Intereses

Ya con la nublada luna en lo más alto del cielo, Regina estaba acostada en la cama, sola, se quedó dormida con el celular en la mano, durante las horas en la universidad y de trabajo, lo había revisado en innumerables ocasiones… Giovanni no había siquiera enviado un mensaje.

La mala sensación con la que se quedó una vez que se despidieron esa mañana, se extendió y acentuó en su pecho, y, sintiendo eso, durmió.

Tampoco lo llamó, quiso darle su espacio, aunque se quedara con un sinsabor enorme.

Había sido decepcionante llegar a la casa y saber que Giovanni no estaba, lo había esperado unos minutos para cenar, pero él no llegó; se había duchado y terminado las tareas que no alcanzó a hacer durante sus horas libres en la universidad y finalmente se había acostado resignada.

La noche, como venía siendo costumbre, fue realmente fría, Regina estaba acostada bajo un grueso y calientito cobertor, con la calefacción encendida, sólo Oreo acurrucado en sus pies le brindaba un poco de calor ajeno,
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