—Quiero saber, si tú has sido besada por un patético hombre humano —Aquella pregunta la tomo de improvisto, ¿Besada? ¿Ella? Eso jamás, en realidad, nunca había tenido ningún tipo de contacto con un hombre, al menos no de esa manera, pero, aun así, aquella invasiva pregunta la había hecho sentirse demasiado incomoda.—No tengo tiempo para eso — respondió Regina con una sonrisa triste. — Mi padre murió, tengo un hermano pequeño y una madre con serios problemas de los que cuidar, así que, no, no bese nunca antes a nadie, ni siquiera mire a nadie de esa manera, nunca tuve tiempo para siquiera pensar en ello —Giovanni quiso sonreír orgulloso de ser en verdad el primero en todo, pero, la mirada triste de su mate, lo hizo guardar silencio y acercarse a ella. Él podía sentir ese dolor, esa desesperanza, como una sensación de que nada estaba bien y de que cualquier tragedia pasaría en cualquier momento, y, deseando consolarla, la abrazo. Ese era el poder del vínculo, y lo respetaba. Así que,
Giovanni levantó la cabeza de la almohada donde estaba enterrada, con una sonrisa de satisfacción.—¿Trajiste la miel de…? ¿Qué pasó? —sus cejas se fruncieron mientras miraba su cara torcida.Regina sacudió su cabeza, dejando la caja en su escritorio.—Nada, estoy bien — consiguió decirlo.Giovanni se sentó, su sonrisa estaba transformada en un ceño fruncido.—No lo estás. ¿A quién le doy una paliza? — le preguntó, tronándose los nudillos.Regina no sonrió como lo esperaba.—A nadie, estoy bien — ella cantó como un mantra.Giovanni frunció el ceño y se levantó, posando gentilmente sus manos en sus hombros.—Soy tu compañero, tú no tienes que esconderte y actuar conmigo— le dijo mirando sus ojos. Giovanni podía sentir su dolor, pero no conocía la razón de él, necesitaba saber que era exactamente lo que le estaba pasando a ella.Regina lo miró por un momento antes de arrojarse a sus brazos. Giovanni gruñó mientras sus brazos la abrazaban automáticamente, sosteniéndola en su pecho. Regin
—¿Hay alguien en casa? — dijo Regina en voz alta.—Solo yo encanto — Giovanni ronroneó desde donde estaba sentado en la mesa de la cocina, elegantemente inclinado en una silla.—¡Giovanni! —chilló, arrojándole la bolsa.—No andes por aquí desnudo ¡yo como allí! Su lengua se movió sobre un colmillo, haciendo caso omiso de la bolsa mientras él la miraba de pies a cabeza.—Me gustaría comer también, compañera —dijo, demasiado inocente. Regina frunció los labios, deslizando su abrigo y guantes mientras caminaba hacia la nevera.—Aún no voy a comenzar la cena, pero podría hacerte un bocadillo — fue interrumpida por un grito ahogado mientras se encontró sobre la mesa, Giovanni la tomo acariciando su vientre con su nariz.—No me refería a eso. Esto va a ser más que suficiente, gracias. —Giovanni murmuró contra su piel, sus manos se arrastran hacia abajo. —tengo la intención de saciar mi hambre ahora——¡Basta! — Regina ordenó con la cara roja y lo empujo con tanta fuerza como no era posible q
El sol se asomaba de nueva cuenta por su ventana anunciando un nuevo día. Giovanni, esta vez no había dormido con ella, se había marchado apenas terminaron de hablar y sinceramente no esperaba que volviera. Regina se levantaba de la cama para comenzar una nueva y pesada jornada. Aun no sabía lo que debería de hacer para remediar el costo del internamiento de su madre y eso, la mantenía en una angustia constante.Mirándose en el espejo, no podía evitar preguntarse en que momento fue que su vida cambio tanto. Hacia solo 6 meses, ella tenia sueños, esperanzas y una meta de vida que alcanzar…ahora todo aquello parecía demasiado lejano. Una lagrima se escapo de sus ojos, y es que, dolía, en verdad dolía demasiado tener que cargar aquella cruz que nunca pidió, pero, nada podría hacer para remediarlo.Bajando las escaleras, pudo ver a su hermano desayunando y ya listo para irse a la escuela, la fotografía que tenia de su padre en la cocina, parecía mirarla con lastima, y de nuevo, las ganas
