—Tenías esto planeado, ¿no es cierto? —elevé una ceja, resaltando la obviedad.—Qué va, las cosas planeadas no son para nada emocionantes —se encogió de hombros.Se acercó y me tomó por la cadera, levantándome en el aire y depositándome sobre la mesa de billar. Lo hizo con mucha facilidad, como si yo no pesara nada. Sería un halago, pero sé que no estoy tan delgada.Me sostuve de sus hombros y enredé mis piernas alrededor de sus caderas. Pasó sus manos por mis muslos, ascendiendo, y a medida que lo hacía, subía mi vestido hasta sacármelo.—Espera, no me desnudes totalmente —tomé sus manos.—¿Por qué? —ladeó el rostro, algo burlón—. Te da vergüenza.—Obviamente no, pero alguien podría entrar y... —cubrió mi boca con su mano.—Nadie nos va a interrumpir a menos que sigas parloteando. No tienen por qué saber que estamos aquí. Si no eres ruidosa, todo irá bien. Además —delineó el borde de mis labios con el dedo—, no es necesario armar tanto drama. Con vestido o sin vestido, cualquiera sab
—Azrael, basta. No trates así al señor Briel —le planté frente a él.—Vámonos —me tomó de la mano y, a la fuerza, me arrastró hasta donde estaba su auto.—¿Qué crees que haces? —me quejé mientras me sentaba de mala gana.Él no se inmutó ni se molestó en darme una respuesta. Rodeó el auto y tomó asiento al volante. No se contuvo y pisó a fondo el acelerador, dejando atrás el área del casino en cuestión de instantes.—¿Qué rayos te pasa, eh? —reclamé después de un rato de camino.—¿De dónde conoces a ese hombre? —ignoró mi pregunta, imponiendo la suya.—No te interesa —me crucé de brazos.—Créeme, no te conviene enojarme en estos momentos —no me hubiese importado si su expresión no estuviera tan mortalmente seria.—Lo conocí hace unos años cuando llegué a la ciudad.—¿Dónde? —insistió.—En la calle. Recuerdo que estaba desesperada porque no tenía a dónde ir. Entonces él me consiguió alojamiento en el apartamento en el que viví durante años. Después de eso, me ayudó mucho; siempre me dab
Comencé a despertar algo aturdida. Supongo que los eventos de la noche anterior habían sido demasiados para mí. Me senté en la cama y me desperecé completamente. Al mirar a mi lado, me encontré con el cuerpo de Azrael, que duerme boca abajo, con la manta cubriéndolo hasta la cadera y dejando su gloriosa espalda al descubierto.Mientras casi literalmente babeaba al observarlo, noté algo en su espalda. Justo un poco más abajo de sus hombros, se encontraban dos protuberancias. A cada lado de su espalda sobresalen lo que, en mi opinión, parecen ser huesos. Pero es extraño; las personas no tenemos esos huesos allí. Además, se ven tan marcados, como si estuvieran a punto de salirse de su piel.Curiosamente, estiré la mano y acaricié la zona, sintiendo la dureza de aquellos bultos.—¿Qué crees que haces? —la voz de Azrael me sorprendió, haciendo que pegara un brinco en la cama.—¿Estabas despierto?—Me has despertado tú tocando donde no debes —se volteó a verme, sentándose en la cama y revol
El rostro del anciano se mantenía sereno, así que supongo que no le extraña mi pregunta. Pero también está algo tenso, al parecer el tema le incomoda.—No hay nada que decir —aseguró, pero la falta de convicción en su voz solo logró sembrar más dudas en mí.—¿Cómo puede decirme esto ahora? Fue usted quien me dijo que debía alejarme de él.—Y así es. Pero no puedo darte motivos —sus palabras no están teniendo ningún efecto. En realidad, me está haciendo desconfiar de él y no de Azrael.—Si no puede darme motivos, entonces no podré alejarme de él —aseguré.—Gabriella, por favor —tomó mis manos de manera implorante—. No puedo darte motivos, pero aléjate de ese hombre; es más de lo que puedes lidiar.—Lo lamento —bajé la cabeza, algo avergonzada—, pero no puedo. Hasta ahora, Azrael no me ha dado motivos para temerle, ni para alejarme de él. Además, me está ayudando con algo muy importante —le miré a los ojos—. Puede que me pida algo a cambio, pero estoy dispuesta a seguir adelante porque
