CUBARÁ. Me voy con Naran y dos mujeres del pueblo en busca de mi sorpresa, me condujeron a la vivienda de la mujer más anciana de la comunidad. Al llegar le tomo la mano, la beso y luego me la llevo a mi frente. —Madre, écheme su bendición. La anciana me besa la frente mientras murmura una oración. —Hija, hoy es un día muy especial para este pueblo, queremos ser agradecidos con todos los que van a colaborar con la construcción de este hospital, sobre todo contigo, hoy queremos darte un regalo con el amor más grande de toda nuestra gente. Una de las mujeres me entrega una caja, la abro y dentro de ella está un vestido largo, tejido y bordado a mano, bellísimo. —Madre, gracias está precioso, gracias, muchas gracias. —Lo tejí y bordé para ti, quiero que te lo pongas para la fiesta de esta noche, presiento que hoy será un día muy importante para ti, vamos mujeres ayuden a la doctora a cambiarse de ropa. Naran y las otras mujeres que est
PUEBLO DE CUBARÁ. —Juan Carlos, Juan Carlos, despierta. —Veo como se mueve dentro del chinchorro está luchando contra el sueño, aún con los ojos cerrados se ve hermoso, ahora si los va abriendo poco a poco. —¿Qué es eso que tengo frente a mí?, ¿es un ángel o un hada madrina? —Deja los chistes y levántate, ¿quieres café?, ya nos trajeron café. —Amor es muy temprano, todavía no ha salido el sol, mejor ven y quédate un rato aquí conmigo, anoche no nos caímos del chinchorro a pesar de la turbulencia eso quiere decir que aguanta con los dos. —Juan Carlos, te recuerdo que tú no estás en tu cama del apartamento o en Madrid, aquí la gente se levanta antes de la salida del sol, así que tienes que acostumbrarte a levantarte temprano por lo menos mientras permanezcas en Cubará. —Tienes razón, ya mi amor, ya me voy a levantar, por favor dame mi pantalón. Tomo el pantalón que ya se lo había acomodado en una mesita y se lo paso, en lugar de tomar el pa
CUBARÁ. —Buenos días Martín, ¿ya desayunaron? —No, -responde Juan Carlos- te estamos esperando. —Entonces vamos a desayunar. Entramos a la vivienda donde nos tienen preparado un rico desayuno, nos sentamos alrededor de una mesa larga construida con madera extraída de los árboles de los alrededores. Los hombres del pueblo son muy buenos en la fabricación de cosas elaboradas con madera, las paredes de las viviendas también están fabricadas de maderas, menos el techo que son elaborados de palmas. La conversación mientras desayunábamos fue muy amena, Martin es muy chistoso, de todo saca un chiste, Juan Carlos no deja de mirarme, su sonrisa es muy seductora, me encanta su manera de sonreír, sus dientes tan perfectamente delineados, su lengua cuando la pasa por sus labios, todo eso me fascina, ese hombre es bello, sacudo mi pelo para borrar por un momento su imagen. —Doctora, disculpe, -la conversación es interrumpida por el hombre que maneja la emba
MANAOS —Juan Carlos, ya estamos aquí, por favor llévame a un centro comercial. No es necesario que te quedes conmigo, puedes ir a realizar tus llamadas, mientras yo compro. —Ni lo piense señorita, yo no pienso dejarla sola, hoy me convierto en su perrito faldero, así que yo la acompaño a hacer sus compras. Que broma, como hago para llamar a Édgar Miguel, necesito quedarme sola. —Okey, como tú digas, vamos entonces, primero voy a comprar cosas para mí, así que no te quejes si me demoro comprando. —No me voy a quejar. Entramos a una tienda de traje de baño. —¿Te vas a comprar un traje de baño? —Sí, salí tan rápido de Sāo Paulo, que se me olvidó meter un traje de baño en mi maleta, ayer me tuve que bañar con ropa interior. —¿ Estabas sola? ¿Nadie te vió? —No, nadie me vio, solo Naran que me acompañó al río. —Cuando tengas ganas de bañarte me dices, yo me baño contigo. —Le recuerdo señor Arquitecto que usted vino a trab
