A media madrugada, dos distintos pares de ojos permanecían abiertos, perdidos en alguna parte del cielo de la habitación donde descansaban, sumidos en sus recuerdos, con un lazo común uniéndolos y a medio centenar de kilómetros de distancia el uno del otro.Los ojos azules del rubio, brillaron en esa oscuridad parcial de esa habitación, después de haber rechazado a Emireth por esa noche…comenzó a cerrar sus ojos atreviéndose a considerar lo dicho por su primo…Regina, lo había llamado a el por su nombre…y el…no sabia que sentir o pensar al respecto.Regina por su parte ladearía su cuerpo y acariciaría a Oreo, que recientemente había buscado el calor de sus mantas tras las noches frías.¿Y si ya no valía la pena?Ambos estaban ya con alguien más.Regina suspiró y Giovanni terminó por cerrar los ojos.Sábado. Había pasado todo el día encerrado en su departamento, había apagado su móvil y desconectado la línea telefónica de ese lugar.Las palabras y afirmaciones de Elric apenas lo dejaron
—Nos desharemos de los estorbos — mencionó y sonrió mientras le besaba fugazmente los labios. Regina tragó suavemente al deslizar sus dedos por su flequillo, sintió que estaba condenándose a su lado y eso, estúpidamente la hizo feliz, estaba arriesgándose y entregándose a sentir con él, ya le había puesto el punto final a Giancarlo. —¿Me amas? — le preguntó apenas con voz al verlo a la profundidad de sus ojos azules. Él reconoció su rostro —Más de lo que debería— confesó y Regina sonrió sintiéndose por primera vez plena, entonces tembló cuando una corriente fría se coló desde el balcón. —Mira— mencionó curiosa Regina al ver un pequeño y único copo de nieve flotar sobre ellos. La primera nevada del año había comenzado tardíamente y justo esa noche. Él sonrió al verla fascinada. —Vayamos a la habitación — su voz siguió sonando ronca y se levantó con ella en brazos. —¿Crees que signifique algo bueno? — preguntó ella en sus brazos al ver la gran nevada caer en el exterior. El rub
Un pantalón de mezclilla, unas botas y una delgada blusa negra que era oculta por un suéter ligeramente holgado y azul oscuro, la vistieron ese día, la cobriza salió todavía con el cabello húmedo y se encontró con el rubio recargado en el sofá de su sala, vistiendo un conjunto deportivo negro y hablando por el móvil. —Que sí, el lunes estaré presente, no, aun no reviso nada — habló el rubio que volteó de medio lado a ver a Regina. Ella alzó la mano, saludándole nerviosamente al ver el desastre en el lugar, Giovanni respondió con un movimiento de cabeza. —Debo colgar — informó de pronto — No, no lo olvidaré, ah, y mantendré el móvil apagado— añadió y esperó la protesta de su interlocutor para momentos después cortar la llamada. —Esto es un desastre— susurró Regina que, al intentar avanzar, pisó un cristal que se fragmentó todavía más, se inclinó buscando levantarlo. —No toques nada, Regina— la detuvo el rubio. —Pero… —¿Comiste? —Ah… s-sí, me comí lo que dejaste hace un momento—
Giovanni subió una mano al rostro de su cobriza y lo atrajo despacio, le mordió el labio inferior y apenas se separó para verla a los ojos. —¿Tienes miedo? — cuestionó en un ronco susurro. Un estremecimiento extraño se reunió en el centro del pecho de Regina ante ese cuestionamiento. —Sí— aceptó al acariciarle el rostro. Giovanni sonrió débilmente. —… pero ya no quiero tenerlo— aseguró al momento de besarle los labios despacio. El ojiazul en automático llevó sus grandes manos a la cintura de la chica y ésta, se arqueó de placer cuando las mismas viajaron distraídamente a sus senos, por debajo de su pijama. El beso que inició siendo una suave caricia, producto del amor que se profesaban y que no habían vuelto a exteriorizar con palabras, incrementó su necesidad conforme sus cuerpos lo suplicaban, Regina meció sus caderas sobre la hinchada hombría del rubio y éste, apretó uno de sus redondos senos, mientras la otra mano se perdía en la suavidad de la piel de su espalda. —Te amo—
