Junto mis manos por sobre mi regazo, me siento ansiosa y comprendo a la perfección el por qué.—Todo esto parece ser otro de mis sueños extraños —confesé bajando la mirada a mi regazo. —Comprendo, en serio te entiendo —confesó algo preocupado —. Justamente por eso no quería decirte, este tipo de secretos son demasiado fuertes como para que una persona lleve dicha carga. —Tampoco soy una persona normal, ¿o sí? —noté como su postura cambió a algo tensa —. No eres bueno mintiendo Azrael, puede que guardes fuertes secretos pero las mentiras no son lo tuyo. De todos modos sé que no soy normal, desde ese día en que mis ojos brillaron tan fríamente —le miré a los ojos —. Pero presiento que tú sabes más de mí de lo que me dices, y temo eso, porque no te perdonaré si me ocultas la verdad sobre mi existencia.—Todo lo que te oculte es por tu propio bien —se apresuró a decir pero negué varias veces. —Todo en lo que a mí respecte debe ser de mi conocimiento. Es mi vida y cada vez se vuelve más
Cuando llegamos a la fuente de poder nos encontramos en la salida trasera de un edificio abandonado. Dentro podía sentir la ligera esencia del alma de Gabriella y también un poder angelical. Temí lo peor así que corrí al interior con Gabriel siguiendome. Al llegar a lo que sería una de los salones del primer piso me encontré con la escena de Gabriella arrodillada en el suelo. Ella sostiene su cabeza mientras un gesto de dolor se dibuja en su rostro. Además sus ojos que se mantienen abiertos están brillando intensamente. Unos ahogados alaridos de dolor abandonan sus labios mientras gruesas lágrimas escurren por sus mejillas. Juro que jamás sentí algo así pero mi interior gritó con una furia abrazadora, una furia como nunca creí experimentar. Arde cada parte de mi cuerpo con odio y un deseo insaciable de acabar con aquel que estuviera causando su dolor y desgracia. Mis ojos se dirigieron coléricos al causante de semejante acto. Es uno de los ángeles del ejército celestial. Aunque no
POV Gabriella:----- Aún me siento mareada, eso sin hablar del incesante dolor de cabeza que parece querer romper mi cráneo. Pero aún así, no se compara con el dolor que siento en mi interior. Dolor porque recuerdo todo lo que antes no y sobre todo porque Azrael me mintió, a pesar de que le rogué mil veces que no lo hiciera. —Gabriella déjame explicarte —dio un paso en mi dirección intentando acercarse pero retrocedí. —No quiero que expliques nada —negué varias veces limpiando mis lágrimas. —Hija mía —mi padre colocó una mano sobre mi hombro —. Él mintió porque así se lo pedí. Lo miré totalmente desconcertada. —¿Por qué? —mi voz suena más quebrada de lo que pretendo. —Conocer toda la verdad te haría despertar y eso te pondría en la mira de los ángeles. Sería un peligro para ti —me miró a los ojos —. Pero debes saber que desde un principio él se preocupó por ti e incluso indagó en la verdad en busca de respuestas. Para poder responder tus inquietudes. Permanecí en silencio,
—¿Puedo permanecer aquí esta noche? —preguntó mi padre y enseguida asentí. —Claro, hay más habitaciones —respondí sonriente. —Bueno bueno, mi querido suegro se queda hoy —se burló Azrael y le dediqué una mirada de advertencia. —Dormiré hoy con mi padre —tomé su mano —. Recuerdo que siempre lo adoré y nuevamente quiero experimentarlo. —Garbriella —Azrael hizo un puchero que se me hizo realmente tierno —. Eres tan injusta. —Tengo muchas noches para dormir contigo —me acerqué y le deposité un beso en los labios —. Tiempo es lo que sobra. Asintió no muy convencido. —Pero sabes que necesitamos hablar —dijo esta vez con más seriedad en su voz. Miré a mi padre que hizo un leve asentimiento para hacerme saber que estaría bien. Fuimos a la habitación y tomé asiento en la cama mientras él permanecía de pie frente a mí. —Lo siento —susurró por lo bajo aunque siendo aludible. —No estaba dispuesta a perdonarte —confesé y me miró sorprendido —. Desde que comencé a recordar todo y
