Regina Martinelli, era una joven en sus veinte que realmente no tenía ánimo para tolerar tonterías de nadie, hacia poco más de seis meses, su padre había muerto en un accidente de tráfico, y desde entonces, su vida se había convertido en algo poco más de un infierno.Lo primero, tuvo que abandonar la universidad, el seguro de su padre y la miserable pensión que le dejo a su madre, no había sido suficiente para continuar con ello y con las necesidades diarias a la vez, así que, con su carrera trunca, había aceptado un sencillo trabajo como recepcionista en una importante multinacional que llevaba por nombre “La luna Roja”, una farmacéutica importantísima cuya rama principal se especializaba en cosméticos y perfumería, siendo lideres en el sector cosmético a nivel mundial.La paga no era grandiosa, pero le alcanzaba para alcanzar a llegar a final de mes. Al final, eso era lo importante. Su madre, se había vuelto alcohólica desde la muerte de su padre, y su hermano menor, Ennio, pasaba s
Regina despertó lentamente, el molesto repique de su despertador la sacó de su confortable sueño. Decidida a ignorarlo, suspiró y se acurrucó más al cálido cuerpo sostenía fuertemente, no queriendo despertar aún. El gruñido irritado de Giovanni retumbó a través de ella, tranquilizándola, mientras él se estiraba sobre ella para aplastar el reloj, el cual, chillando moribundamente fue azotado contra la mesita. La mujer pelinegra sonrió perezosamente, feliz de que Giovanni se encargara del problema tan fácilmente por ella y se preparó para quedarse dormida de nuevo.Por supuesto, aquello no era mas que un sueño, y, tenia que admitirlo, era uno bastante agradable.La mano de Giovanni empezó a formar círculos en su espalda lentamente, ronroneando y manteniéndola despierta pero relajada. Su pierna se deslizó de donde él, cruzada sobre su cadera, para tumbarla de espalda al colchón. Sus labios rápidamente encontraron la piel de su cuello. Regina se arqueó ligeramente hacia él aún medio dormi
—Mmmm, eso podría ser divertido. Una gran y acolchonada habitación, tú toda linda y amarrada para que no puedas pegarme. Suena a un buen rato — Aquellos pensamientos no eran de ella, ni en mil años podrían ser de ella, nunca, jamás, pensaba en cosas indecentes.La mano de Regina pegó al aire cuando sintió la mano de él moverse hacia abajo. Estaba pasando de nuevo, se sentía tocada por algo invisible.—¿Puedo ir al baño? — Chilló. La jefa de área alzó una ceja, pero afortunadamente no hizo preguntas, y, aunque no deseaba hacerlo, tenía que avisar a donde iría en todo momento, después de todo, ella era la recepcionista.—Vaya rápido Señorita Martinelli. Regina se levantó rápidamente de su asiento, sabiendo que probablemente se veía como una idiota. Corrió al baño tan pronto como la puerta de su área quedaba atrás y fue cerrada detrás de ella. Se llevó las manos a la cabeza, tal y como lo había hecho esta mañana y todas las otras veces que Giovanni decidía molestarla.—Oh, vamos cariño,
Detrás de aquel elegante y fino escritorio de roble, Giovanni movía las piezas de un lujoso juego de ajedrez que parecía de marfil. Con sus ojos perdidos en la nada, meditaba en silencio sobre aquella chica, Regina Martinelli, y aquel inconfundible aroma que lo cautico en el mismo instante en que lo percibió. Durante toda su vida había sabido que necesitaba una pareja, los lobos, aunque se tenia la creencia de que eran solitarios, en realidad no lo eran, necesitaban de una manada y una manada necesitaba de su alfa y de su compañera beta para prosperar, y el, jamás había encontrado a su mate antes. La ansiedad que le provocaba el no tenerla ya debajo suyo, en su cama y entre sus sabanas, lo estaba consumiendo. No había ningún error, estaba claro que Regina era su mate, la única destinada a ser suya y no la dejaría irse tan solo porque ella no lo entendiera, ¿Qué había por entender? El era un animal, podría parecer un humano, pero era un animal, sus instintos eran los de un lobo y neces