Regina revisó una vez más sus libros.—Llegamos— informó el ojiazul al estacionarse en terrenos universitarios.Regina asintió de prisa y se alzó a besar sus labios, esta vez siendo un poco más efusiva, aunque no tanto como para permitirle al rubio profundizar el beso.—Debo correr, ya voy tarde— informó mientras abría la puerta del coche — ¿Verás a tu asesor en tesis? – le pregunto.Giovanni asintió desanimado al apretarse el puente de su nariz, había olvidado su móvil en casa de Regina—Sí, lo buscaré, debe estar dando clase – respondió con fastidio.Ella sonrió, al menos entre la inmensa charla que los había mantenido despiertos hasta casi las tres de la mañana, había convencido a su novio de apresurarse a terminar su tesis.—Entonces nos vemos más tarde – respondió Regina con una sonrisa.—Vengo por ti a las dos— le recordó mientras veía a Regina, envuelta en el elegante abrigo rojo, salir apresurada del auto.—Sí, nos vemos después, te amo — se despidió de prisa y se fue de ahí s
La mirada fría y ambarina de Connor se posó en las luces prendidas de algunos postes de estilo antiguo que se intercalaban con pequeños árboles de escasas hojas, todavía era temprano, pero el cielo nublado hacía parecer como si estuviera por anochecer, cuando aún no pasaba de las seis de la tarde, él se dirigía al departamento de su propiedad en esa ciudad luego de visitar la mansión de su padre.El sonar de su móvil lo hizo bajar la mirada al móvil empotrado en el elegante tablero del coche.—Si— respondió al reconocer el número de Stefano en la pantalla antes de presionar el botón que activaría el manos libres.—Bien, siento sonar insistente con esto, pero necesito insistir por una nueva reunión — el pelinegro se percató del tono cansado del otro hombre, él mismo no se encontraba en mejores condiciones respecto al asunto.Un semáforo le marcó el alto y detuvo su coche.—¡Debes estar bromeando!, ¿en serio? — esa voz alta y alegre, tan conocida para él, le hizo desviar el rostro.Sus
Giovanni sintió un nudo en la garganta y un vacío en el estómago aun cuando Regina lo estaba abrazando y hablando sobre lo mucho que le agradecía haber hecho eso por ella, y reiteró que jamás lo había pensado; él la vio para abajo por la diferencia de estaturas y ella alzó su vista para asegurar que, aunque no sabía cómo, iba a pagarle cada centavo que gastaba en ella.—No tienes nada qué pagar — aseguró y su voz sonó ronca por la tensión.Regina sonrió —Por supuesto que sí, las mensualidades no son nada baratas— le recordó al retroceder un paso y verlo a los ojos, pero sin soltarlo.Giovanni, todavía con los papeles en la mano, ladeó el rostro.—Que no importa, Regina, ya deja de decirlo — alzó la voz al soltarse y apartarse para comenzar a caminar a las escaleras.Ella frunció el ceño y no pudo evitar sentir una pequeña opresión en el pecho ante la brusquedad con la que sonaron sus palabras, ¿Se había molestado?, frunció aún más el ceño al intentar comprender por qué lo hizo, al que
Ya con la nublada luna en lo más alto del cielo, Regina estaba acostada en la cama, sola, se quedó dormida con el celular en la mano, durante las horas en la universidad y de trabajo, lo había revisado en innumerables ocasiones… Giovanni no había siquiera enviado un mensaje.La mala sensación con la que se quedó una vez que se despidieron esa mañana, se extendió y acentuó en su pecho, y, sintiendo eso, durmió.Tampoco lo llamó, quiso darle su espacio, aunque se quedara con un sinsabor enorme.Había sido decepcionante llegar a la casa y saber que Giovanni no estaba, lo había esperado unos minutos para cenar, pero él no llegó; se había duchado y terminado las tareas que no alcanzó a hacer durante sus horas libres en la universidad y finalmente se había acostado resignada.La noche, como venía siendo costumbre, fue realmente fría, Regina estaba acostada bajo un grueso y calientito cobertor, con la calefacción encendida, sólo Oreo acurrucado en sus pies le brindaba un poco de calor ajeno,