Regina alzó sus entre azulinos y verdosos ojos al frente donde su profesora de Desarrollo Industrial daba su clase.—Esta visión comprende que la revolución industrial inició un proceso de acumulación de capital y…— explicaba mientras ella la veía hablar, pero no lograba siquiera recordar cuál era el tema que estaban llevando.La cobriza soltó un suspiro que incluso fue audible para su profesor que volteó a verla, pero prefirió ignorarla para no entorpecer la asimilación de quienes sí prestaban atención.«Casémonos, Regina. Sé mi esposa… por favor»Recordar la voz ronca y profunda de Giovanni en aquel momento le erizó la piel, la necesidad en esas palabras le había llegado al corazón y la mantenían pensando únicamente en ello, se mordió el labio sintiendo una emoción en forma de calidez rodeándola mirando aquel hermoso anillo que posaba en su dedo mientras seguía ignorando su clase, ¿Casarse? ¿De verdad?Bajó la vista a su libreta y mientras veía los pocos apuntes que tenía, sobó su b
Regina suspiró agotada — No recuerdo que las escaleras fueran tantas — se quejó con cierta gracia y siguió subiendo.Apenas pasaba del mediodía cuando recibió un mensaje de Alma, la pelicorta la invitaba a reunirse en su antigua habitación, esa que por varios meses compartió con Sara, y aunque si bien tenía trabajos que realizar y temas que repasar, también era cierto que no tenía cabeza para mucho, así que tras encogerse de hombros y sonreír, iba justo en ese momento a reunirse con ellas.Antes de tocar la puerta escuchó risas y un insulto soltado por la castaña dirigido a la pelicorta que no tardó en reprochar, esto sólo le provocó que su sonrisa se enanchara, tocó la puerta y Sara respondió con un ‘está abierto’ entonado en medio tono irónico, pues sabía bien que era Regina.—Hola — saludó la sonriente cobriza al entrar.—¿Desde cuándo pides permiso para entrar a mi cuarto? — saludó irónicamente la castaña.Regina se avergonzó — Supongo que es costumbre — respondió con simpleza al
Minutos antes de las cinco de la tarde Giovanni se levantó de la enorme silla tras el escritorio de su oficina, había estado esperando por Stefano mientras se ocupaba de otros asuntos relacionados con la empresa, en ese instante el intercomunicador sonó.—Si— habló al presionar el botón que lo enlazaba con su secretaria.—Acaba de llegar el señor Stefano — informó como anteriormente le había pedido.—Dile que venga, por favor – ordeno el rubio.La joven afirmó y el rubio dejó de presionar el botón para dirigirse al ventanal que le exhibía una ciudad fría y gris, pues en el transcurso del día el clima había empeorado considerablemente, suponía que durante la noche iba a nevar.—¿Querías verme? — cuestionó Stefano al ingresar a la oficina sin necesidad de tocar.Giovanni volteó de medio lado a verlo y guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón, la seriedad de su rostro alertó al recién llegado.—Supongo que no te fue muy bien – se apresuró a adivinar.El frío ojiazul negó con la c
Los días luego de esa noche pasaron lentos con la misma rutina. Regina apenas estaba logrando salir avante de sus exámenes y rendir también en el trabajo, estudiar y trabajar no era nada fácil, había comentado sobre el próximo viaje que pensaba hacer con su compañero de turno y su supervisor y como era de esperarse, no podía tener vacaciones tan pronto, así que se vio en la disyuntiva sobre viajar o conservar su empleo; si la situación fuese otra, sabía que decidiría quedarse, pero como sus padres volverían en pocas semanas, fue que optó por estar con Giovanni.Seguiría trabajando el tiempo que le restara antes de partir mientras se buscaba su reemplazo, eso pudo importarle más, pero con las cosas por cambiar tal vez hasta terminaría renunciando a su empleo de cualquier forma, su padre seguro se rehusaría a ello, aunque de ese tema no hablaron.Giovanni por su parte, también se sumergió en los asuntos concernientes de su empresa, ahora todo lo que le atañía era no dejar ningún pendien