Trato de mantener la calma, pero mis manos temblorosas me delatan. Cruzo mis dedos sobre mi regazo y respiro hondo. —¿Qué está pasando con ella, doctor? —miro preocupada al médico que se encuentra ligeramente recostado en la silla de su escritorio. Tiene una expresión amable en un rostro surcado de arrugas. —Señorita, lo que está sucediendo con su hermana es normal para una niña que padece leucemia mieloide aguda. —Lo sé, pero últimamente está muy deprimida, pálida y siempre parece muy cansada. —Todos esos son síntomas normales. Recuerde que está siendo sometida a quimioterapia. Es un proceso que tiende a traer muchas consecuencias, entre ellas la anemia, que es la razón de la debilidad de Mara. —¿Debo preocuparme? —pregunté mientras me ponía de pie. —Es inevitable que se preocupe; la leucemia es muy peligrosa. Pero por ahora, todo está controlado, Mara está en buenas manos. —Muchas gracias, doctor —estreché amablemente su mano y tomé mi bolso, encaminándome a la salida. El ho
Me golpeo una y otra vez internamente. No puedo creer que haya considerado aceptar semejante propuesta. Yo no soy así. Tengo dignidad y amor propio; no me convertiré en una fulana. Huí de mi casa, crié sola a mi hermana pequeña y hasta ahora he trabajado para pagar su tratamiento. Mis sacrificios no serán en vano; no luché tanto para caer ante esta oferta. —No —respondí tajante. —Te recomiendo reconsiderarlo. Si trabajas aquí, es porque necesitas el dinero. —Usted no sabe nada de mí. Puedo trabajar aquí solo porque quiero. —Claro que no —sonrió confiado—. Una mujer como tú —recorrió mi cuerpo de arriba abajo, como si estuviera detallando cada parte— no tiene la necesidad de hacer algo como esto, y mucho menos por simple placer. La mayoría son más listas; buscan un tipo al cual sacarle dinero. —Prefiero bailar aquí todas las noches; al menos estaría ganando mi propio dinero. Pero no sería capaz de estar con un hombre solo para que pagara mis cuentas. Entonces sí sería una prostitu
Salí del hospital y decidí caminar un poco para despejarme. Además, necesitaba pensar con claridad.Podría quedarme trabajando un par de horas extras en el burdel, tal vez incluso conseguir un empleo durante el día, pero eso sería difícil. No tengo mucha formación académica, ni siquiera terminé la universidad.Por ahora, todo lo que me queda es el burdel. Así que decidí llamar a Susan, ya que hoy era mi noche libre y no la vería.—¿Qué pasa? —respondió, notándose la irritación en su tono.—¿A qué se debe ese mal humor? —pregunté, un poco sorprendida.—Estoy lidiando con problemas legales.—¿Qué? —mi voz sonó confundida.—No es nada, solo dime para qué llamaste.—Necesito trabajar más horas.—Vaya, vaya. ¿Y esto por qué ahora?—Porque necesito más dinero.—¿Tienes algo planeado para la noche?—No.—Entonces ven al burdel. Hablaremos aquí, pero no me pidas mucho dinero.—Nos vemos en la noche, Susan —colgué y guardé mi teléfono en el bolso mientras cruzaba la calle.Después de un buen r
La noche llegó, pero el sueño no. Me movía de un lado a otro, incapaz de hallar calma. Por un lado, temía volver a dormir y escuchar la voz de mi madre resonando en mi mente. Por otro, me aterraba el paso que estaba a punto de dar. No conocía nada de ese hombre. Hasta el momento, solo sabía que se alojaba en uno de los hoteles más lujosos de Nueva York. Lo que menos necesitaba ahora era tratar con un millonario egocéntrico. Finalmente, logré dormir, pero no por mucho tiempo. Un fuerte golpe en la puerta me despertó, casi derribándola. Al abrir, me encontré con la señora Miller y uno de los guardias. —Buenos días —dije entrecortada, aún adormilada. —Es necesario que desaloje inmediatamente —me respondió con frialdad. —Lo haré —respondí con una mirada cargada de resentimiento—, solo necesito unos minutos para prepararme. —Una hora —contestó sin inmutarse—. Ni más ni menos. Con esas palabras, se retiró. Me apresuré al baño y comencé a alistarme. Pensé por un momento qué ropa elegir