El sol de esa mañana se sintió diferente de otras veces cuando despertó, su cama, estaba vacía. Giovanni y ella habían dormido juntos sin hacer nada mas que dormir, el, acababa de marcharse después de recibir una llamada no sin antes volver a besarla y reafirmarse como su dueño. Mirando el sol, no podía terminar de entender lo que estaba pasando, de pronto, un hombre millonario había puesto sus ojos sobre ella, acosándola en todo momento y gritando a los cuatro vientos que ella le pertenecía. Todo aquello seguía pareciendo una locura, pero ya no sabia si era Giovanni el demente, o lo era ella por dejarse llevar por todo eso.Aun sentía las calientes y grandes manos del hombre sobre ella, sus labios carnosos besando los suyos, su aliento cálido chocando contra su cuello, y sus ojos salvajes desnudándola con la mirada, viéndola como si fuera un lobo a su presa, y a la vez, anhelándola tanto que lograba conmoverla.Aquel había sido su primer beso, la primera vez que dormía con un hombre
Aquella mañana, como comenzaba a hacerse costumbre, Giovanni despertaba una vez mas en su cama. El hombre insistía en dormir junto a ella, para impregnarla de su aroma antes de “su apareamiento”. Aquello era ridículo, demasiado para procesar y, por supuesto, no terminaba de entenderlo y mucho menos de acostumbrarse. Terminaba de hacer un gorro de aluminio, igual a los de una película de extraterrestres que vio una vez, esperando que con eso Giovanni no volviera a entrar en su mente.Mirándolo dormir profundamente, Regina admiro demasiado la belleza sin igual del rostro de ese hombre demencial. Su rostro era perfecto, de facciones finas y hermosas, pero sin dejar de ser masculinas, sus músculos eran poderosos, su estatura demasiado privilegiada, y su cabello rubio platinado, casi blanquecino, ciertamente lo dotaba aun mas de una belleza rara y sobrenatural. Giovanni Francesco era un hombre hermoso, además, un influyente millonario, por ello era que toda aquella situación se sentía tan
—Quiero saber, si tú has sido besada por un patético hombre humano —Aquella pregunta la tomo de improvisto, ¿Besada? ¿Ella? Eso jamás, en realidad, nunca había tenido ningún tipo de contacto con un hombre, al menos no de esa manera, pero, aun así, aquella invasiva pregunta la había hecho sentirse demasiado incomoda.—No tengo tiempo para eso — respondió Regina con una sonrisa triste. — Mi padre murió, tengo un hermano pequeño y una madre con serios problemas de los que cuidar, así que, no, no bese nunca antes a nadie, ni siquiera mire a nadie de esa manera, nunca tuve tiempo para siquiera pensar en ello —Giovanni quiso sonreír orgulloso de ser en verdad el primero en todo, pero, la mirada triste de su mate, lo hizo guardar silencio y acercarse a ella. Él podía sentir ese dolor, esa desesperanza, como una sensación de que nada estaba bien y de que cualquier tragedia pasaría en cualquier momento, y, deseando consolarla, la abrazo. Ese era el poder del vínculo, y lo respetaba. Así que,
Giovanni levantó la cabeza de la almohada donde estaba enterrada, con una sonrisa de satisfacción.—¿Trajiste la miel de…? ¿Qué pasó? —sus cejas se fruncieron mientras miraba su cara torcida.Regina sacudió su cabeza, dejando la caja en su escritorio.—Nada, estoy bien — consiguió decirlo.Giovanni se sentó, su sonrisa estaba transformada en un ceño fruncido.—No lo estás. ¿A quién le doy una paliza? — le preguntó, tronándose los nudillos.Regina no sonrió como lo esperaba.—A nadie, estoy bien — ella cantó como un mantra.Giovanni frunció el ceño y se levantó, posando gentilmente sus manos en sus hombros.—Soy tu compañero, tú no tienes que esconderte y actuar conmigo— le dijo mirando sus ojos. Giovanni podía sentir su dolor, pero no conocía la razón de él, necesitaba saber que era exactamente lo que le estaba pasando a ella.Regina lo miró por un momento antes de arrojarse a sus brazos. Giovanni gruñó mientras sus brazos la abrazaban automáticamente, sosteniéndola en su pecho. Regin