Comencé a despertar algo aturdida. Supongo que los eventos de la noche anterior habían sido demasiados para mí. Me senté en la cama y me desperecé completamente. Al mirar a mi lado, me encontré con el cuerpo de Azrael, que duerme boca abajo, con la manta cubriéndolo hasta la cadera y dejando su gloriosa espalda al descubierto.Mientras casi literalmente babeaba al observarlo, noté algo en su espalda. Justo un poco más abajo de sus hombros, se encontraban dos protuberancias. A cada lado de su espalda sobresalen lo que, en mi opinión, parecen ser huesos. Pero es extraño; las personas no tenemos esos huesos allí. Además, se ven tan marcados, como si estuvieran a punto de salirse de su piel.Curiosamente, estiré la mano y acaricié la zona, sintiendo la dureza de aquellos bultos.—¿Qué crees que haces? —la voz de Azrael me sorprendió, haciendo que pegara un brinco en la cama.—¿Estabas despierto?—Me has despertado tú tocando donde no debes —se volteó a verme, sentándose en la cama y revol
El rostro del anciano se mantenía sereno, así que supongo que no le extraña mi pregunta. Pero también está algo tenso, al parecer el tema le incomoda.—No hay nada que decir —aseguró, pero la falta de convicción en su voz solo logró sembrar más dudas en mí.—¿Cómo puede decirme esto ahora? Fue usted quien me dijo que debía alejarme de él.—Y así es. Pero no puedo darte motivos —sus palabras no están teniendo ningún efecto. En realidad, me está haciendo desconfiar de él y no de Azrael.—Si no puede darme motivos, entonces no podré alejarme de él —aseguré.—Gabriella, por favor —tomó mis manos de manera implorante—. No puedo darte motivos, pero aléjate de ese hombre; es más de lo que puedes lidiar.—Lo lamento —bajé la cabeza, algo avergonzada—, pero no puedo. Hasta ahora, Azrael no me ha dado motivos para temerle, ni para alejarme de él. Además, me está ayudando con algo muy importante —le miré a los ojos—. Puede que me pida algo a cambio, pero estoy dispuesta a seguir adelante porque
Azrael se acercó a la cama y me depositó de espaldas sobre ella. Tomó el borde de mis shorts y los bajó por mis piernas hasta sacármelos.Se irguió en su lugar y comenzó a quitarse la ropa. Cuando quedó solo en boxers, gateó sobre la cama hasta quedar sobre mí. Lentamente comenzó a quitar mi blusa, y a medida que lo hacía, iba depositando besos por mi hombro hasta llegar a mis labios y besarme.—Al parecer te ha gustado —sonreí cuando se separó un poco.—No tienes ni idea.Bajó sus manos por mis caderas, deslizando mis bragas por mis piernas con lentitud. Mientras lo hacía, depositó un beso en la parte baja de mi abdomen.En un ágil movimiento, me volteé, dejándolo debajo de mi cuerpo. Azrael sonrió sorprendido, pero mordió su labio anticipándose.—¿Qué piensas hacer? —insistió con malicia.—Muchas cosas —susurré, pegada a sus labios.Comencé a trazar con la yema de mis dedos un patrón circular sobre su pecho, deleitándome al acariciar su marcado abdomen.Seguí bajando mi mano hasta i
Mi respiración se descontroló hasta convertirse en prácticamente llanto. Quería gritar de horror y, al mismo tiempo, cerrar los ojos para dejar de ver aquella inédita escena reflejada en el cristal.—No, no puede ser —gruñí mientras parpadeaba repetidamente, deseando que aquello fuera un sueño y que al abrir los ojos recuperaran su habitual color castaño.—Gabriella, necesito que te calmes —Azrael trató de hacerme entrar en razón, pero era demasiado tarde. Había comenzado a tener un ataque de pánico y, mientras más veía esos ojos, más me descontrolaba—. ¡Gabriella, por favor!No podía, aunque quisiera; mis manos estaban frías y temblaban descontroladamente. Hasta que él, con una de sus manos, cubrió mis ojos.Cuando las retiró y volví a verme, el frío color azul había desaparecido, tomando nuevamente su color natural. Sorprendida, solté todo el aire de mis pulmones y volví a mirarlo, totalmente anonadada.—¿Qué has hecho? —pregunté, aún algo alterada.—Necesito que te relajes —tomó mi