—Lamentamos informar que su hermana ha caído en un estado de coma profundo. Sufrió una fiebre muy alta luego de la quimioterapia y esto la dejó en un estado crítico. —¿Cuál es su estado actual? —pregunté sosteniendo las lágrimas y con el inmenso nudo en mi garganta. —Crítico extremo. Su cáncer se ha vuelto terminal. Creemos que solo le quedan unas horas de vida. El teléfono resbaló de mi mano hasta caer en la suelo. Azrael se apresuró a mi lado y lo recogió. —¿Qué pasa Gabriella? —colocó una mano en mi hombro. Cuando levanté a vista a sus ojos y los vi brillando de aquella manera, con tanta preocupación y a la vez lástima. No pude evitar romper en llanto. Me aferré a su camisa hundiendo mi rostro en su pecho. Lloré como nunca antes lo había hecho, como una niña pequeña que ha perdido todo. Mientras él me envolvía en un fuerte abrazo. Pero a pesar de todo ello, me era totalmente imposible sentirme reconfortada. Solo puedo sentir un vacío en mi pecho, uno que jamás podré lle
Dos años y medio han transcurrido desde entonces. Aún no puedo superarlo y creo que jamás podré. De alguna manera siento que una parte de mí murió también ese día. El viento frío de invierno azotó helando mi piel. Veo varios jóvenes salir por las amplias rejas de la escuela. Yo me mantengo de pie en en la entrada hasta que veo su corta melena castaña asomarse por la entrada. —Has tardado mucho niñata —bufé y ella río acercándose. —Lo siento Az —ese tonto apodo que inventó —. Tuve que limpiar mi salón. —Como sea, sube al auto. Mientras íbamos de camino ella me miró algo pensativa. —¿Puedes llevarme a un sitio? —preguntó cabizbaja. —Mara en serio eres un dolor de cabeza. ¿A dónde quieres ir ahora? —Al cementerio —susrró algo triste. —Está bien. —¿Por qué me ayudas? —preguntó luego de unos minutos de camino. —¿A qué te refieres con eso? —ella miró en mi dirección. —Desde que salí del hospital has estado ayudándome, incluso te encargaste de que me asignaran a una fami
Trato de mantener la calma, pero mis manos temblorosas me delatan. Cruzo mis dedos sobre mi regazo y respiro hondo. —¿Qué está pasando con ella, doctor? —miro preocupada al médico que se encuentra ligeramente recostado en la silla de su escritorio. Tiene una expresión amable en un rostro surcado de arrugas. —Señorita, lo que está sucediendo con su hermana es normal para una niña que padece leucemia mieloide aguda. —Lo sé, pero últimamente está muy deprimida, pálida y siempre parece muy cansada. —Todos esos son síntomas normales. Recuerde que está siendo sometida a quimioterapia. Es un proceso que tiende a traer muchas consecuencias, entre ellas la anemia, que es la razón de la debilidad de Mara. —¿Debo preocuparme? —pregunté mientras me ponía de pie. —Es inevitable que se preocupe; la leucemia es muy peligrosa. Pero por ahora, todo está controlado, Mara está en buenas manos. —Muchas gracias, doctor —estreché amablemente su mano y tomé mi bolso, encaminándome a la salida. El ho
Me golpeo una y otra vez internamente. No puedo creer que haya considerado aceptar semejante propuesta. Yo no soy así. Tengo dignidad y amor propio; no me convertiré en una fulana. Huí de mi casa, crié sola a mi hermana pequeña y hasta ahora he trabajado para pagar su tratamiento. Mis sacrificios no serán en vano; no luché tanto para caer ante esta oferta. —No —respondí tajante. —Te recomiendo reconsiderarlo. Si trabajas aquí, es porque necesitas el dinero. —Usted no sabe nada de mí. Puedo trabajar aquí solo porque quiero. —Claro que no —sonrió confiado—. Una mujer como tú —recorrió mi cuerpo de arriba abajo, como si estuviera detallando cada parte— no tiene la necesidad de hacer algo como esto, y mucho menos por simple placer. La mayoría son más listas; buscan un tipo al cual sacarle dinero. —Prefiero bailar aquí todas las noches; al menos estaría ganando mi propio dinero. Pero no sería capaz de estar con un hombre solo para que pagara mis cuentas. Entonces sí sería una prostitu