Regina miraba aquel par de sobres que Giovanni acababa de darle, mientras se cambiaba de ropa en la intimidad de su habitación. Sinceramente, había creído que el hombre lobo simplemente se iría de allí para nunca más volver, después de saber parte de su historia familiar, y la cantidad de problemas que estaba teniendo.Ahora mismo, escuchaba sus sonoras carcajadas junto a las de Ennio, notándose que en realidad estaban pasando un grandioso momento jugando videojuegos. Sin saberlo, Regina estaba sonriendo por ello, y sus ojos se aguaron al tiempo que sentía su pecho apretarse, pero esta vez, no por dolor o pena, si no, por esa extraña y casi desconocida sensación de felicidad que estaba experimentando.—Son tarjetas de crédito — dijo para sí misma en un susurro, y ya cambiada, las tomo para regresárselas a Giovanni, ya demasiado había hecho por ella al pagar el centro de rehabilitación para su madre.Oh no, ni siquiera pienses en regresarme eso, las pedí especialmente para ti, y si te
Sus pensamientos vacilaban desde un lado a otro mientras miraba los edificios moverse demasiado rápido por la ventanilla de aquel autobús que la llevaría a su trabajo. Su madre, finalmente se había marchado esa mañana a rehabilitación, prometiéndole tanto a ella como a su pequeño hermano, regresar siendo la madre que ambos necesitaban que fuera. Ese día, quizás, marcaba el comienzo de un nuevo rumbo para sus vidas, uno que esperaba fuese positivo, pues realmente ya eran demasiados sinsabores los que habían sufrido tanto ella como Ennio.Llegando a su trabajo, nuevamente sentía las miradas juiciosas de sus envidiosas compañeras sobre ella, pero ese día, no se sentía particularmente interesada en prestarles atención, pues todos y cada uno de sus pensamientos matutinos, estaban dirigidos a su madre y su nerviosismo sobre que como le estaría yendo en su primer día en ese lugar.Todos los días era la misma situación, sin embargo, hoy se habían sobrepasado, esparciendo rumores sobre las pre
—¡Oye Carlo! — escucharon la apresurada voz de uno de sus compañeros en el lugar—…ven un momento…— Giovanni sonrió al deshacer el beso y la notó tensa por la presencia de otras personas en el lugar, soltó su mano, pero ella, sin darse cuenta, la mantuvo en su endurecida masculinidad. —Si la mueves, podría ser más estimulante…— sugirió el rubio mostrando una perversa diversión mientras se pegaba más a ella… él seguía sobre sus labios… y el reducido espacio se llenaba de vapor. —¿Eh? — Regina dejó escapar el aliento con ese cuestionamiento, abrió los ojos con sorpresa y de inmediato retiró la mano del lugar. —…Eres… des-preciable…— dijo indignada y sobre sus labios. Él sonrió de manera torcida y volvió a besarla, esta vez fue más demandante… Regina quiso retirárselo, pero el forcejeó lo ganaba él, le impidió seguir moviéndose al abrazarla con un brazo por la cintura, la movió un par de pasos y la colocó en la esquina de ese pequeño baño… —Ni se te ocurra…— quiso amenazarlo y lo vio
Esa mañana Regina no se sentía como ella misma, aquella sensación era como la de estar flotando sobre una enorme alberca cuyo fondo era demasiado profundo. Aun podía percibir aquellas manos fuertes y grandes tocando su cuerpo humedecido, su mente viajaba a aquel cuerpo escultural y musculoso que pudo apreciar bajo la regadera, y, de nuevo, sus mejillas ardieron demasiado al recordar que era lo que había hecho con Giovanni en esas duchas dentro de su lugar de trabajo. Afortunadamente, nadie la había visto y pudo salirse para huir de regreso a su casa avisando luego que se había sentido un poco enferma, ahora, nuevamente se preparaba para un nuevo día laboral, aunque esta vez, con pensamientos demasiado libidinosos que ni su extremo pudor podría frenar. Giovanni Francesco era un hombre lobo…y uno demasiado caliente para poder resistirlo demasiado tiempo.Llegando al edificio, pudo ver como Giovanni se hallaba en la entrada del mismo, como si estuviese esperando a alguien, sus mejillas d