Negué un par de veces mientras mi interior lloraba. Quería saber la verdad, pero a la vez sentía un miedo abrumador. Sabía que Azrael conocía más respuestas, pero me las estaba ocultando.—Por favor —supliqué al borde del llanto—. No quiero más secretos.—Sé que es tu vida, pero implica a más personas. Necesito que me des tiempo para descubrir la verdad y poder ayudarte.—Está bien —suspiré, agotada—. Pero prométeme que, apenas sepas la verdad, me lo dirás.—Lo haré, te lo prometo —acarició mi rostro—. Ahora, debes calmarte y dormir.—No creo poder dormir —negué un par de veces.—Sí puedes —colocó una mano sobre mi cabeza.**POV: Azrael**Utilicé un poco de mis habilidades con ella. Instantáneamente, cayó profundamente dormida. El efecto de mis poderes durará un buen par de horas, suficientes para llegar a la raíz de esta situación.Un Nefilim.Jamás creí que fuera posible; a pesar de todo, aún no puedo asimilarlo del todo. Se supone que los Nefilim no deben nacer; todos los ángeles e
No tardé mucho en encontrarlo; de hecho, puedo sentir su presencia a kilómetros. Antes no podía percibirlo, así que supongo que se ocultaba. Pero al parecer, ahora ya no le importa en absoluto.Me adentro en el edificio abandonado. El lugar, que en otros tiempos estuvo desolado, ahora claramente muestra la presencia de ángeles.Mi apresurado andar se ve interrumpido por un ángel de aspecto juvenil y cabello castaño, que se coloca en medio de mi camino, claramente tratando de detenerme.—¿Querías algo? —pregunté, notoriamente hastiado y esperando que comprendiera que interferir en mi camino le traería consecuencias.—No puedes pasar —habló firme.—¿Y quién me va a detener? ¿Tú? —elevé una ceja, sarcástico.—Si es necesario —aseguró tajante.—¿Eres de los ángeles de Miguel? —pregunté, burlón.—Por supuesto que no, soy parte del coro del santo Gabriel.—Entonces no eres un guerrero. ¿Con qué cuentas para detenerme?—Con coraje —en realidad, me da lástima su gran idiotez.—Como quieras —m
«Me siento mareada, como si el suelo bajo mis pies se moviera. Abro los ojos y me encuentro en un lugar oscuro, sin poder distinguir nada.Tardo un poco en darme cuenta de que estoy de pie sobre una superficie realmente fría, como si fuera hielo; mis pies duelen por la helada superficie donde se encuentran.—Hola —mi voz no hace eco, por lo que supongo que este lugar no es pequeño ni tiene paredes alrededor.Es como si estuviera en un vacío, oscuro y desolado.Decido caminar para evitar sentir esa pulsación que, como agujas, atraviesa la planta de mis pies. Mientras doy pasos lentos, el dolor no disminuye mucho, pero me concentro en encontrar una salida.Me detengo en seco al escuchar un susurro de fondo. Son palabras, pero se oyen lejanas, muy lejanas, haciéndose inentendibles. El sonido no se detiene. Miro a mi alrededor, buscando de dónde proviene, pero sigo incapaz de ver nada, y la oscuridad ya comienza a asfixiarme.La voz que se escucha es masculina, dura y potente, pero a pesa
Trato de mantener la calma, pero mis manos temblorosas me delatan. Cruzo mis dedos sobre mi regazo y respiro hondo. —¿Qué está pasando con ella, doctor? —miro preocupada al médico que se encuentra ligeramente recostado en la silla de su escritorio. Tiene una expresión amable en un rostro surcado de arrugas. —Señorita, lo que está sucediendo con su hermana es normal para una niña que padece leucemia mieloide aguda. —Lo sé, pero últimamente está muy deprimida, pálida y siempre parece muy cansada. —Todos esos son síntomas normales. Recuerde que está siendo sometida a quimioterapia. Es un proceso que tiende a traer muchas consecuencias, entre ellas la anemia, que es la razón de la debilidad de Mara. —¿Debo preocuparme? —pregunté mientras me ponía de pie. —Es inevitable que se preocupe; la leucemia es muy peligrosa. Pero por ahora, todo está controlado, Mara está en buenas manos. —Muchas gracias, doctor —estreché amablemente su mano y tomé mi bolso, encaminándome a la salida. El ho