Colgando la llamada el abuelo de Brandon no pudo resistir la emoción que sintió al solo hecho de haber hablado con su nieto. Finalmente, las empresas pasaría n a ser de él y no solo eso, estaba completamente aseguradas así como su apellido, así como el poder de aquella familia, ¿qué más podía suceder si un niño estaba ya en camino?Y si alguna vez le preocupó aquella pregunta que le hacían los inversionistas por cada vez que los veía en las juntas, ahora con orgullo podía decir que su nieto estaba casado y no solo eso, estaba a punto de ser padre.Inmediatamente marcó el número de su nuera. La misma que estaba en París disfrutando de la vida que su hijo no volvería a disfrutar. — ¿Bueno? Habla Victoria Lambert, ¿en qué puedo ayudarle?— ¿Victoria? — ¡Oh, presidente Lambert! —Nombró asombrada Victoria.Ella podía seguir siendo la gran Victoria de Lambert, ella podría ser tan poderosa como cualquier otra familia pero jamás más que su suegro, el padre del hombre
Las lágrimas de impotencia salieron de los ojos de Cristal. Él tenía que ser un maldito ser sin escrúpulos, un maldito hombre al que no le importaba cuánto ella pudiera estar sufriendo en ese momento. — ¡Muérete! —gritó cristal con todas sus fuerzas.Sonriendo, como si eso fuera todo lo que él sabía hacer, Brandon se dio la media vuelta solo para dar con aquella rosa blanca que estaba en el florero sobre una mesa a la izquierda.Caminando hacia la rosa, pensando en que lo mínimo que podía darle en ese momento era eso, celebrando así su feminidad por darle un hijo, un hijo que sería la bendición de todos los pertenecientes a esa familia, la tomó del florero con la intención de entregársela a ella.La doctora y la enfermera hacían un esfuerzo sobre humano porque ella se mantuviera quieta. Refuerzos ya iban en camino.Besando aquella rosa con tanta delicadeza, Brandon la puso sobre las manos de Cristal, la misma que se movía de un lado a otro queriéndose quitar de encima a esas mujeres.
Una firma que lo había cambiado todo, una petición que había cambiado el rumbo de dos vidas, ellos no eran más que títeres de la misma vida, el mismo destino que solo parecía ser escrito por aquellos los habían traído a la vida. La vida nunca fue dada como un don, como un derecho, al menos no en su mundo, en el mundo de la gente que liberaba a un mundo más bajo. Dar la vida era la dar la oportunidad de continuar siendo quien se sentara en el trono desde donde podía ver todo, decidir por todo y así, hacer cuántos cambios ellos desearan.Con los pensamientos totalmente en la mujer que había dejado atrás sin mirar, sin preguntarse por un momento cuánto podría estar ella necesitandolo, Brandon continuó su camino hasta la salida del hospital para después, tomar su camioneta.Y en la total soledad en qué un alma se puede encontrar, Brandon siguió su camino. De la mente no se podía quitar las imágenes de aquella mujer que con lágrimas de terror u de odio, fue capaz de hacerse fuerte frente
Después de aproximadamente cuarenta minutos que habían pasado desde la llegada de Sebastián, por tercera vez entró por la misma puerta. Para ese momento ya llevaba los documentos necesarios para salir de ahí, mismos que ella esperaba ver desde la segunda vez que entró. —Listo, Cristal, es hora de irnos —dijo Sebastián sentándose a lado de la persona que más lo estaba necesitando.—Gracias, Sebastián, gracias por estar aquí —dijo Cristal mirándolo a los ojos.El significado de su nombre estaba ahí, en la mirada que él le daba, sus ojos cristalinos, sus ojos llenos de lágrimas a punto de salir. No sabía lo que había pasado con ella y aun así, deseaba que de eso solo cosas buenas pudiera tomar.Era de esa manera en que las personas eran corrompidas. Porque el mundo era así, el mundo no soportaba ver la genuinidad del corazón humano, el mundo siempre iba a estar en contra de ello y se iba a revelar hasta hacer a ese corazón parte de ellos, parte de la maldad del mundo. ¿Cómo podía nacer