MANAOS. —Apúrate amor, tenemos que ir a una farmacia. —Deja la prisa, primero vamos a comer, no has comido nada desde el desayuno, así que vamos no quiero que te desmayes, mira que la doctora eres tú no yo. Comimos en el mismo centro comercial, luego fuimos a la farmacia, como toda una pareja de enamorados, Juan Carlos no me suelta la mano, recorrimos el centro comercial siempre tomados de la mano, total cuando terminamos nuestras compras ya estaba anocheciendo. —Amor, vamos a quedarnos está noche aquí en Manaos, es muy de noche para tomar carretera y además estoy cansado necesito que la doctora me dé un masaje. Dime, ¿nos quedamos? No me puedo negar, esa mirada y esa sonrisa me desarma. —¿Juan Carlos habías estado antes en Manaos? —Sí amor, en realidad lo había visitado en pocas ocasiones. Estamos caminando tomados de la mano rumbo a la salida del centro comercial cuando escucho una voz llamando a Juan Carlos. —Juan Carlos, Juan
MANAOS: HABITACIÓN DE EVALUNA. —Amigo, disculpa el fastidio, pero necesito hablarte, no me puedo dormir. —¿A qué se debe esa falta de sueño? —Por favor, no me regañes, no me juzgues, sólo quiero que me comprendas, que me escuches. —Habla, estoy aquí para escucharte. —Ya lo mío con el arquitecto terminó. Le pedí que saliera de mi vida, creo que es mejor así, yo no conozco nada de su vida, lo más seguro es que tenga pareja y sólo se está divirtiendo conmigo por el tiempo que esté aquí, ya no quiero más engaños, con Gael mantuve una relación de más de tres años, pensé que lo conocía y mira lo que resultó, me estaba engañando en mis narices y yo sin darme cuenta, entonces que puedo esperar de alguien que apenas estoy conociendo. Édgar, estás muy callado, ¿por qué no me hablas? —Me pediste que te escuchara y eso es lo que estoy haciendo. —¿Averiguaste lo que te pedí? —No, quedaste en enviarme sus datos y no me lo enviaste, de él solo c
SIGUIENTE DÍA. El viaje de Manaos hasta llegar a Yamabé lo hicimos en un aterrador silencio, Juan Carlos no me hablaba, sólo yo lo hacía y para cosas esenciales como: sigue derecho, ten cuidado con los animales que cruzan la vía, más adelante está el paso de un riachuelo. Él solo se limitaba a conducir, pero lo hacía muy veloz, por eso me atreví a decirle. —Juan Carlos no vayas tan rápido, esta vía no es muy buena, ten cuidado. —Evaluna, quien conduce soy yo, sé lo que hago, además quiero llegar al pueblo lo más rápido que pueda, todavía nos falta el viaje en lancha. —¿Y eso por qué? ¿A qué se debe tanta prisa? —Me urge trabajar, mientras más rápido lo haga, más rápido terminaré con la construcción, necesito irme a España. —Ya veo, seguramente allá tienes cosas que atender. —Sí, así es. —Si te duele tanto lo que dejaste, ¿por qué te viniste? —Lo hice por mí papá. —Pero puedes hacer algo, debes tener a alguien en quien tú co
Ya han pasado varios días desde el viaje a Manaos y Juan Carlos me habla sólo para asuntos de trabajo, trata de evitarme. Es mejor así, además yo se lo pedí, pero no lo puedo negar me duele mucho, a veces me provoca correr hasta él y abrazarlo, extraño sus besos, sus abrazos. Allí está, tan cerca y a la vez tan lejos, me gustaría acercarme, pero no, así lo extrañe mucho, no seré yo quien rompa el trato, se ve tan hermoso, ¡Dios!, la verdad es que es un hombre muy atractivo, no me extraña que tenga novia o mujer, así me guste mucho no voy a permitir que me vuelvan a engañar. Estoy tan concentrada en mis pensamientos que no puedo escuchar a uno de los jóvenes del pueblo que me está llamando. —Doctora, doctora, la llaman por radio. El muchacho tuvo que gritar para llamar mi atención, el grito hizo que Juan Carlos volteara a verme. —¿Se identificó? —Sí, es el ingeniero Gael. Juan Carlos me queda mirando, esperando mi respuesta al muchacho.