta. El hombre solo emitió un sonido ahogado mientras su cuerpo convulsionaba ligeramente—. Vaya, qué decepción… pensé que pondrías más resistencia.El sufrimiento del hombre se prolongó. No murió de inmediato, sino que se quedó ahí, retorciéndose en un charco de su propia sangre, en lo que sus pupilas se dilataron poco a poco, mientras sus labios balbucearon palabras sin sentido. Jordan sintió que algo dentro de ella se rompía cuando, finalmente, la última exhal
El sabor metálico de la sangre le invadía la cavidad bucal, espeso y penetrante. Jordan respiraba con dificultad, sintiendo la presión de la mano de Zaid sobre sus labios, forzándola a mantener la boca cerrada. La piel muerta y fría del dedo cercenado rozaba su lengua, impregnándola de un sabor ferroso y nauseabundo.—Trágatelo ya, Isabella. ¿Qué estás esperando? —ordenó Zaid, con su voz cruelmente serena, como si le estuviera dando una instrucción trivial.Jordan cerró los párpados con fuerza, sintiendo las lágrimas arderle en los ojos. Su cuerpo entero se estremeció con espasmos involuntarios. No podía mover la lengua sin sentir la textura repugnante del dedo amputado y el pánico trepó por su garganta como un nudo de espinas.Movió la cabeza de un costado a otro tanto como pudo, intentando deshacerse de la opresión de la mano de Zaid en su boca, pero aquello fue en vano y la carne fría seguía ahí, invadiendo cada rincón de su lengua.Jordan forcejeó y sus uñas se clavaron en el braz
Jordan se quedó paralizado ante la actitud de Zaid. Aunque lo había apuñalado, no le había hecho ni el más mínimo daño, ni físico, ni psicológico. Más bien, Zaid se burlaba de ella en su propia cara. Él tenía el control de la situación, y Jordan odiaba darse cuenta de eso.Zaid le sujetó la muñeca con una facilidad insultante y, sin apartar la mirada de su rostro, extrajo la hoja con la propia mano de Jordan que seguía sosteniendo el mango del cuchillo. El sonido húmedo del metal deslizándose fuera de la carne fue suficiente para que a Jordan se le revolviera el estómago otra vez. Zaid tomó el cuchillo de la mano de la chica y lo tiró al suelo.Entonces, sin previo aviso, Zaid levantó la misma mano y le cruzó el rostro con una bofetada brutal. La cabeza de Jordan se ladeó con el impacto y un ardor abrasador se extendió desde su mejilla hasta su mandíbula.—Deja de jugar, Isabella —articuló con frialdad.Atrapándola del cuello de su camisa, Zaid la obligó a acercarse a él. Sus labios se
La quietud se extendió entre ambos, pesado, sofocante. Pero Zaid no era un hombre que permitiera que el silencio lo controlara. No iba a quedarse con la seriedad marcada en la cara por mucho tiempo. Por lo tanto, forzó su expresión habitual, aquella sonrisa perturbadora que parecía no pertenecerle a un ser humano cuerdo, y soltó un suspiro teatral.—Vaya, vaya... —pronunció al fin, con una falsa camaradería—. Reinhardt Barone. Hace tanto tiempo que no te veo...Sin embargo, Reinhardt no respondió a su saludo ni a su intento de alivianar la opresión del ambiente. Su semblante no cambió y su postura tampoco. Había una sola cosa que le interesaba en ese momento, y no era Zaid. Entonces, su mirada se posó con frialdad en Jordan, o mejor dicho, en el agarre que Zaid tenía sobre su nuca.Zaid notó la falta de respuesta y arqueó una ceja, sin perder su sonrisa.—¿Así me recibes? —continuó, tocándose la oreja con fingida molestia—. Mi-erda, me has destrozado la maldi-ta oreja. Eso no es muy co