Tres botones abajo, las mangas de la camisa dobladas hasta la mitad del brazo como si estas, en algún momento del día le hubiera hecho difícil llevar a cabo sus actividades, en la mano derecha, un reloj de oro que adornaba la muñeca masculina de aquel hombre.Bajando de la camioneta, llevando en su mano derecha su saco, Brandon siguió su camino hasta entrar en aquella casa color blanca, la más grande seguramente tomando en cuenta todas las casas terrenos y de todo lo que ellos eran dueños.Sus pasos solo hacían saber que la furia tenía sonido, Brandon continuó por las escaleras hasta que las puertas se abrieron.El perfecto piso color blanco, mujeres vestidas de blanco con negro iban de un lado a otro sonriendo de manera amistosa como si de esa manera dijeran que estaban a las órdenes del hombre que acababa de llegar. — ¿Dónde está el presidente? —preguntó Brandon a una de las mujeres que pasaba por ahí.—Joven Lambert, su abuelo se encuentra en su estudio, está en compañía del señor
Una vez más Wyatt sonrió. Ella estaba tan interesada en aquella mujer que ya podía saber a lo que iba. —Si quieres ganar el corazón de Brandon, yo puedo ayudarte a quitar a Tábata del camino.— ¡No me interesa jugar como tú estás acostumbrado a hacerlo?— ¿Estás segura?—Más que segura, nunca antes en mi vida podría estarlo más que ahora.—Para Brandon no hay mujer más perfecta que Tábata, aquella que lo ayuda a llevar el control de sus citas, aquella que está con él día y noche, aquella que terminaba resolviendo sus problemas cuando este prefería irse a tomar con sus amigos mientras invitaba a más mujeres a estar con él. Para Brandon no puede haber una mujer más perfecta que la misma que iba a recogerlo de los bares cuando se pasaba de copas. ¡No podría haber es
La mañana comenzaba como cualquier otra, o al menos eso era lo que quería pensar Brandon al despertar. Sus ojos se fueron acostumbrando a la luz del día, inmediatamente se dio cuenta de lo que había pasado una noche anterior. Domingo, había sido domingo y todo lo que él podía pensar era que el nuevo día llevaba por nombre, lunes. Tan pronto como en su mente esa palabra fue nombrada, Brandon se levantó del suelo para correr al closet y tomar la ropa que se iba a poner para ese día. Ni siquiera quería saber la hora pero algo dentro de él le decía que era tardísimo, tan tarde como para preferir querer impresionarse al darse cuenta que al menos tenía el tiempo justo para llegar a la escuela.En la entrada de aquella escuela ya se encontraba Tábata, esperando por Brandon, el mismo por el que no parecía tener paz, por el que se la vivía preocupada, para el que siempre quería lo mejor. Golpeando sus uñas contra sus cuadernos, Tábata intentaba ver un pco más allá de los que su vista realmente
Sebastián había entendido algo. No la iba a presionar, no iba a decir nada, no iba a hacer nada para que ella se sintiera presionada y como consecuencia, hablara sobre eso que le estaba pasando. Solo esperaba que supiera algo. Él siempre iba a estar para hacerle frente a él, él siempre iba a estar para ella no importaba qué, él realmente quería que eso quedara en la mente de ella. Si no estaba preparada para hablar, él lo respetaba y la iba a respetar siempre. ¿Quién había dicho que las relaciones de amistad entre un hombre y una mujer no podían ser? Ahí estaba Sebastián y su primo para demostrar otra cosa porque más allá de ser su primo, su doctor, era su amigo, el más sincero que ella hubiera podido tener.— ¿Vamos a comer algo o, comiste de más en ese restaurante? —preguntó Sebastián.La tensión había bajado por completo. Cristal logró sonreír después de tanto tiempo. Su primo estaba para ella en la manera justa en que ella lo necesitaba. —No, no comí casi nada —dijo ella.