Regina se estiró en las puntas de sus pies buscando bajar una pequeña maleta que siempre le había servido para transportar productos de aseo personal y maquillaje, Oreo, curioso como siempre saltó a unos de los compartimentos del closet y le molestó los ojos al rozar su larga cola en su cara.—Oreo — regañó la chica al tomarlo en brazos.El felino se restregó en su cuello y Regina sonrió.—Es extraño que esté aquí, ¿verdad? — le dijo al rascar tras su oreja.Aunque era viernes y debía estar trabajando, su supervisor siendo consciente de sus planes, le sugirió dejar de asistir y prepararse con calma; él estaba al tanto de todo y aunque no podía pagarle por no asistir, al menos podría ayudarla no marcando las faltas de los tres días que debía trabajar en su hoja de recomendación, si es que llegaba a necesitarla.—¿Estás aburrido? — le preguntó como si pudiese contestarle y se sentó en la cama con él en brazos. Regina frunció los labios desanimada — Seguro nos extrañas, lo peor es que es
Altas palmeras se dispersaban por los jardines, pequeños arbustos y flores de vistosos colores, ya para ese entonces la cobriza tenía idea de cómo eran los chalet en los que se quedarían, pues había varios a lo lejos; un par de personas también caminaban por ahí y algunos niños corrían por los amplios jardines.—Este será el lugar donde pasaremos las noches — informó el rubio y Regina sintió un escalofrío recorrerle la piel por la idea que eso le traía.El camino de granito se hacía ancho y subía por un par de escalones circulares, que eran enmarcados por varias plantas de hojas grandes y brillantes, sus maletas estaban a los pies de la puerta de madera, un pequeño candil colgaba del techo blanco, el mismo color que se extendía a las paredes con grandes ventanas, el reservado era de dos pisos, el segundo menos extenso que el primero, pero Regina casi podía adivinar que la parte no cubierta de techo en la planta alta, era destinada a área de esparcimiento, como ya antes había visto.—V
Regina Martinelli, era una joven en sus veinte que realmente no tenía ánimo para tolerar tonterías de nadie, hacia poco más de seis meses, su padre había muerto en un accidente de tráfico, y desde entonces, su vida se había convertido en algo poco más de un infierno.Lo primero, tuvo que abandonar la universidad, el seguro de su padre y la miserable pensión que le dejo a su madre, no había sido suficiente para continuar con ello y con las necesidades diarias a la vez, así que, con su carrera trunca, había aceptado un sencillo trabajo como recepcionista en una importante multinacional que llevaba por nombre “La luna Roja”, una farmacéutica importantísima cuya rama principal se especializaba en cosméticos y perfumería, siendo lideres en el sector cosmético a nivel mundial.La paga no era grandiosa, pero le alcanzaba para alcanzar a llegar a final de mes. Al final, eso era lo importante. Su madre, se había vuelto alcohólica desde la muerte de su padre, y su hermano menor, Ennio, pasaba s
Regina despertó lentamente, el molesto repique de su despertador la sacó de su confortable sueño. Decidida a ignorarlo, suspiró y se acurrucó más al cálido cuerpo sostenía fuertemente, no queriendo despertar aún. El gruñido irritado de Giovanni retumbó a través de ella, tranquilizándola, mientras él se estiraba sobre ella para aplastar el reloj, el cual, chillando moribundamente fue azotado contra la mesita. La mujer pelinegra sonrió perezosamente, feliz de que Giovanni se encargara del problema tan fácilmente por ella y se preparó para quedarse dormida de nuevo.Por supuesto, aquello no era mas que un sueño, y, tenia que admitirlo, era uno bastante agradable.La mano de Giovanni empezó a formar círculos en su espalda lentamente, ronroneando y manteniéndola despierta pero relajada. Su pierna se deslizó de donde él, cruzada sobre su cadera, para tumbarla de espalda al colchón. Sus labios rápidamente encontraron la piel de su cuello. Regina se arqueó ligeramente hacia él aún medio dormi