La risa de Zaid reverberó en el callejón, haciendo eco entre las paredes de ladrillo. Abrió la boca con desmesura, mostrando los dientes mientras su cuerpo se sacudía con cada exhalación entrecortada.Reinhardt no apartó la mirada y su rostro seguía siendo una máscara de piedra. No estaba ahí para un espectáculo. No tenía intención de jugar bajo las reglas de Zaid ni de alimentar su diversión. Su único propósito era que soltara a Jordan. Y punto.Zaid, aún riendo, llevó una mano a su rostro y se limpió una lágrima que había brotado por la intensidad de su risotada. Finalmente, tras unos segundos, dejó escapar un suspiro satisfecho y ladeó la cabeza con una sonrisa perversa.—No lo puedo creer… —murmuró entre resoplidos, todavía divertido—. Así que… ¿tú quieres que yo suelte a este… "muchacho"?Alargó la última palabra, cargándola de un tono burlón, con una mueca que dejaba claro que estaba disfrutando cada segundo de la situación. Sus ojos chispeaban con un regocijo cruel mientras volv
Zaid se rio de nuevo, pero su risa ya no era la misma. Al principio, cuando comprendió que Reinhardt había sido engañado todo ese tiempo, cuando entendió que aquel infame líder de la mafia había creído que Jordan era un hombre, su carcajada había resonado como un trueno, fuerte y descontrolada, como si la revelación le hubiera parecido el chiste más divertido de su vida. Pero a medida que la conversación avanzaba, su risa perdió intensidad, transformándose en un sonido seco.—Me lo estás poniendo muy difícil, Reinhardt —articuló, con una sonrisa que aún se aferraba a su rostro como un reflejo incontrolable—. No tienes idea de todo lo que he hecho para encontrarlo. Sus ojos oscuros y hambrientos se posaron en Jordan, recorriéndolo con detenimiento, como si estuviera grabando cada detalle de su apariencia en su mente. Luego, regresó la mirada hacia Reinhardt.—Ya que lo llamas "campesino", asumo que sabes de dónde viene, ¿no? —continuó, inclinando ligeramente la cabeza—. Pues bien, lo
El pulgar de Zaid se deslizó lentamente sobre la piel de Jordan, con la misma fascinación que un depredador siente al contemplar a su presa herida.—Pero ¿sabes qué? —prosiguió, girando su cabeza hacia Reinhardt sin perder la sonrisa—. Ahora te has convertido en un problema, porque no te lo voy a entregar. Por otro lado, tampoco estamos en posición de comenzar un enfrentamiento, Reinhardt. Así que sé inteligente y déjanos en paz.—Estás en mi terreno, Zaid. Aquí, yo decido cómo se hacen las cosas.Zaid extendió la comisura de sus labios, esbozando una sonrisa retorcida, aquella que parecía pegada a su piel como una máscara macabra. Sus pupilas se movían con cautela, escaneando cada rincón del lugar, calculando todas las posibles salidas. No era un hombre que actuara sin pensar en las consecuencias, no cuando su vida estaba en juego. Sabía que se encontraba en el territorio de Reinhardt y que enfrentarlo de manera directa sería un suicidio.Pero, si había tan solo una oportunidad de he
—¿Un candidato antimafia que busca tu ayuda, es decir, la ayuda de un mafioso, para erradicar el crimen organizado? —la voz de Reinhardt tenía un matiz burlón, como si la sola idea le pareciera un chiste absurdo—. No me hagas reír.—El fin justifica los medios, Reinhardt.—No me interesa —cortó él con frialdad, como si las palabras de su enemigo fueran aire—. Nada de lo que digas hará que retroceda, ni que te deje llevarte a Jordan.—¿Vas a arriesgar todo lo que has construido por un simple campesino?—Ese no es tu problema. Solo suéltalo y vete.El aire se tensó como una cuerda a punto de romperse. Zaid no era de los que retrocedían sin pelear, y Reinhardt lo sabía. Hubo un instante de absoluto silencio, un solo parpadeo en el que la decisión fue tomada.Zaid movió su mano hacia la funda de su pistola, con la intención de apuntarla hacia Reinhardt y dispararle en cualquier parte del cuerpo, no importaba dónde fuera con tal de herirlo.Sin embargo, antes de que pudiera encañonarlo, Rei